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¿que pasó en la defensa del parque de monteleóN? José Manuel Guerrero Acosta


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1808-2008: ¿QUE PASÓ EN LA DEFENSA DEL PARQUE DE MONTELEÓN?

José Manuel Guerrero Acosta

Teniente coronel de Ingenieros

La búsqueda de un relato fehaciente de los acontecimientos sucedidos en las calles de Madrid el 2 de mayo de 1808, se complica por la disparidad y diversidad de relatos novelados, ensayos, testimonios y memorias escritas desde el mismo año en que ocurrieron los hechos. Es notable el grado de confusión resultante de la existencia de decenas de narraciones que, sin excluir las últimas publicaciones aparecidas este mismo año, plagian de las anteriores, o inventan teorías omitiendo el más mínimo rigor necesario a toda investigación histórica, propagando la leyenda y amplificando el mito. No faltan actualmente tampoco las versiones pretendidamente revisionistas1, que incurren en minusvalorar unos hechos que no tuvieron parangón en país alguno en la lucha contra el Imperio napoleónico.


Un ejemplo de lo antedicho es el del tan debatido carácter espontáneo o preparado de la sublevación de Madrid. Tomando sólo una obra de amplia difusión entre las varias aparecidas en este año del bicentenario2 observamos la reiteración en achacar la insurrección de los patriotas en las calles de la Villa, enfrentándose al primer ejército de Europa, a una confabulación preparada por los partidarios fernandinos. También se considera como determinante la supuesta conjura de los artilleros, cuya existencia se basa en testimonios de algunos coetáneos, con sus reuniones clandestinas en cafés, fabricación de cartuchos, etc., que incluso habrían motivado el despliegue francés en las calles de la capital.

ACERCA DE ESPONTANEIDAD DEL LEVANTAMIENTO


Por algún autor se ha visto como justificación a esta conjura la correspondencia de Napoleon, concretamente una carta fechada el 18 de abril en que alerta a Murat sobre posibles planes conspirativos del duque del Infantado. Evidentemente, Montijo e Infantado fueron dos de los agitadores más activos en la época, este último destacado en las comunicaciones del periodo del viaje del Rey a Bayona. Si bien es cierto que los partidarios del Príncipe de Asturias -o más bien deberíamos decir los enemigos de Godoy- conspiraron desde los sucesos del Escorial, y lograron su primer objetivo en el motín de Aranjuez, no parece que pudieran tener tiempo material para organizar una insurrección armada de envergadura a la fecha del día 2 de mayo. La chispa que verdaderamente soliviantó al pueblo, muy descontento por la crisis social, económica y política del cambio de siglo, se produjo al conocerse la noticia del traslado del odiado Príncipe de la Paz a Francia, hecho público alrededor del 27 de abril, apenas cinco días antes de la fecha clave. La falta de novedades de Bayona, donde el pueblo consideraba secuestrado al amado rey Fernando el domingo 1 de mayo, cristalizó en los sonoros abucheos a Murat a su paso por la Puerta del Sol aquella misma tarde. La población se hallaba revuelta y como consecuencia, los franceses activaron algunas medidas del dispositivo preventivo. El general Grouchy, comandante de la plaza de Madrid desde la entrada del Cuerpo de Observación de las Costas del Océano francés en la capital el 23 de marzo anterior, tenía perfectamente establecidas sus medidas para caso de alarma, que el propio Bonaparte había recomendado en varias ocasiones como puede comprobarse en su correspondencia3 con Murat.
En cuanto a la conjura artillera, la única prueba documental que existe son unos folios manuscritos por el capitán Velarde, en los que plasmó su proyecto sobre una posible reacción contra la invasión que consideraba en marcha. Esta idea, según su amigo el teniente coronel Novella, la compartió con algunos compañeros de armas, los cuales, siempre según la declaración de éste, escrita cinco años más tarde ya al final de la contienda, habrían comenzado a poner en práctica algunas medidas. Esta declaración más parece ser de carácter auto justificativo hacia el Cuerpo de Artillería, e incluye un número sospechoso de detalles y personajes, cuando la realidad, como luego veremos, es que los artilleros del Parque se batieron y murieron solos el 2 de mayo. Más parece que este plan no pasara de un mero borrador y desde luego nunca pudo tener tiempo para estar lo suficientemente maduro aquel lunes de mayo. Planes similares se habían redactado de forma muy detallada con antelación, como el del teniente de Infantería e ingeniero extraordinario Antonio de Sangenís, héroe del II sitio de Zaragoza, sobre la defensa de España4 en 1794, o algún otro plan defensivo de los muchos que se redactaron en el segundo semestre de 1808. Si bien existen indicios de la presencia de algunos agitadores fernandinos en las calles –el caso más patente sería el del cerrajero Molina Soriano, individuo al que paradójicamente Fernando VII nunca le concedió ningún tipo de prebenda- parece como más plausible que la mayor parte de los sublevados se echaran a la calle de forma espontánea, fruto del estadillo de la rabia y la cólera acumuladas desde hacía semanas contra los ocupantes extranjeros. Y estos, sorprendidos por la virulencia del ataque, actuaron simplemente según el plan de seguridad establecido. Así opina el general Foy en su documentada historia de 1827 cunado niega toda premeditación tanto a los españoles como a los franceses..
Otras publicaciones de carácter monográfico aparecidas este año del bicentenario5, tratan la cuestión de forma novelada, y siendo magníficas en su planteamiento y desarrollo, incurren en algunos de los mismos defectos arriba apuntados, aunque disculpables por las naturales licencias literarias, y conteniendo un esfuerzo importante de documentación.
HABLAN LOS TESTIGOS

En este artículo nos ceñiremos al episodio concreto de la defensa del Parque de Artillería de Maravillas, como se conocía en la época, situado en la casa de Monteleón, intentando diferenciar lo que conocemos por declaraciones de testigos, que interpretaremos y valoraremos convenientemente, de aquellos que son producto de la especulación o interpretación de diversos autores o narradores.


A continuación citaremos los testimonios relacionados directamente con los hechos, por orden cronológico, con expresión del cargo que ocupaban los testigos en el drama del 2 de mayo de 1808:
-Noticia de lo ocurrido el día 2 de mayo de 1808 en el Parque de Artillería de Madrid, publicada en Badajoz en el número 2 del diario “Almacén Patriótico” ¿agosto 1808?, por Pedro Fernández Sardino, probablemente confeccionada gracias al relato del propio Ruiz y de su compañero José de Luna6.

-Declaración de Juan Pardo, maestro de coches interino del parque de Artillería, firmada en 1813. (Trascrita por PÉREZ DE GUZMÁN en El dos de mayo de 1808 en Madrid)

-Certificado de Francisco Novella, firmado en Cádiz en 1813. (Se conserva en el Museo del Ejército)

-Id. de Manuel Almira, escribiente meritorio en la Junta superior de Artillería, firmado en Granada en 1814. (Id.)

-Certificado de José Navarro Falcón, comandante de artillería de Madrid y jefe de la Junta superior Económica del Cuerpo, firmada en Sevilla en 1814. (Id.)

- Plan de los servicios hechos por José Blas Molina y Soriano y testigos, como defensor del Parque, firmado en Madrid en 1816. (Archivo del Palacio Real)

-Justificación de Cosme Mora y de sus testigos, como defensor del Parque, firmada en Madrid, en 1816. (Archivo de la Villa)

-Justificación de Andrés Rovira, testigo de Clemente Rojas firmada en Madrid en 1816 (Archivo de la Villa 2.326-8)

-Justificación de Francisco Matas y sus testigos, firmada en Madrid en 1816 (archivo de la Villa, 2-426-8)

-Certificado de Rafael Goicoechea (ubicación desconocida), capitán de Infantería del Regimiento de Voluntarios de Estado, citada por el canónigo García Bermejo en Oración fúnebre del 2 de mayo de 1808, Madrid, 1817, así como su hoja de servicios (Archivo General Militar de Segovia, AGMS, legajo G-2178)

-Manifestación de Rafael de Arango, subteniente de artillería, ayudante interino del Parque, publicada en 1837.

-Hoja de servicios de Julián Romero, sargento mayor interino del Regimiento de Voluntarios de Estado. (AGMS, legajo R-2909)

-Id de José Ontoria, teniente del regimiento de Voluntarios de Estado, (AGMS, legajo O-378)

-Informe (de la Dirección Gral. de Artillería) para el Tribunal Supremo de Guerra y Marina sobre la manifestación del coronel Arango, 1854 (AGMS, secc 2ª, Div 8ª leg 121). Nota manuscrita probablemente obra del inspector y Tte. General Navarro Sangrán, que el 2 de mayo era uno de los directores del museo Militar sito en Monteleón, y que hubo de recoger testimonios directos7.



PREPARANDO EL DRAMA
Todo empezó a una hora indeterminada de la mañana del 2 de mayo de 1808, cuando por diversos puntos de la ciudad se sucedían los tiroteos y los combates entre grupos de españoles y las tropas francesas que ocupaban la capital desde el 23 de marzo. Éstas se componían de un destacamento de la Guardia Imperial de unos 4.000 hombres de tropas escogidas, y del Cuerpo de Observación de las costas del Océano del mariscal Moncey, compuesto por 3 divisiones de infantería y una de caballería reforzada.
Existen algunas discrepancias según las fuentes que se manejen sobre el horario de desarrollo de la insurrección. En un documento redactado por el Consejo, conservado en el AHN8, que por su origen nos merece bastante credibilidad, se hace constar que los primeros disparos comenzaron a oírse en la zona del Palacio Real sobre las 10’30 de la mañana. Manuel Almira9, que con treinta años trabajaba como escribiente meritorio en la Junta Superior Económica de Artillería, declaró en 1814 que “A cosa de las once oyó un continuo tiroteo de fusil”. Almira tenía un compañero de oficina singular: el capitán Pedro Velarde, secretario de la Junta. Los combates se extendieron por todo el centro de la Villa con rapidez, y un grupo de paisanos se fue concentrando a las puertas del Parque, reclamando armas. Según las memorias de otro testigo de los hechos, el teniente Arango10, él llegó sobre las 08’30 horas, y ya había unos 60 civiles en la puerta, lo que parece algo prematuro considerando lo anterior. La Manifestación... de Arango, nos merece menor crédito, como luego explicaremos.
La defensa debió durar de una hora y media a dos horas, comenzando los ataques franceses pasadas las 12, una vez que se extendieron los combates por varios puntos de la ciudad, pues varias partidas tuvieron tiempo de llegar hasta allí después de luchar en otros puntos, y esa es la hora en que según los documentos franceses y la mayoría de los testimonios empezaron a entrar las tres divisiones francesas que se hallaban acampadas en el exterior de la Villa. La 1ª (Musnier) desde la Casa de Campo por el puente de Segovia. La 2ª (Gobert, al mando interino de Lefranc) por la puerta de Fuencarral que daba a la calle Ancha de San Bernardo. La 3ª desde Chamartín por la puerta de Recoletos. En el interior se hallaba sólo la Guardia Imperial, unos 4.000 hombres, que fueron los que combatieron inicialmente en las calles.
Si estudiamos mediante los planos de la época la fisonomía del Parque, se observa que estaba formado por un recinto alargado, constituido por un gran patio rectangular rodeado de un muro de ladrillo. Esta zona pertenecía al barrio denominado en la época como del Hospicio (según consta en el plano del año 180011) perteneciente al Cuartel de Maravillas, y limitaba al norte con el campo. Su trazado se puede apreciar con exactitud observando la maqueta de Gil de Palacio existente en el museo histórico municipal de Madrid. En su frente, junto al arco de entrada, había un edificio de dos plantas, y al fondo del patio, otro de igual altura, las caballerizas, donde según algunos testimonios se encerró a la guardia francesa una vez capturada y desarmada. Entrando, hacia la mitad del patio y adosado a la izquierda, estaba el edificio del antiguo palacio, donde se hallaba el nuevo Museo Militar, inaugurado en 1804, que tenia a su frente una amplia zona ajardinada. Todo el conjunto estaba rodeado de un muro de ladrillo. Entre sus debilidades como posición defensiva cabe citar que la elevación natural del terreno existente en su parte trasera facilitaba batir por el fuego los edificios desde esa zona. Sin embargo, los accesos desde las calles situadas por su frente y laterales eran difíciles, por lo encajonado de esas vías.
El conjunto de Monteleón, se componía del antiguo palacio del mismo nombre, dónde se hallaba el Museo Militar, y otros edificios anexos, que servían como Parque de Artillería. El parque estaba vigilado por una guardia francesa compuesta por unos 70 o 75 soldados, según unos u otros testigos, pertenecientes con cierta probabilidad12 a la 5ª compañía de Tren de Artillería de la Guardia Imperial. En Monteleón servían unos 16 españoles entre sargentos, cabos y artilleros del 3º regimiento, 2ª brigada de parque, 3ª compañía. En el Museo del Ejército se conserva el libro de registro de dicha unidad firmada por el capitán Daoiz. La única constancia del material de guerra que se guardaba en el acuartelamiento la ofrece Pérez de Guzmán13, que sin citar la fuente proporciona una larga relación de piezas, municiones de fusil y cañón, armas de fuego y blancas, que e antoja excesiva teniendo en cuenta que Madrid no contaba con unidad alguna de artillería). En una fuente documental francesa14 hemos localizado la mención a la captura a los españoles de cinco cañones “sin avantrén ni cofre de munición” según consta en un estado francés fechado el 6 de mayo, cuando la 2ª División francesa dio parte de haberlos tomado en la jornada del día 2. Esto parece corroborar lo indicado por el canónigo García Bermejo, cuya fuente debió ser el capitán Goicoechea, cuando dice que sólo había cinco cañones disponibles en el Parque, esto es, montados en sus cureñas, de a ocho y de a cuatro libras de calibre.
Frente al cercano cuartel del Conde-duque, distante tan sólo unas cuatro manzanas al oeste, se había producido esa mañana un fuerte intercambio de disparos entre la guardia francesa y paisanos armados que les hicieron fuego desde la calle San Bernardino y aledañas, resultando varios muertos y heridos, según consta en los expedientes respectivos del Archivo de la Villa .También existe constancia documental de que en el comienzo de la calle san Bernardo habían ocurrido otros incidentes. Por todo ello, en aquella zona de la ciudad ya se tenía conocimiento de que en Madrid se desarrollaban acciones armadas contra los ocupantes extranjeros. Pero la guarnición militar española llevaba dos días recibiendo órdenes de no mezclarse en ningún tipo de incidente que pudiera provocar el paisanaje. Esta orden fue reiterada a media mañana, como atestiguan el capitán de Infantería de Voluntarios de Estado López de Barañano15:

“Enseguida llegó orden del Infante para que nadie saliese del cuartel lo que incomodó extraordinariamente a la tropa y oficiales. Se habían hecho prisioneros a una porción de oficiales franceses y soldados que bien a pesar suyo se les hizo entregar sus armas”

Por su parte, el alférez de Dragones del Rey Gonzalez Carvonell16 relata:

“El 2 de mayo de 1808 al notar el alarma general de Madrid contra el Ejército Francés, nos reunimos todos los oficiales en el cuartel, mandamos poner sillas y grupas y nos dispusimos a salir á unirnos con el pueblo. El Coronel se opuso a ello manifestándonos una orden del Capitán General de la Plaza en que le prevenía no permitiera salir del cuartel a ningún individuo del cuerpo haciéndole responsable con su empleo. No obstante montamos a caballo un capitán, dos tenientes y yo, los soldados empezaron a salir de las cuadras con los caballos embridados. El coronel mando cerrar la puerta del cuartel y tomar las armas a la guardia de prevención para oponerse a nuestra salida: en este acto llegaron a la plazuela un batallón y un escuadrón con dos piezas de Artillería del Ejercito Francés. Nos tomaron la puerta del cuartel y nos impidió la salida".


Siguiendo estas mismas órdenes, las guardias de los diversos edificios y centinelas realizaban su servicio sin cartuchos, como relata el alférez de fragata Esquivel17, oficial de guardia de principal en la Real Casa de Correos. Aunque recibió autorización del gobernador militar, general De la Vera y Pantoja, para pedir cartuchos a su cuartel, nunca los recibió.
LA LLEGADA DE LOS VOLUNTARIOS DE ESTADO

Dadas estas órdenes, resulta chocante que se permitiera a un destacamento de Infantería su fragante incumplimiento, saliendo a la calle en formación. Hasta ahora parece que a ningún tratadista del dos de mayo le haya sorprendido este hecho. Incluso Pérez de Guzmán alude equivocadamente a la condición de soldado viejo de su coronel, el marqués de Casa Palacio, como explicación de la salida de la compañía. En realidad, Esteban Giráldez Sanz y Merino, era de todo menos eso. Según su confusa hoja de servicios del Archivo General de Segovia, en 1808 tenía 39 años y su única experiencia de combate había sido la de ayudante de campo de dos generales durante la guerra contra la Convención Francesa (1793-95). Su rápida carrera hasta coronel la debía a ser un destacado partidario de Godoy, y como tal, abrazaría la causa del Rey intruso tras el Dos de Mayo, pasando a ser como afrancesado distinguido, uno de sus ayudantes de campo y comandante de su guardia hasta el final de la Guerra de la Independencia. La negativa actuación de la brigada de su mando en la batalla de Vitoria, el 21 de junio de 1813, fue uno de los motivos de la derrota del Ejército imperial.


Si hacemos caso a la hoja de servicios del Sargento Mayor de su regimiento en 1808, Julián Romero, deduciremos que Casa Palacio sólo accedió a que salieran una vez que el citado Romero, se responsabilizara personalmente de lo que pudiera pasar en la calle. Romero además ordenó que las guardias que prestaban los soldados de su unidad llevaran cartuchos ocultos en las bolsas del rancho. Lo más probable es que la presión de la oficialidad y el estado de alboroto de la tropa aconsejaran a su coronel a contemporizar con sus subordinados, accediendo a la petición con el pretexto de que iban a guardar el orden. Según López de Barañano, capitán del mismo regimiento, fue la 1ª compañía, al mando de su capitán Goicoechea. Pero el propio Goicoechea anota en su Certificación que su compañía era la 3ª, y en su hoja de servicios18 que estaba formada por 33 hombres. Además, según varios testimonios y hojas de servicios, le acompañaron los tenientes Jacinto Ruiz Mendoza y José Ontoria, y los cadetes Vázquez Afán de Ribera y Juan Rojo. Por cierto, Ontoria había servido como Daoiz en la defensa de Cádiz en 1797, embarcado en las lanchas cañoneras. Ruiz, en diversas operaciones por el estrecho años antes. Ambos contaban con conocimientos para manejar la artillería. El teniente Ruiz, se incorporó al cuartel a pesar de hallarse “postrado en el lecho con una fuerte calentura” según consta en la Noticia de lo ocurrido publicada en Badajoz pocos meses después de los hechos y donde se hallaba convaleciente, donde también se habla de la 3ª compañía del 2º batallón.
En los textos que se leen al pie de la conocida serie de estampas sobre el 2 de mayo realizada poco tiempo después de los hechos19, correspondiente a la defensa del Parque puede leerse: “La guardia española, compuesta de una compañía de voluntarios de Estado las hace prisioneras de guerra”, es decir, que el destacamento pudo ser enviado al edificio en las primeras horas de aquella mañana con la misión de custodiarlo, y puede que sus componentes se hubieran unido a la lucha de manera más o menos unánime, ante los hechos consumados.
El hecho es que gracias a la presencia de la infantería se desarmó a la guardia francesa del Parque, compuesta por más del doble de efectivos y comenzar la defensa tras entregar armas a los paisanos, la mayoría de los cuales por cierto, abandonaron el lugar nada más recibirlas. Con los restantes, un centenar de hombres y mujeres unidos a los militares, se ofreció al ejército invasor la resistencia más tenaz de la jornada, rechazándose al menos dos ataques de las fuerzas imperiales según coinciden la mayoría de los testigos, aunque algunos citan hasta tres. El número de muertos y heridos de infantes y artilleros denota el carácter épico de la defensa. Y desmiente el testimonio del teniente Arango, que había acusado en su citada Manifestación, aparecida en 1837, a los soldados del Regimiento de Estado de no haber tomado parte en la acción. Testimonio difícil de creer cuando se tienen en cuenta los del capitán Goicoechea, el Tte. Coronel Novella (firmada en 1814), o el paisano Francisco Matas20 (en 1816), que confirman el papel que jugaron en la defensa, haciendo fuego desde varios de los edificios de Monteleón y ayudando a servir los cañones. Volveremos sobre este asunto más adelante.
EL ESCENARIO
Si estudiamos mediante los planos de la época la fisonomía del Parque, se observa que estaba formado por un recinto alargado, constituido por un gran patio rectangular rodeado de un muro de ladrillo. Esta zona pertenecía al denominado en la época como barrio del Hospicio (según consta en el plano de 180021) perteneciente al Cuartel de Maravillas, y limitaba al norte con el campo. Su trazado se puede apreciar con exactitud observando la maqueta de Gil de Palacio existente en el Museo histórico municipal de Madrid. En su frente, junto al arco de entrada, había un edificio de dos plantas, y al fondo del patio, otro de igual altura, las caballerizas, donde según algunos testimonios se encerró a la guardia francesa una vez capturada y desarmada. Entrando, hacia la mitad del patio y adosado a la izquierda, estaba el edificio del antiguo palacio, donde se hallaba el recientemente inaugurado Museo Militar, que tenia a su frente, ya hacia el lado de la calle San Bernardo, una amplia zona ajardinada. Todo el conjunto estaba rodeado de un muro de ladrillo. Entre sus debilidades como posición defensiva cabe citar que la elevación natural del terreno existente en su parte trasera (hoy calle de Carranza) permitía batir por el fuego los edificios desde esa zona. Al contrario, los accesos por las calles situadas a su frente y laterales eran difíciles por lo encajonado de esas vías.
IDENTIFICANDO A LOS ATACANTES

Una de las cuestiones en que coinciden alegremente todos los autores de la abultada bibliografía sobre el Dos de Mayo, incluso la más reciente, es el responsabilizar del ataque al Parque de Monteleón al regimiento Westfaliano y al 4º provisional “del general Lefranc”. Rastreando en las obras más próximas a los hechos nos encontramos con las primeras referencias en la certificación que el teniente coronel Novella, compañero de Daoíz y Velarde expidió en 1813, cuyo relato de la acción se basó en testimonios de primera mano recogidos de testigos presenciales. Novella afirma en su certificación que la unidad que dio el asalto más importante a Monteleón fue "La 1ª división Westfaliana", en cuya acción moriría Velarde. En 1817, el canónigo García Bermejo, reiteraba en su "Oración fúnebre" lo anterior, copiando de Novella, añadiendo como novedad la presencia en el último ataque del 4º regimiento provisional al mando del general La-Grange, quien habría sido, según él el responsable de la traicionera muerte de Daoíz. Todo ello como veremos erróneo, y fruto del limitado conocimiento que los madrileños tenían sobre la identidad de las unidades francesas, entre las que se habían hecho famosos los alemanes por sus frecuentes muestras de indisciplina.


Lo más lógico por razones de proximidad es que la fuerza que diera el ataque principal al Parque de Artillería de Monteleón entrara por las Puertas de Fuencarral (calle san Bernardo) y de los Pozos (calle Fuencarral), proveniente de la carretera de El Pardo y del convento de San Bernardino. En este último punto, el más cercano a Madrid, estaba alojado el 6º regimiento provisional, de la 1ª Brigada al mando del general Lefranc, perteneciente a la 2ª división (Gobert). El resto de dicha división acampaba a ambos lados de la carretera citada. Todas las tropas restantes que se encontraban más apartadas de la villa, no entraron en fuerza hasta el mediodía, según numerosos testimonios, incluido el propio parte francés o Rapport de situation del Cuerpo de Moncey. Fue por tanto la 2ª División (regimientos provisionales 5º a 8º) la atacante y no el 4º provisional ni el Westfaliano, como reiteran muchos autores incluyendo a Pérez de Guzmán, que estaban en la Casa de Campo, sin posibilidad de acudir a una zona tan alejada. Por otra parte, no había ningún general Lagrange en Madrid el 2 de mayo, sólo un jefe de batallón, de apellido La Grange, ayudante de Murat22, quien sabemos que estuvo en el Palacio Real a primera hora de la mañana a punto de ser linchado por la multitud. Pudiera ser que, como afirma Novella, este edecán se hubiera puesto al frente del ataque francés contra el Parque, por orden directa de Murat, aunque nos parece algo extraño teniendo estas unidades sus jefes naturales.
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