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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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5 1Agolpándose sobre El la muchedumbre para oír la palabra de Dios, y hallándose junto al lago de Genesaret, 2vio dos barcas que estaban al borde del lago; los pescadores, que habían bajado de ellas, lavaban las redes. 3Subió, pues, a una de las barcas, que era la de Simón, y le rogó que se apartase un poco de tierra, y sentándose, desde la barca enseñaba a las muchedumbres. 4Así que cesó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro y echad vuestras redes para la pesca. 5Simón le contestó y dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y no hemos pescado nada, mas porque tú lo dices echaré las redes. 6Haciéndolo, cogieron una gran cantidad de peces, tanto que las redes se rompían, 7e hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarles. Vinieron y llenaron las dos barcas, tanto que se hundían. 8Viendo esto Simón Pedro, se postró a los pies de Jesús, diciendo: Señor, apártate de mí, que soy hombre pecador. 9Pues así el como todos sus compañeros habían quedado sobrecogidos de espanto ante la pesca que habían hecho, 10e igualmente Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Dijo Jesús a Simón: No temas; en adelante vas a ser pescador de hombres. 11Y atracando a tierra las barcas, lo dejaron todo y le siguieron.
Curación de un leproso

(Mt 8,2-4; Mc 1,40-45)


12Estando en una ciudad, un hombre cubierto de lepra, viendo a Jesús, se postró de hinojos ante El y le suplicó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. 13Extendiendo El la mano, le tocó, diciendo: Quiero, sé limpio. Y luego desapareció la lepra. 14y le encargó: No se lo digas a nadie, sino vete y muéstrate al sacerdote y ofrece por tu limpieza lo que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio. 15Cada vez se extendía más su fama, y concurrían numerosas muchedumbres para oírle y ser curados de sus enfermedades, 16pero El se retiraba a lugares solitarios y se daba a la oración.
Curación de un paralítico

(Mt 9,1-8; Mc 2,1-12)



17Sucedió un día que mientras enseñaba estaban sentados algunos fariseos y doctores de la Ley, que habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea, y de Jerusalén, y la virtud del Señor estaba en su mano para curar. 18Y he aquí que unos hombres que traían en una camilla un paralítico buscaban introducirle y presentárselo, 19pero no encontrando por dónde meterlo, a causa de la muchedumbre, subieron al terrado y por el techo le bajaron con la camilla y le pusieron en medio, delante de Jesús. 20Viendo su fe, dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. 21Comenzaron a murmurar los escribas y fariseos, diciendo: ¿Quién es éste, que así blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios? 22Conociendo Jesús sus pensamientos, respondió y les dijo: 23¿Por qué murmuráis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? 24Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder sobre la tierra para perdonar los pecados -dijo al paralítico-: A ti te digo, levántate, toma la camilla y vete a casa. 25Al instante se levantó delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a casa, glorificando a Dios. 26Quedaron todos fuera de sí y glorificaban a Dios, y llenos de temor decían: Hoy hemos visto maravillas.
Vocación de Leví

(Mt 9,9-13; Mc 2,13-17)



27Después de esto salió y vio a un publicano por nombre Leví sentado al telonio, y le dijo: Sígueme. 28El, dejándolo todo, se levantó y le siguió. 29Leví le ofreció un gran banquete en su casa, con asistencia de gran multitud de publicanos y otros que estaban recostados con ellos. 30Los fariseos y los escribas murmuraban hablando con los discípulos: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores? 31Respondiendo Jesús, les dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos, 32y no he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores a penitencia.
Porque no ayunan los discípulos de Jesús

(Mt 9,14-17; Mc 2,18-22)



33Ellos le dijeron: Los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos; pero tus discípulos comen y beben. 34Respondióles Jesús: ¿Queréis vosotros hacer ayunar a los convidados a la boda mientras con ellos está el esposo? 35Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; entonces, en aquellos días, ayunarán. 36Y les dijo una parábola: Nadie pone un remiendo de paño nuevo en un vestido viejo; de lo contrario, romperá el nuevo, y el remiendo tomado del vestido nuevo no ajustará sobre el viejo. 37Ni echa nadie vino nuevo en cueros viejos; de lo contrario, el vino nuevo romperá los cueros y se derramará, y los cueros se perderán; 38sino que el vino nuevo se echa en cueros nuevos, 39y nadie que tenga vino añejo quiere el nuevo, porque dice: El anejo es mejor.
Sobre la observancia del sábado

(Mt 12,1-14; Mc 2,23-3,6)



6 1Aconteció que un sábado, atravesando El por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y frotándolas con las manos, las comían. 2Algunos fariseos dijeron: ¿Cómo hacéis lo que no está permitido en sábado? 3Jesús las respondió: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando tuvo hambre él y sus acompañantes? 4¿Cómo entró en la casa de Dios y, tomando los panes de la proposición, comió y dio a los que venían con él, siendo así que no es lícito comerlos, sino sólo a los sacerdotes? 5Y les dijo: Dueño es del sábado el Hijo del hombre.

6Otro sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba; y había allí un hombre que tenía una mano seca. 7Le observaban los escribas y fariseos para ver si curaría en día de sábado, a fin de tener de qué acusarle. 8El, que conocía los pensamientos suyos, dijo al hombre de la mano seca: Levántate y ponte en medio. El, levantándose, se quedó en pie. 9Díjoles Jesús: Voy a haceros una pregunta: si es lícito hacer bien o hacer mal en sábado, salvar un alma o perderla. 10Y dirigiendo su mirada a todos ellos, les dijo: Extiende tu mano. El lo hizo, y su mano quedó sana. 11Ellos se llenaron de furor y trataban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.
Elección de los doce

(Mt 10,1-4; Mc 3,13-19)



12Aconteció por aquellos días que salió El hacia la montaña para orar, y pasó la noche orando a Dios. 13Cuando llegó el día llamó a sí a los discípulos y escogió a doce de ellos, a quienes dio el nombre de apóstoles: 14Simón, a quien puso también el nombre de Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago y Juan, Felipe y Bartolomé, 15Mateo y Tomás, Santiago el de Alfeo y Simón llamado el Celador, 16Judas de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. 17Bajando con ellos del monte, se detuvo en un rellano, y con El la numerosa muchedumbre de sus discípulos y una gran multitud del pueblo de toda la Judea, de Jerusalén y del litoral de Tiro y de Sidón, 8que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades; y los que eran molestados de los espíritus impuros eran curados. 19Toda la multitud buscaba tocarle, porque salía de El una virtud que sanaba a todos.
Las bienaventuranzas

(Mt 5,3-12)



20El, levantando sus ojos sobre los discípulos, decía: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. 21Bienaventurados los que ahora padecéis hambre, porque seréis hartos. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. 22Bienaventurados seréis criando, aborreciéndoos los hombres, os excomulguen, y maldigan, y proscriban vuestro nombre como malo por amor del Hijo del hombre. 23Alegraos en aquel día y regocijaos, pues vuestra recompensa será grande en el cielo. Así hicieron sus padres con los profetas.
Las imprecaciones

24Pero ¡ay de vosotros, ricos, porque habéis recibido vuestro consuelo! 25¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis! 26¡Ay cuando todos los hombres dijeren bien de vosotros, porque así hicieron sus padres con los falsos profetas!
El amor hacia los enemigos

(Mt 5,38-48)



27Pero yo os digo a vosotros que me escucháis: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, 28bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian. 29Al que te hiere en una mejilla ofrécele la otra, y a quien te tome el manto no le estorbes tomar la túnica: 30da a todo el que te pida y no reclames de quien toma lo tuyo. 31Tratad a los hombres de la manera en que vosotros queréis ser de ellos tratados. 32Si amáis a los que os aman, ¿qué gracia tendréis? Porque los pecadores aman también a quienes los aman. 33Y Si hacéis bien a los que os lo hacen, ¿qué gracia tendréis? También los pecadores hacen lo mismo. 34Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué gracia tendréis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos igual favor. 35Pero amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperanza de remuneración, y será grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo, porque El es bondadoso para con los ingratos y los malos. 36Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso. 37No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; absolved y seréis absueltos. 38Dad y se os dará; una medida buena, apretada, colmada, rebosante, será derramada en vuestro seno. La medida que con otros usareis, ésa se usará con vosotros.
Espíritu de benevolencia

(Mt 7,1-6; 15-23)



39Les dijo también una parábola: ¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? 40Ningún discípulo está sobre su maestro; para ser perfecto ha de ser como su maestro. 41¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga en el tuyo? 42¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame quitarte la paja que tienes en el ojo, cuando tú no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo, y entonces verás de quitar la paja que hay en el de tu hermano. 43Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni tampoco árbol malo que dé fruto bueno, 44pues cada árbol se conoce por su fruto: y no se cogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian racimos. 45El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca cosas buenas, y el malo saca cosas malas de su mal tesoro, pues de la abundancia del corazón habla la lengua. 46¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo?
Conclusión final

(Mt 7,24-29)



47Todo el que viene a mí y oye mis palabras y las pone por obra, os diré a quién es semejante. 48Es semejante al hombre que, edificando una casa, cava y profundiza y cimienta sobre roca; sobreviniendo una inundación, el río va a chocar contra la casa, pero no puede conmoverla, porque está bien edificada. 49 El que oye y no hace es semejante al hombre que edifica su casa sobre tierra, sin cimentar, sobre la cual choca el río, y luego se cae y viene a ser grande la ruina de aquella casa.
El centurión de Cafarnaúm

(Mt 8,5-13)



7 1Cuando hubo acabado de pronunciar estos discursos a oídos del pueblo, entró en Cafarnaúm. 2Estaba a punto de morir un siervo de cierto centurión que le era muy querido. 3Este oyendo hablar de Jesús, envió a El algunos ancianos de los judíos, rogándole que viniese para salvar de la muerte a su siervo. 4Llegados éstos a Jesús, le rogaban con instancia, diciéndole: Merece que le hagas esto, 5porque ama a nuestro pueblo y él mismo nos ha edificado la sinagoga. 6Jesús echó a andar con ellos. Ya no estaba lejos de la casa, cuando el centurión envió algunos amigos, que le dijeron: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo. 7Ni yo, me he creído digno de ir a ti. Pero di sólo una palabra y mi siervo sea sano. 8Porque también yo soy hombre sometido a la autoridad, pero tengo a la vez soldados bajo mi mando, y digo a éste: Ve, y va, y al otro: Ven, y viene: y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. 9Oyendo esto Jesús, se maravillo de él y, vuelto a la multitud que le seguía, dijo: Yo os digo que tal fe como esta no la he hallado en Israel. 10Vueltos a casa los enviados, encontraron sano al siervo.
La resurrección de Naín

11Aconteció tiempo después que iba a una ciudad llamada Naín, e iban con El sus discípulos y una gran muchedumbre. 12Cuando se acercaban a las puertas de la ciudad vieron que llevaban un muerto, hijo único de su madre, viuda, y una muchedumbre bastante numerosa de la ciudad la acompañaba. 13Viéndola el Señor, se compadeció de ella y le dijo: No llores. 14Y acercándose tocó el féretro; los que lo llevaban se detuvieron, y El dijo: Joven, a ti te hablo, levántate. 15Sentóse el muerto y comenzó a hablar, y El se lo entregó a su madre. 16Se apoderó de todos el temor y glorificaban a Dios diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros y Dios ha visitado a su pueblo. 17La fama de este suceso corrió por toda la Judea y por todas las regiones vecinas.

El mensaje del Bautista

(Mt 11,2-6)

18Los discípulos de Juan dieron a éste noticia de todas esas cosas, y llamando Juan a dos de ellos, 19los envió al Señor para decirle: ¿Eres tú el que viene o esperamos a otro? 20Llegados a El, le dijeron: Juan el Bautista nos envía a ti para preguntarte: ¿Eres tú el que viene o esperamos a otro? 21En aquella misma hora curó a muchos de sus enfermedades y males y de los espíritus malignos e hizo gracia de la vista a muchos ciegos, 22y tomando la palabra, les dijo: Id y comunicad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados; 23y bienaventurado es quien no se escandaliza de mi.
El panegírico del Bautista

(Mt 11,7-15)



24Cuando se hubieron ido los mensajeros de Juan comenzó Jesús a decir a la muchedumbre acerca de él: ¿Qué habéis salido a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? 25¿Qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con molicie? Los que visten suntuosamente y viven con regalo están en los palacios de los reyes. 26¿Qué salisteis, pues, a ver? ¿Un profeta? Sí, yo os digo, y más que profeta. 27Este es aquel de quien está escrito: «He aquí que yo envío delante de tu faz a mi mensajero, que preparará tu camino delante de ti». 28Yo os digo: no hay entre los nacidos de mujer profeta más grande que Juan; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
Actitud de los publicanos y fariseos ante la misión de Juan

(Mt 11,16-19)



29Todo el pueblo que escuchó y los publicanos conocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan, 30pero los fariseos y los doctores de la Ley anularon el consejo divino respecto de ellos no haciéndose bautizar por él. 31¿A quién, pues, compararé yo a los hombres de esta generación y a quien son semejantes? 32Son semejantes a los muchachos que, sentados en la plaza, invitan a los otros, diciendo: Os tocamos la flauta y no danzasteis, os tocamos lamentaciones y no llorasteis. 33Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decíais: Tiene demonio. 34Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: Es comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores. 35Y la sabiduría ha sido justificada por todos sus hijos.
La pecadora arrepentida

36Le invitó un fariseo a comer con él, y entrando en su casa se puso a la mesa. 37Y he aquí que llegó una mujer pecadora que había en la ciudad, la cual, sabiendo que estaba a la mesa en casa del fariseo, con un pomo de alabastro de ungüento 38se puso detrás de El, junto a sus pies, llorando, y comenzó a bañar con lágrimas sus pies y los enjugaba con los cabellos de su cabeza, y besaba sus pies y los ungía con el ungüento.

39Viendo lo cual, el fariseo que le había invitado dijo para sí: Si éste fuera profeta, conocería quién y cuál es la mujer que le toca, porque es una pecadora. 40Tomando Jesús la palabra, le dijo: Simón, tengo una cosa que decirte. El dijo: Maestro, habla. 41Un prestamista tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios; el otro, cincuenta. 42No teniendo ellos con que pagar, se lo condonó a ambos. ¿Quién, pues, le amará más? 43Respondiendo Simón, dijo: Supongo que aquel a quien condonó más. Díjole: Bien has respondido. 44Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua a los pies; mas ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos. 45No me diste el ósculo de paz; pero ella, desde que entré, no ha cesado de besarme los pies. 46No ungiste mi cabeza con óleo, y ésta ha ungido mis pies con ungüento. 47Por lo cual te digo que le son perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho. Pero a quien poco se le perdona, poco ama. 48Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. 49Comenzaron los convidados a decir entre sí: ¿Quién es éste para perdonar los pecados? 50Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz.
Las proveedoras de Jesús

8 1Yendo por ciudades y aldeas, predicaba y evangelizaba el reino de Dios. Le acompañaban los doce 2y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y de enfermedades. María llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios; 3Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, y Susana y otras varias que le servían de sus bienes.
La parábola del sembrador

(Mt 13,1-19; Mc 4,1-9)



4Reunida una gran muchedumbre de los que venían a El de cada ciudad, dijo en parábola: 5Salió un sembrador a sembrar su simiente, y al sembrar, una parte cayó junto al camino y fue pisada y las aves del cielo la comieron. 6Otra cayó sobre la peña y, nacida, se secó por falta de humedad. 7Otra cayó en medio de espinas, y creciendo con ella las espinas, la ahogaron. 8Otra cayó en tierra buena, y, nacida, dio un fruto céntuplo. Dicho esto clamó: El que tenga oídos para oír, que oiga.
Razón de las parábolas

(Mt 13,10-17; Mc 4,10-12)



9Preguntábanle sus discípulos qué significaba aquella parábola, 10y El contestó: A vosotros ha sido dado conocer los misterios del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, de manera que viendo no vean y oyendo no entiendan.
Explicación de la parábola del sembrador

(Mt 13,18-2; Mc 4,13-20)



11He aquí la parábola: La semilla es la palabra de Dios. 12Los que están a lo largo del camino son los que oyen; pero en seguida viene el diablo y arrebata de su corazón la palabra para que no crean y se salven. 13Los que están sobre peña son los que, cuando oyen, reciben con alegría la palabra; pero no tienen raíces, creen por algún tiempo y al tiempo de la tentación sucumben. 14Lo que cae entre espinas son aquellos que, oyendo, van y se ahogan en los cuidados, la riqueza y los placeres de la vida y no llegan á madurez. 15Lo caído en buena tierra son aquellos que, oyendo con corazón generoso y bueno, retienen la palabra y dan fruto por la perseverancia.
El misterio del reino debe ser conocido

(Mc 4,21-25)



16Nadie, después de haber encendido una lámpara, la cubre con una vasija ni la pone debajo de la cama, sino que la coloca sobre el candelero para que los que entren vean. 17Pues nada hay oculto que no haya de descubrirse ni secreto que no haya de conocerse y salir a la luz. 18Mirad, pues, cómo escucháis, porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que le parece tener se le quitará.
Los parientes de Jesús

(Mt 12,46-50; Mc 9,31-35)



19Vino su madre con sus hermanos y no lograron acercarse a El a causa de la muchedumbre, 20y le comunicaron: Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y desean verte. 21El contestó diciéndoles: Mi madre y mis hermanos son éstos, los que oyen la palabra de Dios y la ponen por obra.
La tempestad calmada

(Mt 8,23-27; Mc 4,35-40)



22Sucedió, pues, un día que subió con sus discípulos a una barca y les dijo: Pasemos a la otra ribera del lago. Y se dieron a la mar. 23Mientras navegaban se durmió. Vino sobre el lago una borrasca, y el agua que entraba los ponía en peligro. 24Llegándose a El, le despertaron diciendo: Maestro, Maestro, que perecemos. Despertó El e increpó al viento y al oleaje del agua, que se aquietaron, haciéndose la calma. 25Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Llenos de pasmo, se admiraban y se decían unos a otros: ¿Pero quién es éste, que manda a los vientos y al agua y le obedecen?
La curación del endemoniado y la muerte de la piara

(Mt 8,28-34; Mc 5,1-20)



26Arribaron a la región de los gerasenos, frente a Galilea, 27y bajando El a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad poseído de los demonios, que en mucho tiempo no se había vestido ni morado en casa, sino en los sepulcros. 28Cuando vio a Jesús, gritando se postró ante El y en alta voz dijo: ¿Qué hay entre mí y ti, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te pido que no me atormentes. 29Y era que El ordenaba al espíritu impuro que saliese del hombre. Muchas veces se apoderaba de él, y le ataban con cadenas y le sujetaban con grillos, pero rompía las ligaduras y era arrebatado por el demonio a los desiertos. 30Preguntóle Jesús: ¿Cuál es tu nombre? Contestó él: Legión. Porque habían entrado en él muchos demonios 31y le rogaban que no les mandase volver al abismo. 32Había allí una piara de puercos bastante numerosa paciendo en el monte, y le rogaron que les permitiese entrar en ellos. Se lo permitió, 33y saliendo los demonios del hombre, entraron en los puercos, y se lanzó la piara por un precipicio abajo hasta el lago y se ahogó.

34Viendo los porquerizos lo sucedido, huyeron y lo anunciaron en la ciudad y en los campos. 35Salieron a ver lo ocurrido, y vinieron a Jesús, y encontraron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado, vestido y en su pleno juicio, a los pies de Jesús, de lo que se quedaron espantados. 36Los que habían visto cómo el endemoniado había sido curado, lo contaban, 37 y toda la gente del territorio de los gerasenos le rogó se retirase de allí, porque estabas dominados de un gran temor. El, sabiendo a la barca, se volvió. 38El hombre de quien hablan salido los demonios le suplicaba quedarse con El, pero El le despidió, diciendo: 39Vuélvete a tu casa y refiere lo que te ha hecho Dios. Y se fue por toda la ciudad pregonando cuanto le había hecho Jesús.
La hija de jairo y la hemorroisa

(Mt 9,18-26; Mc 5,21-43)



40Cuando Jesús estuvo de vuelta le recibió la muchedumbre, pues todos estaban esperándole. 41Llegó un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga, y cayendo a los pies de Jesús le suplicaba que entrase en su casa, 42porque tenía una hija única, de unos doce años, que estaba a punto de morir. Mientras iba, las muchedumbres le ahogaban. 43Una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años y que en médicos había gastado toda su hacienda, sin lograr ser de ninguno curada, 44se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, y al instante cesó el flujo de su sangre.

45Jesús dijo: ¿Quién me ha tocado? Como todos negaban, dijo Pedro y los que le acompañaban: Maestro, las muchedumbres te rodean y te oprimen. 46Pero Jesús dijo: Alguno me ha tocado, porque yo he conocido que una virtud ha salido de Mí. 47La mujer, viéndose descubierta, se llegó temblando y, postrándose ante El, le dijo ante todo el pueblo por qué le había tocado y cómo al instante había quedado sana. , 48El le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz.

49Aún estaba hablando, cuando llegó uno de casa del jefe de la sinagoga diciendo. Tu hija ha muerto, no molestes ya al Maestro. 50Pero Jesús que lo oyó le respondió: No temas, cree tan sólo y será sana. 51Llegado a la casa, no permitió que entrasen con El más que Pedro, Juan y Santiago y el padre y la madre de la niña. 52Todos lloraban y plañían por ella. Les dijo El: No lloréis, porque no está muerta; es que duerme. 53Se burlaban de El, sabiendo que estaba muerta. 54El, tomándola de la mano, le dijo en alta voz: Niña, levántate. 55Volvió a ella el espíritu y al instante se levantó y El mandó que le diesen de comer. 56Los padres se quedaron fuera de sí; pero El les mandó que no contasen a nadie lo sucedido,
La misión de los apóstoles

(Mt 9,35-38; 10,5; Mc 6,7-13)


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