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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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12 1Comenzó a hablarles en parábolas: Un hombre plantó una viña y la cercó de muro, y cavó un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a unos viñadores, y se partió lejos. 2A su tiempo, envió a los viñadores un siervo para percibir de ellos la parte de los frutos de su viña, 3y cogiéndole le azotaron y le despidieron con las manos vacías. 4De nuevo les envió otro, y le hirieron en la cabeza y le ultrajaron. 5Envió otro, y a éste le dieron muerte; igualmente a muchos otros, de los cuales a unos los azotaron y a otros los mataron. 6Le quedaba todavía uno, un hijo amado, y se lo envió también el último, diciéndose: A mi hijo le respetarán. 7Pero aquellos viñadores se dijeron para sí: Este es el heredero. ¡Ea! Matémosle y será nuestra la heredad. 8Y cogiéndole le mataron y le arrojaron fuera de la viña. 9¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y hará perecer a los viñadores y dará la viña a otros. 10¿Y no habéis leído esta escritura: «La piedra que desecharon los edificadores, ésa vino a ser cabeza de esquina; 11del Señor viene esto y es admirable a nuestros ojos»?

12Buscaban apoderarse de El, pero temían a la muchedumbre, pues conocieron que de ellos había sido dicha la parábola, y dejándole, se fueron.
El tributo del César

(Mt 22,15-22; Lc 20,20-26)



13Le enviaron algunos de los fariseos y herodianos para cogerle en una trampa. 14Llegados, le dijeron: Maestro, sabemos que eres sincero, que no te da cuidado de nadie, pues no tienes respetos humanos, sino que enseñas según verdad el camino de Dios: ¿Es lícito pagar el tributo al César o no? ¿Debemos pagar o no debernos pagar? 15El, conociendo su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario que lo vea. 16Se lo trajeron, y les dijo: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Ellos dijeron: Del César. 17Jesús replicó: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraron de El.
Cuestión de la resurrección

(Mt 22,23-33; Lc 20,27-40)



18Se le llegaron algunos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaban diciendo: 19Maestro, Moisés nos ha prescrito que si el hermano de uno viniere a morir y dejare la mujer sin hijos, tome el hermano esa mujer y dé sucesión a su hermano. 20Eran siete hermanos. El primero tomó mujer, pero al morir no dejó descendencia. 21La tomó el segundo, y murió sin dejar sucesión, e igual el tercero, 22y de los siete ninguno dejó sucesión. Después de todos murió la mujer. 23 Cuando en la resurrección resuciten, ¿de quién será la mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.

24Díjoles Jesús: ¿No está bien claro que erráis y que desconocéis las Escrituras y el poder de Dios? 25Porque, cuando resuciten de entre los muertos, ni se casarán ni serán dadas en matrimonio, sino que serán como ángeles en los cielos. 26Por lo que toca a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo habló Dios, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? 27 No es Dios de muertos, sino de vivos. Muy errados andáis.
El primer precepto

(Mt 22,34-40)



28Se le acercó uno de los escribas que había escuchado la disputa, el cual, viendo cuán bien había respondido, le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? 29Jesús contestó: El primero es: «Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, 30y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas». 31El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Mayor que éstos no hay mandamiento alguno. 32Díjole el escriba: Muy bien, Maestro: con razón has dicho que El es único y que no hay otro fuera de El, 33y que amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, es mucho mejor que todos los holocaustos y sacrificios. 34Viendo Jesús cuán atinadamente había respondido, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevió ya más a preguntarle.
Origen del Mesías

(Mt 22,41; 23,7; Lc 20,41-47)



35Tomando Jesús la palabra, decía enseñando en el templo: ¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? 36David mismo, inspirado por el Espíritu Santo, ha dicho: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. 37El mismo David le llama Señor; ¿de dónde, pues, viene que sea hijo suyo? Una gran muchedumbre le escuchaba con agrado. 38En su enseñanza les decía: Guardaos de los escribas, que gustan de pasearse con rezogantes túnicas, de ser saludados en las plazas 39y de ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes, 40mientras devoran las casas de las viudas y simulan largas oraciones. Estos tendrán un juicio muy severo.
El óbolo de la viuda

(Le 21,1-4)



41Estando sentado enfrente del gazofilacio, observaba cómo la multitud iba echando monedas en el tesoro, y muchos ricos echaban muchas. 42Llegándose una viuda pobre, echó dos leptos, que hacen un cuadrante, 43y llamando a los discípulos, les dijo: En verdad os digo que esta pobre viuda ha echado más que todos cuantos echan en el tesoro, 44pues todos echan de lo que les sobra, pero ésta de su miseria ha echado todo cuanto tenía, todo su sustento.
La magnificencia del templo

(Mt 14,1-3; Lc 21,5-7)



13 1Al salir El del templo, díjole uno de los discípulos: Maestro, mira qué piedras y qué construcciones. 2Y Jesús le dijo: ¿Veis estas grandes construcciones? No quedará aquí piedra sobre piedra que no sea destruida.
La cuestión del fin

3Habiéndose sentado en el monte de los Olivos enfrente del templo, le preguntaban aparte Pedro y Santiago, Juan y Andrés: 4Dinos cuándo será esto y cuál será la señal de que todo esto va a cumplirse.
Tiempos de angustia

(Mt 24,4-14; Lc 21,8-19)



5Jesús comenzó a decirles: Mirad que nadie os induzca al error. 6Muchos vendrán en mi nombre, diciendo: Yo soy; y extraviarán a muchos. 7Cuando oyereis hablar de guerras y rumores de guerras, no os turbéis: es preciso que esto suceda; pero eso no es aún el fin. 8Porque se levantarán pueblo contra pueblo y reino contra reino; habrá terremotos por diversos lugares; habrá hambres: ése es el comienzo de los dolores.
Las persecuciones contra el Evangelio

9Estad alerta: Os entregarán a los sanedrines, y en las sinagogas seréis azotados, y compareceréis ante los gobernadores y los reyes por amor de mí, para dar testimonio ante ellos. 10Antes habrá de ser predicado el Evangelio a todas las naciones. 11Cuando os lleven para ser entregados, no os preocupéis de lo que habéis de hablar, porque en aquella hora se os dará qué habléis, pues no seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu Santo. 12El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo, y se levantarán los hijos contra los padres y les darán muerte, 13y seréis aborrecidos de todos por mi nombre. El que perseverare hasta el fin, ése será salvo.
Desolación de la Judea

(Mt 24,15-31; Lc 21,20-27)



14Cuando viereis la abominación de la desolación instalada donde no debe -el que lee entienda-, entonces los que estén en Judea huyan a los montes. 15 El que esté en el terrado no baje ni entre para tomar cosa alguna de su casa, 16y el que esté en el campo no vuelva atrás para recoger su manto. 17¡Ay de aquellas que estén encintas y de las que críen en aquellos días! 18Orad para que no suceda esto en invierno.
La tribulación suprema

19Pues serán aquellos días de tribulación tal como no la hubo desde el principio de la creación que Dios creó hasta ahora, ni la habrá. 20Y si el Señor no abreviase aquellos días, nadie sería salvo: pero por amor de los elegidos, que El eligió, abreviará esos días. 21Entonces, si alguno os dijere: He aquí o allí al Mesías, no le creáis. 22Porque se levantarán falsos mesías y falsos profetas y harán señales y prodigios para inducir a error, si fuere posible, aun a los elegidos. 23Pero vosotros estad sobre aviso; de antemano os he dicho todas las cosas.
La venida del Hijo del hombre

24Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, se obscurecerá el sol, y la luna no dará su brillo, 25y las estrellas se caerán del cielo, y los poderes de los cielos se conmoverán. 26Entonces verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes con gran poder y majestad. 27Y enviará a sus ángeles, y juntará a sus elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
Parábola de la higuera

(Mt 24,.32-35; Lc 21,28-33)



28Aprended de la higuera la parábola. Cuando sus ramas están tiernas y echa hojas, conocéis que el estío está próximo. 29Así también vosotros, cuando veáis suceder estas cosas, entended que está próximo, a la puerta. 30En verdad os digo que no pasará esta generación antes que todas estas cosas sucedan. 31El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Incertidumbre del fin

(Mt 24,36-51; Lc 21,34-36)



32Cuanto a ese día o a esa hora, nadie la conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. 33Estad alerta, velad, porque no sabéis cuándo será el tiempo. 34Como el hombre que parte de viaje, al dejar su casa, encargó a sus siervos a cada uno su obra, y al portero le encargó que velase. 35Velad, pues, vosotros, porque no sabéis cuándo vendrá el amo de la casa, si por la tarde, si a medianoche, o al canto del gallo, o a la madrugada, 36no sea que, viniendo de repente, os encuentre dormidos. 37Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad.
TERCERA PARTE
Pasión Y Resurrección Del Salvador

(14-26)
La conspiración de los judíos

(Mt 26,15; Lc 22,1-2)

14 1Faltaban dos días para la Pascua y los Acimos, y buscaban los príncipes de los sacerdotes y los escribas cómo apoderarse de El con engaño y darle muerte, 2porque decían: No en la fiesta, no sea que se alborote el pueblo.
La unción de Betania

(Mt 26,6-13; Jn 12,1-8)



3Hallándose en Betania, en casa de Simón el leproso, cuando estaba recostado a la mesa, vino una mujer trayendo un vaso de alabastro lleno de un ungüento de nardo auténtico de gran valor, y rompiendo el vaso de alabastro, se lo derramó sobre la cabeza. 4Había algunos que indignados se decían unos a otros: ¿Para qué se ha hecho este derroche de ungüento? 5Porque pudo venderse en más de trescientos denarios y darlo a los pobres. Y murmuraban de ella. 6Jesús dijo: Dejadla; ¿porqué la molestáis? Una buena obra es la que ha hecho conmigo; 7porque pobres siempre los tenéis con vosotros, y cuando queráis podéis hacerles bien; pero a mí no siempre me tenéis. 8Ha hecho lo que ha podido, anticipándose a ungir mi cuerpo para la sepultura. 9En verdad os digo: dondequiera que se predique el Evangelio, en todo el mundo se hablará de lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.

La traición de judas

(Mt 26,14-16; Lc 22,3-6)

10Judas Iscariote, uno de los doce, se fue a los príncipes de los sacerdotes para entregárselo. 11Ellos, al oírle, se alegraron y prometieron darle dinero, y buscaba la ocasión oportuna para entregarle.
Preparación de la última cena

(Mt 26,17-20; Lc 22,7-18)



12El primer día de los Acimos, cuando se sacrificaba la Pascua, dijéronle los discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos para que preparemos la Pascua y la comas? 13Envió a dos de sus discípulos y les dijo: Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre con un cántaro de agua; seguidle, 14y donde él entrare, decid al dueño: El Maestro dice: ¿Dónde está mi departamento, en que pueda comer la Pascua con mis discípulos? 15El os mostrará una sala alta, grande, alfombrada, pronta. Allí haréis los preparativos para nosotros. 16Sus discípulos se fueron, y vinieron a la ciudad, y hallaron como les había dicho, y prepararon la Pascua.
Anuncio de la traición

(Mt 26,21-28; Lc 22,21-23; Jn 13,18-20)



17Llegada la tarde, vino con los doce, 18y, recostados y comiendo, dijo Jesús: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará; uno que come conmigo.

19Comenzaron a entristecerse y a decirle uno en pos de otro: ¿Soy yo?

20El les dijo: Uno de los doce, el que moja conmigo en el plato, 21pues el Hijo del hombre sigue su camino, según de El está escrito; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre será entregado! Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido.
Institución de la Eucaristía

(Mt 26,26-29; Lc 22,19-20; I Cor 11,23-26)



22Mientras comían, tomó pan, y bendiciéndolo, lo partió, se lo dio y dijo: Tomad, éste es mi cuerpo. 23Tomando el cáliz, después de dar gracias, se lo entregó, y bebieron de él todos. 24Y les dijo: Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. 25En verdad os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.
Tristes predicciones

(Mt 26,30-35; Lc 22,31-39)



26Dichos los himnos, salieron para el monte de los olivos. 27Díjoles Jesús: Todos os escandalizaréis, porque escrito está: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas; 28pero después de haber resucitado os precederé a Galilea.

29Mas Pedro le dijo: Aun cuando todos se escandalizaran, no yo. 30Jesús le respondió: En verdad te digo que tú hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres. 31Pero él más y más insistía: Aunque fuera preciso morir contigo, jamás te negaré.
La agonía de Getsemaní

(Mt 26,33746; LC 22,40-46)

Otro tanto decían todos. 32Llegaron a un lugar cuyo nombre era Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí mientras voy a orar. 33Tomando consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, comenzó a sentir temor y angustia, 34y les decía: Triste está mi alma hasta la muerte; permaneced aquí y velad. 35Adelantándose un poco, cayó en tierra y oraba que, si era posible, pasase de El aquella hora. 36Decía: Abba, Padre, todo te es posible; aleja de mí este cáliz; mas no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. 37Vino y los encontró dormidos, y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora? 38Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está pronto, mas la carne es flaca. 39De nuevo se retiró y oró haciendo la misma súplica. 40Viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque estaban sus ojos pesados; y no sabían qué responderle. 41Llegó por tercera vez y les dijo: Dormid ya y descansad. Basta. Ha llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en mano de los pecadores. 42Levantaos; vamos. Ya se acerca el que ha de entregarme.
La prisión de Jesús

(Mt 26,47-56: Lc 22,47-53; Jn 18,2-12)



43En aquel instante, cuando aún estaba El hablando, llegó Judas, uno de los doce, y con él un tropel con espadas y garrotes, de parte de los escribas y de los ancianos. 44Él traidor les había dado esta señal, diciendo: A quien besare yo, ése es; cogedle y conducidle con seguridad. 45Al instante llegó y se le acercó, diciendo: Rabbí, y le besó. 46Ellos le echaron mano y se apoderaron de El. 47Pero uno de los presentes, sacando la espada, hirió a un siervo del pontífice y le quitó una oreja. 48Tomando la palabra Jesús, les dijo: ¿Como contra ladrón habéis salido con espadas y garrotes para prenderme? 49Todos los días estaba yo en medio de vosotros en el templo enseñando y no me prendisteis; mas para que se cumplan las Escrituras. 50Y abandonándole, huyeron todos. 51Un cierto joven le seguía envuelto en una sábana sobre el cuerpo desnudo, y trataron de apoderarse de él; 52mas él, dejando la sábana, huyó desnudo.
Jesús ante el Sanedrín

(Mt 26,57-68; Lc 22,54-65; Jn 18,14)



53Condujeron a Jesús al pontífice y se juntaron todos los príncipes de los sacerdotes, los ancianos los escribas. 54Pedro le siguió de lejos, hasta entrar dentro del atrio del pontífice; y sentado con los servidores, se calentaba a la lumbre. 55Los príncipes de los sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús para hacerle morir, y no lo hallaban. 56Porque muchos testificaban falsamente contra El, pero no eran acordes sus testimonios. 57Algunos se levantaron a testificar contra Él, y decían: 58«Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré, este templo, hecho por mano de hombre, y en tres días levantaré otro que no será hecho por manos humanas. 59Ni aun así, sobre esto era concorde su testimonio.

60Levantándose en medio el pontífice, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué es esto que testifican contra ti? 61El se callaba y no respondía palabra. De nuevo el pontífice le preguntó y dijo: ¿Eres tú el Mesías, el hijo del Bendito? 62Jesús dijo: Yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del Cielo. 63El pontífice, rasgando sus vestiduras, dijo: ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? 64Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece? Y todos contestaron ser reo de muerte. 65Comenzaron a escupirle y le cubrían el rostro y le abofeteaban, diciendo: Profetiza. Y los criados le daban bofetadas.
La negación de Pedro

(Mt 26,69-75; Lc 22,55-62; Jn 18,15-27)



66Estando Pedro abajo, en el atrio, llegó una de las siervas del pontífice, 67y viendo a Pedro a la lumbre, fijó en él sus ojos y le dijo: Tú también estabas con el Nazareno, con Jesús. 68El negó, diciendo: Ni sé ni entiendo lo que tú dices. Salió fuera al vestíbulo y cantó el gallo. 69Pero la sierva, viéndole, comenzó de nuevo a decir a los presentes: Este es de ellos. 70El de nuevo negó, y pasando un poco, otra vez los presentes decían a Pedro: Efectivamente, tú eres de ellos, eres galileo. 71Pero él se puso a maldecir y a jurar: No conozco a ese que vosotros decís. 72Y al instante, por segunda vez cantó el gallo. Se acordó Pedro de la palabra que Jesús le había dicho: Antes de que el gallo cante dos veces, tu me negarás tres, y rompió a llorar.
Jesús ante Pilato

(Mt 27,1-26; Lc 22,66-23,25; Jn 18,28-40)



15 1En cuanto amaneció celebraron consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos y escribas; y todo el Sanedrín, atando a Jesús, le llevaron y entregaron a Pilato. 2Le preguntó Pilatos ¿Eres tú el rey de los judíos? Y Jesús le respondió, diciendo: Tú lo has dicho. 3E insistentemente le acusaban los príncipes de los sacerdotes.

4Pilato de nuevo le interrogó, diciendo: ¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan. 5Pero Jesús ya no respondió nada, de manera que Pilato quedó maravillado. 6Por la fiesta solía soltárseles un preso, el que pedían. 7Había uno llamado Barrabás, encarcelado con sediciosos que en una sedición habían cometido un homicidio; 8y subiendo la muchedumbre, comenzó a pedir lo que solía otorgárseles. 9Pilato les preguntó diciendo: ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos? 10Pues conocía que por envidia se lo habían entregado los príncipes de los sacerdotes. 11Pero los príncipes de los sacerdotes excitaban a la muchedumbre para que les soltase a Barrabás.

12Pilato de nuevo preguntó y dijo: ¿Qué queréis, pues, que haga de este que llamáis rey de los judíos? 13Ellos otra vez gritaron: ¡Crucifícale! 14Pero Pilato les dijo: ¿Pues qué mal ha hecho? Y ellos gritaron más fuerte: ¡Crucifícale¡ 15Pilato, queriendo dar satisfacción a la plebe, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle azotado, le entrega para que le crucificasen.
Después de la flagelación

(Mt 27,26-30; Jn 19,1-3)



16Los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a toda la cohorte, 17y le vistieron una púrpura y le ciñeron una corona tejida de espinas, 18y comenzaron a saludarle: Salve, rey de los judíos. 19y le herían en la cabeza con una caña, y le escupían, e hincando la rodilla le hacían reverencias. 20Después de haberse burlado de El le quitaron la púrpura y le vistieron sus propios vestidos.
La crucifixión

(Mt 27,31-56; Lc 22,26-40; Jn 19,16-30)

Le sacaron para crucificarle, 21y requisaron a un transeúnte, un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, para que llevase la cruz. 22Le llevaron al lugar del Gólgota, que quiere decir lugar de la calavera, 23y le dieron vino mirrado, pero no lo tomó. 24Le crucificaron y se repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos para saber qué llevaría cada uno. 25Era la hora de tercia cuando le crucificaron. 26El título de su causa estaba escrito: El rey de los judíos. 27Crucificaron con El a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda, 28 y se cumplió la escritura qué dice: Fue contado entre malhechores. 29Los transeúntes le injuriaban moviendo la cabeza y diciendo: ¡Ah!, tú que destruías el templo de Dios y lo edificabas en tres días, 30sálvate bajando de la cruz. 31Igualmente los príncipes de los sacerdotes se mofaban entre sí con los escribas, diciendo: A otros salvó, a sí mismo no puede salvarse. 32¡El Mesías, el rey de Israel! Baje ahora de la cruz para que lo veamos y crearnos. Y los que estaban con El crucificados le ultrajaban. 33Llegada la hora sexta, hubo obscuridad sobre la tierra hasta la hora de nona. 34Y a la hora de nona gritó Jesús con voz fuerte: Eloy, Eloy, lama sabacthani? Que quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 35Algunos de los presentes, oyéndole, decían: Mirad, llama a Elías. 36Corrió uno empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y se lo dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle,
Muerte de Jesús

37Jesús, dando una voz fuerte, expiró. 38Y el velo del templo se partió en dos partes de arriba abajo. 39Viendo el centurión, que estaba frente a El, de qué manera expiraba, dijo: Verdaderamente este hombre era hijo de Dios. 40Había también unas mujeres que de lejos le miraban, entre las cuales estaba María Magdalena, y María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, 41las cuales, cuando El estaba en Galilea, le seguían y le servían, y otras muchas que habían subido con El a Jerusalén.
La sepultura de Jesús

(Mt 27,57-61; Lc 23,5o-56; Jn 19,38-42)



42Llegada ya la tarde, porque era la Parasceve, es decir, la víspera del sábado, 43vino José de Arimatea, miembro ilustre del Sanedrín, el cual también esperaba el reino de Dios, que se atrevió a entrar a Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. 44Pilato se maravilló de que ya hubiera muerto. y haciendo llamar al centurión, le preguntó si en verdad había muerto ya. 41Informado del centurión, dio el cadáver a José, 46el cual compró una sábana, lo bajó, lo envolvió en la sábana y lo depositó en un monumento que estaba cavado en la peña, y volvió la piedra sobre la entrada del monumento. 47María Magdalena y María la de José miraban dónde se le ponía.
El sepulcro vacío

(Mt 28,1-1o; Lc 24,1-11; Jn 20,1-18)


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