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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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4 1Así, pues, que supo el Señor que habían oído los fariseos cómo Jesús hacía más discípulos y bautizaba más que Juan, 2aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos, 3abandonó la Judea y partió de nuevo para Galilea.
Encuentro con la samaritana

4Tenía que pasar por Samaria. 5Llega, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, próxima a la heredad que dio Jacob a José, su hijo, 15donde estaba la fuente de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó sin más junto a la fuente; era como la hora de sexta. 7Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: Dame de beber, 8pues los discípulos habían ido a la ciudad a comprar provisiones.

9Dícele la mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, mujer samaritana? Porque no se tratan judíos y samaritanos. 10Respondió Jesús y dijo: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías a El, y El te daría a ti agua viva. 11Ella le dijo: Señor, no tienes con qué sacar el agua y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, te viene esa agua viva? 12¿Acaso eres tú más grande que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebió él mismo, sus hijos y sus rebaños? 13Respondió Jesús y le dijo: Quien bebe de esta agua volverá a tener sed; 14pero el que beba del agua que yo le diere no tendrá jamás sed; que el agua que yo le dé se hará en él una fuente que salte hasta la vida eterna.

15Díjole la mujer: Señor, dame de esa agua para que no sienta más sed ni tenga que venir aquí a sacarla. 16El le dijo: Vete, llama a tu marido y ven acá. 17Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Díjole Jesús: Bien dices: No tengo marido; 18porque cinco tuviste, y el que ahora tienes no es tu marido; en esto has dicho verdad. 19Díjole la mujer: Señor, veo que eres profeta. 20Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que es Jerusalén el sitio donde hay que adorar. 21Jesús le dijo: Créeme, mujer, que es llegada la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22Vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salud viene de los judíos; 23pero ya llega la hora, y es ésta, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, pues tales son los adoradores que el Padre busca. 24Dios es espíritu, y los que le adoran han de adorarle en espíritu y en verdad. 25Díjole la mujer: Yo sé que el Mesías, el que se llama Cristo, está para venir, y que cuando venga nos hará saber todas las cosas. 26Díjole Jesús: Soy yo, el que contigo habla.

27En esto llegaron los discípulos y se maravillaban de que hablase con una mujer, nadie, sin embargo, le dijo: ¿Qué deseas? ¿qué hablas con ella? 28Dejó, pues, su cántaro la mujer, se fue a la ciudad y dijo a los hombres: 29Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será el Mesías? 30Salieron los de la ciudad y vinieron a El. 31Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabbí, come. 32Díjoles El: Yo tengo una comida que vosotros no sabéis. 33Los discípulos se decían unos a otros: ¿Acaso alguien le ha traído de comer? 34Jesús les dijo: Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra. 35¿No decís vosotros: Aun cuatro meses y llegará la mies? Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, que ya están amarillos para la siega. 36El que siega recibe su salario y recoge el fruto para la vida eterna, para que se alegren juntamente el sembrador y el segador. 37Porque en esto es verdadero el proverbio, que uno es el que siembra y otro el que siega. 38Yo os envío a segar lo que no trabajasteis; otros lo trabajaron y vosotros os aprovecháis de su trabajo.

39Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en El por la palabra de la mujer, que atestiguaba: Me ha dicho todo cuanto he hecho. 40Pero así que vinieron a El, le rogaron que se quedase con ellos; y permaneció allí dos días 41y muchos más creyeron al oírle. 42Decían a la mujer: Ya no creemos por tu palabra, pues nosotros mismos hemos oído y conocido que éste es verdaderamente el Salvador del mundo. 43Pasados dos días, se partió de allí para Galilea. 44El mismo Jesús declaró que ningún profeta es honrado en su propia patria. 45Cuando llegó a Galilea le acogieron los galileos, que habían visto cuántas maravillas había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
Regreso a Galilea y curación del hijo de un cortesano

46Llegó, pues, otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un cortesano cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. 47Oyendo que llegaba Jesús de Judea a Galilea, salió a su encuentro y le rogó que bajase y curase a su hijo, que estaba para morir. 48Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creéis. 49Díjole el cortesano: Señor, baja antes que mi hijo muera. 50Jesús le dijo: Vete, tu hijo vive. Creyó el hombre en la palabra que le dijo Jesús y se fue. 51Ya bajaba él, cuando le salieron al encuentro sus siervos, diciéndole: Tu hijo vive. 52Preguntóles entonces la hora en que se había puesto mejor, y le dijeron: Ayer, a la hora séptima, le dejó la fiebre. 53Conoció, pues, el padre que aquella misma era la hora en que Jesús le dijo: Tu hijo vive, y creyó él y toda su casa. 54Este fue el segundo milagro que hizo Jesús viniendo de Judea a Galilea.
Curación del enfermo de la piscina

5 1Después de esto se celebraba una fiesta de los judíos y subió Jesús a Jerusalén. 2Hay en Jerusalén, junto a la puerta Probática, una piscina, llamada en hebreo Betzata, que tiene cinco pórticos. 3En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, mancos, que esperaban el movimiento del agua, 4porque el ángel del Señor descendía de tiempo en tiempo a la piscina y agitaba el agua, y el primero que bajaba después de la agitación del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que padeciese. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo; 6Jesús le vio acostado, y conociendo que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ser curado? 7Respondió el enfermo: Señor, no tengo a nadie que al moverse el agua me meta en la piscina, y mientras yo voy, baja otro antes de mí. 8Díjole Jesús: Levántate, toma la camilla y anda. 9Al instante quedó el hombre sano, y tomó su camilla y se fue.
Discusión sobre el sábado

Era el día de sábado, 10y los judíos decían al curado: Es sábado. No te es lícito llevar la camilla. 11Respondiáles: El que me ha curado me ha dicho: Coge tu camilla y vete. 12Le preguntaron: ¿Y quién es ese hombre que te ha dicho: Coge y Vete? 13El curado no sabía quién era, porque Jesús se había retirado de la muchedumbre que allí había. 14Después de esto le encontró Jesús en el templo, y le dijo: Mira que has sido curado; no vuelvas a pecar, no te suceda algo peor. 15Fuése el hombre y dijo a los judíos que era Jesús el que le había curado. 16Los judíos perseguían a Jesús por haber hecho esto en sábado; 17pero El les respondió: Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también. 18Por esto los judíos buscaban con más ahínco matarle, pues no sólo quebrantaba el sábado, sino que decía a Dios su Padre, haciéndose igual a Dios.


El Hijo obra en unión con el Padre

19Respondió, pues, Jesús, diciéndoles : En verdad, en verdad os digo que no puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque lo que éste hace, lo hace igualmente el Hijo. 20Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que El hace, y le mostrará aún mayores obras que éstas, de suerte que vosotros quedéis maravillados. 21Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere les da la vida. 22Aunque el Padre no juzga a nadie, sino que ha entregado al Hijo todo el poder de juzgar. 23Para que todos honren al Hijo, como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre, que le envió. 24En verdad, en verdad os digo que el que escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene la vida eterna y no es juzgado, porque pasó de la muerte a la vida. 25En verdad, en verdad os digo que llega la hora, y es ésta, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la escucharon vivirán. 26Pues así como el Padre tiene la vida en si mismo, así dio también al Hijo tener vida en sí mismo, 27y le dio poder de juzgar, por cuanto El es el Hijo del hombre. 28No os maravilléis de esto, porque llega la hora en que cuantos están en los sepulcros oirán su voz, 29y saldrán los que han obrado el bien para la resurrección de la vida, y los que han obrado el mal para la resurrección del juicio. 30Yo no puedo hacer por mí mismo nada; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
El testimonio del Padre a favor del Hijo

31Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería verídico; 32es otro el que de mí da testimonio, y yo sé que es verídico el testimonio que de mí da. 33Vosotros habéis mandado a preguntar a Juan, y él dio testimonio de la verdad, 34pero yo no recibo testimonio de hombre; mas os digo esto para que seáis salvos. 35Aquél era la lámpara, que arde y alumbra; y vosotros habéis querido gozar un instante de su luz. 30Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan, porque las obras que mi Padre me dio hacer, esas obras que yo hago, dan en favor mío testimonio de que el Padre me ha enviado, 37y el Padre que me ha enviado, ése da testimonio de mí. Vosotros no habéis oído jamás su voz, ni habéis visto su semblante, 38ni tenéis su palabra en vosotros, porque no habéis creído en aquel que El ha enviado. 39Escudriñad las Escrituras, ya que en ellas creéis tener la vida eterna, pues ellas dan testimonio de Mi, 40y no queréis venir a mí para tener la vida. 41Yo no recibo gloria de los hombres, 42pero os conozco y sé que no tenéis en vosotros el amor de Dios. 43Yo he venido en nombre de mi Padre y vosotros no me recibís; si otro viniera usurpando mi nombre, le recibiríais. 44¿Cómo vais a creer vosotros, que recibís la gloria unos de otros y no buscáis la gloria que procede del Único? 45No penséis que vaya yo a acusaros ante mi Padre; hay otro que os acusará, Moisés, en quien vosotros tenéis puesta la esperanza; 46porque si creyerais en Moisés, creeríais en mi, pues de mí escribió él; 47pero si no creéis en sus Escrituras, ¿cómo vais a creer en mis palabras?
Multiplicación de los panes y de los peces

(Mt 14,13-23; Mc 6,30-46; Lc 9,10-17)



6 1Después de esto partió Jesús al otro lado del mar de Galilea, de Tiberíades, 2y le seguía una gran muchedumbre, porque veían los milagros que hacía con los enfermos. 3Subió Jesús a un monte y se sentó con sus discípulos. 4Estaba cercana la Pascua, la fiesta de los judíos.

5Levantando, pues, los ojos Jesús y contemplando la gran muchedumbre que venía a El, dijo a Felipe: ¿Dónde compraremos pan para dar de comer a estos? 6Esto lo decía para probarle, porque El bien sabía lo que había de hacer. 7Contestó Felipe: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno reciba un pedacito. 8Díjole uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: 9Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero esto, ¿qué es para tantos? 10Díjole Jesús: Mandad que se acomoden. Había en aquel sitio mucha hierba verde. Se acomodaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. 11Tomó entonces Jesús los panes, y, dando gracias, dio a los que estaban recostados, e igualmente de los peces, cuanto quisieron. 12Así que se saciaron, dijo a los discípulos: Recoged los pedazos que han sobrado para que no se pierdan. 13Los recogieron, y llenaron doce cestos de fragmentos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido. 14Los hombres, viendo el milagro que había hecho, decían: Verdaderamente éste es el Profeta que ha de venir al mundo. 15Y Jesús, conociendo que iban a venir para arrebatarle y hacerle rey, se retiró otra vez al monte El solo.
Vuelta hacia Cafarnaúm

(Mt 14,24-33; Mc. 6,47-52)



16Llegada la tarde, bajaron sus discípulos al mar, 17y subiendo en la barca, se dirigían al otro lado del mar, hacia Cafarnaúm. Ya había obscurecido y aún no había vuelto a ellos Jesús, 18y el mar se había alborotado por el viento fuerte que soplaba. 19Habiendo, pues, navegado como unos veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús, que caminaba sobre el mar y se acercaba ya a la barca, y temieron. 20Pero El les dijo: Soy yo, no temáis. 21Querían ellos tomarle en la barca; pero al instante se halló la barca en la ribera, adonde se dirigían.
Concurso de los oyentes en busca de Jesús

22Al otro día, la muchedumbre que estaba al otro lado del mar echó de ver que no había sino una barquilla y que Jesús no había entrado con sus discípulos en la barca, sino que los discípulos habían partido solos. 23Pero llegaron de Tiberíades barcas cerca del sitio donde habían comido el pan, después de haber dado gracias el Señor, 24y cuando la muchedumbre vio que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos tampoco, subieron en las barcas y vinieron a Cafarnaúm en busca de Jesús.
Jesús, pan de vida para los que creen en El

25Habiéndole hallado al otro lado del mar, le dijeron: Rabbí, ¿cuándo has venido aquí. 26Les contestó Jesús y dijo: En verdad, en verdad os digo: Vosotros me buscáis no porque habéis visto los milagros, sino porque habéis comido los panes y os habéis saciado; 27procuraros no el alimento perecedero, sino el alimento que permanece hasta la vida eterna, el que el Hijo del hombre os da, porque Dios Padre le ha sellado con su sello. 28Dijéronle, pues: ¿Qué haremos para hacer obras de Dios? 29Respondió Jesús y les dijo: La obra de Dios es que creáis en aquel que El ha enviado.

30Ellos le dijeron: Pues tú, ¿qué señales haces para que veamos y creamos? ¿Qué haces? 31Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Les dio a comer pan del cielo. 32Díjoles, pues, Jesús: En verdad, en verdad os digo: Moisés no os dio pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del Cielo; 33porque el pan de Dios es el que bajó del cielo y da la vida al mundo. 34Dijéronle, pues, ellos: Señor, danos siempre ese pan.

35Les contestó Jesús: Yo soy el pan de vida; el que viene a mí, ya no tendrá más hambre, y el que cree en mí, jamás tendrá sed. 36Pero yo os digo que vosotros me habéis visto y no me creéis; 37todo lo que el Padre me da viene a mí, y al que viene a mí yo no le echaré fuera, 38porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39Y ésta es la voluntad del que me envió: que yo no pierda nada dé lo que me ha dado, sino que lo resucite en el último día. 40Porque ésta es la voluntad de mi Padre, que todo el que ve al Hijo y cree en El tenga la vida eterna, y yo le resucitaré en el último día. 41Murmuraban de El los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que bajó del cielo, 42y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Pues cómo dice ahora: Yo he bajado del cielo?

43Respondió Jesús y les dijo: No murmuréis entre vosotros. 44Nadie puede venir a mí si el Padre, que me ha enviado, no le trae, y yo le resucitaré en el último día. 45En los Profetas está escrito: «Y serán todos enseñados de Dios». Todo el que oye a mi Padre y recibe su enseñanza viene a Mí; 46no que alguno haya visto al Padre, sino sólo el que está en Dios, ése ha visto al Padre. 47En verdad, en verdad os digo: El que cree tiene la vida eterna.
El pan eucarístico

48Yo soy el pan de vida; 49 vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. 50Este es el pan que baja del cielo, para que el que come no muera. 51Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo.

52Disputaban entre sí los judíos, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? 53Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo que, si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. 54El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día. 55Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. 56El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él. 57Así como me envió mi Padre vivo, y vivo yo por mi Padre, así también el que me come vivirá por mí. 58Este es el pan bajado del cielo; no como el pan que comieron los padres y murieron; el que come este pan vivirá para siempre. 59Esto lo dijo enseñando en una sinagoga de Cafarnaúm.
Efectos del sermón en los discípulos
60Luego de haberlo oído, muchos de sus discípulos dijeron: ¡Duras son estas palabras! ¿Quién puede oírlas? 61Conociendo Jesús que murmuraban de esto sus discípulos, les dijo: ¿Esto os escandaliza? 62¿Pues qué sería si vierais al Hijo del hombre subir allí adonde estaba antes? 63El espíritu es el que da vida, la carne no aprovecha para nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida; 64pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque sabía Jesús desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que había de entregarle. 65Y decía: Por esto os dije que nadie puede venir a mí si no le es dado de mi Padre. 66Desde entonces muchos de sus discípulos se retiraron, y ya no le seguían, 67y dijo Jesús a los doce: ¿Queréis iros vosotros también? 68Respondióle Simón Pedro: Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna, 69y nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios. 70Respondióle Jesús: ¿No he elegido yo a los doce? Y uno de vosotros es un diablo. 71Hablaba de Judas Iscariote, porque éste, uno de los doce, había de entregarle.
Estado de los ánimos en Galilea y Jerusalén

7 1Después de esto andaba Jesús por Galilea, pues no quería ir a Judea, porque los judíos le buscaban para darle muerte. 2Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos. 3Dijéronle sus hermanos: Sal de aquí y vete a Judea para que tus discípulos vean las obras que haces; 4nadie hace esas cosas en secreto si pretende manifestarse. Puesto que eso haces, muéstrate al mundo. 5Pues ni sus hermanos creían en El. 6Jesús les dijo: Mi tiempo no ha llegado aún, pero vuestro tiempo siempre está pronto. 7El mundo no puede aborreceros a vosotros, pero a mí me aborrece, porque doy testimonio contra él de que sus obras son malas. 8Vosotros subid a la fiesta; yo no subo a esta fiesta, porque aún no se ha cumplido mi tiempo. 9Dicho esto, se quedó en Galilea.

10Una vez que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces subió El también no manifiestamente, sino en secreto. 11Los judíos le buscaban en la fiesta y decían: ¿Dónde está ése? 12Y había entre las muchedumbres gran cuchicheo acerca de El. Los unos decían: Es bueno; pero otros decían: No, seduce a las turbas. 13Sin embargo, nadie hablaba libremente de El por temor de los judíos.
La defensa de Jesús acerca del quebrantamiento del sábado

14Mediada ya la fiesta, subió Jesús al templo y enseñaba. 15Admirábanse los judíos, diciendo: ¿Cómo es que éste, no habiendo estudiado, sabe letras? 16Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. 17Quien quisiere hacer la voluntad de El conocerá si mi doctrina es de Dios o si es mía. 18El que de sí mismo habla busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le ha enviado, ése es veraz y no hay en él injusticia. 19¿No os dio Moisés la Ley? Y ninguno de vosotros cumple la Ley. ¿Por qué buscáis darme muerte? 20La muchedumbre respondió: Tú estás poseído del demonio; ¿quién busca darte muerte? 21Respondió Jesús y les dijo: Una obra he hecho, y todos os maravilláis. 22Moisés os dio la circuncisión no que proceda de Moisés, sino de los padres, y vosotros circuncidáis a un hombre en sábado. 23Si un hombre recibe la circuncisión en sábado para que no quede incumplida la ley de Moisés, ¿por qué os irritáis contra mí porque he curado del todo a un hombre en sábado? 24No juzguéis según las apariencias; juzgad según justicia.
Origen divino del Mesías

25Decían, pues, algunos de los de Jerusalén ¿No es éste a quien buscan matar? 26Y habla libremente y no le dicen nada, ¿Será, que de verdad habrán reconocido las autoridades que es el Mesías? 27Pero de éste sabemos de dónde viene; mas del Mesías, cuando venga, nadie sabrá de dónde viene. 28Jesús, enseñando en el templo, gritó y dijo: Vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy; y yo no he venido de mí mismo, pero el que me ha enviado es veraz, aunque vosotros no le, conocéis. 29Yo le conozco, porque procedo de El, y El me ha enviado. 30Buscaban, pues, prenderle, pero nadie le ponía las manos, porque aún no había llegado su hora.
Desaparición misteriosa de Jesús

31De la multitud muchos creyeron en El, y decían: El Mesías, cuando venga, ¿hará más milagros de los que éste hace? 32Oyeron los fariseos a la muchedumbre que cuchicheaba acerca de El, y enviaron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos alguaciles para que le prendiesen, 33Dijo entonces Jesús: Aún estaré con vosotros un poco de tiempo, y me iré al que me ha enviado. 34Me buscaréis y no me hallaréis, y a donde yo voy, vosotros no podéis venir. 35Dijéronse entonces los judíos: ¿Adónde va a ir éste que nosotros no hayamos de hallarle? ¿Acaso quiere irse a la dispersión de los gentiles a enseñarlos a ellos? 36¿Qué es esto que dice: Me buscaréis y no me hallaréis, y a donde yo voy, vosotros no podéis venir?
La promesa del agua viva

37El último día, el día grande de la fiesta, se detuvo Jesús y gritó, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38El que cree en mí, según dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su seno. 39Esto dijo del Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en El, pues aún no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.
Diversos pareceres sobre Jesús

40De la muchedumbre, algunos que escuchaban estas palabras decían: Verdaderamente que éste es el Profeta. 41Otros decían: Este es el Mesías; pero otros replicaban: ¿Acaso el Mesías puede venir de Galilea? 42¿No dice la Escritura que del linaje de David y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Mesías? 43Y se originó un desacuerdo en la multitud por su causa. 44Algunos de ellos querían apoderarse de El, pero nadie le puso las manos. 45Volvieron, pues, los alguaciles a los príncipes de los sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído? 46Respondieron los alguaciles: Jamás hombre alguno habló como éste. 47Pero los fariseos les replicaron: ¿Es que también vosotros os habéis dejado engañar? 48¿Acaso algún magistrado o fariseo ha creído en El? 49Pero esta gente, que ignora la Ley, son unos malditos. 50Les dijo Nicodemo, el que habla ido antes a El, que era uno de ellos: 51¿Acaso nuestra Ley condena a un hombre antes de oírle y sin averiguar lo que hizo? 52Le respondieron y dijeron: ¿También tú eres de Galilea? Investiga y verás que de Galilea no ha salido profeta alguno. 53Y Se fueron cada uno a su casa.
La mujer adúltera
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