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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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Nuevo

Testamento

EVANGELIO DE SAN MATEO
P R I M E R A P A R T E
La infancia de Jesús

(1-2)
Genealogía del Salvador



11Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: 2Abraham engendro a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos; 3Judá engendró a Fares y a Zara en Tamar; Fares engendró a Esrom, Esrom a Aram, 4 Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, 5Salmón a Booz en Rahab; Booz engendró a Obed en Rut. Obed engendró a Jesé, 6Jesé engendró al rey David, David a Salomó en la mujer de Urías: 7Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, Abías a Asa, 8Asa a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, 9Ozías a Joatam, Joatam a Acaz, Acaz a Ezequías, 10Ezequías a Manasés, Manasés a Amón, Amón a Josías, 11Josías a Jeconías y a sus hermanos en la época de la cautividad de Babilonia. 12Después de la cautividad de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, 13Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliacim, Eliacim a Azor, 14Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a Eliud, 15Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob 16y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. 17Son, pues, catorce las generaciones desde Abraham hasta David, catorce desde David hasta la cautividad de Babilonia y catorce desde la cautividad de Babilonia hasta Cristo.
El misterio de la concepción de Jesús, revelado a José

18La concepción de Jesucristo fue así: Estando desposada María, su madre, con José, antes de que conviviesen, se halló haber concebido María del Espíritu Santo. 19José, su esposo, siendo justo, no quiso denunciarla y resolvió repudiarla en secreto. 20Mientras reflexionaba sobre esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. 21Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados. 22Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que el Señor había anunciado por el profeta, que dice:

23«He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo.

Y le pondrá por nombre Emmanuel»,

Que quiere decir «Dios con nosotros».

Al despertar José de su sueño hizo como el ángel del Señor le había mandado, recibiendo en su casa a su esposa. 25No la conoció hasta que dio a luz un hijo, y la puso por nombre Jesús.


La adoración de los magos

2 1Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos, 2diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle. 3Al oír esto el rey Herodes se turbó, y con él toda Jerusalén, 4y reuniendo a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Mesías. 5Ellos contestaron: En Belén de Judá, pues así está escrito por el profeta:

6«Y tú, Belén, tierra de Judá,

no eres ciertamente la más pequeña

entre los príncipes de Judá,

porque de ti saldrá un jefe

que apacentará a mi pueblo, Israel».

7Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, les interrogó cuidadosamente sobre el tiempo de la aparición de la estrella; 8y enviándolos a Belén, les dijo: Id a informaros sobre ese niño, y cuando le halléis, comunicádmelo, para que vaya también yo a adorarle. 9Después de oír al rey, se fueron, y la estrella que habían visto en Oriente les precedía, hasta que llegada encima del lugar en que estaba el niño, se detuvo. 10Al ver la estrella sintieron grandísimo gozo, 11y entrados en la casa, vieron al niño con María, su madre, y de hinojos le adoraron, y abriendo sus alforjas, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra. 12Advertidos en sueños de no volver a Herodes, se tornaron a su tierra por otro camino.
Huida a Egipto y matanza de los niños inocentes

13Partido que hubieron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y estáte allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño pira quitarle la vida». 14Levantándose de noche, tomó al niño y a la madre y partió para Egipto, 15permaneciendo allí hasta la muerte de Herodes, a fin de que se cumpliera lo que había pronunciado el Señor por su profeta, diciendo: «De Egipto llamé a mi hijo». 16Entonces Herodes, viéndose burlado por los magos, se irritó sobremanera y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en sus términos de dos años para abajo, según el tiempo que con diligencia había inquirido e los magos. 17Entonces se cumplió la palabra del profeta Jeremías, que dice:

18«Una voz se oye en Ramá,

lamentación y gemido grande;

es Raquel, que llora a sus hijos

y rehúsa ser consolada, porque no existen».


Vuelta a Nazaret

19Muerto ya Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto 20y le dijo: Levántate, torna al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel porque son muertos los que atentaban contra la vida del niño. 21Levantándose, tomó al niño y a la madre y partió para la tierra de Israel. 22 Mas habiendo oído que en Judea reinaba Arquelao en lugar de su padre, Herodes, temió ir allá, y, advertido en sueños, se retiró a la región le Galilea, 23yendo a habitar en una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliese lo dicho por los profetas, que sería llamado Nazareno.
SEGUNDA PARTE

Predicación de Jesús en Galilea

(3-20)
Predicación de Juan en el desierto

(Mc 1,2-8; Lc 3,3-18)



3 1En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, 2diciendo: Arrepentios porque el reino de los cielos está cerca. 3Este es aquel de quien habló el profeta Isaías cuando dijo:

«Voz del que clama en el desierto:

preparad el camino del Señor,

haced rectas sus sendas».



4Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero a la cintura y se alimentaba de langostas y miel silvestre. 5Venían a él de Jerusalén y de toda Judea y de toda la región del Jordán, 6y eran por él bautizados en el río Jordán y confesaban sus pecados.

7Como viera a muchos saduceos y fariseos venir a su bautismo, les dijo: Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que os amenaza? 8Haced frutos dignos de penitencia 9y no os forjéis ilusiones diciéndoos: Tenemos a Abraham por padre. Porque yo os digo que Dios puede hacer de estas piedras hijos de Abraham. 10Ya está puesta el hacha a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto será cortado y arrojado al fuego.

11Yo, cierto, os bautizo en agua para penitencia; pero detrás de mi viene otro más fuerte que yo a quien no soy digno de llevar las sandalias; él os bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. 12Tiene ya el bieldo en su mano y limpiará su era y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en fuego inextinguible.
Bautismo de Jesús

(Mc 1,9-11; Lc 3,21-22; Jn 1,31-34)



13Vino Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. 14Juan se oponía, diciendo: Soy yo quien debe ser por ti bautizado, ¿y vienes tú a mí? 15Pero Jesús le respondió: Déjame hacer ahora, pues conviene que cumplamos toda justicia. Entonces Juan condescendió. 16Bautizado Jesús, salió luego del agua. Y he aquí que vio abrírsele los cielos y al Espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre él, 17mientras una voz del cielo decía: «Este es mi hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias».
La tentación de Jesús

(Mc 1,12-13; Lc 4,1-13)



4 1Entonces fue llevado Jesús por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. 2Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre. 3Y acercándose el tentador le dijo: Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. 4Pero él respondió, diciendo: Escrito está: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». 5Llevóle entonces el diablo a la ciudad santa, y poniéndole sobre el pináculo del templo, 6le dijo: Si eres hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: «A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra una piedra». 7Díjole Jesús: También está escrito: «No tentarás al Señor tu Dios». 8De nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9le dijo: Todo esto te daré si de hinojos me adorares. 10Díjole entonces Jesús: Apártate, Satanás, porque escrito está: «Al Señor tu Dios adorarás y a El solo darás culto». 11Entonces el diablo le dejó, y llegaron ángeles y le servían.
Jesús en Galilea

12Habiendo oído que Juan había sido preso, se retiró a Galilea. 13Dejando a Nazaret, se fue a morar en Cafarnaúm, ciudad situada a orillas del mar, en los términos de Zabulón y Neftalí, 14para que se cumpliese lo que anunció el profeta Isaías, que dice:

15«¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,

camino del mar, al otro lado del Jordán,

Galilea de los gentiles!

16El pueblo que habita en tinieblas

vio una gran luz,

y para los que habitan en la región de mortales sombras

una luz se levantó».



17Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: Arrepentíos, porque se acerca el reino de Dios.
Llamamiento de los primeros discípulos

(Mc 1, 16-20; Lc 5,1-11)



13Caminando, pues, junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos: Simón, que se llama Pedro, y Andrés, su hermano, los cuales echaban la red en el mar, pues eran pescadores, 19y les dijo: Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres. 20Ellos dejaron al instante las redes y le siguieron. 21Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos: Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano, que en la barca, con Zebedeo, su padre, componían las redes, y los llamó. 22Ellos, dejando luego la barca y a su padre, le siguieron.
Predicación de Jesús en Galilea

(Mc 1,39; 3,7-8; Lc 4,44; 6,17-19)



23Recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino y curando en el pueblo toda enfermedad y toda dolencia. 24Extendióse su fama por toda la Siria, y le traían a todos los que padecían algún mal: a los atacados de diferentes enfermedades y dolores y a los endemoniados, lunáticos, paralíticos, y los curaba. 25Grandes muchedumbres le seguían de Galilea y de la Decápolis, y de Jerusalén y de Judea, y del otro lado del Jordán.
Las bienaventuranzas

(Lc 6,20-26)



5 1Viendo a la muchedumbre, subió a un monte, y cuando se hubo sentado, se le acercaron los discípulo 2y abriendo El su boca, los enseñaba, diciendo:

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. 4Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. 5Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. 6Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos. 7Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 8Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 9Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios 10Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque suyo es el reino de los cielos.



11Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentira digan contra vosotros todo género de mal por mí. 12Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa, pues así persiguieron a los profetas que hubo antes de vosotros.
Misión de los discípulos en la tierra

13Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Para nada aprovecha ya, sino para tirarla y que la pisen los hombres.

14Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse ciudad asentada sobre un monte, 15ni se enciende una lámpara y se la pone bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a cuantos hay en la casa. 16Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos.
Misión de Jesús con respecto a la Ley antigua

17No penséis que he venido a abrogar la Ley o los Profetas; no he venido a abrogarla, sino a consumarla. 18Porque en verdad os digo que antes pasarán el cielo v la tierra que falte una jota o una tilde de la Ley hasta que todo se cumpla. 19Si, pues, alguno descuidase uno de esos preceptos menores y enseñare así a los hombres, será el menor en el reino de los cielos; pero el que practicare y enseñare, éste será grande en el reino de los cielos. 20Porque os digo que, si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Declaración del quinto precepto

21Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás; el que matare será reo de juicio. 22Pero yo os digo que todo el que se irrita contra su hermano será reo de juicio; el que le dijere «raca» será reo ante el Sanedrín, y el que le dijere «loco» será reo de la gehenna del fuego. 23Si vas, pues, a presentar una ofrenda ante el altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar tu ofrenda. 25Muéstrate conciliador con tu adversario mientras vas con él por el camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas puesto en prisión. 26Que en verdad te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último ochavo.
Declaración del sexto precepto

27Habéis oído que fue dicho: No adulterarás. 28Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón. 29Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor te es que perezca uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. 30Y si tu mano derecha te escandaliza, córtatela y arrójala de ti, porque mejor te es que uno de tus miembros perezca que no que todo el cuerpo sea arrojado a la gehenna. 31También se ha dicho: El que repudiare a su mujer déla libelo de repudio. 32Pero yo os digo que quien repudia a su mujer -excepto el caso de fornicación- la expone al adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
Declaración del segundo precepto

33También habéis oído que se dijo a los antiguos: No perjurarás, antes cumplirás al Señor tus juramentos. 34Pero yo os digo que no juréis de ninguna manera: ni por el cielo, pues es el trono de Dios; 35ni por 1a tierra, pues es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, pues es la ciudad del gran Rey. 36Ni por tu cabeza jures tampoco, porque no está en ti volver uno de tus cabellos blanco o negro. 37Sea vuestra palabra: sí, si; no, no; todo lo que pasa de esto, de mal procede.
Declaración de la pena del talión

(Lc 6,29-30)



38Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. 39Pero yo os digo: No resistáis al mal, y si alguno te abofetea en la mejilla derecha, dale también la otra; 40y al que quiera litigar contigo para quitarte la túnica, déjale también él manto, 41y si alguno te requisara para una milla, vete con él dos. 42Da a quien te pida y no vuelvas la espalda a quien te pide algo prestado.
El amor a los enemigos

(Lc 6,27-28.31-36)



43Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. 44Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, 45para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos. 46Pues si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen esto también los publicanos? 47Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso también los gentiles? 48Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial.
Rectitud de intención

6 1Estad atentos a no hacer vuestra justicia delante de los hombres, para que os vean; de otra manera no tendréis recompensa ante vuestro Padre, que está en los cielos.
Método de practicar la limosna

2Cuando hagas, pues, limosna, no vayas tocando la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. 3Cuando des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace la derecha, 4para que tu limosna sea oculta, y el Padre, que lo ve oculto, te premiará.
Método de hacer oración

(Lc 11, 2-4)



5Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en pie en las sinagogas y en los cantones de las plazas, para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. 6Tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará. 7Y orando, no seáis habladores, como los gentiles, que piensan ser escuchados por su mucho hablar. 8No os asemejéis, pues, a ellos, porque vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes que se las pidáis. 9Así, pues, habéis de orar vosotros:
Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; 10venga a nos el tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo así en la tierra. 11El pan nuestro de cada día dánosle hoy, 12y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, 13y no nos pongas en tentación, mas líbranos del mal.
El perdón de las ofensas

14Porque si vosotros perdonáis a otros sus faltas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial. 15Pero si no perdonáis a los hombres las faltas suyas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados.
Modo de ayunar

16Cuando ayunéis no aparezcáis tristes como los hipócritas, que demudan su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. 17Tú, cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara, 18para que no vean los hombre que ayunas, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
De la solicitud de las cosas temporales

19No alleguéis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín los corroen y donde los ladrones horadan y roban. 20Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroen y donde los ladrones no horadan ni roban. 21Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón. 22La lámpara del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo estuviera sano, todo tu cuerpo estará luminoso; 23pero si tu ojo estuviera enfermo, todo tu cuerpo estará en tinieblas, pues si la luz que hay en ti es tinieblas, ¡qué tales serán las tinieblas!
Dios y las riquezas

24Nadie puede servir a dos señores, pues, o bien, aborreciendo al uno, amará al otro, o bien, adhiriéndose al uno, menospreciará al otro, No podéis servir a Dios y a las riquezas.
Abandono en manos de la Providencia

25Por esto os digo: No os inquietéis por vuestra vida, sobre qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, sobre qué os vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? 27¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su estatura un solo codo? 28y del vestido, ¿por qué preocuparos? Mirad a los lirios del campo cómo crecen: no se fatigan ni hilan. 29Pues yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. 30Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana es arrojada al fuego, Dios así la viste, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? 31No os preocupéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos? 32Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad. 33Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura. 34No os inquietéis, pues, por el mañana; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán.
El juicio sobre los otros

(Lc 6,37-42)



7 1No juzguéis y no seréis juzgados, 2porque con el juicio con que juzgareis seréis juzgados y con la medida con que midiereis se os medirá. 3¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo? 4¿O cómo osas decir a tu hermano: Deja que te quite la paja del ojo, teniendo tu una viga en el tuyo? 5Hipócrita: quita primero la viga de tu ojo, y entonces verás de quitar la paja del ojo de tu hermano. 6No deis las cosas santas a perros ni arrojéis vuestras perlas a puercos, no sea que las pisoteen con sus pies y revolviéndose os destrocen.
Eficacia de la oración

(Lc 11,9-I3)



7Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. 8Porque quien pide recibe, quien busca halla y a quien llama se le abre. 9Pues ¿quién de vosotros es el que, si su hijo le pide pan, le da una piedra, 10o si le pide un pez le da una serpiente? 11Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quien se las pide!
La ley de la caridad

(Lc 6,43-46)



12Por eso, cuanto quisierais que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos, porque ésta es la Ley y los Profetas.
Las dos sendas

13Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran. 14¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida, y cuán pocos los que dan con ella!
Los falsos profetas

15Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces. 16Por sus frutos los conoceréis. ¿Por ventura se cogen racimos de los espinos o higos de los abrojos? 17Todo árbol bueno da buenos frutos y todo árbol malo da frutos malos. 18No puede árbol bueno dar malos frutos, ni árbol malo frutos buenos. 19El árbol que no da buenos frutos es cortado arrojado al fuego. 20Por los frutos, pues, los conoceréis.
La verdadera sabiduría

(Lc 13,25-27; 6,47-49)



21No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrara en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. 22Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor!, ¿no profetizamos en tu nombre, y en nombre tuyo arrojamos los demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23Yo entonces les diré: Nunca os conocí; apartaos, de mí, obradores de iniquidad. 24Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra, será como el varón prudente, que edifica su casa sobre roca. 25Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, pero no cayó, porque estaba fundada sobre roca. 26Pero el que me escucha estas palabras y no las pone por obra, será semejante al necio, que edificó su casa sobre arena. 27Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, y cayó con gran fracaso.
Conclusión

28Cuando acabó Jesús estos discursos, se maravillaban las muchedumbres de su doctrina, 29porque les enseñaba como quien tiene poder y no como sus doctores.

La curación de un leproso

(Mc 1,40-45; Lc 5,12-16)

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