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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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2 1Despojaos, pues, de toda maldad y de todo engaño, de hipocresías, envidias y maledicencias, 2y como niños recién nacidos apeteced la leche espiritual, para con ella crecer en orden a la salvación, 3si es que habéis gustado cuán bueno es el Señor. 4A El habéis de allegaros, como a piedra viva rechazada por los hombres, pero por Dios escogida, preciosa. 5Vosotros como piedras vivas sois edificados en casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por Jesucristo. 6Por lo cual en la Escritura se lee: «He aquí que yo pongo en Sión una piedra angular, escogida, preciosa, y el que creyere en ella no será confundido».

7Para vosotros, pues, los creyentes, es honor, mas para los incrédulos esa piedra, desechada por los constructores y convertida en cabeza de esquina, 8es «piedra de tropiezo y roca de escándalos». Rehusando creer, vienen a tropezar en la palabra, pues también a eso fueron destinados. 9Pero vosotros sois «linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para pregonar el poder del que os llamó de las tinieblas a su luz admirable». 10Vosotros, que un tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios; no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis conseguido misericordia.
Conducta con los extraños

11Os ruego, carísimos, que, como peregrinos advenedizos, os abstengáis de los apetitos carnales que combaten contra el alma 12y observéis entre los gentiles una conducta ejemplar, a fin de que, en lo mismo porque os afrentan como malhechores, considerando vuestras buenas obras, glorifiquen a Dios en el día de la visitación.
Obediencia a las autoridades

13Por amor del Señor estad sujetos a toda autoridad humana: 14ya al emperador, como soberano; ya a los gobernadores, como delegados suyos para castigo de los malhechores y elogio de los buenos. 15Tal es la voluntad de Dios, que, obrando el bien, amordacemos la ignorancia de los hombres insensatos; 16como libres y no como quien tiene la libertad cual cobertura de la maldad, sino como siervos de Dios. 17Honrad a todos, amad la fraternidad, temed a Dios y honrad al emperador.
Los siervos

18Los siervos estén con todo temor sujetos a sus amos, no sólo a los bondadosos y humanos, sino también a los rigurosos. 19Agrada a Dios que por amor suyo soporte uno las ofensas injustamente, inferidas. 20Pues ¿qué mérito tendríais si, delinquiendo y castigados por ello, lo soportáis?, Pero si por haber hecho el bien padecéis y lo lleváis con paciencia, esto es lo grato a Dios. 21Pues para esto fuisteis llamados, ya que también Cristo padeció por vosotros y os dejó ejemplo para que sigáis sus pasos. 22El, en quien no hubo pecado y en cuya boca no se halló engaño, 23ultrajado, no replicaba con injurias, y atormentado, no amenazaba, sino que lo remitía al que juzga con justicia. 24Llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que, muertos al pecado, viviéramos para la justicia, y por sus heridas hemos sido curados. 25Porque «erais como ovejas descarriadas»; mas ahora os habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas.
Los cónyuges

1Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que si alguno se muestra rebelde a la palabra, sea ganado sin palabras por la conducta de su mujer, 2considerando vuestro respetuoso y honesto comportamiento. 3Y vuestro ornato no ha de ser el exterior del rizado de los cabellos, del ataviarse con joyas de oro o el de la compostura de los vestidos, 4sino el oculto en el corazón, que consiste en la incorrupción de un espíritu manso y tranquilo; ésa es la hermosura en la presencia de Dios. 5Así es como en otro tiempo se adornaban las santas mujeres que esperaban en Dios, obedientes a sus maridos. 6como Sara, cuyas hijas habéis venido a ser vosotras, obedecía a Abraham y le llamaba Señor, obrando el bien sin intimidación alguna.

7Igualmente vosotros, maridos, tratadlas con discreción, como a vaso más frágil, honrándolas como a coherederas de la gracia de vida, para que nada impida vuestras oraciones.
Deberes para con los fieles

8Finalmente, todos tengan un mismo sentir, sean compasivos, fraternales, misericordiosos, humildes, 9no devolviendo mal por mal ni ultraje por ultraje; al contrario, bendiciendo, que para esto hemos sido llamados, para ser herederos de la bendición: 10«Pues quien quisiere amar la vida y ver días dichosos, cohíba su lengua del mal y sus labios de haber engañado. 11Apártese del mal y obre el bien, busque la paz y sígala, 12que los ojos del Señor miran a los justos, y sus oídos a sus oraciones, pero el rostro del Señor está contra los que obran el mal».

13¿Y quién os hará mal, si fuereis celosos promovedores del bien? 14Y si con todo padecierais por la justicia, bienaventurados vosotros. No los temáis ni os turbéis, 15antes glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; 16pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; 17que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.
Ejemplo de Cristo

18Porque también Cristo murió una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu 19y en El fue a pregonar a los espíritus que estaban en la prisión, 20incrédulos en otro tiempo, cuando en los días de Noé los esperaba la paciencia de Dios, mientras se fabricaba el arca, en la cual pocos, esto es, ocho personas, se salvaron por el agua. 21Esta os salva ahora a vosotros, como anticipo, en el bautismo, no quitando la suciedad de la carne, sino demandando a Dios una buena conciencia por la resurrección de Jesucristo, 22que, una vez sometidos a El los ángeles, las potestades y las virtudes, subió al cielo y está sentado a la diestra de Dios.

4 1Puesto que Cristo padeció en la carne, armaos también del mismo pensamiento, de que quien padeció en la carne ha roto con el pecado, 2para vivir el resto del tiempo no en codicias humanas, sino en la voluntad de Dios. 3Basta ya de hacer como en otro tiempo la voluntad de los gentiles, viviendo en desenfreno, en liviandades, en crápula, en comilonas y embriagueces y en abominables idolatrías. 4Ahora, extrañados de que no concurráis a su desenfrenada liviandad, os insultan; 5pero tendrán que dar cuenta al que está pronto para juzgar a vivos y muertos. 6Que por esto fue anunciado el Evangelio a los muertos, para que, condenados en carne según los hombres, vivan en el espíritu según Dios.
Ayuda mutua de los fieles

7El fin de todo está cercano. Sed, pues, discretos y velad en la oración. 8Ante todo tened los unos para los otros ferviente caridad, porque la caridad cubre la muchedumbre de los pecados. 9Sed hospitalarios unos con otros sin murmuración. 10El don que cada uno haya recibido, póngalo al servicio de los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 11Si alguno habla, sean sentencias de Dios; si alguno ejerce un ministerio, sea como con poder que Dios otorga, a fin de que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, cuya es la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
De la alegría en las persecuciones

12Carísimos, no os sorprendáis como de un suceso extraordinario del incendio que se ha producido entre vosotros, que es para vuestra prueba; 13antes habéis de alegraros en la medida en que participáis en los padecimientos de Cristo, para que en la revelación de su gloria exultéis de gozo. 14Bienaventurados vosotros si por el nombre de Cristo sois ultrajados, porque el Espíritu de la gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.

15Que ninguno padezca por homicida, o por ladrón, o por malhechor, o por entrometido; 16mas si por cristiano padece, no se avergüence, antes glorifique a Dios en este nombre. 17Porque ha llegado el tiempo de que comience el juicio por la casa de Dios. Pues si empieza por nosotros, ¿cuál será el fin de los que rehúsan obedecer al Evangelio de Dios? 18Y si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y el pecador? 19Así, pues, los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden al Creador fiel sus almas por la práctica del bien.
A los presbíteros

5 1A los presbíteros que hay entre vosotros los exhorto yo, copresbítero, testigo de los sufrimientos de Cristo y participante de la gloria que ha de revelarse: 2Apacentad el rebaño de Dios que os ha sido confiado, no por fuerza, sino con blandura, según Dios; ni por sórdido lucro, sino con prontitud de ánimo; 3no como dominadores sobre la heredad, sino sirviendo de ejemplo al rebaño. 4Así, al aparecer el Pastor soberano, recibiréis la corona inmarcesible de la gloria.

5Igualmente vosotros, los jóvenes, vivid sumisos a los presbíteros, y todos ceñidos de humildad en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios y a los humildes da su gracia. 6Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que a su tiempo os ensalce. 7Echad sobre El todos vuestros cuidados, puesto que tiene providencia de vosotros. 8Estad alerta y velad, que vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quién devorar, 9al cual resistiréis firmes en la fe, considerando que los mismos padecimientos soportan vuestros hermanos dispersos por el mundo. 10Y el Dios de toda gracia, que os llamó en Cristo a su gloria eterna, después de un breve padecer os perfeccionará y afirmará, os fortalecerá y consolidará. 11A El la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

12Por Silvano, a quien tengo por hermano fiel para con vosotros, os escribo brevemente, amonestándoos y testificándoos ser la verdadera gracia de Dios esa en que vosotros os mantenéis firmes. 13Os saluda la iglesia de Babilonia, partícipe de vuestra elección, y Marcos, mi hijo. 14Saludaos mutuamente en el ósculo de caridad. La paz a todos vosotros los que estáis en Cristo.

EPISTOLA II DE SAN PEDRO
Saludo

1 1Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que han alcanzado la misma preciosa fe por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo: 2Que la gracia y la paz se os multipliquen mediante el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesucristo.
Fidelidad a la vocación cristiana

3Pues que por el divino poder nos han sido otorgadas todas las cosas que tocan a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento del que nos llamó por su propia gloria y virtud, 4y nos hizo merced de cosas y ricas promesas para hacernos partícipes de la divina naturaleza, huyendo de la corrupción que por la concupiscencia existe en el mundo; 5habéis de poner todo empeño por mostrar en vuestra fe virtud, en la virtud ciencia, 6en la ciencia templanza, en la templanza paciencia, en la paciencia piedad, en la piedad fraternidad, y en la fraternidad caridad. 8Si éstas tenéis y en ellas abundáis, no os dejarán ellas ociosos ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9Mas el que de ellas carece es de muy corta vista, es un ciego que ha dado al olvido la purificación de sus antiguos pecados. 10Por lo cual, hermanos, tanto más procurad asegurar vuestra vocación y elección cuanto que haciendo así jamás tropezaréis. 11y tendréis ancha entrada al reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Postreras exhortaciones

12Por eso no cesaré de traeros a la memoria estas cosas, por más que las sepáis y estéis afianzados en la verdad que al presente poseéis, 13pues tengo por deber, mientras habito en esta tienda, estimularos con mis amonestaciones, 14considerando que pronto veré abatida mi tienda, según nos lo ha manifestado nuestro Señor Jesucristo. 15Quiero, pues, que después de mi partida, en todo tiempo recordéis esto.
Dónde se debe buscar la verdadera fe

16Porque no fue siguiendo artificiosas fábulas como os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino como quienes han sido testigos oculares de su majestad. 17El recibió de Dios Padre el honor y la gloria cuando se hizo oír aquella voz que decía, «Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias».

18Y esta voz bajada del cielo la oímos los que con El estábamos en el monte santo. 19Y tenemos aún algo más firme, a saber, la palabra profética, a la cual muy bien hacéis en atender, como a lámpara que luce en lugar tenebroso, hasta que luzca el día y el lucero se levante en vuestros corazones. 20Pues debéis ante todo saber que ninguna profecía de la Escritura es de privada interpretación, porque la profecía no ha sido en los tiempos pasados proferida por humana voluntad, antes bien, movidos del Espíritu Santo, hablaron los hombres de Dios.
Los falsos doctores

2 1Como hubo en el pueblo profetas falsos, así habrá falsos doctores, que introducirán sectas perniciosas, llegando hasta a negar al Señor que los rescató y atraerán sobre sí una repentina ruina. 2Muchos los seguirán en sus liviandades, y por causa de ellos será blasfemado el camino de la verdad. 3Llevados de la avaricia, harán de vosotros mercadería con palabras mentirosas, pero su condenación, ya antigua, no tardará, su ruina no se retrasará. 4Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, precipitados en el tártaro, los entregó a las prisiones tenebrosas, reservándolos para el juicio; 5ni perdonó tampoco al viejo mundo, sino que sólo guardó al octavo, a Noé, para pregonero de la justicia, cuando trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos; 6y a las ciudades de Sodoma y de Gomorra las condenó a la destrucción, reduciéndolas a cenizas para escarmiento de los impíos venideros, 7mientras que libró al justo Lot, acosado por la conducta de los desenfrenados en su lascivia, 8al justo que habitaba entre ellos diariamente y sentía su alma atormentada viendo y oyendo sus obras inicuas...

9Pues sabe el Señor librar de la tentación a los piadosos y reservar a los malvados para castigarlos en el día del juicio, 10sobre todo a los que van en pos de la carne, llevados de los deseos impuros, y desprecian la autoridad del Señor. Audaces, pagados de sí mismos, no temen blasfemar de las potestades superiores, cuando los ángeles, aun siendo superiores en fuerza y poder, no profieren ante el Señor un juicio injurioso contra ellas. 12Pero éstos, blasfemando de lo que no conocen, como brutos irracionales, naturalmente destinados a ser presa de la corrupción, perecerán en su corrupción, 13recibiendo con esto la justa paga de su iniquidad; pues hacen sus delicias de los placeres de cada día; hombres sucios, corrompidos, se gozan en sus extravíos, mientras banquetean con vosotros. 14Sus ojos están llenos de adulterio, son insaciables de pecado, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón ejercitado en la avaricia; son hijos de maldición.

15Dejando la senda recta, se extraviaron y siguieron el camino de Balam, hijo de Beor, que, buscando el salario de la iniquidad, 16halló la reprensión de su propia demencia cuando una muda bestia de carga, hablando con voz humana, reprimió la insensatez del profeta. 17Son éstos fuentes sin agua, nubes empujadas por el huracán, a quienes está reservado el orco tenebroso. 18Profiriendo palabras hinchadas de vanidad, atraen a los deseos camales a aquellos que apenas se habían apartado de los que viven en el error, 19prometiéndoles libertad, cuando ellos son esclavos de la corrupción, puesto que cada cual es esclavo de quien triunfó de él. 20Si, pues, una vez retirados de las corruptelas del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo se enredan en ellas y se dejan vencer, sus postrimerías se hacen peores que los principios.

21Mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia que, después de conocerlo, abandonar los santos preceptos que les fueron dados. 22En ellos se realiza aquel proverbio verdadero: «Volvióse el perro a su vómito y la cerda, lavada, vuelve a revolcarse en el cieno».
La venida del Señor

3 1Esta es, carísimos, la segunda epístola que os escribo, y en ella he procurado excitar con mis avisos vuestra sana inteligencia, 2a fin de que traigáis a la memoria las palabras predichas por los santos profetas y el precepto del Señor y Salvador, predicado por vuestros apóstoles. 3Y ante todo debéis saber cómo en los postreros días vendrán, con sus burlas, escarnecedores, que viven según sus propias concupiscencias, 4y dicen: «¿Dónde está la promesa de su venida? Porque desde que murieron los padres, todo permanece igual desde el principio de la creación».

5Es que voluntariamente quieren ignorar que en otro tiempo hubo cielos y hubo tierra, salida del agua y en el agua asentada por la palabra de Dios; 6por el cual el mundo de entonces pereció anegado en el agua, 7mientras que los cielos y la tierra actuales están reservados por la misma palabra para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los impíos. 8Carísimos, no se os caiga de la memoria que delante de Dios un solo día es como mil años, y mil años como un solo día. 9No retrasa el Señor la promesa, como algunos creen; es que pacientemente os aguarda, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia. 10Pero vendrá el día del Señor como ladrón, y en él pasarán con estrépito los cielos, y los elementos, abrasados, se disolverán, y asimismo la tierra con las obras que en ella hay.
Hay que vivir prevenidos

11Pues si todo de este modo ha de disolverse, ¿cuáles debéis ser vosotros en vuestra santa conversación y en vuestra piedad, 12en la expectación de la llegada del día de Dios, cuando los cielos, abrasados, se disolverán, y los elementos, en llamas, se derretirán? 13Pero nosotros esperamos otros cielos nuevos y otra tierra nueva, en que tiene su morada la justicia, según la promesa del Señor. 14Por esto, carísimos, viviendo en esta esperanza, procurad con diligencia ser hallados en paz, limpios e irreprochables delante de El, 15y creed que la paciencia del Señor es para nuestra salud, según que nuestro amado hermano Pablo os escribió conforme a la sabiduría que a él le fue concedida. 16Es lo mismo que hablando de esto enseña en todas sus epístolas, en las cuales hay algunos puntos de difícil inteligencia que hombres indoctos e inconstantes pervierten, no menos que las demás Escrituras, para su propia perdición.
Conclusión

17Vosotros, pues, amados, que de antemano sois avisados, estad alerta, no sea que, dejándoos llevar del error de los libertinos, vengáis a decaer en vuestra firmeza. 18Creced más bien en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A El la gloria así ahora como en el día de la eternidad.

EPISTOLA I DE SAN JUAN
El Verbo de vida

1 1Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos tocando al Verbo de vida -2porque la vida se ha manifestado y nosotros hemos visto y testificamos y os anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se nos manifestó-; 3lo que hemos visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con nosotros. Y esta comunión nuestra es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4Os escribimos esto para que sea completo vuestro gozo.
La luz y el pecado

5Este es el mensaje que de El hemos oído, y os anunciamos que Dios es luz que en El no hay tiniebla alguna. Si dijéremos que vivimos en comunión 6con El y andamos en tinieblas, mentiríamos y no obraríamos según verdad. 7Pero si andamos en la luz, como El está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros y la sangre de Jesús, su Hijo, nos purifica de todo pecado. 8Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos y la verdad no estaría en nosotros. 9Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es El para perdonarnos y limpiarnos de toda iniquidad. 10Si decimos que no hemos pecado, le desmentimos, y su palabra no está en nosotros.

2 1Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, justo. 2El es la propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo.
De la guarda de los mandamientos

3Sabemos que le hemos conocido si guardamos sus mandamientos. 4El que dice que le conoce y no guarda sus mandamientos, miente y la verdad no está en él. 5Pero el que guarda su palabra, en ése la caridad de Dios es verdaderamente perfecta. En esto conocemos que estarnos en El. 6Quien dice que permanece en El debe andar como El anduvo.

7Carísimos, no os escribo un mandato nuevo, sino un mandato antiguo que tenéis desde el principio. Y ese mandato antiguo es la palabra que habéis oído. 8Mas de otra parte os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en El y en vosotros, a saber, que las tinieblas pasan y aparece ya la luz verdadera. 9El que dice que está en la luz y aborrece a su hermano, ése está aún en las tinieblas. 10El que ama a su hermano está en la luz, y en él no hay escándalo. 11El que aborrece a su hermano está en tinieblas, y en tinieblas anda sin saber adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.
Huida del mundo

12Os escribo, hijitos, porque por su nombre os han sido perdonados los pecados. 13Os escribo, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os escribo, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. 14Os escribo, niños, porque habéis conocido al Padre. Os escribo, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno. 15No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él la caridad del Padre. 16Porque todo lo que hay en el mundo, concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida, no viene del Padre, sino que procede del mundo. 17y el mundo pasa y también sus concupiscencias; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
Los anticristos

18Hijitos, ésta es la hora postrera, y como habéis oído que está para llegar el anticristo, os digo ahora que muchos se han hecho anticristos, por lo cual conocemos que ésta es la hora postrera. 19De nosotros han salido, pero no eran de los nuestros. Si de los nuestros fueran, hubieran permanecido con nosotros, pero así se ha hecho manifiesto que no todos son de los nuestros. 20Cuanto a vosotros, tenéis la unción del Santo y conocéis todas las cosas. No os escribo porque no conozcáis la verdad, 21sino porque la conocéis y sabéis que la mentira no procede de la verdad. 22¿Quién es el embustero sino el que niega que Jesús es Cristo? Ese es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. 23Todo el que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo tiene también al Padre. 24Lo que desde el principio habéis oído procurad que permanezca en vosotros. Si en vosotros permanece lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. 25Y ésta es la promesa que El nos hizo, la vida eterna.

26Os escribo esto a propósito de los que pretenden extraviaros. 27La unción que de El habéis recibido perdura en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe, porque, como la unción os lo enseña todo y es verídica y no mentirosa, permanecéis en El, según que os enseñó.
Los hijos de Dios

28Ahora, pues, hijitos, permaneced en El para que, cuando apareciera, tengamos confianza y no seamos confundidos por El en su venida. 29Si sabéis que El es justo, sabed también que todo el que practica la justicia es nacido de El.
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