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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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14 1Vi, y he aquí el Cordero, que estaba sobre el monte de Sión, y con El ciento cuarenta y cuatro mil, que llevan su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes, 2y oí una voz del cielo, como voz de grandes aguas, como voz de gran trueno; y la voz que oí era de citaristas que tocaban sus cítaras 3y cantaban un cántico nuevo delante del trono y de los cuatro vivientes y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino los ciento cuarenta y cuatro mil, los que fueron rescatados de la tierra. 4Estos son los que no se mancharon con mujeres y son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero adondequiera que va. Estos fueron rescatados de entre los hombres, como primicias para Dios y para el Cordero, 5y en su boca no se halló mentira, son inmaculados.
QUINTA PARTE
Instantes Amenazas Contra Roma Hasta La Ruina De La Ciudad

(14,6-19,21)


Los preludios del juicio contra Roma

6Vi otro ángel que volaba por medio del cielo y tenía un evangelio eterno para pregonarlo a los moradores de la tierra y a toda nación, tribu, lengua y pueblo, 7diciendo a grandes voces: Temed a Dios y dadle gloria, porque llegó la hora de su juicio, y adorad al que ha hecho el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. 8Un segundo ángel siguió, diciendo: Cayó, cayó Babilonia la grande, que a todas las naciones dio a beber del vino del furor de su fornicación. 9Un tercer ángel los siguió, diciendo con voz fuerte: Si alguno adora la bestia y su imagen y recibe su marca en la frente o en la mano, 10éste beberá del vino del furor de Dios, que ha sido derramado sin mezcla en la copa de su ira, y será atormentado con el fuego y el azufre delante de los santos ángeles y delante del Cordero, 11y el humo de su tormento subirá por los siglos de los siglos, y no tendrán reposo día y noche aquellos que adoren a la bestia y a su imagen y los que reciban la marca de su nombre.

12Aquí está la paciencia de los santos, aquellos que guardan los preceptos de Dios y la fe de Jesús. 13Oí una voz del cielo que decía: Escribe: Bienaventurados los que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus trabajos, pues sus obras los siguen. 14Miré y vi una nube blanca, y sentado sobre la nube, a uno semejante a un hijo de hombre, con una corona de oro sobre su cabeza y una hoz en su mano. 15Salió del templo otro ángel, y gritó con fuerte voz al que estaba sentado sobre la nube: Arroja la hoz y siega, porque es llegada la hora de la siega, porque está seca la mies de la tierra. 16El que estaba sentado sobre la nube arrojó su hoz sobre la tierra, y la tierra quedó segada. 17Otro ángel salió del templo que está en el ciclo, y tenía también en su mano una hoz afilada. 18Y salió del altar otro ángel que tenía poder sobre el fuego y clamo con fuerte voz al que tenía la hoz afilada, diciendo: Arroja la hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque sus uvas están maduras. 19El ángel arrojó su hoz sobre la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en la gran cuba del furor de Dios, 20y fue pisada la uva fuera de la ciudad, y salió la sangre de la cuba hasta los frenos de los caballos por espacio de mil seiscientos estadios.
Las copas de la cólera divina contra la ramera

15 1Vi en el cielo otra señal grande y maravillosa: siete ángeles que tenían siete plagas, las postreras, porque con ellas se consuma la ira de Dios. 2Vi como un mar de vidrio mezclado de fuego, y a los vencedores de la bestia, y de su imagen y del número de su nombre, que estaban en pie sobre el mar de vidrio y tenían las cítaras de Dios, 3y cantaban el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y estupendas son tus obras, Señor, Dios todopoderoso; justos y verdaderos tus caminos, Rey de las naciones. 4¿Quién no te temerá, Señor, y no glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, y todas las naciones vendrán y se postrarán delante de ti, pues tus fallos se han hecho manifiestos.

5Después de esto vi cómo se abrió el templo de la tienda del testimonio en el Cielo, 6y salieron del templo los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino puro, brillante, y ceñidos los pechos con cinturones de oro. 7Uno de los cuatro vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro llenas de la cólera de Dios, que vive por los siglos de los siglos. 8Se llenó el templo de humo de la gloria de Dios y de su poder, y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen consumado las siete plagas de los siete ángeles.
Las copas

16 1Del templo oí una gran voz que decía a los siete ángeles: Id y derramad las siete copas de la ira de Dios sobre la tierra. 2Fue el primero y derramó su copa sobre la tierra, y sobrevino una úlcera maligna y perniciosa sobre los hombres que tenían la marca de la bestia y que se postraban ante su imagen. 3El segundo derramó su copa sobre el mar y se convirtió en sangre como de muerto, y murió todo ser viviente en el mar. 4El tercero derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. 5Y oí al ángel de las aguas que decía: Justo eres tú, el que es, el que era, el Santo, porque así has juzgado. 6 Pues que derramaban la sangre de los santos y de los profetas, tú les has dado a beber sangre; bien se lo merecen. 7Y oí al altar que decía: Sí, Señor, Dios todopoderoso, verdaderos y justos son tus juicios.

8El cuarto derramó su copa sobre el sol, y fuele dado abrasar a los hombres con el fuego. 9Eran abrasados los hombres con grandes ardores, y blasfemaban el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas; pero no se arrepintieron para darle gloria. 10El quinto derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino se cubrió de tinieblas, y de dolor se mordían las lenguas, 11y blasfemaban del Dios del cielo a causa de sus penas y de sus úlceras, pero de sus obras no se arrepentían. 12El sexto derramó su copa sobre el gran río Eufrates, y secóse su agua, de suerte que quedó expedito el camino a los reyes del naciente del sol. 13Y vi que de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta salían tres espíritus inmundos, como ranas, 14que son los espíritus de los demonios, que hacen señales, que se dirigen hacia los reyes de la tierra para juntarlos a la batalla del día grande del Dios todopoderoso. 15He aquí que vengo como ladrón; bienaventurado el que vela y guarda sus vestidos para no andar desnudo y que se vean sus vergüenzas. 16y los juntó en el sitio que en hebreo se llama Harmagedón. 17El séptimo derramó su copa en el aire, y salió del templo una gran voz, que procedía del trono de Dios, diciendo: hecho está. 18Y hubo relámpagos, y voces, y truenos, y un gran terremoto, cual no lo hubo desde que existen los hombres sobre la haz de la tierra. 19La gran ciudad se hizo tres partes, y hundiéronse las ciudades de las naciones, y la gran Babilonia fue recordada delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de su cólera. 20Huyeron todas las islas, y las montañas desaparecieron. 21Una granizada grande, como de un talento, cayó del cielo sobre los hombres, y blasfemaron los hombres contra Dios por la plaga del granizo, porque era grande en extremo su plaga.
Últimos anuncios del castigo de la gran Babilonia

17 1Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo y me dijo: Ven, te mostraré el juicio de la gran ramera que está sentada sobre las grandes aguas, 2con quien han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se embriagaron con el vino de su fornicación. 3Llevóme en espíritu al desierto, y vi una mujer sentada sobre una bestia bermeja, llena de nombres de blasfemia, la cual tenía siete cabezas y diez cuernos. 4La mujer estaba vestida de púrpura y grana, y adornada de oro y piedras preciosas y perlas, y tenía en su mano una copa de oro, llena de abominaciones y de las impurezas de su fornicación. 5Sobre su frente llevaba escrito un nombre: Misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra. 6Vi a la mujer embriagada con la sangre de los mártires de Jesús, y viéndola me maravillé sobremanera. 7Díjome el ángel: ¿De qué te maravillas? Yo te declararé el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva, que tiene siete cabezas y diez cuernos. 8La bestia que has visto era, pero ya no es, y está a punto de subir del abismo y camina a la perdición; y se maravillarán los moradores de la tierra, cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida desde la creación del mundo, viendo la bestia, porque era y no es y reaparecerá. 9Aquí está el sentido que encierra la sabiduría. Las siete cabezas son siete montañas sobre las cuales está sentada la mujer, 10y son siete reyes, de los cuales cinco cayeron, el uno existe y el otro no ha llegado todavía, pero cuando venga permanecerá poco tiempo. 11La bestia que era y ya no es, es también un octavo, que es de los siete, y camina a la perdición.

12Los diez cuernos que ves son diez reyes, los cuales no han recibido aún la realeza, pero con la bestia recibirán la autoridad de reyes por una hora. 13Estos tienen el solo pensamiento de prestar a la bestia su poder y autoridad. 14Pelearán con el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es el Señor de los señores y Rey de reyes, y también los que están con El, llamados, y escogidos, y fieles. 15Me dijo: Las aguas que ves, sobre las cuales está sentada la ramera, son los pueblos, las muchedumbres, las naciones y las lenguas. 16Los diez cuernos que ves, igual que la bestia, aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda, y comerán sus carnes y la quemarán al fuego. 17Porque Dios puso en su corazón ejecutar su designio, un solo designio, y dar a la bestia la soberanía sobre ella hasta que se cumplan las palabras de Dios. 18La mujer que has visto es aquella ciudad grande que tiene la soberanía sobre todos los reyes de la tierra.
Lamentación sobre Babilonia

18 1Después de estas cosas vi otro ángel que bajaba del cielo con gran poder, a cuya claridad quedó la tierra iluminada. 2Gritó con poderosa voz, diciendo: Cayó, cayó la gran Babilonia, y quedó convertida en morada de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y abominable; 3porque del vino de la cólera de su fornicación bebieron todas las naciones, y con ella fornicaron los reyes de la tierra, y los comerciantes de toda la tierra con el poder de su lujo se enriquecieron.

4Oí otra voz del cielo que decía: Sal de ella, pueblo mío, para que no os contaminéis con sus pecados y para que no os alcance parte de sus plagas; 5porque sus pecados se amontonaron hasta llegar al cielo, y Dios se acordó de sus iniquidades. 6Dadle según lo que ella dio, y dadle el doble de sus obras; en la copa en que ella mezcló, mezcladle al doble; 7Cuanto se envaneció y entregó al lujo, dadle otro tanto de tormento y duelo. Ya que dijo en su corazón: Como reina estoy sentada, yo no soy viuda ni veré duelo jamás; 8por eso vendrán un día sus plagas, la mortandad, el duelo y el hambre, y será consumida por el fuego, pues poderoso es el Señor Dios que la ha juzgado.

9Llorarán, y por ella se herirán los reyes de la tierra que con ella fornicaban y se entregaban al lujo cuando vean el humo de su incendio, 10y se detendrán a lo lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay de la ciudad grande , de Babilonia, la ciudad fuerte, porque en una hora ha venido su juicio! 11Llorarán y se lamentarán los mercaderes de la tierra por ella, porque no hay quien compre sus mercaderías: 12las mercaderías de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino, de púrpura, de seda, de grana; toda madera olorosa, todo objeto de marfil, y todo objeto de madera preciosa, de bronce, de hierro, de mármol, 13cinamomo y aromas, mirra e incienso, vino, aceite, flor de harina, trigo, bestias de carga, ovejas, caballos y coches, esclavos y almas de hombres. 14Los frutos sabrosos a tu apetito te han faltado y todas las cosas más exquisitas y delicadas perecieron para ti y ya no serán halladas jamás. 15Los mercaderes de estas cosas, que se enriquecían con ella, se detienen a lo lejos por el temor de su tormento, llorando y lamentándose, diciendo: 16¡Ay, ay de la ciudad grande, que se vestía de lino, púrpura y grana y se adornaba de oro, piedras preciosas y perlas, porque en una hora quedó devastada tanta riqueza! 17Todo piloto y navegante, los marineros y cuantos bregan en el mar, se detuvieron a lo lejos, 18y clamaron al contemplar el humo de su incendio y dijeron: ¿Quién había semejante a la ciudad grande? 19Y arrojaron ceniza sobre sus cabezas y gritaron llorando y lamentándose y diciendo: ¡Ay, ay de la ciudad grande, en la cual se enriquecieron todos cuantos tenían navíos en el mar, a causa de su suntuosidad, porque en una hora quedó devastada!
Regocijo de los santos

20Regocíjate por ello, ¡oh cielo!, y los santos, y los apóstoles, y los profetas, porque Dios ha juzgado nuestra causa contra ella.

21Un ángel poderoso levantó una piedra como una rueda grande de molino y la arrojó al mar, diciendo: Con tal ímpetu será arrojada Babilonia, la gran ciudad, y no será hallada. 22Nunca más se oirá en ella la voz de las citaristas, de los músicos, de los flautistas y de los trompeteros, ni artesano de ningún arte será hallado jamás en ti, y la voz de la muela no se oirá ya más en ti, 23la luz de la lámpara no lucirá más en ti, ni se oirá más la voz del esposo y de la esposa, porque tus comerciantes eran magnates de la tierra, porque con tus maleficios se han extraviado todas las naciones 24y en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos y de todos los degollados sobre la tierra.

19 1Después de esto oí una fuerte voz, como de una muchedumbre numerosa en el cielo, que decía: Aleluya, salud, gloria, honor poder a nuestro Dios, 2porque verdaderos y justos son sus juicios, pues ha juzgado a la gran ramera, que corrompía la tierra con su fornicación, y en ella ha vengado la sangre de sus siervos. 3Y por segunda vez dijeron: Aleluya. El humo de la ciudad sube por los siglos de los siglos. 4Cayeron de hinojos los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes, y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: Amén, aleluya.

5Del trono salió una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos y cuantos le teméis, pequeños y grandes. 6Oí una voz como de gran muchedumbre, y como voz de muchas aguas, y como voz de fuertes truenos, que decía: Aleluya, porque ha establecido su reino el Señor, Dios todopoderoso; 7alegrémonos y regocijémonos; démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa está dispuesta, 8y fuele otorgado vestirse de lino brillante, puro, pues el lino son las obras justas de los santos. 9Y me dijo: Escribe: Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son las palabras verdaderas de Dios. 10Me arrojé a sus pies para adorarle y me dijo: Mira, no hagas eso; consiervo tuyo soy y de tus hermanos, los que tienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios. Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.

La batalla de Harmagedón



11Vi el cielo abierto, y he aquí un caballo blanco, y el que le montaba es llamado Fiel, Verídico, y con justicia juzga y hace la guerra. 12Sus ojos son como llama de fuego, lleva en su cabeza muchas diademas y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino él mismo, 13y viste un manto empapado en sangre, y tiene por nombre Verbo de Dios. 14Le siguen los ejércitos celestes sobre caballos blancos, vestidos de lino blanco, puro. 15De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones, y El las regirá con vara de hierro y El pisa el lagar del vino del furor de la cólera de Dios todopoderoso. 16Tiene sobre su manto y sobre su muslo escrito su nombre: Rey de reyes, Señor de señores.

17Vi un ángel puesto de pie en el sol, que gritó con una gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan por lo alto del cielo: Venid, congregaos al gran festín de Dios, 18para comer las carnes de los reyes, las carnes de los tribunos, las carnes de los valientes, las carnes de los caballos y de los que cabalgan en ellos, las carnes de todos los libres y de los esclavos, de los pequeños y de los grandes.

19Y vi a la bestia, y a los reyes de la tierra, y a sus ejércitos reunidos para hacer la guerra al que montaba el caballo y a su ejército. 20Y fue aprisionada la bestia, y con ella el falso profeta que hacía señales delante de ella, con las cuales extraviaba a los que habían recibido el carácter de la bestia y a los que adoraban su imagen; vivos fueron arrojados ambos al lago de fuego, que arde con azufre. 21Los demás fueron muertos por la espada que le salía de la boca al que montaba el caballo, y todas las aves se hartaron de sus carnes.
SEXTA PARTE
El Milenio, Seguido De La Postrera Lucha

(20)
El milenio



20 1Vi un ángel que descendía del cielo, trayendo la llave del abismo y una gran cadena en su mano. 2Cogió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo, Satanás, y le encadenó por mil años. 3Le arrojó al abismo y cerró, y encima de él puso un sello para que no extraviase más a las naciones hasta terminados los mil años, después de los cuales será soltado por poco tiempo. 4Vi tronos, y sentáronse en ellos, y fueles dado el poder de juzgar, y vi las almas de los que habían sido degollados por el testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, y cuantos no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido la marca sobre su frente y sobre su mano; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. 5Los restantes muertos no vivieron hasta terminados los mil años. Esta es la primera resurrección. 6Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; sobre ellos no tendrá poder la segunda muerte, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con El por mil años.
La batalla final y el juicio universal

7Cuando se hubieren acabado los mil años, será Satanás soltado de su prisión 8y saldrá a extraviar a las naciones que moran en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, y reunirlos para la guerra, cuyo ejército será como las arenas del mar. 9Subirán sobre la anchura de la tierra y cercarán el campamento de los santos y la ciudad amada. Pero descenderá fuego del cielo y los devorará. 10El diablo, que los extraviaba, será arrojado en el estanque de fuego y azufre, donde están también la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

11Vi un trono alto y blanco, y al que en él se sentaba, de cuya presencia huyeron el cielo y la tierra, y no dejaron rastro de sí. 12Vi a los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante del trono; y fueron abiertos los libros, y fue abierto otro libro, que es el libro de la vida. Fueron juzgados los muertos según sus obras, según las obras que estaban escritas en los libros. 13Entregó el mar los muertos que tenía en su seno, y asimismo la muerte y el infierno entregaron los que tenían, y fueron juzgados cada uno según sus obras. 14La muerte y el infierno fueron arrojados al estanque de fuego; ésta es la segunda muerte, el estanque de fuego, 15y todo el que no fue hallado escrito en el libro de la vida fue arrojado en el estanque de fuego.
La Nueva Jerusalén

(21,1-22,5)



21 1Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido; y el mar no existía ya. 2Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo del lado de Dios, ataviada como una esposa que se engalana para su esposo. 3Oí una voz grande que del trono decía: He aquí el Tabernáculo de Dios entre los hombres, y erigirá su tabernáculo entre ellos, y ellos serán su pueblo y el mismo Dios será con ellos, 4 y enjugará las lágrimas de sus ojos, y la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado.

5Y dijo el que estaba sentado en el trono: He aquí que hago nuevas todas las cosas. Y dijo: Escribe, porque éstas son las palabras fieles y verdaderas. 6Díjome: Hecho está. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed le daré gratis de la fuente de agua de vida. 7El que venciere heredará estas cosas y seré su Dios, y él será mi hijo. 8Los cobardes, los infieles, los abominables, los homicidas, los fornicadores, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el estanque, que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte.

9Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, llenas de las siete últimas plagas, y habló conmigo y me dijo: Ven y te mostraré la novia, la esposa del Cordero. 10Me llevó en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de parte de Dios, que tenía la gloria de Dios. 11Su brillo era semejante a la piedra más preciosa, como la piedra de jaspe pulimentado. 12Tenía un muro grande y alto y doce puertas, y sobre las doce puertas, doce ángeles y nombres escritos, que son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel: 13de la parte de oriente tres puertas, de la parte del norte tres puertas, de la parte del mediodía tres puertas y de la parte del poniente tres puertas. 14El muro de la ciudad tenía doce hiladas, y sobre ellas los nombres de los doce apóstoles del Cordero.

15El que hablaba conmigo tenía una medida, una caña de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. 16La ciudad estaba asentada sobre una base cuadrangular, y su longitud era tanta como su anchura. Midió con la caña la ciudad, y tenía doce mil estadios, siendo iguales su longitud, su latitud y su altura. 17Midió su muro, que tenía ciento cuarenta y cuatro codos, medida humana, que era la del ángel. 18Su muro era de jaspe, y la ciudad oro puro, semejante al vidrio puro; 19y las hiladas del muro de la ciudad eran de todo género de piedras preciosas: la primera de jaspe, la segunda de zafiro, la tercera de calcedonia, la cuarta de esmeralda, 20la quinta de sardónica, la sexta de cornalina, la séptima de crisolito, la octava de berilo, la novena de topacio, la décima de crisoprasa, la undécima de jacinto y la duodécima de amatista. 21Las doce puertas eran doce perlas, cada una de las puertas era una perla, y la plaza de la ciudad era de oro puro, como vidrio transparente. 22Pero templo no vi en ella, pues el Señor, Dios todopoderoso, con el Cordero, era su templo. 23La ciudad no había menester de sol ni de luna que la iluminasen, porque la gloria de Dios la iluminaba, y su lumbrera era el Cordero. 24A su luz caminarán las naciones, y los reyes de la tierra llevarán a ella su gloria. 25Sus puertas no se cerrarán de día, pues noche allí no habrá, 26y llevarán a ella la gloria y el honor de las naciones. 27En ella no entrará cosa impura ni quien cometa abominación y mentira, sino los que están escritos en el libro de la vida del Cordero.

22 1Y me mostró un río de agua de vida, clara como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. 2En medio de la calle y a un lado y otro del río había un árbol de vida que daba doce frutos, cada fruto en su mes, y las hojas del árbol eran saludables para las naciones. 3No habrá ya maldición alguna, y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, 4y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y llevarán su nombre sobre la frente. 5No habrá ya noche, ni tendrá necesidad de luz de antorcha, ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos.
EPILOGO

(22,6-21)



6Y me dijo: Estas son las palabras fieles y verdaderas, y el Señor, Dios de los espíritus de los profetas, envió su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que están para suceder pronto.

7He aquí que vengo presto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. 8Y yo, Juan, oí y vi estas cosas. Cuando las oí y vi caí de hinojos para postrarme a los pies del ángel que me las mostraba. 9Pero me dijo: No hagas eso, pues soy consiervo tuyo, y de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro; adora a Dios. 10Y me dijo: No selles los discursos de la profecía de este libro, porque el tiempo está cercano. 11El que es injusto continúe aún en sus injusticias, el torpe prosiga en sus torpezas, el justo practique aún la justicia, y el santo santifíquese más. 12He aquí que vengo presto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras. 13Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin. 14Bienaventurados los que lavan sus túnicas para tener derecho al árbol de la vida y a entrar por las puertas que dan acceso a la ciudad. 15Fuera perros, hechiceros, fornicarios, homicidas, idólatras y todos los que aman y practican la mentira.

16Yo, Jesús, envié a un ángel para testificaros estas cosas sobre las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella brillante de la mañana. 17Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que escucha diga: Ven. Y el que tenga sed, venga, y el que quiera tome gratis el agua de la vida.

18Yo atestiguo a todo el que escucha mis palabras de la profecía de este libro que, si alguno añade a estas cosas, Dios añadirá sobre él las Plagas escritas en este libro; 19y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, quitará Dios su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, que están escritos en este libro. 20Dice el que testifica estas cosas: Si, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús 21La gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén.
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