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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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Hay que entrar en el descanso de Dios


4 1Temamos, pues, no sea que perdurando aún la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros no acuda a ella. 2Porque igual que a ellos se dirige también a nosotros este mensaje: y no les aprovechó a aquéllos haber oído la palabra por cuanto la oyeron sin fe los que la escucharon. 3Entremos, pues, en el descanso los que hemos creído, según que dijo: «Como juró en su cólera: no entrarán en mi descanso», aunque acabadas las obras desde la creación del mundo. 4Pues en cierto pasaje habla así del día séptimo: «Y descansó Dios en el día séptimo de todas sus obras». 5Y en éste dice de nuevo: «No entrarán en mi descanso». 6Queda, pues, que algunos han de entrar en el descanso, y no habiendo entrado primeramente invitados a causa de su incredulidad, 7de nuevo señala un día, «hoy», declarando por David después de tanto tiempo lo que arriba queda dicho: «Si hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones». 8Pues si Josué los hubiera introducido en el descanso, no hablaría (David) de otro día, después de lo dicho. 9Por tanto, queda otro descanso para el pueblo de Dios. 10Y el que ha entrado en su descanso, también descansa de sus obras, como Dios descansó de las suyas.

11Démonos prisa, pues, a entrar en este descanso, a fin de que nadie caiga en este mismo ejemplo de desobediencia. 12Que la palabra de Dios es viva, eficaz y tajante, más que una espada de dos filos, y penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta las coyunturas y la medula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia, antes son todas desnudas y manifiestas a los ojos de aquel a quien hemos de dar cuenta.

Jesucristo, gran sacerdote


14Teniendo, pues, un gran Pontífice que penetró en los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengámonos adheridos a la confesión. 15No es nuestro Pontífice tal que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, antes fue tentado en todo a semejanza nuestra, fuera del pecado. 16Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, a fin de recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno auxilio.

SEGUNDA PARTE

El Sacerdocio De Cristo, Superior Al Sacerdocio Levítico



(5-8)

5 1Pues todo Pontífice tomado de entre los hombres, en favor de los hombres es instituido para las cosas que miran a Dios, para ofrecer ofrendas y sacrificios por los pecados, 2para que pueda compadecerse de los ignorantes y extraviados, por cuanto él está también rodeado de flaqueza, 3y a causa de ella debe por sí mismo ofrecer sacrificios por los pecados, igual que por el pueblo. 4Y ninguno se toma por sí este honor sino el que es llamado por Dios, como Arón.

5Y así Cristo no se exaltó a sí mismo, haciéndose Pontífice, sino el que le dijo: «Hijo mío eres tú, hoy te engendré». 6Y conforme a esto dice en otra parte: «Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec».

7Habiendo ofrecido en los días de su vida mortal oraciones y súplicas con poderosos clamores y lágrimas al que era poderoso para salvarle de la muerte, fue escuchado por su reverencial temor. 8Y aunque era Hijo, aprendió por sus padecimientos la obediencia, 9y por ser consumado, vino a ser para todos los que le obedecen causa de salud eterna, o declarado por Dios Pontífice según el orden de Melquisedec.

Estado imperfecto de los destinatarios


10Sobre lo cual tenemos mucho que decir, de difícil inteligencia, porque os habéis vuelto torpes de oído. 11Pues los que después de tanto tiempo debíais ser maestros, necesitáis que alguien de nuevo os enseñe los primeros rudimentos de los oráculos divinos y os habéis vuelto tales, que tenéis necesidad de leche en vez de manjar sólido. 12Pues todo el que se alimenta de leche no es capaz de entender la doctrina de la justicia, porque es aún niño; 13mas el manjar sólido es para los perfectos, los que en virtud de la costumbre tienen los sentidos ejercitados en discernir lo bueno de lo malo.

Propósitos del autor


6 1Por lo cual, dejando a un lado las doctrinas elementales sobre Cristo, tendamos a lo más perfecto, no echando de nuevo los fundamentos de la penitencia, de las obras muertas y de la fe en Dios, 2la doctrina sobre los bautismos la imposición de las manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno.

3Lo que toca a la perfección, eso es lo que me propongo exponer con la ayuda de Dios. 4Porque quienes una vez iluminados gustaron el don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5gustaron de la dulzura de la palabra de Dios y los prodigios del siglo venidero 6y cayeron en la apostasía, es imposible que sean renovados otra vez a penitencia y de nuevo crucifiquen para si mismos al Hijo de Dios y le expongan a la afrenta.

7Porque la tierra, que a menudo absorbe la lluvia caída sobre ella y produce frutos de bendición para el que la cultiva, recibirá las bendiciones de Dios; 8pero la que produce espinas y abrojos es reprobada y está próxima a ser maldita, y su fin será el fuego.

Palabras de esperanza y de aliento


9Aunque hablamos de este modo, sin embargo, confiamos y esperamos de vosotros, carísimos, algo mejor y más conducente a la salvación. 10Que no es Dios injusto para qué se olvide de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia su nombre habiendo servido a los santos y perseverado en servirles. 11Deseamos que cada uno de nosotros muestre hasta el fin la misma diligencia por el logro de nuestra esperanza, 12no emperezándoos, sino haciéndoos imitadores de los que por la fe y la paciencia han alcanzado la herencia de las promesas.

13Cuando Dios hizo a Abraham la promesa, como no tenía ninguno mayor por quien jurar, juró por sí mismo, diciendo: 14«Te bendeciré abundantemente, te multiplicaré grandemente». 15Y así, perseverando en esperar, alcanzó la promesa. 16Porque los hombres suelen jurar por alguno mayor, y el juramento pone entre ellos fin a toda controversia y les sirve de garantía. 17Por lo cual, queriendo Dios mostrar solemnemente a los herederos de las promesas la inmutabilidad de su consejo, interpuso el juramento, 18a las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos firme consuelo los que corremos hasta dar alcance a la propuesta esperanza. 19La cual tenemos como segura y firme áncora de nuestra alma, y que penetra hasta detrás del velo, 20adonde entró por nosotros como precursor Jesús, instituido Pontífice para siempre según el orden de Melquisedec.

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