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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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Exhortación


12 1Teniendo, pues, nosotros tal nube de testigos que nos envuelve, arrojemos todo el peso del pecado que nos asedia, y por la paciencia corramos al combate que se nos ofrece, 2puestos los ojo en el autor y consumador de la fe, Jesús; el cual, en vez del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz, sin hacer caso de la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios. 3Traed, pues, a vuestra consideración al que soportó tal contradicción de los pecadores contra sí mismo, para que no decaigáis de ánimo rendidos por la fatiga.

La corrección divina


4Aún no habéis resistido hasta la sangre en vuestra lucha contra el pecado, 5y os habéis ya olvidado de la exhortación que a vosotros como a hijos se dirige: «Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor y no desmayes reprendido por El; 6porque el Señor, a quien ama, le reprende, y azota a quien recibe por hijo».

7Soportad la corrección. Como con hijos se porta Dios con vosotros. ¿Pues qué hijo hay a quien su padre no corrija? 8Pero si no os alcanzase la corrección, de la cual todos han participado, argumento seria de que erais bastardos y no legítimos. 9Por otra parte, hemos tenido a nuestros padres carnales que nos corregían y nosotros los respetábamos; ¿no hemos de someternos mucho más al Padre de los espíritus para alcanzar la vida? 10En efecto, aquéllos, según bien les parecía, nos corregían para proporcionarnos una felicidad de pocos días; pero este, mirando a nuestro provecho, nos corregía para hacernos participantes de su santidad. 11Ninguna corrección parece por el momento agradable, sino dolorosa; pero al fin ofrece frutos apacibles de justicia a los ejercitados por ella.

Hay que tener alientos


12Por lo cuál, enderezad las manos caídas y las rodillas debilitadas, 13y enderezad vuestros pasos, para que los cojos no se salgan del camino, antes bien sean curados. 14Procurad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá a Dios; 15mirando bien que ninguno sea privado de la gracia de Dios, que ninguna raíz amarga, brotando, la impida y corrompa la fe e inficione a muchos. 16Mirad que ninguno incurra en fornicación, impureza o impiedad, como Esaú, que vendió su progenitura por una comida. 17Bien sabéis cómo, queriendo después heredar la bendición, fue desechado y no halló lugar de penitencia, aunque con lágrimas lo buscó.

Excelencia de la nueva alianza


18Que no os habéis allegado al monte tangible, al fuego encendido, al torbellino, a la obscuridad, a la tormenta, 19al sonido de la trompeta y a la voz de las palabras, que quienes las oyeron rogaron que no se les hablase más; 20porque no podían oirla sin temor. Si un animal tocaba al monte, había de ser apedreado. 21Y tan terrible era la aparición, que Moisés dijo: «Estoy aterrado y tembloroso». 22Pero vosotros os habéis allegado al monte de Sión, a la ciudad de Dios vivo, a la Jerusalén celestial y a las miríadas de ángeles, a la asamblea, 23a la congregación de los primogénitos, que están escritos en los cielos, y a Dios, Juez de todos, y a los espíritus de los justos perfectos, 24y al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión de la sangre, que habla mejor que la de Abel.

25Mirad que no recuséis al que habla, porque si aquéllos, recusando al que en la tierra les hablaba, no escaparon al castigo, mucho menos nosotros, si desechamos al que desde el cielo nos habla, 26cuya voz entonces estremecía la tierra y ahora hace esta promesa: «Todavía una vez, yo conmoveré no sólo la tierra, sino también el cielo». 27Este «todavía una vez» muestra el cambio de las cosas movibles, por razón de haberse ya cumplido, a fin de que permaneciesen las no conmovibles. 28Por lo cual, ya que recibimos el reino inconmovible, guardemos la gracia, por la cual serviremos agradablemente a Dios con temor y reverencia, 29porque mostró Dios ser un fuego devorador.

Diversos preceptos morales


13 1Permanezca entre vosotros la fraternidad, 2no os olvidéis de la hospitalidad, pues por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles. 3Acordaos de los presos como si vosotros estuvierais presos con ellos, y de los que sufren malos tratos, como si estuvierais en su cuerpo.

4El matrimonio sea tenido por todos en honor; el lecho conyugal sea sin mancha, porque Dios ha de juzgar a los fornicarios y a los adúlteros. 5Sea vuestra vida exenta de avaricia, contentándoos con lo que tengáis, porque el mismo Dios ha dicho: «No te dejaré ni te desampararé». 6De manera que animosos podemos decir: «El Señor es mi ayuda, no temeré; ¿qué podrá hacerme el hombre?»

7Acordaos de vuestros pastores, que os predicaron la palabra de Dios, y considerando el fin de su vida, imitad su fe. 8Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos. 9No os dejéis llevar de doctrinas varias y extrañas; porque es mejor fortalecer el corazón con la gracia que con viandas, de las que ningún provecho sacaron los que a ellas se apegaron. 10Nosotros tenemos un altar, del que no tienen facultad de comer los que sirven en el tabernáculo. 11Los cuerpos de aquellos animales cuya sangre, ofrecida por los pecados, es introducida en el santuario por el pontífice, son quemados fuera del campamento. 12Por lo cual también Jesús, a fin de santificar con su propia sangre al pueblo, padeció fuera de la puerta.

13Salgamos, pues, a El fuera del campamento, cargados con su oprobio, 14que no tenemos aquí ciudad permanente, antes buscamos la futura. 15Por El ofrezcamos de continuo a Dios sacrificio de alabanza, esto es, el fruto de los labios que bendicen su nombre. 16De la beneficencia y de la mutua asistencia no os olvidéis, que en tales sacrificios se complace Dios. 17Obedeced a vuestros pastores y estadles sujetos, que ellos velan sobre vuestras almas, como quien ha de dar cuenta de ellas, para que lo hagan con alegría y sin gemidos, que esto sería para vosotros poco venturoso. 18Orad por nosotros. Confiamos en que tenemos buena conciencia y que queremos vivir bien en todo. 19Sobre todo os ruego que hagáis oración para que yo os sea pronto restituido. 20El Dios de la paz, que sacó de entre los muertos, por la sangre de la alianza eterna, al gran Pastor de las ovejas, nuestro Señor Jesús, 21os haga perfectos en todo bien, para hacer su voluntad, cumpliendo en vosotros lo que es grato en su presencia, por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Conclusión

22Os ruego, hermanos, que llevéis con paciencia este discurso de exhortación, porque en verdad os he escrito brevemente. 23Sabed que ha sido puesto en libertad vuestro hermano Timoteo, en cuya compañía, si viniere pronto, os he de ver. 24Saludad a todos vuestros pastores y a todos los santos. Os saludan los de Italia. 25La gracia sea con todos vosotros. Amén.

EPISTOLA DE SANTIAGO
Saludo

1 1Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus de la dispersión, salud.
De la perseverancia en las pruebas

2Tened, hermanos míos, por sumo gozo veros rodeados de diversas tentaciones, 3considerando que la prueba de vuestra fe engendra la paciencia. 4Mas tenga obra perfecta la paciencia, para que seáis perfectos y cumplidos, sin faltar en cosa alguna. 5Si alguno de vosotros se halla falto de sabiduría, pídala a Dios, que a todos da largamente y sin reproche, y le será otorgada. 6Pero pida con fe, sin vacilar en nada, que quien vacila es semejante a las olas del mar, movidas por el viento y llevadas de una a otra parte. 7Hombre semejante no piense que recibirá nada de Dios. 8Es varón indeciso e inconstante en todos sus caminos.

9Gloríese el hermano pobre en su exaltación, 10el rico en su humillación, porque como la flor de heno pasará. 11Se levantó el sol con sus ardores secóse el heno, se marchitó la flor y desapareció su belleza. Así también el rico se marchitará en sus empresas. 12Bienaventurado el varón que soporta la tentación, porque, probado, recibirá la corona de la vida que Dios prometió a los que le aman.

13Nadie en la tentación diga: «Soy tentado por Dios». Porque Dios ni puede ser tentado al mal ni tienta a nadie. 14Cada uno es tentado por sus propias concupiscencias, que le atraen y seducen. 15Luego la concupiscencia, cuando ha concebido, pare el pecado, y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte. 16No os engañéis, hermanos míos carísimos. 17Todo buen don y toda dádiva perfecta viene de arriba, desciende del Padre de las luces, en el cual no se da mudanza ni sombra de alteración. 18De su propia voluntad nos engendró por la palabra de la verdad, para que seamos como primicias de sus criaturas.
Deberes hacia la verdad

19Sabéis, hermanos míos carísimos, que todo hombre debe ser pronto para escuchar, tardo para hablar, tardo para airarse, 20porque la cólera del hombre no obra la justicia de Dios. 21Por esto, deponiendo toda sordidez y todo resto de maldad, recibid con mansedumbre la palabra injerta en vosotros, capaz de salvar vuestras almas. 22Ponedla en práctica y no os contentéis sólo con oírla, que os engañaría; 23pues quien se contente con sólo oír la palabra sin practicarla, será semejante al varón que contempla en un espejo su rostro, 24y apenas se contempla se va y al instante se olvida de cómo era; 25mientras que quien atentamente considera la ley perfecta, la de la libertad, ajustándose a ella, no como oyente olvidadizo, sino como cumplidor, éste será bienaventurado por sus obras.

26Si alguno cree ser religioso y no refrena su lengua, se engaña, porque su religión es vana. 27La religión pura e inmaculada ante Dios Padre es visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y conservarse sin mancha en este mundo.
La caridad

2 1Hermanos míos, no juntéis la acepción de personas con la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo. 2Porque si entrando en vuestra asamblea un hombre con anillos de oro en los dedos, en traje magnífico, y entrando asimismo un pobre con traje raído, 3fijáis la atención en el que lleva el traje magnífico y le decís: Tú siéntate aquí honrosamente; y al pobre le decís: Tú quédate ahí en pie, o siéntate bajo mi escabel, 4¿no juzgáis por vosotros mismos y venís a ser jueces perversos? 5Escuchad, hermanos míos carísimos: ¿No escogió Dios a los pobres según el mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del reino que tiene prometido a los que le aman? 6Y vosotros afrentáis al pobre. ¿No son los ricos los que os oprimen y os arrastran ante los tribunales? 7¿No son ellos los que blasfeman el buen nombre invocado sobre nosotros? 8Si en verdad cumplís la ley regia de la Escritura: «Amarás al prójimo como a ti mismo», bien hacéis; 9pero si obráis con acepción de personas, cometéis pecado, y la Ley os argüirá de transgresores. 10Porque quien observe toda la Ley, pero quebrante un solo precepto, viene a ser reo de todos; 11pues el mismo que dijo: «No adulterarás», dijo también: «No matarás». Y si no adulteras, pero matas, te has hecho transgresor de la Ley. 12Hablad y juzgad como quienes han de ser juzgados por la ley de la libertad. 13Porque sin misericordia será juzgado el que no hace misericordia. La misericordia aventaja al juicio.
La fe y las obras

14¿Qué le aprovecha, hermanos míos, a uno decir: «Yo tengo fe», si no tiene obras? ¿Podrá salvarle la fe? 15Si el hermano o la hermana están desnudos y carecen de alimento cotidiano, 16y alguno de vosotros les dijere: «Id en paz, que podáis calentaros y hartaros», pero no les diereis con qué satisfacer la necesidad de su cuerpo, ¿qué provecho les vendría? 17Así también la fe, si no tiene obras, es de suyo muerta. 18Mas dirá alguno: «Tú tienes fe y yo tengo obras». Muéstrame sin las obras tu fe, que yo por mis obras te mostraré la fe. 19¿Tú crees que Dios es uno? Haces bien. Mas también los demonios creen y tiemblan. 20¿Quieres saber, hombre vano, que es estéril la fe sin las obras? 21Abraham, nuestro padre, ¿no fue justificado por las obras cuando ofreció sobre el altar a Isaac, su hijo? 22¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras y que por las obras se hizo perfecta la fe? 23y cumplióse la Escritura que dice: «Pero Abraham creyó a Dios, y le fue imputado a justicia, y fue llamado amigo de Dios».

24Ved, pues, cómo por las obras y no por la fe solamente se justifica el hombre. 25Y asimismo Rahab, la meretriz, ¿no se justificó por las obras, recibiendo a los mensajeros y despidiéndolos por otro camino? 26Pues como el cuerpo sin el espíritu es muerto, así también es muerta la fe sin las obras.
Pecados de la lengua

3 1Hermanos míos, no seáis muchos en pretender haceros maestros, sabiendo que seremos juzgados más severamente, 2porque todos ofendemos en mucho. Si alguno no peca de palabra, es varón perfecto, capaz de gobernar con el freno todo su cuerpo. 3A los caballos les ponemos freno en la boca para que nos obedezcan, y así gobernamos todo su cuerpo. 4Ved también las naves, que, con ser tan grandes y ser empujadas por vientos impetuosos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto. 5Así también la lengua, con ser un miembro pequeño, se atreve a grandes cosas. Ved que un poco de fuego basta para quemar todo un gran bosque. 6También la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. Colocada entre nuestros miembros, la lengua contamina todo el cuerpo, e inflamada por el infierno, inflama a su vez toda nuestra vida.

7Todo género de fieras, de aves, de reptiles y animales marinos es domable y ha sido domado por el hombre; 8pero a la lengua nadie es capaz de domarla, es un azote irrefrenable y está llena de mortífero veneno. 9Con ella bendecimos al Señor y Padre nuestro y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a imagen de Dios. 10De la misma boca proceden la bendición y la maldición. Y esto, hermanos míos, no debe ser así. 11¿Acaso la fuente echa por el mismo caño agua dulce y amarga? 12¿Puede acaso, hermanos míos, la higuera producir aceitunas, o higos la vid? Y tampoco un manantial puede dar agua salada y agua dulce.
La sabiduría

13¿Quién de entre vosotros es sabio e inteligente? Pues muestre con sus obras y conducta su mansedumbre y su sabiduría. 14Pero si tenéis en vuestros pechos un corazón lleno de amarga envidia y rencilloso, no os gloriéis ni mintáis contra la verdad; 15que no será sabiduría de arriba la vuestra, sino sabiduría terrena, animal, demoníaca. 16Porque donde hay envidias y rencillas, allí hay desenfreno y todo género de males. 17Mas la sabiduría de arriba es primeramente pura, luego pacífica, modesta, indulgente, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial, sin hipocresía, 18y el fruto de la justicia se siembra en la paz para aquellos que obran la paz.
Los enemigos de la concordia

4 1¿Y de dónde entre vosotros tantas guerras y contiendas? ¿No es de las pasiones, que luchan en vuestros miembros? 2Codiciáis, y no tenéis; matáis, ardéis en envidia, y no alcanzáis nada; os combatís y os hacéis la guerra; y no tenéis porque no pedís; 3pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones. 4Adúlteros, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemiga de Dios? Quien pretende ser amigo del mundo, se hace enemigo de Dios. 5¿O pensáis que sin causa dice la Escritura: «El Espíritu que mora en vosotros se deja llevar de la envidia»? 6Al contrario, El da mayor gracia. Por lo cual dice: «Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da la gracia».

7Someteos, pues, a Dios y resistid al diablo y huirá de vosotros. 8Acercaos a Dios, y El se acercará a vosotros. Lavaos las manos, pecadores, y purificad vuestros corazones, almas dobles. 9Sentid vuestras miserias, llorad y lamentaos; conviértase en llanto vuestra risa, y vuestra alegría en tristeza: 10Humillaos delante del Señor y El os ensalzará. 11No murmuréis unos de otros, hermanos; el que murmura de su hermano o juzga a su hermano, murmura de la Ley, juzga la Ley. Y si juzgas la Ley, no eres ya cumplidor de ella, sino juez. 12Uno solo es el legislador y el juez, que puede salvar y perder. Pero tú, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo?
A los comerciantes y a los ricos

13 Y vosotros, los que decís: «Hoy o mañana iremos a tal ciudad, y pasaremos allí el año, y negociaremos, lograremos buenas ganancias, 14no sabéis cuál será vuestra vida de mañana, pues sois humo, que aparece un momento y al punto se disipa. 15En vez de esto debíais decir: Si el Señor quiere y vivimos, haremos esto o aquello. 16Pero del otro modo os jactáis fanfarronamente, y esa jactancia es mala. 17Pues al que sabe hacer el bien y no lo hace, se le imputa a pecado.
Contra los ricos

5 1Y vosotros los ricos, llorad a gritos sobre las miserias que os amenazan. 2Vuestra riqueza está podrida; vuestros vestidos, consumidos por la polilla; 3vuestro oro y vuestra plata, comidos del orín, y el orín será testigo contra vosotros y roerá vuestras carnes como fuego. 4Habéis atesorado para los últimos días. El jornal de los obreros que han segado vuestros campos, defraudado por vosotros, clama, y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. 5Habéis vivido en delicias sobre la tierra, entregados a los placeres, y habéis engordado para el día de la matanza. 6Habéis condenado al justo, le habéis dado muerte sin que él os resistiera.
De la paciencia

7Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. Ved cómo el labrador, con la esperanza de los preciosos frutos de la tierra, aguarda con paciencia las lluvias tempranas y las tardías. 8Aguardad también vosotros con paciencia, fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cercana. 9No os quejéis, hermanos, murmurando unos de otros, para que no incurráis en juicio: mirad que el Juez está a las puertas. 10Tomad, hermanos, por modelo de tolerancia y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor. 11Ved cómo ahora aclamamos bienaventurados a los que padecieron. Sabéis la paciencia de Job, el fin que el Señor le otorgó, porque el Señor es compasivo y misericordioso.
Juramento

12Pero ante todo, hermanos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni con otra especie de juramentos; que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para no incurrir en juicio.
Oración

13¿Está afligido alguno entre vosotros? Ore. ¿Está de buen ánimo? Salmodie. 14¿Alguno entre vosotros enferma? Haga llamar a los presbíteros de la Iglesia y oren sobre él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor, 15y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor le aliviará, y los pecados que hubiere cometido le serán perdonados. 16Confesaos, pues, mutuamente vuestras faltas y orad unos por otros para que os salvéis. Mucho puede la oración fervorosa del justo. 17Elías, hombre era, semejante a nosotros, y oró para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses; 18y de nuevo oró, y envió el cielo la lluvia, y produjo la tierra sus frutos.

19Hermanos míos, si alguno de vosotros se extravía de la verdad y otro logra reducirle, 20sepa que quien convierte a un pecador de su errado camino salvará su alma de la muerte y cubrirá la muchedumbre de sus pecados.

EPISTOLA I DE SAN PEDRO
Saludo

1 1Pedro, apóstol de Jesucristo, a los elegidos extranjeros de la dispersión, del Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, 2elegidos según la presciencia de Dios Padre en la santificación del Espíritu para la obediencia y la aspersión de la sangre de Jesucristo: la gracia y la paz os sean multiplicadas.
Acción de gracias

3Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia nos reengendró a una viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, 4para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, que os está reservada en los cielos, 5a los que por el poder de Dios habéis sido guardarlos mediante la fe para la salud que está dispuesta a manifestarse en el tiempo último. 6Por lo cual exultáis, aunque ahora tengáis que entristeceros un poco, en las diversas tentaciones, 7para que vuestra fe, probada, más preciosa que el oro, que se corrompe aunque acrisolado por el fuego, aparezca digna de alabanza, gloria y honor, en la revelación de Jesucristo, 8a quien amáis sin haberlo visto, en quien ahora creéis sin verle, y os regocijáis con un gozo inefable y glorioso, 9recibiendo el fruto de vuestra fe, la salud de las almas. 10Acerca de la cual inquirieron e investigaron los profetas que vaticinaron la gracia a vosotros destinada, 11escudriñando qué y cuál tiempo indicaba el Espíritu de Cristo, que en ellos moraba y de antemano testificaba los padecimientos de Cristo y las glorias que habían de seguirlos. 12A ellos fue revelado que no a sí mismos, sino a vosotros, servían con esto, que os ha sido anunciado ahora por los que os evangelizaron, movidos del Espíritu Santo, enviado del cielo y que los mismos ángeles desean contemplar.
Dignidad del cristiano

13Por lo cual, ceñidos los lomos de vuestra mente y apercibidos, tened vuestra esperanza completamente puesta en la gracia que os ha traído la revelación de Jesucristo. 14Como hijos de obediencia, no os conforméis a las concupiscencias que primero teníais en vuestra ignorancia, 15antes, conforme a la santidad del que os llamó, sed santos en todo, 16porque escrito está: «Sed santos, porque santo soy yo». 17Y si llamáis Padre al que sin acepción de personas juzga a cada cual según sus obras, vivid con temor todo el tiempo de vuestra peregrinación, 18considerando que habéis sido rescatados de vuestro vano vivir según la tradición de vuestros padres, no con plata y oro, corruptibles, 19sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha, 20ya conocido antes de la creación del mundo y manifestado al fin de los tiempos por amor vuestro; 21los que por El creéis en Dios, que le resucitó de entre los muertos y le dio la gloria, de manera que en Dios tengamos nuestra fe y nuestra esperanza.

22Pues que por la obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para una sincera caridad, amaos entrañablemente unos a otros, 23como quienes han sido engendrados no de semilla corruptible, sino incorruptible, por la palabra viva y permanente de Dios, 24porque «toda carne es como heno, y toda su gloria, como flor de heno. Secóse el heno y se cayó la flor, 25mas la palabra del Señor permanece para siempre». Y esta palabra es la que os ha sido anunciada.
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