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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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8 1Se fue Jesús al monte de los Olivos, 2pero de mañana, otra vez volvió al templo, y todo el pueblo venía a El, y sentado, los enseñaba. 3Los escribas y fariseos trajeron a una mujer cogida en adulterio y, poniéndola en medio, 4le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante delito de adulterio. 5En la Ley nos ordena Moisés apedrear a éstas; tú, ¿qué dices? 6Esto lo decían tentándole, para tener de qué acusarle. Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en tierra. 7Como ellos insistieran en preguntarle, se incorporó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, arrójele la piedra el primero. 8E inclinándose de nuevo, escribía en tierra. 9Ellos que le oyeron, fueron saliéndose uno a uno, comenzando por los más ancianos, y quedó El solo y la mujer en medio. 10Incorporándose Jesús, le dijo: Mujer, ¿dónde están? ¿nadie te ha condenado? 11Dijo ella: Nadie, Señor. Jesús dijo: Ni yo te condeno tampoco; vete y no peques más.
Jesús, luz del mundo, atestiguado por el Padre

12Otra vez les habló Jesús, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida. 13Dijéronle, pues, los fariseos: Tú das testimonio de ti mismo, y tu testimonio no es verdadero. 14Respondió Jesús y dijo: Aunque yo dé testimonio de mi mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde vengo y adónde voy, mientras que vosotros no sabéis de dónde vengo o adónde voy. 15Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; 16y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy solo, sino yo y el Padre, que me ha enviado. 17En vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos es verdadero. 18Yo soy el que da testimonio de mí mismo, y el Padre, que me ha enviado, da testimonio de mí. 19Pero ellos le decían: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. 20Estas palabras las dijo Jesús en el gazofilacio, enseñando en el templo, y nadie puso en El las manos, porque aún no había llegado su hora.
Peligro de los judíos en desconocer a Jesús

21Todavía les dijo: Yo me voy y me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado; a donde yo voy no podéis venir vosotros. 22Los judíos se decían: ¿Acaso va a darse muerte, que dice: A donde yo voy no podéis venir vosotros? 23El les decía: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. 24Os dije que moriríais en vuestro pecado, porque si no creyerais, moriréis en vuestros pecados. 25Ellos decían: ¿Tú quién eres? Jesús les dijo: Es precisamente lo que os estoy diciendo. 26Mucho tengo que hablar y juzgar de vosotros, pues el que me ha enviado es veraz, y yo hablo al mundo lo que le oigo a El. 27No comprendieron que les hablaba del Padre. 28Dijo, pues, Jesús: Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces conoceréis que soy yo, y no hago nada de mí mismo, sino que, según me enseñó el Padre, así hablo. 29El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que es de su agrado. 30Hablando El esas cosas, muchos creyeron en El.
Los judíos no son hijos de Abraham ni de Dios, sino hijos del diablo

31Jesús decía a los judíos que habían creído en El: Si permanecéis en mi palabra, seréis en verdad discípulos míos 32y conoceréis la verdad, y la verdad os librará. 33Respondiéronle ellos: Somos linaje de Abraham, y de nadie hemos sido jamás siervos; ¿cómo dices tú: Seréis libres? 34Jesús les contestó: En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es siervo del pecado. 35El siervo no permanece en la casa para siempre. 36Si, pues, el Hijo os librare, seréis verdaderamente libres. 37Sé que sois linaje de Abraham; pero buscáis matarme, porque mi palabra no ha sido acogida por vosotros. 38Yo hablo lo que he visto en el Padre; y vosotros también hacéis lo que habéis oído de vuestro padre. 39Respondieron y dijéronle: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. 40Pero ahora buscáis quitarme la vida, a mí, un hombre que os ha hablado la verdad, que oyó de Dios; eso Abraham no lo hizo. 41Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.

Dijéronle ellos: Nosotros no somos nacidos de fornicación; tenemos por padre a Dios. 42Díjoles Jesús: Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais a mí; porque yo he salido y vengo de Dios, pues yo no he venido de mí mismo, antes es El quien me ha enviado. 43¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis oír mi palabra. 44Vosotros tenéis por padre al diablo, y queréis hacer los deseos de vuestro padre. El es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él. Cuando habla la mentira, habla de lo suyo propio, porque el es mentiroso y padre de la mentira. 45Pero a mí, porque os digo la verdad, no me creéis. 46¿Quién de vosotros me argüirá de pecado? Si os digo la verdad, ¿por qué no me creéis? 47El que es de Dios oye las palabras de Dios; por eso vosotros no las oís, porque no sois de Dios. 48Respondieron los judíos y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano y tienes demonio? 49Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, sino que honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis a Mí. 50Yo no busco mi gloria; hay quien la busque y juzgue, 51En verdad, en verdad os digo: Si alguno guardare mi palabra, jamás verá la muerte.



52Dijéronle los judíos: Ahora nos convencernos de que estás endemoniado. Abraham murió, y también los profetas, y tú dices: Quien guardare mi palabra no gustará la muerte nunca. 53¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Abraham, que murió y los profetas murieron. ¿Quién pretendes ser? 54Respondió Jesús: Si yo me glorifico a mi mismo, mi gloria no vale nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís que es vuestro Dios. 55Y no le conocéis, pero yo le conozco; y si dijere que no le conozco, sería semejante a vosotros, embustero; mas yo le conozco y guardo su palabra. 56Abraham, vuestro padre, se regocijó pensando en ver mi día; lo vio y se alegro. 57Pero los judíos le dijeron: ¿No tienes aún cincuenta años y has visto a Abraham. 58Respondió Jesús: En verdad, en verdad os digo: Antes que Abraham naciese, era yo. 59Entonces tomaron piedras para arrojárselas; pero Jesús se ocultó y salió del templo.
La curación del ciego de nacimiento

9 1Pasando, vio a un hombre ciego de nacimiento, 2y sus discípulos le preguntaron, diciendo: Rabbí, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego? 3Contestó Jesús: Ni pecó éste ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. 4Es preciso que yo haga las obras del que me envió mientras es de día; venida la noche, ya nadie puede trabajar. 5Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo. 6Diciendo esto, escupió en el suelo, hizo con saliva un poco de lodo y untó con lodo los ojos, 7y le dijo: Vete y lávate en la piscina de Siloé que quiere decir enviado. Fue, pues; se lavó y volvió con vista. 8Los vecinos y los que antes le conocían, pues era mendigo, decían: ¿No es éste el que estaba sentado pidiendo limosna? 9Unos decían que era él; otros decían: No, pero se le parece. El decía: Soy yo. 10Entonces le decían: ¿Pues cómo se te han abierto los ojos? 11Respondió él: Ese hombre llamado Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: Vete a Siloé y lávate; fui, me lavé y recobré la vista. 12Y le dijeron: ¿Dónde está ése? Contestó: No lo sé.
Discusión sobre el valor del milagro

13Llevan a presencia de los fariseos al antes ciego, 14pues era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. 15De nuevo le preguntaron los fariseos cómo había recobrado la vista. El les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, me lavé y veo. 16Dijeron entonces algunos de los fariseos: No puede venir de Dios este hombre, pues no guarda el sábado. Otros decían: ¿Y cómo puede un hombre pecador hacer tales milagros? Y había desacuerdo entre ellos. 17Otra vez dijeron al ciego: ¿Qué dices tú de ese que te abrió los ojos? El contestó: Que es profeta.

18No querían creer los judíos que aquél era ciego y que había recobrado la vista hasta que llamaron a sus padres, 19y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, de quien vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo ahora ve? 20Respondieron los padres y dijeron: Lo que sabemos es que éste es nuestro hijo y que nació ciego; 21Cómo ve ahora, no lo sabemos; quién le abrió los ojos, nosotros no lo sabemos; preguntádselo a él, edad tiene; que él hable por sí.

22Esto dijeron sus padres porque temían a los judíos, pues ya éstos habían convenido en que, si alguno le confesaba Mesías, fuera expulsado de la sinagoga. 23Por esto sus padres dijeron: Edad tiene; preguntadle a él. 24Llamaron, pues, por segunda vez al ciego y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador. 25A esto respondió él: Si es pecador, no lo sé; lo que sé es que, siendo ciego, ahora veo. 26Dijéronle también: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? 27El les respondió: Os lo he dicho ya y no habéis escuchado. ¿Para qué queréis oírlo otra vez? ¿Es que queréis haceros discípulos suyos? 28Ellos, insultándole, dijeron: Sé tú discípulo suyo: nosotros somos discípulos de Moisés. 29Nosotros sabemos que Dios habló a Moisés; cuanto a éste, no sabemos de dónde viene. 30Respondió el hombre y les dijo: Eso es de maravillar que vosotros no sepáis de dónde viene, habiéndome abierto a mí los ojos. 31Sabido es que Dios no oye a los pecadores; pero si uno es piadoso y hace su voluntad, a ése le escucha. 32Jamás se oyó decir que nadie haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. 33Si éste no fuera de Dios, no podía hacer nada. 34Respondieron y dijéronle: Eres todo pecado desde que naciste, ¿y pretendes enseñarnos? Y le echaron fuera.
La fe y la ceguera

35Oyó Jesús que le habían echado fuera, y encontrándole, le dijo: ¿Crees en el Hijo del hombre? 36Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en El? 37Díjole Jesús: Le estás viendo; es el que habla contigo. 38Dijo él: Creo, Señor, y se postró ante El. 39Jesús dijo: Yo he venido al mundo para un juicio, para que los que no ven vean y los que ven se vuelvan ciegos. 40Oyeron esto algunos fariseos que estaban con El y le dijeron: ¿Conque nosotros somos también ciegos? 41Díjoles Jesús: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero ahora decís: Vemos, y vuestro pecado permanece.
El pastor y el rebaño

10 1En verdad, en verdad os digo que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador; 2pero el que entra por la puerta, ése es pastor de las ovejas. 3A éste le abre el portero, y las ovejas oyen su voz, y llama a sus ovejas por su nombre y las saca fuera; 4y cuando las ha sacado todas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz; 5pero no seguirán al extraño; antes huirán de el porque no conocen la voz de los extraños. Les dijo esta semejanza; pero no entendieron qué era lo que les hablaba. 7De nuevo les dijo Jesús: En verdad, en verdad os digo: Yo soy la puerta de las ovejas; 8todos cuantos han venido eran ladrones y salteadores, pero las ovejas no los oyeron. 9Yo soy la puerta; el que por mí entrare se salvará, y entrará y saldrá y hallará pasto. 10El ladrón no viene sino para, robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante. 11Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas; 12el asalariado, el que no es pastor, dueño de las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas, y huye, y el lobo arrebata y dispersa las ovejas, 13porque es asalariado y no le da cuidado de las ovejas. 14Yo soy el buen pastor y conozco a las mías, y las mías me conocen a mí, 15como el, Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, y pongo mi vida por las ovejas. 16Tengo otras ovejas que no son de este aprisco, y es preciso que yo las traiga, y oirán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor.
La muerte de Jesús

17Por esto el Padre me ama, porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo. 18Nadie me la quita, soy yo quien la doy de mí mismo. Tengo poder para darla y poder para volver a tomarla. Tal es el mandato que del Padre he recibido.
Pareceres contrarios

19Otra vez se suscitó desacuerdo entre los judíos a propósito de estos razonamientos. 20Pues muchos de ellos decían: Está endemoniado, ha perdido el juicio; ¿por qué le escucháis? 21Otros decían: Estas palabras no son de un endemoniado, ni el demonio puede abrir los ojos a los ciegos.
Jesús, uno con su Padre

22Se celebraba entonces en Jerusalén la Dedicación; era invierno, 23y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. 24Le rodearon, pues, los judíos y le decían: ¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si eres el Mesías, dínoslo claramente. 25Respondióles Jesús: Os lo dije y no lo creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí; 26pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. 27Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, 28y yo les doy la vida eterna, y no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. 29Lo que mi Padre me dio es mejor que todo, y nadie podrá arrebatar nada de la mano de mi Padre. 30Yo y el Padre somos una sola cosa. 31De nuevo los judíos trajeron piedras para apedrearle. 32Jesús les respondió: Muchas obras os he mostrado de parte de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? 33Respondiéronle los judíos: Por ninguna obra buena te apedreamos, sino por la blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios. 34Jesús les replicó: ¿No está escrito en vuestra Ley: «Yo digo: Dioses sois»? 35¿Si llama dioses a aquellos a quienes fue dirigida la palabra de Dios, y la Escritura no puede fallar, 36de Aquel a quien el Padre santificó y envió al mundo decís vosotros: Blasfemas, porque dije: Soy Hijo de Dios? 37Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; 38pero si las hago, ya que no me creáis a mí, creed a las obras, para que sepáis y conozcáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre. 39De nuevo buscaban cogerle, pero El se deslizó de entre sus manos.
Huida de Jesús hacia el Jordán

40Partió de nuevo al otro lado del Jordán, al sitio en que Juan había bautizado la primera vez, y permaneció allí. 41Muchos venían a El y decían: Juan no hizo milagro alguno, pero todas cuantas cosas dijo Juan de éste eran verdaderas. 42Y muchos allí creyeron en El.
Vuelta a Betania

11 1Había un enfermo, Lázaro, de Betania, de la aldea de María y Marta, su hermana. 2Era esta María la que ungió al Señor con ungüento y le enjugó los pies con sus cabellos, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo. 3Enviaron, pues, las hermanas a decirle: Señor, el que amas está enfermo. 4Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. 5Jesús amaba a Marta y a su hermana y a Lázaro. 6Aunque oyó que estaba enfermo, permaneció en el lugar en que se hallaba dos días más; 7pasados los cuales dijo a los discípulos: Vamos otra vez a Judea.

8Los discípulos le dijeron: Rabbí, los judíos te buscan para apedrearse, ¿y de nuevo vas allá? 9Respondió Jesús: ¿No son doce las horas del día? Si alguno camina durante el día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10pero si camina de noche, tropieza, porque no hay luz en él. 11Esto dijo, y después añadió: Lázaro, nuestro amigo, está dormido, pero yo voy a despertarle. 12Dijéronle entonces los discípulos: Señor, si duerme, sanará. 13Hablaba Jesús de su muerte, y ellos pensaron que hablaba del descanso del sueño. 14Entonces les dijo, Jesús claramente: Lázaro ha muerto, 15y me alegro por vosotros de no haber estado allí para que creáis; pero vamos allá. 16Díjole pues, Tomás, llamado Dídimo, a los compañeros: Vamos también nosotros a morir con El.
Conversaciones con Marta

17Fue, pues, Jesús y se encontró con que llevaba ya cuatro días en el sepulcro. 18Estaba Betania cerca de Jerusalén como unos quince estadios, 19y muchos judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas por su hermano. 20Marta, pues, en cuanto oyó que Jesús llegaba, le salió al encuentro; pero María se quedó sentada en casa. 21Dijo, pues, Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano; 22pero sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo otorgará. 23Díjole Jesús: Resucitará tu hermano. 24Marta le dijo: Sé que resucitará en la resurrección , en el último día. 25Díjole Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá; 26y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees tú esto? 27Díjole ella: Sí, Señor; yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que ha venido a este mundo.

28Diciendo esto, se fue y llamó a María, su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está ahí y te llama. 29Cuando oyó esto, se levantó al instante y se fue a El, 30pues aún no había entrado Jesús en la aldea, sino que se hallaba aún en el sitio donde le había encontrado Marta. 31Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, viendo que María se levantaba con prisa y salía, la siguieron pensando que iba al monumento para llorar allí. 32Así que María llegó donde Jesús estaba, viéndole, se echó a sus pies, diciendo: Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano.
La resurrección de Lázaro

33Viéndola Jesús llorar, y que lloraban también los judíos que venían con ella, se conmovió hondamente y se turbó, 34y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Dijéronle: Señor, ven y ve. 35Lloró Jesús, 36y los judíos decían: ¡Cómo le amaba! 37Algunos de ellos dijeron: ¿No pudo éste, que abrió los ojos del ciego, hacer que no muriese? 38Jesús, otra vez conmovido en su interior, llegó al monumento, que era una cueva tapada con una piedra. 39Dijo Jesús: Quitad la piedra. Díjole Marta, la hermana del muerto: Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días. 40Jesús le dijo: ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios? 41Quitaron, pues, la piedra, y Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; 42yo sé que siempre me escuchas, pero por la muchedumbre que me rodea lo digo, para que crean que tú, me has enviado. 43Diciendo esto gritó con fuerte voz: Lázaro, sal fuera. 44Salió el muerto, ligados con fajas pies y manos y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Soltadle y dejarle ir.
Resolución del consejo

45Muchos de los judíos que habían venido a María y vieron lo que había hecho, creyeron en El, 46pero algunos se fueron a los fariseos y les dijeron lo que había hecho Jesús. 47Convocaron entonces los príncipes de los sacerdotes y los fariseos una reunión y dijeron: ¿Qué hacemos, que este hombre hace muchos milagros? 48Si le dejamos así, todos creerán en El, y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. 49Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada; 50¿no comprendéis que conviene que muera un hombre por todo el pueblo, y no que perezca todo el pueblo? 51No dijo esto de sí mismo, sino que, como era pontífice aquel año, profetizó que Jesús había de morir por el pueblo, 52y no sólo por el pueblo, sino para reunir en uno todos los hijos de Dios, que están dispersos. 53Desde aquel día tomaron la resolución de matarle.

54Jesús, pues, ya no andaba en público entre los judíos; antes se fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efrem, y allí moraba con los discípulos. 55Estaba próxima la Pascua de los judíos, y muchos subían del campo a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse. 56Buscaban, pues, a Jesús, y unos a otros se decían en el templo: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta? 57Pues los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes para que, si alguno supiese dónde estaba, lo indicase, a fin de echarle mano.
La unción en Betania

(Mt 26,6-13 Mc 14,3-9)



12 1Seis días antes de la Pascua vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. 2Le dispusieron allí una cena; y Marta servía, y Lázaro era de los que estaban a la mesa con El. 3María, tomando una libra de ungüento de nardo legítimo, de gran valor, ungió los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos, y la casa se llenó del olor del ungüento. 4Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que había de entregarle, dijo: 5¿Por qué este ungüento no se vendió en trescientos denarios y se dio a los pobres? 6Esto decía, no por amor a los pobres, sino porque era ladrón, y, llevando él la bolsa, hurtaba de lo que en ella echaban. 7Pero Jesús dijo: Déjala, lo tenía guardado para el día de mi sepultura. 8Porque pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí no me tenéis siempre.
Concurso de curiosos en Betania

9Una muchedumbre de judíos supo que estaba allí, y vinieron, no solo por Jesús, sino por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. 10Los príncipes de los sacerdotes habían resuelto matar a Lázaro, 11pues por él muchos judíos se iban y creían en Jesús.
Entrada triunfal en Jerusalén

(Mt 21,1-9; Mc 11,1-1o; Lc 19,29-40)



12Al día siguiente, la numerosa muchedumbre que había venido a la fiesta, habiendo oído que Jesús llegaba a Jerusalén, 13tomaron ramos de palmera y salieron a su encuentro gritando: ¡Hosanna! Bendito el que viene en nombre del Señor y el Rey de Israel.

14Habiendo Jesús encontrado un pollino, montó sobre él, según está escrito: 15«No temas, hija de Sión; he aquí que viene tu rey montado sobre un pollino de asna». 16Esto no lo entendieron, desde luego, los discípulos; pero cuando fue glorificado Jesús, entonces recordaron que de El estaban escritas estas cosas que ellos le habían hecho. 17Le rendía testimonio la muchedumbre que estaba con El cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le resucitó de entre los muertos. 18También por esto le salió al encuentro la multitud, porque habían oído que había hecho este milagro. 19Entre tanto los fariseos se decían: Ya veis que no adelantamos nada. Ya veis que todo el mundo se va en pos de El.
Griegos deseosos de ver a Jesús

20Había algunos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. 21Estos, pues, se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, queremos ver a Jesús. 22Felipe fue y se lo dijo a Andrés; Andrés y Felipe vinieron y se lo dijeron a Jesús.
El triunfo de Jesús en su muerte

23Jesús les contestó diciendo: Es llegada la hora en que el Hijo del hombre será glorificado. 24En verdad, en verdad os digo que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo; pero si muere, llevará mucho fruto. 25El que ama su alma, la pierde; pero el que aborrece su alma en este mundo, la guardará para la vida eterna. 26Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también ni servidor; si alguno me sirve, mi Padre le honrará. 27Ahora mi alma se siente turbada. ¿Y qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? ¡Mas para esto he venido yo a esta hora! 28Padre, glorifica tu nombre. Llegó entonces una voz del cielo: «Le glorifiqué y de nuevo le glorificaré». 29La muchedumbre que allí estaba y oyó, decía que había tronado; otros decían: Le habló un ángel.

30Jesús respondió y dijo: No por mí se ha dejado oír esta voz, sino por vosotros. 31Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera, 32y yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré todos a Mí. 33Esto lo decía indicando de qué muerte había de morir.
Desconcierto en la muchedumbre

34La multitud le contestó: Nosotros sabemos por la Ley que el Mesías permanece para siempre: ¿Cómo, pues, dices tú que el Hijo del hombre ha de ser levantado? ¿Quién es ese Hijo del hombre?» 35Díjoles Jesús: Por poco tiempo aún está la luz en medio de vosotros. Caminad mientras tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas, pues el que camina en tinieblas no sabe por dónde va. 36Mientras tenéis luz, creed en la luz, para ser hijos de la luz. Esto dijo Jesús, y partiendo se ocultó de ellos.
La incredulidad judía, prevista por Jesús

37Aunque había hecho tan grandes milagros en medio de ellos, no creían en El, 38para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dice: «Señor, ¿quién prestó fe a nuestro mensaje?, y el brazo del Señor, ¿a quién ha sido revelado?» 39Por esto no pudieron creer, porque también había dicho Isaías: 40«El ha cegado sus ojos y ha endurecido su corazón, no sea que con sus ojos vean, con su corazón entiendan y se conviertan y los sane». 41Esto dijo Isaías porque vio su gloria y habló de El. 42Sin embargo, aun muchos de los jefes creyeron en El, pero por causa de los fariseos no le confesaban, temiendo ser excluidos de la sinagoga, 43porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
Necesidad, de creer en Jesús

44Jesús, clamando, dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado, 45y el que me ve, ve al que me ha enviado. 46Yo he venido como luz al mundo, para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas 47Y si alguno escucha mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo, porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. 48El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene ya quien le juzgue, la palabra que yo he hablado, ésa le juzgará en el último día, 49porque yo no he hablado de mi mismo; el Padre mismo que me ha enviado es quien me mandó lo que he de decir y hablar, 50y yo sé que su precepto es la vida eterna. Así, pues, las cosas que yo hablo, las hablo según el Padre me ha dicho.
SEGUNDA PARTE
Pasión Y Resurrección De Jesucristo

(13-20)
Lavatorio de los pies


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