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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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3 1Ved que amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios y lo seamos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoce a El. 2Carísimos, ahora somos hijos de Dios, aunque aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando aparezca seremos semejantes a El, porque le veremos tal cual es. 3Y todo el que tiene en El esta esperanza se santifica, como Santo es El. 4El que comete pecado traspasa la Ley, porque el pecado es transgresión de la Ley. 5Sabéis que apareció para destruir el pecado, y que en El no hay pecado. 6Todo el que permanece en El no peca, y todo el que peca no le ha visto ni le ha conocido.

7Hijitos, que nadie os extravíe; el que practica la justicia es justo, según que El es justo; 8el que comete pecado, ése es del diablo, porque el diablo desde el principio peca. Y para esto apareció el Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo. 9Quien ha nacido de Dios no peca, porque la simiente de Dios está en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. 10En esto se conocen los hijos de Dios y los hijos del diablo. El que no practica la justicia no es de Dios, y tampoco el que no ama a su hermano. 11Porque éste es el mensaje que desde el principio habéis oído: que nos amemos los unos a los otros. 12No como Caín, que, inspirado del maligno, mato a su hermano. ¿Y por qué le mató? porque sus obras eran malas y las de su hermano justas.
La caridad fraterna

13No os maravilléis, hermanos, si el mundo os aborrece. 14Sabemos que hemos sido trasladados de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. 15Quien aborrece a su hermano es homicida, y ya sabéis que todo homicida no tiene en sí la vida eterna. 16En esto hemos conocido la caridad, en que El dio su vida por nosotros, y nosotros debemos dar nuestra vida por nuestros hermanos. 17El que tuviere bienes de este mundo y viendo a su hermano pasar necesidad le cierra sus entrañas, ¿cómo mora en él la caridad de Dios? 18Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de obra y de verdad. 19En eso conoceremos que somos de la verdad, y nuestros corazones descansarán tranquilos en El, 20porque si nuestro corazón nos arguye, mejor que nuestro corazón es Dios, que todo lo conoce.

21Carísimos, si el corazón no nos arguye, podemos acudir confiados a Dios, 22y si pedimos, recibiremos de El, porque guardamos sus preceptos y hacemos lo que es grato en su presencia. 23Y su precepto es que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos mutuamente conforme al mandamiento que nos dio. 24El que guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él; y nosotros conocemos que permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado.
El espíritu del error y el espíritu de la verdad

4 1Carísimos, no creáis a cualquier espíritu, sino examinad los espíritus si son de Dios, porque muchos seudoprofetas se han levantado en el mundo. 2 Podéis conocer el espíritu de Dios por esto: todo espíritu que confiese que Jesucristo ha venido en carne es de Dios; 3pero todo espíritu que no confiese a Jesús, ése no es de Dios, es del anticristo, de quien habéis oído que está para llegar y que al presente se halla ya en el mundo. 4Vosotros, hijitos, sois de Dios y los habéis vencido, porque mayor es quien está en vosotros que quien está en el mundo. 5Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo y el mundo los oye. 6Nosotros somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha; el que no es de Dios no nos escucha. Por aquí conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error.
La caridad de Dios es la caridad fraterna

7Carísimos, amémonos unos a otros, porque la caridad procede de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y a Dios conoce. 8El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es caridad. 9La caridad de Dios hacia nosotros se manifestó en que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito para que nosotros vivarnos por El. 10En eso está la caridad, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y envió a su Hijo, víctima expiatoria de nuestros pecados.

11Carísimos, si de esta manera nos amó Dios, también nosotros debemos amarnos unos a otros. 12A Dios nunca le vio nadie; si nosotros nos amamos mutuamente, Dios permanece en nosotros y su amor es en nosotros perfecto. 13Conocemos que permanecemos en El y El en nosotros en que nos dio su Espíritu. 14Y hemos visto, y damos de ello testimonio, que el Padre envió a su Hijo por Salvador del mundo. 15Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. 16Y nosotros hemos conocido y creído la caridad que Dios nos tiene. Dios es caridad, y el que vive en caridad permanece en Dios y Dios en él.

17La perfección del amor en nosotros se muestra en que tengamos confianza en el día del juicio, porque como es El, así somos nosotros en este mundo. 18En la caridad no hay temor, pues la caridad perfecta echa fuera el temor; porque el temor supone castigo, y el que teme no es perfecto en la caridad. 19Cuanto a nosotros, amemos a Dios, porque El nos amó primero. 20Si alguno dijere: Amo a Dios, pero aborrece a su hermano, miente. Pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve. 21Y nosotros tenemos de El este precepto: que quien ama a Dios ame también a su hermano.
Los tres testigos

5 1Todo el que cree que Jesús es el Cristo, ése es nacido de Dios, y todo el que ama al que le engendró, ama al engendrado de El. 2Conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. 3Pues ésta es la caridad de Dios, que guardemos sus preceptos. Sus preceptos no son pesados, 4porque todo el engendrado de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 5¿Y quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? 6El es el que vino por el agua y por la sangre, Jesucristo; no en agua sólo, sino en el agua y en la sangre. Y es el Espíritu el que lo certifica, porque el Espíritu es la verdad. 7Porque tres son los que testifican, 8el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres se reducen a uno solo. 9Si aceptamos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios, que ha testificado de su Hijo. 10El que cree en el Hijo de Dios tiene este testimonio en sí mismo. El que no cree en Dios le hace embustero, porque no cree en el testimonio que Dios ha dado de su Hijo. 11Y el testimonio es que Dios nos ha dado la vida eterna, y esta vida está en su Hijo. 12El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, tampoco tiene la vida.

Oración y confianza



13Esto os escribo a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que conozcáis que tenéis la vida eterna. 14y la confianza que tenemos en El es que, si le pedimos alguna cosa conforme con su voluntad, El nos oye. 15Y si sabemos que nos oye en cuanto le pedimos, sabemos que obtenemos las peticiones que le hemos hecho. 16Si alguno ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, ore y alcanzará vida para los que no pecan de muerte. Hay un pecado de muerte, y no es éste por el que digo yo que se ruegue. 17Toda injusticia es pecado, pero hay pecado que no es de muerte. 18Sabemos que todo el nacido de Dios no peca, sino que el nacido de Dios le guarda, y el maligno no le toca. 19Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo todo está bajo el maligno, 20y sabemos que el Hijo de Dios vino y nos dio inteligencia para que conozcamos al que es Verdadero, y nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. El es el verdadero Dios y la vida eterna. 21 Hijitos, guardaos de los ídolos.

EPISTOLA II DE SAN JUAN
Saludo

1El presbítero, a la señora Electa y a sus hijos, a los cuales amo en la verdad; y no sólo yo, sino también cuantos conocen la verdad, 2por amor de la verdad, que mora en nosotros y con nosotros está para siempre. 3Con vosotros sea la gracia, la misericordia y la paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, Hijo del Padre, en la verdad y en la caridad.
Los falsos doctores

4Mucho me he alegrado al saber que tus hijos caminan en la verdad, conforme al mandato que hemos recibido del Padre. 5Ahora te ruego, señora, no como quien escribe un precepto nuevo, sino el que desde el principio tenemos, que os améis unos a otros; 6y ésta es la caridad, que caminemos según sus preceptos. Y el precepto es que andemos en caridad, según habéis oído desde el principio.

7Ahora se han levantado en el mundo muchos seductores, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Este es el seductor y el anticristo. 8Guardaos, no vayáis a perder lo que habéis trabajado, sino haced por recibir un galardón cumplido. 9Todo el que se extravía y no permanece en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en la doctrina, ése tiene al Padre y al Hijo. 10Si alguno viene a vosotros y no lleva esa doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis, 11pues el que le saluda comunica en sus malas obras.
Conclusión

12Mucho más tendría que escribimos, pero no he querido hacerlo con papel y tinta porque espero ir a vosotros y hablaros cara a cara, para que sea cumplido nuestro gozo. 13Te saludan los hijos de tu hermana Electa.

EPISTOLA III DE SAN JUAN
El presbítero, a Gayo

1El presbítero, al amado Gayo, a quien amo en la verdad.
La hospitalidad

2Carísimo, deseo que en todo prosperes y goces de buena salud, así como prospera tu alma. 3Mucho me alegré con la venida de los hermanos y con el testimonio de tu verdad, es decir, de cómo andas en la verdad. 4No hay para mí mayor alegría que oír de mis hijos que andan en la verdad. 5Carísimo, bien haces en todo lo que practicas con los hermanos y aun con los peregrinos; 6ellos hicieron el elogio de tu caridad en presencia de la iglesia. Muy bien harás en proveerlos para su viaje de manera digna de Dios; 7pues por el nombre partieron sin recibir nada de los gentiles. 8Por tanto, debemos nosotros acogerlos, para ser cooperadores de la verdad.

9He escrito a la iglesia; pero Diotrefes, que ambiciona la primacía entre ellos, no nos recibe. 10Por esto, si voy allá le recordaré las malas obras que hace, diciendo desvergonzadamente contra nosotros cosas falsas. No contento con esto, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe y los echa de la iglesia.

11Carísimo, no imites lo malo, sino lo bueno. El que obra bien es de Dios; el que obra mal no ha visto a Dios. 12De Demetrio todos dan testimonio y lo da la misma verdad, y nosotros mismos damos testimonio, y tú sabes que nuestro testimonio es verdadero.

13Muchas cosas tendría que escribirte, pero no quiero hacerlo con tinta y cálamo; 14 espero verte pronto y hablaremos cara a cara. 15La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda a los amigos en particular.

EPISTOLA DE SAN JUDAS
Saludo

1Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Santiago, a los amados en Dios Padre, llamados y conservados en Jesucristo: 2la misericordia, la paz y la caridad abunden más y más en vosotros.
Los falsos doctores

3Carísimos, deseando vivamente escribiros acerca de nuestra común salud, he sentido la necesidad de hacerlo exhortándoos a combatir por la fe, que una vez para siempre ha sido dada a los santos. 4Porque disimuladamente se han introducido algunos impíos, ya desde antiguo señalados para esta condenación, que convierten en lascivia la gracia de nuestro Dios y niegan al único Dueño y Señor nuestro, Jesucristo.

5Quiero recordaros a vosotros, que ya habéis conocido todas las cosas, cómo el Señor, después de salvar de Egipto a su pueblo, hizo luego perecer a los incrédulos; 6y cómo a los ángeles que no guardaron su dignidad y abandonaron su propio domicilio los tiene reservados, en perpetua prisión, en el orco, para el juicio del gran día. 7Cómo Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas, que, de igual modo que ellas, habían fornicado, yéndose tras los vicios contra naturaleza, fueron puestas para escarmiento, sufriendo la pena del fuego perdurables.

8También éstos, dejándose llevar de sus delirios, manchan su carne, menosprecian la autoridad y blasfeman de las dignidades. 9El arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo contendiendo sobre el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir un juicio de blasfemia, sino que dijo: «Que el Señor te reprenda». 10Pero éstos blasfeman de cuanto ignoran; y aun en lo que naturalmente, como brutos irracionales, conocen, en eso mismo se corrompen. 11¡Ay de ellos, que han seguido la senda de Caín y se dejaron seducir del error de Balam por la recompensa y perecieron en la rebelión de Coré!

12Estos son deshonra de vuestros ágapes; banquetean con vosotros sin vergüenza, apacentándose a sí mismos; son nubes sin agua arrastradas por los vientos; árboles tardíos sin fruto, dos veces muertos, desarraigados; 13olas bravas del mar, que arrojan la espuma de sus impurezas; astros errantes, a los cuales está reservado el orco tenebroso para siempre. 14 De ellos también profetizó el séptimo desde Adán, Henoc, cuando dijo: «He aquí que viene el Señor con sus santas miríadas 15para ejercer un juicio contra todos y convencer a todos los impíos de todas las impiedades que cometieron y de todas las crudezas que contra El hablaron los pecadores impíos». 16Estos son murmuradores, querellosos, que viven según sus pasiones, cuya boca habla con soberbia, que por interés fingen admirar a las personas.

17Pero vosotros, carísimos, acordaos de lo predicho por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. 18Ellos os decían que a lo último del tiempo habría mofadores que se irían tras sus impíos deseos. 19Esos son los que fomentan las discordias; hombres animales, sin espíritu. 20Pero vosotros, carísimos, edificándoos por vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, 21conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna. 22Cuanto a aquéllos, a unos reprendedlos, pues que todavía vacilan; 23a otros salvadlos, arrancándolos del fuego; de los otros compadeceos con temor, execrando hasta la túnica contaminada por su carne.

24A aquel que puede guardaros sin pecado y haceros ante su gloria irreprensibles con alegría, 25el solo Dios, salvador nuestro por Jesucristo nuestro Señor, sea la gloria, la magnificencia, el imperio y la potestad desde antes de los siglos, ahora y por todos los siglos. Amén.

APOCALIPSIS
Introducción

1 1Apocalipsis de Jesucristo, que para instruir a sus siervos sobre las cosas que han de suceder pronto ha dado Dios a conocer por su ángel a su siervo Juan, 2el cual da testimonio de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo sobre todo lo que él ha visto. 3Bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y los que observan las cosas en ella escritas, pues el tiempo está próximo.

4Juan, a las siete iglesias que hay en Asia: Con vosotros sean la gracia y la paz de parte del que es, del que era y del que viene, y de los siete espíritus que están delante de su trono, 5y de Jesucristo, el testigo veraz, el primogénito de los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama, y nos ha absuelto de nuestros pecados por la virtud de su sangre, 6y nos ha hecho reyes y sacerdotes de Dios, su Padre, a El la gloria y el imperio por los siglos de los siglos, amén.

7Ved que viene en las nubes del cielo, y todo ojo le verá, y cuantos le traspasaron; y se lamentarán todas las tribus de la tierra. Sí, amén. 8Yo soy el alfa y el omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era, el que viene, el Todopoderoso.
PRIMERA PARTE
Epístolas A Las Siete Iglesias De Asia

(1,9-3,22)


Visión introductoria

9Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la paciencia en Jesús, hallándome en la isla llamada Patmos, por la palabra de Dios y por el testimonio de Jesús, 10fui arrebatado en espíritu el día del Señor, y oí tras de mí una voz fuerte, como de trompeta, que decía: 11Lo que vieras, escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias: a Efeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea. 12Me volví para ver al que hablaba conmigo; 13y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los candeleros a uno semejante a un hijo de hombre, vestido de una túnica talar y ceñidos los pechos con un cinturón de oro. 14Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, como la nieve; sus ojos, como llamas de fuego; 15sus pies, semejantes al azófar incandescente en el horno, y su voz, como la voz de muchas aguas. 16Tenía en su diestra siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda, de dos filos, y su aspecto era como el sol cuando resplandece en toda su fuerza. 17Así que le vi, caí a sus pies como muerto; pero él puso su diestra sobre mí, diciendo: 18No temas, yo soy el primero y el último, el viviente, que fui muerto y ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del infierno. 19Escribe, pues; lo que vieres, tanto lo presente como lo que ha de ser después de esto. 20Cuanto al misterio de, las siete estrellas que has visto en mi diestra y los siete candeleros de oro, las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros, las siete iglesias.
Carta a la iglesia de Efeso

2 1Al ángel de la iglesia de Efeso escribe: Esto dice el que tiene en su diestra las siete estrellas, el que se pasea en medio de los siete candeleros de oro. 2Conozco tus obras, tus trabajos, tu paciencia, y que no puedes tolerar a los malos, y que has probado a los que se dicen apóstoles, pero no lo son, y los hallaste mentirosos; 3y tienes paciencia, y sufriste por mi nombre sin desfallecer. 4Pero tengo contra ti que dejaste tu primera caridad. 5Considera, pues, de dónde has caído, y arrepiéntete, y practica las obras primeras; si no, vendré a ti y removeré tu candelero de su lugar, si no te arrepientes. 6Mas tienes esto a tu favor: que aborreces las obras de los nicolaítas como las aborrezco yo. 7El que tenga oídos que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al Vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de mi Dios.
Carta a la iglesia de Esmirna

8Al ángel de la iglesia de Esmirna escribe: Esto dice el primero y el último, que estuvo muerto y ha vuelto a la vida: 9Conozco tu tribulación y pobreza, aunque estás rico, y la blasfemia de los que dicen ser judíos y no lo son, antes son la sinagoga de Satán. 10Nada temas por lo que tienes que padecer. Mira que el diablo os va a arrojar a algunos en la cárcel para que seáis probados, y tendréis una tribulación de diez días. Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida. 11El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no sufrirá daño de la segunda muerte.
Carta a la iglesia de Pérgamo

12Al ángel de la iglesia de Pérgamo escribe: Esto dice el que tiene la espada, la espada de dos filos, la aguda: 13Conozco dónde moras, dónde está el trono de Satán, y que mantienes mi nombre, y no negaste mi fe aun en los días de Antipas, mi testigo, mi fiel, que fue muerto entre vosotros donde Satán habita. 14Pero tengo algo contra ti: que toleras ahí a quienes siguen la doctrina de Balam, el que enseñaba a Balac a poner tropiezos delante de los hijos de Israel, a comer de los sacrificios de los ídolos y a fornicar. 15Así también toleras tú a quienes siguen de igual modo la doctrina de los nicolaítas. 16Arrepiéntete, pues si no, vendré a ti pronto y pelearé contra ellos con la espada en mi boca. 17El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere le daré del maná escondido y le daré una piedrecita blanca y en ella escrito un nombre nuevo, que nadie conoce sino el que lo recibe.
Carta a la iglesia de Tiatira

18Al ángel de la iglesia de Tiatira escribe: Esto dice el Hijo de Dios, cuyos ojos son como llamas de fuego y cuyos pies son semejantes a azófar: 19Conozco tus obras, tu caridad, tu fe, tu ministerio, tu paciencia y tus obras últimas, mayores que las primeras. 20Pero tengo contra ti que permites a Jezabel, esa que a sí misma se dice profetisa, enseñar y extraviar a mis siervos hasta hacerlos fornicar y comer de los sacrificios de los ídolos. 21Yo le he dado tiempo para que se arrepintiese; pero no quiere arrepentirse de su fornicación, 22y voy a arrojarla en cama, y a los que con ella adulteran, en tribulación grande, por si se arrepienten de sus obras. 23Y a sus hijos los haré morir con muerte arrebatada, y conocerán todas las iglesias que yo soy el que escudriña las entrañas y los corazones y que os daré a cada uno según vuestras obras. 24Y a vosotros, los demás de Tiatira, los que no seguís semejante doctrina y no conocéis las que dicen profundidades de Satán, no arrojaré sobre vosotros otra carga. 25Solamente la que tenéis, tenedla fuertemente hasta que yo vaya. 26Y al que venciere y al que conservare hasta el fin mis obras, yo le daré poder sobre las naciones, 27y las apacentará con vara de hierro, y serán quebrantados como vasos de barro, 28como yo no recibí de mi Padre, y le daré la estrella de la mañana. 29El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Carta a la iglesia de Sardes

3 1Al ángel de la iglesia de Sardes escribe: Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras y que tienes nombre de vivo, pero estás muerto. 2Estáte alerta y consolida lo demás, que está para morir, pues no he hallado perfectas tus obras en la presencia de mi Dios. 3Por tanto, acuérdate de lo que has recibido y has escuchado, y guárdalo y arrepiéntete. Porque si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás la hora en que vendré a ti, 4Pero tienes en Sardes algunas personas que no han manchado sus vestidos, y caminarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos. 5El que venciere, ése se vestirá de vestiduras blancas, jamás borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. 6El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Carta a la iglesia de Filadelfia

7Al ángel de la iglesia de Filadelfia escribe: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre. 8Conozco tus obras; mira que he puesto ante ti una puerta abierta que nadie puede cerrar, porque, teniendo poco poder, guardaste, sin embargo, mi palabra y no negaste mi nombre. 9He aquí que yo te entregaré algunos de la sinagoga de Satán, de esos que dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; yo los obligaré a venir y postrarse a tus pies y a reconocer que te amo. 10Porque has conservado la palabra, mi paciencia, yo también te guardaré en la hora de la tentación, que está para venir sobre la tierra, para probar a los moradores de ella. Vengo pronto. 11Guarda bien lo que tienes, no sea que otro se lleve tu corona. 12Al vencedor yo le haré columna en el templo de mi Dios, y no saldrá ya jamás fuera de él, y sobre él escribiré el nombre de Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, de la nueva Jerusalén, la que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo. 13El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Carta a la iglesia de Laodicea

14Al ángel de la iglesia de Laodicea escribe: Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios: 15Conozco tus obras y que no eres ni frío ni caliente. 16Ojalá fueras frío o caliente; mas porque eres tibio y no eres caliente ni frío, estoy para vomitarle de mi boca. 17Porque dices: Yo soy rico, me he enriquecido, y de nada tengo necesidad, y no sabes que eres un desdichado, un miserable, un indigente, un ciego y un desnudo; 18te aconsejo que compres de mí oro acrisolado por el fuego, para que te enriquezcas, y vestiduras blancas, para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos, a fin de que veas. 19Yo reprendo y corrijo a cuantos amo; ten, pues, celo y arrepiéntete. 20Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré a él y cenaré con él y él conmigo. 21Al que venciere le haré sentarse conmigo en mi trono, así como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. 22El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
SEGUNDA PARTE
El Tribunal De Dios Y El Despliegue De Las Fuerzas Para Luchar Contra El Mundo

(4,1-8,1)


El juez supremo y su corte
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