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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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9 1Habiendo convocado a los doce, les dio poder sobre todos los demonios y de curar enfermedades, 2y les envió a predicar el reino de Dios y a hacer curaciones. 3Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni báculo, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni llevéis dos túnicas. 4En cualquier casa en que entréis, quedaos allí, sin dejarla hasta partir. 5Cuanto a los que no quieran recibimos, saliendo de aquella ciudad, sacudios el polvo de los pies en testimonio contra ellos. 6Partieron y recorrieron las aldeas anunciando el Evangelio y curando en todas partes.
La opinión de Herodes sobre Jesús

(Mt 14,1-12; Mc 6,14~16)



7Tuvo noticias Herodes el tetrarca de todos estos sucesos, y estaba vacilante por cuanto algunos decían que era Juan, que había resucitado de entre los muertos; 8otros, que era Elías, que había aparecido, y otros, que había resucitado alguno de los antiguos profetas. 9Dijo Herodes: A Juan le degollé yo: ¿quién puede ser éste, de quien oigo tales cosas? Y deseaba verle.
Regreso de los discípulos y multiplicación de los panes

(Mt 14,13-23; Mc 6,30-34; Jn 6,1-15)

A su vuelta, los apóstoles le contaron cuanto habían hecho. 10El, tomándolos consigo, se retiró a un lugar apartado cerca de una ciudad llamada Betsaida. 11Pero la muchedumbre se dio cuenta y fue en pos de El. Habiéndolos recibido, les hablaba del reino de Dios y curaba a todos los necesitados. 12Empezaba ya a declinar el día, y acercándosele los doce, le dijeron: Despide a la muchedumbre para que vayan a las aldeas y alquerías de alrededor, donde se alberguen y encuentren alimentos, porque aquí estamos en el desierto. 13El les contestó: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: No tenernos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar provisiones para todo este pueblo... 14Porque eran unos cinco mil hombres. Y dijo a sus discípulos: Hacedlos recostarse por grupos como de cincuenta. 15Lo hicieron así, diciéndoles que se recostasen todos, 16y tomando los cinco panes y los dos peces, alzó los ojos al cielo, los bendijo y se los dio a los discípulos para que los sirviesen a la muchedumbre. 17Comieron, se saciaron todos y se recogieron de las sobras doce cestos de mendrugos.
La confesión de Pedro

(Mt 16,13-28; Mc 8,27-39)



18Aconteció que orando El a solas, estaban con El los discípulos, a los cuales preguntó: ¿Quién dicen las muchedumbres que soy yo? 19Respondiendo ellos, le dijeron: Juan Bautista; otros, Elías; otros, que uno de los antiguos profetas ha resucitado. 20Díjoles El: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios. 21El les prohibió decir esto a nadie, añadiendo: 22Es preciso que el Hijo del hombre padezca mucho y que sea rechazado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y sea muerto y resucité al tercer día.
Necesidad de seguir a Jesús

23Decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome cada día su cruz y sígame. 24Porque quien quisiere salvar su vida, la perderá; pero quien perdiere su vida por amor de mí, la salvará. 25Pues ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si él se pierde y se condena? 26Porque quien se avergonzaré de mí y de mis palabras, de él se avergonzará el Hijo del hombre cuando venga en su gloria y en la del Padre y de los santos ángeles. 27En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte antes que vean el reino de Dios.
La transfiguración

(Mt 17,1-13; Mc 9,1-12)



28Aconteció como unos ocho días después de estos discursos que, tomando a Pedro, a Juan y a Santiago, subió a un monte a orar. 29Mientras oraba, el aspecto de su rostro se transformó, su vestido se volvió blanco y resplandeciente. 30Y he aquí que dos varones hablaban con El, Moisés y Elías, 31que aparecían gloriosos y le hablaban de su muerte, que había de cumplirse en Jerusalén. 32Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos varones que con El estaban. 33Al desaparecer éstos, dijo Pedro a Jesús: Maestro, qué bueno es estar aquí; hagamos tres cabañas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías, sin saber lo que decía. 34Mientras esto decía, apareció una nube que los cubrió, y quedaron atemorizados al entrar en la nube. 35Salió de la nube una voz que dijo: Este es mi Hijo elegido, escuchadle. 36Mientras sonaba la voz estaba Jesús solo. Ellos callaron, y por aquellos días no contaron nada de cuanto habían visto.
Curación del epiléptico endemoniado

(Mt 17,14-20; Mc 9,13-28)



37Al día siguiente, al bajar del monte, vino a su encuentro una numerosa muchedumbre, 38y uno de entre ella gritó, diciendo: Maestro, te ruego que eches una mirada sobre este mi hijo, porque es mi hijo único, 39y el espíritu le coge, le hace gritar, le agita haciéndole echar espumarajos, y a duras penas se retira de él después de haberle molido. 40He suplicado a tus discípulos que lo echasen y no han podido. 41Jesús, respondiendo, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo habré de estar con vosotros y soportaros? Traédmelo acá. 42Al acercarse, el demonio le echó por tierra y le agitó fuertemente. Pero Jesús increpó al espíritu impuro y curó al niño y se lo entregó a su padre. 43Todos se maravillaron al ver la grandeza de Dios.
Profecía de la pasión

(Mt 17,21-22: Mc 9,29-31)

Admirándose todos de cuanto hacía, dijo El a sus discípulos: 44Estad atentos a lo que voy a deciros: El Hijo dcl hombre ha de ser entregado en poder de los hombres. 45Pero ellos no sabían lo que significaban estas palabras, que estaban para ellos veladas, de manera que no las entendieron, y temían preguntarle sobre ellas.
Quién será el mayor

(Mt 18,1-5; Mc 9,32-36)



46Les vino a ellos este pensamiento: ¿quién sería entre ellos el mayor? 47Conociendo Jesús los pensamientos de su corazón, tomó a un niño, le puso junto a Sí 48y les dijo: El que recibiera a este niño en mi nombre, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió; y el menor de entre todos vosotros, ése será el más grande.
La invocación del nombre de Jesús por los extraños

(Mc 9,37-40)



49Tomando la palabra Juan, dice: Maestro, hemos visto a uno echar los demonios en tu nombre y se lo hemos estorbado, porque no era de nuestra compañía. 50Contestóle Jesús: No se lo estorbéis, pues el que no está contra vosotros está con vosotros.
TERCERA PARTE
Camino De Jerusalén

(9,51-19,28)


La mala acogida de los samaritanos

51Estando para cumplirse los días de su ascensión, se dirigió resueltamente a Jerusalén, 52y envió mensajeros delante de sí, que en su camino entraron en una aldea de samaritanos para prepararle albergue. 53No fueron recibidos, porque iban a Jerusalén. 54Viéndolos los discípulos Santiago y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que los consuma? 55Volviéndose Jesús, los reprendió, 56y se fueron a otra aldea.
Varias vocaciones

(Mt 8, 18-22)



57Siguiendo el camino, vino uno que le dijo: Te seguiré adondequiera que vayas. 58Jesús le respondió: Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza. 59A otro le dijo: Sígueme, y respondió: Señor, déjame ir primero a sepultar a mi padre. 60El le contestó: Deja a los muertos sepultar a sus muertos, y tú vete y anuncia el reino de Dios. 61Otro le dijo: Te seguiré. Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa. 62Jesús le dijo: Nadie que, después de haber puesto la mano sobre el arado, mire atrás es apto para el reino de Dios.
Misión de los setenta y dos

10 1Después de esto, designó Jesús a otros setenta y dos y los envió de dos en dos, delante de sí, a toda ciudad y lugar adonde El había de venir, 2y les dijo: La mies es mucha y los obreros pocos; rogad, pues, al amo mande obreros a su Mies. 3Id, yo os envío como corderos en medio de lobos. 4No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias, y a nadie saludéis por el camino. 5En cualquiera casa que entréis, decid primero: La paz sea con esta casa. 6Si hubiere allí un hijo de la paz, descansará sobre él vuestra paz; si no, se volverá a vosotros. 7Permaneced en esa casa y comed y bebed lo que os sirvieron, porque el obrero es digno de su salario. No vayáis de casa en casa. 8En cualquiera ciudad donde entrareis y os recibieran, comed lo que os fuere servido 9y curad a los enfermos que en ella hubiere, y decidles: El reino de Dios está cerca de vosotros. 10En cualquier ciudad donde entréis y no os recibieran, salid a las plazas y decid: 11Hasta el polvo que de vuestra ciudad se nos pegó a los pies os lo sacudimos, pero sabed que el reino de Dios está cerca. 12Yo os digo que aquel día Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad.
Ciudades incrédulas

(Mt 11,20-24)



13¡Ay de ti, Corazeín! ¡Ay de ti, Betsaida! Que si en Tiro y en Sidón hubieran sido hechos los milagros que en vosotras se han hecho, tiempo ha que en saco y sentados en ceniza hubieran hecho penitencia. 14Pero Tiro y Sidón serán tratadas con más blandura que vosotras en el juicio. 15Y tú, Cafarnaúm, ¿te levantarás hasta el cielo? Hasta el infierno serás abatida.16El que a vosotros oye, a mí me oye, y el que a vosotros desecha, a mí me desecha, y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.
Vuelta de los setenta y dos

17Volvieron los setenta y dos llenos de alegría, diciendo: Señor, hasta los demonios se nos sometían en tu nombre. 18Y El les dijo: Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo. 19Yo os he dado poder para andar sobre serpientes y escorpiones y sobre toda potencia enemiga, y nada os dañará. 20Mas no os alegréis de que los espíritus os estén sometidos; alegraos más bien de que vuestros nombres están escritos en los cielos.
Revelación del Padre a los pequeños

(Mt 11,25-30)



21En aquella hora se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeños. Sí, Padre, porque tal ha sido tu beneplácito. 22Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, y quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo. 23Vuelto a los discípulos, aparte les dijo: Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis, 24porque yo os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que oís, y no lo oyeron.
El mayor precepto

(Mt 22,34-40; Mc 12,28-34)



25Levantóse un doctor de la Ley para tentarle, y le dijo: Maestro, ¿qué haré para alcanzar la vida eterna? 26El le dijo: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees? 27Le contestó diciendo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo. 28Y le dijo: Bien has respondido. Haz esto y vivirás. 29El, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
Parábola del samaritano

30Tomando Jesús la palabra, dijo: Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en poder de ladrones, que le desnudaron, le cargaron de azotes y se fueron, dejándole medio muerto. 31Por casualidad bajó un sacerdote por el mismo camino, y, viéndole, pasó de largo. 32Asimismo un levita, pasando por aquel sitio, le vio también y pasó delante. 33Pero un samaritano que iba de camino llegó a él, y, viéndole, se movió a compasión, 34acercóse, le vendó las heridas, derramando en ellas aceite y vino; le hizo montar sobre su propia cabalgadura, le condujo al mesón y cuidó de él. 35A la mañana, sacando dos denarios, se los dio al mesonero y dijo: Cuida de él, y lo que gastares, a la vuelta te lo pagaré. 36¿Quién de estos tres te parece haber sido prójimo de aquel que cayó en poder de ladrones? 37El contestó: El que hizo con él misericordia. Contestóle Jesús: Vete y haz tú lo mismo.
Marta y María

38Yendo de camino, entró en una aldea, y una mujer, Marta de nombre, le recibió en su casa. 39Tenía ésta una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 40Marta andaba afanada en los muchos cuidados del servicio, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da enfado que mi hermana me deje a mí sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude. 41Respondió el Señor y le dijo: Marta, Marta, tú te inquietas y te turbas por muchas cosas; pero pocas son necesarias, o más bien una sola. 42María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada.
La oración dominical

(Mt 6,9-13)



11 1Acaeció que, hallándose El orando en cierto lugar, así que acabó, le dijo uno de los discípulos: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñaba a sus discípulos. 2El les dijo: Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu nombre; venga a nos tu reino, 3danos cada día el pan cotidiano; 4perdónanos nuestras deudas, porque también nosotros perdonamos a todos nuestros deudores, y no nos pongas en tentación.
Parábola del amigo importuno

5Y les dijo: Si alguno de vosotros tuviere un amigo y viniere a él a medianoche y le dijera: Amigo, préstame tres panes, 6pues un amigo mío ha llegado de viaje y no tengo qué darle. 7Y él, respondiendo de dentro, le dijese: No me molestes; la puerta está ya cerrada y mis niños están ya conmigo en la cama; no puedo levantarme para dártelos. 8Yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, a lo menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. 9Os digo, pues: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se s abrirá; 10porque quien pide recibe, y quien busca halla, y al que llama se le abre. 11¿Qué padre entre vosotros, si el hijo le pide un pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará, en vez del pez, una serpiente? 12¿O si le pide un huevo le dará un escorpión? 13Si vosotros, pues, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?
Origen del poder sobre los demonios

(Mt 12,43-45)



14Estaba expulsando a un demonio mudo, y así que salió el demonio, habló el mudo. Las muchedumbres se admiraron, 15pero algunos de ellos dijeron: Por el poder de Beelzebul, príncipe de los demonios, expulsa éste los demonios; 16otros, para tentarle, le pedían una señal del cielo. 17Pero El, conociendo sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra si mismo será devastado, y caerá casa sobre casa. 18Si, pues, Satanás se halla dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Puesto que decís que por virtud de Beelzebul expulso yo a los demonios. 19Si yo expulso a los demonios por Beelzebul, vuestros hijos, ¿por quién los expulsan? Por esto ellos mismos serán vuestros jueces. 20Pero si expulso a los demonios por el dedo de Dios, sin duda que el reino de Dios ha llegado a vosotros. 21Cuando un fuerte bien armado guarda su palacio, seguros están sus bienes; 22pero si llega uno más fuerte que él, le vencerá, le quitará las armas en que confiaba y repartirá sus despojos. 23El que no está con migo está contra mí, y el que conmigo no recoge, derrama. 24Cuando un espíritu impuro sale de un hombre, recorre los lugares áridos buscando reposo, y no hallándolo, se dice: Volveré a la casa de donde salí; 25y viniendo, la encuentra barrida y aderezada. 26Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él y, entrando, habitan allí, y vienen a ser las postrimerías de aquel hombre peores que los principios.
Elogio de la Madre de Jesús

27Mientras decía estas cosas, levantó la voz una mujer de entre la muchedumbre y dijo: Dichoso el seno que te llevó y los pechos que mamaste. 28Pero El dijo: Más bien dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan.
Juicio severo sobre la presente generación

(Mt 12,38-42)



29Creciendo la muchedumbre, comenzó a decir: Esta generación es una generación mala; pide una señal, y no le será dada otra señal que la de Jonás. 30Porque como fue Jonás señal para los ninivitas, así también lo será el Hijo del hombre para esta generación. 31La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará, porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y hay aquí algo más que Salomón. 32Los ninivitas se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque hicieron penitencia a la predicación de Jonás, y hay aquí más que Jonás.
La luz de Cristo, luz del alma

33Nadie enciende la lámpara y la pone en un rincón, ni bajo el celemín, sino sobre un candelero, para que los que entren tengan luz. 34La lámpara de tu cuerpo es tu ojo; si tu ojo es puro, todo tu cuerpo estará iluminado; pero si fuese malo, también tu cuerpo estará en tinieblas. 35Cuida, pues, que tu luz no tenga parte de tinieblas, 36porque si todo tu cuerpo es luminoso, sin parte alguna tenebrosa, todo él resplandecerá como cuando la lámpara te ilumina con vivo resplandor.
Reprensión de los fariseos y doctores

37Mientras hablaba, le invitó un fariseo a comer con él; y fue se puso a la mesa. 38El fariseo se maravilló de ver que no se había lavado antes de comer. 39El Señor le dijo: Mira, vosotros los fariseos limpiáis la copa y el plato por defuera, pero vuestro interior está lleno de rapiña y maldad. 40¡Insensatos! ¿Acaso el que ha hecho lo de fuera no ha hecho también lo de dentro? 41Sin embargo, dad limosna según vuestras facultades, y todo será puro para vosotros. 42¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, y de la ruda, y de todas las legumbres, y descuidáis la justicia y el amor de Dios! Hay que hacer esto sin omitir aquello. 43¡Ay de vosotros, fariseos, que amáis los primeros asientos en las sinagogas y los saludos en las plazas! 44¡Ay de vosotros que sois como sepulturas que no se ven, y que los hombres pisan sin saberlo! 45Tomando la palabra un doctor de la Ley, le dijo: Maestro, hablando así nos ultrajas también a nosotros. 46Pero El le dijo. ¡Ay también de vosotros, doctores de la Ley, que echáis pesadas cargas sobre los hombres, y vosotros ni con uno de vuestros dedos las tocáis! 47¡Ay de vosotros, que edificáis monumentos a los profetas, a quienes vuestros padres dieron muerte! 48Vosotros mismos atestiguáis que consentís en la obra de vuestros padres; ellos los mataron, pero vosotros edificáis. 49Por esto dice la sabiduría de Dios: Yo les envío profetas y apóstoles, y ellos los matan y persiguen, 50para que sea pedida cuenta a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde el principio del mundo, 51desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, asesinado entre el altar y el santuario; sí, os digo que le será pedida cuenta a esta generación. 52¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia; y ni entráis vosotros ni dejáis entrar! 53Cuando salió de allí comenzaron los escribas y fariseos a acosarle terriblemente y a proponerle muchas cuestiones, 54armándole trampas para cogerle por alguna palabra de su boca.
Advertencia a los discípulos

12 1Entre tanto se fue juntando la muchedumbre por millares, hasta el punto de pisarse unos a otros, y comenzó El a decir a sus discípulos: Ante todo guardaos del fermento de los fariseos, que es la hipocresía, 2pues nada hay oculto que no haya de descubrirse, y nada escondido que no llegue a saberse. 3Por esto, todo lo que decís en las tinieblas será oído en la luz, y lo que habláis al oído en vuestros aposentos será pregonado desde los terrados. 4A vosotros, mis amigos, os digo: No temáis a los que matan el cuerpo y después de esto no tienen ya más que hacer. Yo os mostraré a quién habéis de temer; temed al que, después de haber dado la muerte, tiene poder para echar en la gehenna. Sí, yo os digo que temáis a ése. 6¿No se venden cinco pájaros por dos ases? Y, sin embargo, ni uno de ellos está en olvido ante Dios. 7Aun hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados todos. No temáis; vosotros valéis más que muchos pájaros. 8Yo os digo: A quien me confesaré delante de los hombres, el Hijo del hombre le confesará delante de lo ángeles de Dios. 9El que me negare delante de los hombres, será negado ante los ángeles de Dios. 10A quien dijere una palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; pero al que blasfemara contra el Espíritu Santo, no le será perdonado. 11Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o qué habéis de responder o decir, 12porque el Espíritu Santo os enseñará en aquella hora lo que habéis de decir.
Cuidado con la avaricia

13Díjole uno de la muchedumbre: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. 14El le respondió: Pero, hombre, ¿quién me ha constituido juez o partidor entre vosotros? 15Les dijo: Mirad de guardaros de toda avaricia, porque, aunque se tenga mucho, no está la vida en la hacienda. 16Y les dijo una parábola: Había un hombre rico, cuyas tierras le dieron gran cosecha. 17Comenzó él a pensar dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, pues no tengo dónde encerrar mi cosecha? 18Y dijo: Ya sé lo que voy a hacer: demoleré mis graneros y los haré más grandes, y almacenaré en ellos todo mi grano y mis bienes, 19y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, regálate. 20Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche te pedirán el alma, y todo lo que has acumulado, ¿para quién será? 21Así será el que atesora para sí y no es rico ante Dios.
Confianza en la Providencia

22Dijo a sus discípulos: Por esto os digo: No os preocupéis de vuestra vida, por lo que comeréis; ni de vuestro cuerpo, por lo que vestiréis, 23porque la vida es más que el alimento y el cuerpo más que el vestido. 24Mirad a los cuervos, que ni hacen sementera ni cosecha, que no tienen ni despensa ni granero, y Dios los alimenta; ¿cuánto más valéis vosotros que un ave? 25¿Quién de vosotros, a fuerza de cavilar, puede añadir un codo a su estatura? 26Si, pues, no podéis ni lo menos, ¿por qué preocuparas de lo más? 27Mirad los lirios cómo crecen; ni trabajan ni hilan, y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. 28Si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, así la viste Dios, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? 29No andéis buscando qué comeréis y qué beberéis, y no andéis ansiosos, 30porque todas estas cosas las buscan las gentes del mundo, pero vuestro Padre sabe que tenéis de ellas necesidad. 31Vosotros buscad su reino, y todo eso se os dará por añadidura. 32No temas, rebañito mío, porque vuestro Padre se ha complacido en daros el reino. 33Vended vuestros bienes y dadlos en limosna; haceos bolsas que no se gastan, un tesoro inagotable en los cielos, adonde ni el ladrón llega ni la polilla roe; 34porque donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.
Necesidad de la vigilancia

35Tened ceñidos vuestros lomos y encendidas las lámparas, 36y sed como hombres que esperan a su amo de vuelta de las bodas, para que, al llegar él y llamar, al instante le abran. 37Dichosos los siervos aquellos a quienes el amo hallare en vela; en verdad os digo que se ceñirá, y los sentará a la mesa, y se prestará a servirlos. 38Ya llegue a la segunda vigilia, ya a la tercera, si los encontrare así, dichosos ellos. 39Vosotros sabéis bien que, si el amo de casa conociera a qué hora habría de venir el ladrón, velaría y no dejaría horadar su casa. 40Estad, pues, prontos, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre. 41Dijo Pedro: Señor, ¿es a nosotros a quienes dices esta parábola o a todos? 42El Señor contestó: ¿Quién es, pues, el administrador fiel, prudente, a quien pondrá el amo sobre su servidumbre para distribuirle la ración de trigo a su tiempo? 43Dichoso ese siervo a quien el amo, al llegar, le hallare haciendo así. 44En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. 45Pero si ese siervo dijere en su corazón: Mi amo tarda en venir, y comenzase a golpear a siervos y siervas, a comer, y beber, y embriagarse, 46llegará el amo de ese siervo el día que menos lo espere y a la hora que no sabe, y le mandará azotar y lo pondrá entre los infieles. 47Ese siervo que, conociendo la voluntad de su amo, no se preparó ni hizo conforme a ella, recibirá muchos azotes. 48El que no conociéndola hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos. A quien mucho se le da, mucho se le reclamará, y a quien mucho se le ha entregado, mucho se le pedirá.
Por Jesús o contra Jesús

49Yo he venido a echar fuego en la tierra, ¿y qué he de querer sino que se encienda? 50Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me siento constreñido hasta que se cumpla! 51¿Pensáis que he venido a traer la paz a la tierra? Os digo que no, sino la disensión. 52Porque en adelante estarán en una casa cinco divididos, tres contra dos y dos contra tres; 53se dividirán el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre, y la madre contra la hija, y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera, y la nuera contra la suegra.
Las señales del tiempo

54A la muchedumbre le decía también: Cuando veis levantarse una nube por el poniente, al instante decís: Va a llover. Y así es. 55Cuando sentís soplar el viento sur, decís: Va a hacer calor. Y así sucede. 56Hipócritas; sabéis juzgar del aspecto de la tierra y del cielo; ¿pues cómo no juzgáis del tiempo presente? 57¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? 58Cuando vayas, pues, con tu adversario al magistrado, procura en el camino desembarazarte de él, no sea que te entregue al juez, y el juez te ponga en manos del alguacil, y el alguacil te arroje en la cárcel. 59Te digo que no saldrás hasta que hayas pagado el último ochavo.
Invitación a la penitencia
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