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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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8 1Como bajó del monte, le siguieron muchedumbres numerosas, 2y acercándosele un leproso, se postró ante El, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. 3El, extendiendo la mano, le tocó y dijo: Quiero; sé limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra. 4Jesús le advirtió: Mira, no lo digas a nadie, sino ve a mostrarte al sacerdote y ofrece la ofrenda que Moisés mandó, para que les sirva de testimonio.
El siervo del centurión

(Lc 7,1-10)



5Entrando en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, suplicándole 6y diciéndole: Señor, mi siervo yace en casa paralítico, gravemente atormentado. 7El le dijo: Yo iré y le curaré. 8Y respondiendo el centurión, dijo: Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo; di sólo una palabra y mi siervo será curado. 9Porque yo soy un subordinado, pero bajo mí tengo soldados, y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene, y a mi esclavo: Haz esto, y lo hace. 10Oyéndole Jesús, se maravilló y dijo a los que le seguían: En verdad os digo que en nadie de Israel he hallado tanta fe. 11Os digo, pues, que del Oriente y del Occidente vendrán y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, 12mientras que los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y crujir de dientes. 13Y dijo Jesús al centurión: Ve; hágase contigo según has creído. Y en aquella hora quedó curado el siervo.

14Entrando Jesús en casa de Pedro, vio a la suegra de éste que yacía en el lecho con fiebre. 15Le tornó la mano, y la fiebre la dejó, y ella, levantándose, se puso a servirles.
Curación de muchos

(Mc 1,29-34; Lc 4,38-41)



16Ya atardecido, le presentaron muchos endemoniados, y arrojaba con una palabra los espíritus, y a todos los que se sentían mal los curaba, 17para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, que dice: «El tomó nuestras enfermedades y cargó con nuestras dolencias».
Condiciones de los seguidores de Jesús

(Lc 9,57-62)



18Viendo Jesús grandes muchedumbres en torno suyo, dispuso partir a la otra ribera. 19Le salió al encuentro un escriba, que le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. 20Díjole Jesús: Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza. 21Otro discípulo le dijo: Señor, permíteme ir primero a sepultar a mi padre; 22pero Jesús le respondió: Sígueme y deja a los muertos sepultar a sus muertos.
La tempestad calmada

(Mc 4,35-41; Lc 8,22-25)



23Cuando hubo subido a la nave, le siguieron sus discípulos. 24Se produjo en el mar una agitación grande, tal que las olas cubrían la nave; pero El entretanto dormía, 25y acercándose le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos. 26El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces se levantó, increpó a 1os vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. 27Los hombres se maravillaban y decían: ¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?
La curación de los endemoniados

(Mc 5,1-20; Lc 8,26-39)



28Llegado a la otra orilla, a la región de los gerasenos, le vinieron al encuentro, saliendo de los sepulcros, dos endemoniados, tan furiosos, que nadie podía pasar por aquel camino. 29Y le gritaron, diciendo: ¿Qué hay entre ti y nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a destiempo para atormentarnos? 30Había no lejos de allí una numerosa piara de puercos paciendo, 31y los demonios le rogaban, diciendo: Si has de echarnos, échanos a la piara de puercos. 32Les dijo: Id. Ellos salieron y se fueron a los puercos y toda la piara se lanzó por un precipicio al mar muriendo en las aguas. 33Los porqueros huyeron, y yendo a la ciudad, contaron lo que había pasado con los endemoniados. 34Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús, y viéndole, le rogaron que se retirase de sus términos.
Curación del paralítico

(Mc 2,1-12; Lc 5,17-26)



9 1Subieron en una barca, hizo la travesía y vino a su ciudad. 2Le presentaron un paralítico acostado en su lecho, y viendo Jesús la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: Confía, hijo; tus pecados te son perdonados. 3Algunos escribas dijeron dentro de si: Este blasfema. 4Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: ¿Por qué, pensáis mal en vuestros corazones? 5¿Qué es más fácil: decir tus pecados te son perdonados o decir levántate y anda? 6Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra poder de perdonar los pecados, dijo al paralítico: Levántate, toma tu lecho y vete a casa. 7El, levantándose, fuése a su casa. 8Viendo esto, las muchedumbres quedaron sobrecogidas de temor y glorificaban a Dios de haber dado tal poder a los hombres.
Vocación de Mateo

(Mc 2,13-22; Lc 5,27-39)



9Pasando Jesús de allí, vio a un hombre sentado al telonio, de nombre Mateo, y le dijo: Sígueme. Y él, levantándose, le siguió. 10Estando, pues, Jesús sentado a la mesa en la casa de aquél, vinieron muchos publicanos y pecadores a sentarse con Jesús y sus discípulos. 11Viendo esto, los fariseos decían a los discípulos: ¿Por qué vuestro maestro come con publicanos y pecadores? 12El, que los oyó, dijo: No tienen los sanos necesidad de médico, sino los enfermos. 13Id y aprended qué significa «Prefiero la misericordia al sacrificio». Porque no he venido yo a amar a los justos, sino a los pecadores.

14Entonces se llegaron a El los discípulos de Juan, diciendo: ¿Cómo es que, ayunando nosotros y los fariseos, tus discípulos no ayunan? 15Y Jesús les contestó: ¿Por ventura pueden los compañeros del novio llorar mientras está el novio con ellos? Pero vendrán días en que les será arrebatado el esposo, y entonces ayunarán. 16Nadie echa una pieza de paño no abatanado a un vestido viejo, porque el remiendo se llevará algo del vestido y el roto se hará mayor. 17Ni se echa el vino nuevo en cueros viejos; de otro modo se romperían los cueros, el vino se derramaría y los cueros se perderían; sino que se echa el vino nuevo en cueros nuevos, y así el uno y los otros se preservan.
Curación de la hemorroisa y resurrección de una niña

18Mientras les hablaba, llegó un jefe, y acercándosela se postró ante El diciendo: Mi hija acaba de morir: pero ven, pon tu mano sobre ella y vivirá. 19Y levantándose Jesús, le siguió con sus discípulos. 20Entonces una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó la orla del vestido, 21diciendo para sí misma: Con sólo que toque su vestido seré sana. 22Jesús se volvió, y viéndola, dijo: Hija, ten confianza; tu fe te ha sanado. Y quedó sana la mujer en aquel momento. 23Cuando llegó Jesús a la casa del jefe, viendo a los flautistas y a la muchedumbre de plañideras, 24dijo: Retiraos, que la niña no está muerta; duerme. Y se reían de El. 25Una vez que la muchedumbre fue echada fuera, entró, tomó de la mano a la niña y ésta se levantó. 26La nueva se divulgó por toda aquella tierra.
Curación de dos ciegos

27Partido Jesús de allí, le seguían dos ciegos dando voces y diciendo: Ten piedad de nosotros, Hijo de David. 28Entrando en casa, se le acercaron dos ciegos, y les dijo Jesús: ¿Creéis que puedo yo hacer esto? Respondiéronle: Sí, Señor. 29Entonces tocó sus ojos, diciendo: Hágase en vosotros según vuestra fe. 30Y se abrieron sus ojos. Con tono severo les advirtió: Mirad que nadie lo sepa; 31pero ellos, una vez fuera, divulgaron la cosa por toda aquella tierra.
Curación de un mudo

32Salidos aquellos, le presentaron un hombre mudo endemoniado, 33y arrojado el demonio, habló el mudo, y se maravillaron las turbas diciendo: Jamás se vio tal en Israel. 34Pero los fariseos replicaban: Es por virtud del príncipe de los demonios como arroja a los demonios.
Actividad misional

35Jesús recorría ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas, predicando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. 36Viendo a la muchedumbre, se enterneció de compasión por ella, porque estaban fatigados y decaídos como ovejas sin pastor. 37Entonces dijo a los discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos. 38Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
Confiere a los doce el poder de hacer milagros

(Mc 3,16-19; Lc 6,I4-16)



10 1Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus impuros para arrojarlos y para curar toda enfermedad y toda dolencia. 2Los nombres de los doce apóstoles son éstos: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; 3Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, el de Alfeo, y Tadeo; 4Simón, el celador, y Judas Iscariote, el que le traicionó.
Instrucción a los doce

5A estos doce los envió Jesús, después de haberles instruido en estos términos: No vayáis a los gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; 6id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel, 7y en vuestro camino predicad diciendo: El reino de Dios se acerca. 8Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, arrojad los demonios; gratis lo recibís, dadlo gratis. 9No llevéis oro ni plata ni cobre en vuestro cinto, 10ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero es acreedor de su sustento. 11En cualquiera ciudad o aldea en que entréis, informaos de quien hay en ella digno y quedaos allí hasta que partáis, 12y entrando en la casa, saludadla. 13Si la casa fuere digna, venga sobre ella vuestra paz; si no lo fuere, vuestra paz vuelva a vosotros. 14Si no os reciben o no escuchan vuestras palabras, saliendo de aquella casa o de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies. 15En verdad os digo que más tolerable suerte tendrá la tierra de Sodoma y Gomorra en el día del juicio que aquella ciudad.
Nueva instrucción a los apóstoles

16Os envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas. 17Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los sanedrines y en sus sinagogas os azotarán. 18Seréis llevados a los gobernadores y reyes por amor de mí, para dar testimonio ante ellos y los gentiles. 19Cuando os entreguen no os preocupe cómo o qué hablaréis, porque se os dará en aquella hora lo que debéis decir. 20No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que habla en vosotros. 21El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo, y se levantarán los hijos contra los padres y les darán muerte. 22Seréis aborrecidos de todos por mi nombre; el que persevere hasta el fin, ése será salvo.

23Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra; y si en ésta os persiguen, huid a una tercera. En verdad os digo que no acabaréis las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre. 24No está el discípulo sobre el maestro, ni el siervo sobre su amo; 25bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al amo le llamaron Beelcebul, ¡cuánto más a sus domésticos! 26No los temáis, pues, porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse, ni secreto que no venga a conocerse. 27Lo que yo os digo en la obscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, predicadlo sobre los terrados. 28No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que al alma no pueden matarla; temed más bien a aquel que puede perder el alma y el cuerpo en la gehenna. 29¿No se venden dos pajaritos por un as? Sin embargo, ni uno de ellos cae en tierra sin la voluntad de vuestro Padre. 30Cuanto a vosotros, aun los cabellos todos de vuestra cabeza están contados. 31No temáis, pues; ¿no aventajáis vosotros a los pajaritos? 32Pues a todo el que me confesaré delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre, que está en los cielos; 33pero a todo el que me negare delante de los hombres, yo le negaré también delante de mi Padre, que está en los cielos.

34No penséis que he venido a poner paz en la tierra; no vine a poner paz, sino espada. 35Porque he venido a separar al hombre de su padre, y a la hija de su madre, y a la nuera de su suegra, 36y los enemigos del hombre serán los de su casa. 37El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mi; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí; 38y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 39El que halla su vida, la perderá, y el que la perdiere por amor de mí, la hallará. 40El que os recibe a vosotros, a mí me recibe, y el que me recibe a mi, recibe al que me envió. 41El que recibe al profeta como profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe al justo como justo, tendrá recompensa de justo: 42y el que diere de beber a uno de estos pequeños sólo un vaso de agua fresca en razón de discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa.
La misión del Bautista

(Lc 7,18-23)



11 1Cuando hubo Jesús acabado de instruir a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades. 2Habiendo oído Juan en la cárcel las obras de Cristo, envió por sus discípulos 3a decirle: ¿Eres tú el que viene o hemos de esperar a otro? 4Y respondiendo Jesús, les dijo: Id y referid a Juan lo que habéis oído y visto. 5Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados; 6y bienaventurado aquel que no se escandalizare en mí.
Elogio de Juan

(Lc 7,24-30)



7Cuando éstos se hubieron ido comenzó Jesús a hablar de Juan a la muchedumbre: ¿Qué habéis ido a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? 8¿Qué habéis ido a ver? ¿A un hombre vestido muellemente? Mas los que visten con molicie están en las moradas de los reyes. 9Pues ¿a qué habéis ido? ¿A ver un profeta? Sí, yo os digo que más que a un profeta. 10Este es de quien está escrito:

«He aquí que yo envío a mi Mensajero delante de tu faz.

Que preparará tus caminos delante de ti».

11En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no ha parecido uno más grande que Juan el Bautista. Pero el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él. 12Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora es entrado por fuerza el reino de los cielos, y los violentos lo arrebatan. 13Porque todos los profetas y la Ley han profetizado hasta Juan. 14y si queréis oírlo, él es Elías, que ha de venir. 15El que tiene oídos, que oiga.
Juicios sobre la generación presente

(Lc 7,31-35)



16¿A quién compararé yo esta generación? Es semejante a niños sentados en la plaza que se gritan unos a otros, 17diciendo: «Os tocamos la flauta y no habéis bailado, hemos endechado y no os habéis dolido». 18Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y dicen: Está poseído del demonio. 19Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: Es un comilón y un bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores. Y la Sabiduría se justifica por sus obras.
Amenaza a las ciudades infieles

20Comenzó entonces a increpar a las ciudades en que había hecho muchos milagros, porque no habían hecho penitencia: 21¡Ay de ti, Corazeín; ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros hechos en ti, mucho ha que en saco y ceniza hubieran hecho penitencia. 22Así, pues, os digo que Tiro y Sidón serán tratadas con menos rigor que vosotros en el día del juicio. 23Y tú, Cafarnaúm, ¿te levantarás hasta el cielo? hasta el infierno serás precipitada. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros hechos en ti, hasta hoy subsistiría. 24Así, pues, os digo que el país de Sodoma será tratado con menos rigor que tú el día del juicio.
Acción de gracias al Padre

(Lc 10,21-22)



25Por aquel tiempo tomó Jesús la palabra y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos. 26Sí, Padre, porque así te plugo. 27Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo. 28Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que Yo os aliviaré. 29Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, 30pues mi yugo es blando y mi carga ligera.
Sobre la observancia del sábado. Primera cuestión

(Mc 2,23-28; Lc 6,1-5)



12 1Por aquel tiempo iba Jesús un día de sábado por los sembrados; sus discípulos tenían hambre y comenzaron a arrancar espigas y comérselas. 2Los fariseos, que lo vieron, dijéronle: Mira que tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado. 3Pero El les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando tuvo hambre él y los que le acompañaban? 4¿Cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes de la proposición, que no les era lícito comer a él y a los suyos, sino sólo a los sacerdotes? 5¿Ni habéis leído en la Ley que el sábado los sacerdotes en el templo violan el sábado sin hacerse culpables? 6Pues yo os digo que lo que aquí hay es más grande que el templo. 7Si entendierais qué significa «Prefiero la misericordia al sacrificio», no condenaríais a los inocentes. 8Porque el Hijo del hombre es señor del sábado.
Segunda cuestión sobre el sábado

(Mc 3,1-5; Lc 6,6-10)



9Pasando de allí, vino a su sinagoga, 10donde había un hombre que tenía seca una mano. Y le preguntaron para poder acusarle: ¿Es lícito curar en sábado? 11El les dijo: ¿Quién de vosotros, teniendo una oveja, si cae en un pozo en día de sábado, no la coge y la saca? 12Pues ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Lícito es, por tanto, hacer bien en sábado. 13Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano, y la extendió sana como la otra. 14Los fariseos, saliendo, se reunieron en consejo contra El para ver cómo perderle.
La mansedumbre del Mesías, predicha por el profeta

(Mc 3,7-12; Lc 6,I7-19)



15Jesús, noticioso de esto, se alejó de allí. Muchos le siguieron, y los curaba a todos, 16encargándoles que no le descubrieran, 17para que se cumpliera el anuncio del profeta Isaías, que dice:

18«He aquí a mi siervo, a quien elegí; mi amado, en quien mi alma se complace. Haré descansar mi espíritu sobre él y anunciará el derecho a las gentes. 19No disputará ni gritará, nadie oirá su voz en las plazas. 20La caña cascada no la quebrará y no apagará la mecha humeante hasta hacer triunfar el derecho; 21y en su nombre pondrán las naciones su esperanza».
La calumnia de los fariseos

(Mc 3,22-27)



22Entonces le trajeron un endemoniado ciego y mudo, y le curó, de suerte que el mudo hablaba y veía. 23Se maravillaron todas las muchedumbres y decían: ¿No será éste el Hijo de David? 24Pero los fariseos, que esto oyeron, dijeron: Este no echa a los demonios sino por el poder de Beelzebul, príncipe de los demonios. 25Penetrando El sus pensamientos, les dijo: Todo reino en sí dividido será desolado y toda ciudad o casa en si dividida no subsistirá. 26Si Satanás arroja a Satanás, está dividido contra sí: ¿cómo, pues, subsistirá su reino? 27y si yo arrojo a los demonios con el poder de Beelzebul, ¿con qué poder los arrojan vuestros hijos? Por eso serán ellos vuestros jueces. 28Mas si yo arrojo a los demonios con el espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el reino de Dios. 29¿Pues cómo podrá entrar uno en la casa de un fuerte y arrebatarle sus enseres si no logra primero sujetar al fuerte? Ya entonces podrá saquear su casa. 30El que no está conmigo está contra mí, y el que conmigo no recoge, desparrama.
La blasfemia contra el Espíritu Santo

(Mc 3,28-30)



31Por esto os digo: Todo pecado y blasfemia les será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. 32Quien hablare contra el Hijo del hombre será perdonado; pero quien hablare contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en este siglo ni en el venidero.

33Si plantáis un árbol bueno, su fruto será bueno; pero si plantáis un árbol malo, su fruto será malo, porque el árbol por los frutos se conoce. 34¡Raza de víboras! ¿Cómo podéis vosotros decir cosas buenas siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35 El hombre bueno, de su buen tesoro saca cosas buenas; pero el hombre malo, de su mal tesoro saca cosas malas. 36Y yo os digo que de toda palabra ociosa que hablaren los hombres habrán de dar cuenta el día del Juicio. 37Pues por tus palabras serás declarado justo o por tus palabras serás condenado.
Amenaza contra la generación actual

(Lc 11,29-32)



38Entonces le interpelaron algunos escribas y fariseos, y le dijeron: Maestro, quisiéramos ver una señal tuya. 39El, respondiendo, les dijo: La generación mala y adúltera busca una señal, pero no le será dada más señal que la de Jonás el profeta. 40Porque como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el seno de la tierra. 41Los ninivitas se levantarán el día del juicio contra esta generación y la condenarán, porque hicieron penitencia a la predicación de Jonás, y hay aquí algo más que Jonás. 42La reina de Mediodía se levantará en juicio contra esta generación y la condenará, porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. 43Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, discurre por lugares áridos, buscando reposo, y no lo halla. 44Entonces se dice: Me volveré a mi casa de donde salí. Y va y la encuentra vacía, barrida compuesta. 45Entonces va, toma consigo otros siete espíritus peores que él y, entrando, habitan allí, viniendo a ser las postrimerías de aquel hombre peores que sus principios. Así será de esta generación mala.
Los parientes de Jesús

(Mc 3,31-35; Lc 8,I9-21)



46Mientras El hablaba a la muchedumbre, su madre y sus hermanos estaban fuera y pretendían hablarle. 47Alguien le dijo Tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablarte. 48El, respondiendo, dijo al que le hablaba: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? 49Y extendiendo su mano sobre sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 50Porque quienquiera que hiciere la voluntad de Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.
La parábola del sembrador

(Mc 4,1-9; Lc 8,4-8)


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