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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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1 1Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. 2Como está escrito en el profeta Isaías:

«He aquí que envío delante de ti mi ángel,

que preparará tu camino.

3 Voz de quien grita en el desierto:

Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos».



4Apareció en el desierto Juan el Bautista, predicando el bautismo de penitencia para remisión de los pecados. 5Acudían a él de toda la región de Judea, todos los moradores de Jerusalén, y se hacían bautizar por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 6Llevaba Juan un vestido de pelos de camello, y un cinturón de cuero ceñía sus lomos, y se alimentaba de langostas y miel silvestre. 7En su predicación les decía: Tras de mi viene uno más fuerte que yo, ante quien no soy digno de postrarme para desatar la correa de sus sandalias. 8Yo os bautizo en agua, pero El os bautizará en el Espíritu Santo.
El bautismo de Jesús

(Mt 3,13-17; Lc 3,21-22)



9En aquellos días vino Jesús desde Nazaret, de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.10En el instante en que salía del agua vio los cielos abiertos y el Espíritu, como paloma, que descendía sobre El, 11y se dejó oír de los cielos una voz: «Tú eres mi hijo amado, en quien yo me complazco».
El retiro de Jesús

(Mt 4,1-11; Lc 4,1-13)



12En seguida el Espíritu le empujó hacia el desierto. 13Permaneció en él cuarenta días tentado por Satanás, y moraba entre las fieras, pero los ángeles le servían.
Su predicación

(Mt 4,12-17; Lc 4,13-15)



14Después que Juan fue preso vino Jesús a Galilea predicando el Evangelio de Dios 15y diciendo: Cumplido es el tiempo, y el reino de Dios está cercano; arrepentíos y creed en el Evangelio.
Vocación de los primeros discípulos

(Mt 4,18-22; Lc 5,1-11)



16Caminando a lo largo del mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón, que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores. 17Y Jesús les dijo: Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres. 18Al instante, dejando las redes, le siguieron. 19Y continuando un poco más allá, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban también remendando sus redes en la barca, 20y los llamó. Ellos luego, dejando a su padre, Zebedeo, en la barca con los jornaleros, se fueron en pos de El.
En la sinagoga de Cafarnaúm

(Lc 4,31-37)



21Llegaron a Cafarnaúm, y luego, el día de sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba. 22Se maravillaban de su doctrina, pues la enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. 23Y luego, hallándose en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, comenzó a gritar, 24diciendo: ¿Qué hay entre ti y nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Te conozco; tú eres el Santo de Dios. 25Jesús le mandó: Cállate y sal de él. 26El espíritu impuro, agitándole violentamente, dio un fuerte grito y salió de él. 27Quedáronse todos estupefactos, diciéndose unos a otros: ¿Qué es esto? Una doctrina nueva y revestida de autoridad, que manda a los espíritus impuros y le obedecen. 28Extendióse luego su fama por doquiera en todas las regiones limítrofes de Galilea.
Curación de la suegra de Pedro

(Mt 8,14-15; Lc 4,38-39)



29Luego, saliendo de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan. 30La suegra de Simón estaba acostada con fiebre, e inmediatamente se lo dijeron. 31El, acercándose, la tomó de la mano y la levantó. La fiebre la dejó, y ella se puso a servirles.
Curaciones en la tarde del sábado

(Mt 8,16-17; Lc 4,40-41)



32Llegado el atardecer, puesto ya el sol le llevaron todos los enfermos y endemoniados, 33y toda la ciudad se reunió a la puerta: 34curó a muchos pacientes de diversas enfermedades y echó muchos demonios, y a éstos no les permitía hablar, porque le conocían.
Deja a Cafarnaúm secretamente

(Mt 4.23; Lc 4,42-44)



35A la mañana, mucho antes de amanecer, se levantó, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. 36Fue después Simón y los que con él estaban 37y hallado, le dijeron: Todos andan en busca de ti. 38El les contestó: Vamos a otra parte, a las aldeas próximas, para predicar allí, pues para esto he salido. 39Y se fue a predicar en las sinagogas de toda Galilea, y echaba los demonios.
Curación de un leproso

(Mt 8,2-4; Lc 5,12-16)



40Viene a El un leproso, que suplicando y de rodillas le dice: Si quieres, puedes limpiarme. 41Enternecido, extendió la mano, le tocó y dijo: Quiero; sé limpio. 42Y al instante desapareció la lepra y quedó limpio. 43 Despidióle luego con imperio, 44diciéndole: Mira, no digas nada a nadie; sino vete, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que Moisés ordenó en testimonio para ellos. 45Pero él, en partiendo, comenzó a pregonar a voces y a divulgar el suceso, de manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en una ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares desiertos, y allí venían a El de todas partes.
Curación de un paralítico

(Mt 9,1-8; Lc 5,17-26)



2 1Entrando de nuevo, después de algunos días, en Cafarnaúm, se supo que estaba en casa, 2y se juntaron tantos, que ni aun en el patio cabían, y El les hablaba. 3Vinieron trayéndole un paralítico, que llevaban entre cuatro. 4No pudiendo presentárselo a causa de la muchedumbre, descubrieron el terrado por donde El estaba, y hecha una abertura, descolgaron la camilla en que yacía el paralítico. 5Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Estaban sentados allí algunos escribas, que pensaban entre sí: 7¿Cómo habla así éste? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? 8Y luego, conociéndolo Jesús, con su espíritu, que así discurrían en su interior, les dice: ¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? 9¿Qué es más fácil: decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu camilla y vete? 10Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados -se dirige al paralítico-, 11yo te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. 12El se levanta, y tomando luego la camilla, salió a la vista de todos, de manera que todos se maravillaron, y glorificaban a Dios diciendo: Jamás hemos visto cosa tal.
Vocación de Leví y respuesta a ciertas críticas

(Mt 9,9-17; Lc 5,27-39)



13Salió de nuevo a la orilla del mar, y toda la muchedumbre se llegó a El, y les enseñaba. 14Al pasar vio a Leví el de Alfeo sentado al telonio, y le dijo: Sígueme. El, levantándose, le siguió. 15Estando sentado a la mesa en casa de éste, muchos publicanos y pecadores estaban recostados con Jesús y con sus discípulos, que eran muchos de los que le seguían. 16Los escribas y fariseos, viendo que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: Pero ¿es que come con publicanos y pecadores? 17Y oyéndolo Jesús, les dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos; ni he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores.

18Los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban. Vienen, pues, y le dicen: ¿Por qué, ayunando los discípulos de Juan y los de los fariseos, tus discípulos no ayunan?

19Y Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los compañeros del esposo ayunar mientras está con ellos el esposo? Mientras tienen con ellos al esposo no pueden ayunar. 20Pero días vendrán en que les arrebatarán el esposo; entonces ayunarán. 21Nadie cose un pedazo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues el remiendo nuevo se llevaría lo viejo, y la rotura se haría mayor. 22Ni echa nadie vino nuevo en cueros viejos, pues el vino rompería los cueros y se perderían vinos y cueros; el vino nuevo se echa en cueros nuevos.
Defensa de los discípulos sobre la observancia del sábado

(Mt 12,1-1; Lc 6,1-5)



23Caminando El a través de las mieses en día de sábado, sus discípulos, mientras iban, comenzaron a arrancar espigas. 24Los fariseos le dijeron: Mira, ¿cómo hacen en sábado lo que no está permitido? 25Y les dijo: ¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre él y los suyos? 26¿Cómo entró en la casa de Dios, bajo el pontífice Abiatar, y comió los panes de la proposición, que no es lícito comer sino a los sacerdotes, y los dio asimismo a los suyos? 27Y añadió: El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. 28Y dueño del sábado es el Hijo del hombre.
Curación en sábado del hombre de la mano seca

(Mt 12,9-14; Lc 6,6-11)



3 1Entró de nuevo en la sinagoga, donde había un hombre con una mano seca, 2y le observaban a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. 3Y dice al hombre de la mano seca: Levántate y sal al medio. 4Y les dice: ¿Es lícito en sábado hacer bien en vez de mal, salvar un alma y no dejarla perecer? Y ellos callaban. 5Y dirigiéndoles una mirada airada, entristecido por la dureza de su corazón, dice al hombre: Extiende tu mano. La extendió y fuele restituida la mano. 6Saliendo los fariseos, luego se concertaron con los herodianos contra El para prenderle.
Predicación al pueblo y curaciones numerosas

(Mt 4,24-25; 12,15-51; Lc 6,17-19)



7Se retiró Jesús con sus discípulos hacia el mar, y una numerosa muchedumbre de Galilea, de Judea, 8de Jerusalén, de Idumea, de Transjordania y de los alrededores de Tiro y de Sidón, una muchedumbre grande, oyendo lo que hacía, acudía a El. 9Dijo a sus discípulos que le preparasen una barca, a causa de la muchedumbre, para que ésta no le oprimiese, 10pues curaba a muchos, y cuantos padecían algún mal se echaban sobre El para tocarle. 11Los espíritus impuros, al verle, se arrojaban ante El y gritaban, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. 12El, con imperio, les mandaba que no le diesen a conocer.
Elección de los doce

(Mt 5,1; 10,1-4; Lc 6,12-16)



13Subió a un monte, y llamando a los que quiso, vinieron a El, 14y designó a doce para que le acompañaran y para enviarlos a predicar, 15con poder de expulsar a los demonios. 16Designó, pues, a los doce: a Simón, a quien puso por nombre Pedro; 17a Santiago el de Zebedeo y a Juan, hermano de Santiago, a quienes dio el nombre de Boanergues, esto es, hijos del trueno; 18a Andrés y Felipe, a Bartolomé y Mateo, a Tomás y Santiago el de Alfeo, a Tadeo y Simón el Celador, 19y a Judas Iscariote, el que le entregó.
Diversos juicios sobre Jesús

(Mt 12,24-32)



20Llegados a casa, se volvió a juntar la muchedumbre, tanto que no podían ni comer. 21Oyendo esto sus deudos, salieron para llevárselo, pues decíanse: Está fuera de Sí. 22Los escribas, que habían bajado de Jerusalén, decían: Está poseído de Beelcebul, y por virtud del príncipe de los demonios echa a los demonios.
Réplica de Jesús a los escribas

(Mt 12,31-37)



23Llamóles a sí y les dijo en parábolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? 24Si un reino está dividido contra si mismo, no puede durar. 25Y si una casa está dividida contra si misma, no podrá subsistir. 26Si, pues, Satanás se levanta contra sí mismo y se divide, no puede sostenerse, sino que ha llegado su fin. 27Mas nadie puede entrar en la casa de un fuerte y saquearla si primero no ata al fuerte, y entonces saqueará la casa. 28En verdad os digo que todo le será perdonado a los hombres, los pecados y aun las blasfemias que profieran; 29pero quien blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, es reo de eterno pecado. 30Porque ellos decían: Tiene espíritu impuro.
La verdadera familia de Jesús

(Mt 12,46-50; Lc 8,19-21)



31Vinieron su madre y sus hermanos, y desde fuera le mandaron a llamar. 32Estaba la muchedumbre sentada en torno de El y le dijeron: Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan. 33El les respondió: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? 34Y echando una mirada sobre los que estaban sentados en derredor suyo, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 35Quien hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
La parábola del sembrador

(Mt 13,1-23; Lc 8,4-15)



4 1De nuevo comenzó a enseñar junto al mar. Había en torno de El una numerosísima muchedumbre, de manera que tuvo que subir a una barca en el mar y sentarse; y la muchedumbre estaba a lo largo del mar, en la ribera. 2Les enseñaba muchas cosas en parábolas y les decía en su enseñanza: 3Escuchad: Salió a sembrar un sembrador, 4y al sembrar, una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron. 5Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no había casi tierra, y al instante brotó, por no ser profunda la tierra; 6pero en cuanto salió el sol se marchitó, y por no haber echado raíz se secó. 7Otra parte cayó entre cardos, y en creciendo los cardos la ahogaron y no dio fruto. 8Otra cayó en tierra buena y dio fruto, que subía y crecía, dando uno treinta, otro sesenta y otro ciento. 9Y decía: El que tenga oídos para oír, que oiga.

10Cuando se quedó solo le preguntaron los que estaban en torno suyo con los doce acerca de las parábolas; 11y El les dijo: A vosotros os ha sido dado a conocer el misterio del reino de Dios, pero a los otros de fuera todo se les dice en parábolas, para que

12Mirando, miren v no vean;

oyendo, oigan y no entiendan,

no sea que se conviertan y sean perdonados.

13Y les dijo: ¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a entender todas las otras? 14El sembrador siembra la palabra. 15Unos están junto al camino, y se siembra en ellos la palabra; pero en cuanto la oyen viene Satanás y arrebata la palabra que en ellos se había sembrado. 16Asimismo, los que reciben la simiente en terreno pedregoso son aquellos que, al oír la palabra, la reciben desde luego con alegría, 17pero no tienen raíces en sí mismos, sino que son inconstantes, y en cuanto sobreviene la adversidad y la persecución por la palabra, al instante se escandalizan. 18Otros hay para quienes la siembra cae entre espinas: ésos son los que oyen la palabra; 19pero sobrevienen los cuidados del siglo, la fascinación de las riquezas y las demás codicias, y la ahogan, quedando sin dar fruto. 20Los que reciben la siembra en tierra buena son los que oyen la palabra, la reciben y dan fruto, quién treinta, quién sesenta, quién ciento.
Deber de conocer el misterio del reino

(Lc 8:16-18)



21Decíales: ¿Acaso se trae la candela para ponerla bajo un celemín o bajo la cama? ¿No es para ponerla sobre el candelero? 22Porque nada hay oculto sino para ser descubierto y no hay nada escondido sino para que venga a la luz. 23Si alguno tiene oídos, que oiga. 24Decíales: Prestad atención a lo que oís: Con la medida con que midiereis se os medirá y se os añadirá. 25Pues al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
La parábola de la semilla que crece

26Decía: El reino de Dios es como un hombre que arroja la semilla en la tierra, 27y ya duerma, ya vele, de noche y de día, la semilla germina y crece, sin que él sepa cómo. 28De sí misma da fruto la tierra, primero la hierba, luego la espiga, en seguida el trigo que llena la espiga; 29y cuando el fruto está maduro, se mete la hoz, porque la mies está en sazón.
El grano de mostaza

(Mt 13,31-32)



30Decía: ¿A qué asemejaremos el reino de Dios o de dónde tomaremos parábola? 31Es semejante al grano de mostaza, que cuando se siembra en la tierra es la más pequeña de todas las semillas de la tierra; 32pero sembrado, crece y se hace más grande que todas las hortalizas, y echa ramas tan grandes, que a su sombra pueden abrigarse las aves del cielo. 33Y con muchas parábolas como éstas les proponía la palabra, según podían entender, 34y no les hablaba sin parábolas; pero a sus discípulos se las explicaba todas aparte.
La tempestad calmada

(Mt 8, 18.23-27; Lc 8,22-25)



35En aquel día les dijo, llegada ya la tarde: Pasemos al otro lado. 36Y despidiendo a la muchedumbre, le llevaron según estaba en la barca, acompañado de otras. 37Se levantó un fuerte vendaval, y las olas se echaban sobre la barca, de suerte que ésta estaba ya para llenarse. 38El estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal. Le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no te da cuidado de que perecemos? 39Y despertando, mandó al viento y dijo al mar: Calla, enmudece. Y se aquietó el viento y se hizo completa calma. 40Les dijo: ¿Por qué sois tan tímidos? ¿Aún no tenéis fe? 41Y sobrecogidos de gran temor, se decían unos a otros: ¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?
Curación de un poseso

(Mt 8,28-34; Lc 8,26-39)



5 1Llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos, 2y en cuanto salió de la barca vino a su encuentro, saliendo de entre los sepulcros, un hombre poseído de un espíritu impuro 3que tenía su morada en los sepulcros y ni aun con cadenas podía nadie sujetarle, 4pues muchas veces le habían puesto grillos y cadenas y los había roto. 5Continuamente noche y día iba entre los monumentos y por los montes gritando e hiriéndose con piedras. 6Viendo desde lejos a Jesús, corrió y se postró ante El; 7y gritando en alta voz, dice: ¿Qué hay entre ti y mí, Jesús, Hijo del Dios altísimo? Por Dios te conjuro que no me atormentes. 8Pues El le decía: Sal, espíritu impuro, de ese hombre. 9Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? El dijo: Legión es mi nombre, porque somos muchos. 10Y le suplicaba insistentemente que no le echase fuera de aquella región. 11Como hubiera por allí en el monte una gran piara de puercos paciendo, 12le suplicaban aquellos diciendo: Envíanos a los puercos para que entremos en ellos. 13Y se lo permitió, y los espíritus impuros salieron y entraron en los puercos, y la piara, en número de dos mil, se precipitó por un acantilado en el mar, y en él se abogaron. 14Los porqueros huyeron y difundieron la noticia por la ciudad y por los campos; y vinieron a ver lo que había sucedido. 15Llegándose a Jesús, contemplaban al endemoniado sentado, vestido y en su sano juicio; el que había tenido toda una legión, y temieron. 16Los testigos les referían el suceso del endemoniado y de los puercos. 17Pusiéronse a rogarle que se alejase de sus términos. 18Subido El en la barca, el endemoniado le suplicaba que le permitiese acompañarle. 19Mas no se lo permitió, antes le dijo: Vete a tu casa y a los tuyos y cuéntales cuanto el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido misericordia de ti. 20Y él se fue y comenzó a predicar en la Decápolis cuanto le había hecho Jesús, y todos se maravillaban.
Resurrección de la hija de Jairo y curación de la hemorroisa

(Mt 9,18-26; Lc 8,40-56)



21Habiendo Jesús ganado en la barca la otra ribera, se le reunió una gran muchedumbre. El estaba junto al mar. 22Llegó uno de los jefes de la sinagoga llamado Jairo, que en viéndole se arrojó a sus pies 23e instantemente le rogaba diciendo: Mi hijita está muriéndose, ven e imponle las manos para que sane y viva. 24Se fue con él, y le seguía una gran muchedumbre, que le apretaba. 25Una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años 26y había sufrido grandemente de muchos médicos, gastado toda su hacienda sin provecho alguno, antes iba de mal en peor, 27como hubiese oído lo que se decía de Jesús, vino entre la muchedumbre por detrás y tocó su vestido 28pues se decía: Si tocare siquiera su vestido, seré sana. 29Al punto se secó la fuente de la sangre, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. 30Luego Jesús, sintiendo en sí mismo la virtud que había salido de El, se volvió a la multitud y dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? 31Los discípulos le contestaron: Ves que la muchedumbre te aprieta por todas partes y dices: ¿Quién me ha tocado? 32EI echó una mirada en derredor para ver a la que lo había hecho, 33y la mujer, llena de temor y temblorosa, conociendo lo que en ella había sucedido, se llegó y, postrada ante El, declaróle toda la verdad. 34Y El le dijo: Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz y seas curada de tu mal. 35Aún estaba El hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿por qué molestar ya al Maestro? 36Pero oyendo Jesús lo que decían, dice al jefe de la sinagoga: No ternas, ten sólo fe. 37No permitió que nadie le siguiera más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. 38Llegados a la casa del jefe de la sinagoga, ve el gran alboroto de las lloronas y plañideras, 39y entrando les dice: ¿A qué ese alboroto y ese llanto? La niña no ha muerto, duerme. 40Se burlaban de El; pero El, echando a todos fuera, tomó consigo al padre de la niña, a la madre y a los que iban con El, y entró donde la niña estaba; 41y tomándola de la mano, le dijo: «Talitha, qumi», que quiere decir: Niña, a ti te lo digo, levántate. 42Y al instante se levantó la niña y echó a andar, pues tenía doce anos, y se llenaron de espanto. 43Recomendóles mucho que nadie supiera aquello, y mandó que diesen de comer a la niña.
Jesús en Nazaret

(Mt 13,53-58; Lc 4,16-30)



6 1Salió de allí y vino a su patria, siguiéndole sus discípulos. 2Llegado el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga; y la muchedumbre que le oía se maravillaba, diciendo: ¿De dónde le vienen a éste tales cosas, y qué sabiduría es esta que le ha sido dada, y cómo se hacen por su mano tales milagros? 3¿No es acaso el carpintero, hijo de María, y el hermano de Santiago, de José, y de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?, y se escandalizaban de El. 4Jesús les decía: Ningún profeta es tenido en poco sino en su patria y entre sus parientes y en su familia. 5Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de que a algunos enfermos les impuso las manos y los curó. 6El se admiraba de su Incredulidad.
La misión de los apóstoles

(Mt 1o,1-15; Lc 9,1-6)

Recorría las aldeas del contorno enseñando. 7Llamando a sí a los doce, comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros, 8y les encargó que no tomasen para el camino nada más que un bastón, ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinturón, 9y se calzasen con sandalias y no llevasen dos túnicas. 10Les decía: Dondequiera que entréis en una casa, quedaos en ella hasta que salgáis de aquel lugar, 11y si un lugar no os recibe ni os escucha, al salir de allí sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. 12Partidos, predicaron que se arrepintiesen, 13y echaban muchos demonios, y ungiendo con óleo a muchos enfermos, los curaban.

Juicio de Herodes sobre Jesús

(Mt 4,1-12; Lc 3,19-20; 9,7-9)

14Llegó esto a oídos del rey Herodes, porque se había divulgado mucho su nombre, y decía: Este es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por esto obra en El el poder de hacer milagros; 15pero otros decían: Es Elías: y otros decían que era un profeta, como uno de tantos profetas. 16Pero Herodes, oyendo esto, decía: Es Juan, a quien yo degollé, que ha resucitado. 17Porque, en efecto, Herodes se había apoderado de Juan y le había puesto en prisión a causa de Herodías la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado. 18Pues decía Juan a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano. 19Y Herodías estaba enojada contra él y quería matarle, pero no podía; 20porque Herodes sentía respeto por Juan, conociendo ser hombre justo y santo, y le amparaba, y, oyéndole, vacilaba, pero le escuchaba con gusto. 21Llegado un día oportuno, cuando Herodes en su cumpleaños ofrecía un banquete a sus magnates, y a los tribunos, y a los principales de Galilea, 22entró la hija de Herodías y, danzando, gustó a Herodes y a los comensales. El rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras y te lo daré. 23Y le juró: Cualquier cosa que me pidas te la daré, aunque sea la mitad de mi reino. 24Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué quieres que pida? Ella le contestó: La cabeza de Juan el Bautista. 25Entrando luego con presteza, hizo su petición al rey, diciendo: Quiero que al instante me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista. 26El rey, entristecido por su juramento y por los convidados, no quiso desairarla. 27Al instante envió el rey un verdugo, ordenándole traer la cabeza de Juan. Aquél se fue y le degolló en la cárcel, 28trayendo su cabeza en una bandeja, y se la entregó a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. 29Sus discípulos que lo supieron, vinieron y tomaron el cadáver y le pusieron en un monumento.
Vuelta de los discípulos y primera multiplicación de los panes

(Mt 14,13-23; Lc 9,10-17; Jn 6,1-15)



30Volvieron los apóstoles a reunirse con Jesús y le contaron cuanto habían hecho y enseñado. 31El les dijo: Venid, retirémonos a un lugar desierto que descanseis un poco, pues eran muchos los que iban y venían y ni espacio les dejaban para comer. 32Fuéronse en la barca a un sitio desierto y apartado. 33Pero les vieron ir, y muchos supieron dónde iban, y a pie, de todas las ciudades concurrieron a aquel sitio y se les adelantaron. 34Al desembarcar vio una gran muchedumbre, y se compadeció de ellos, porque eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles largamente. 35Siendo ya hora avanzada, se le acercaron los discípulos y le dijeron: El sitio es desierto y avanzada la hora; 36despídelos para que vayan a las alquerías y aldeas del contorno y se compren algo que comer. 37El, respondiendo, les dijo: Dadles vosotros de comer. Y le dijeron: ¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer? 38El les contestó: ¿Cuántos panes tenéis? Id a ver. Habiéndose informado, le dijeron: Cinco y dos peces. 39Les mandó que les hicieran recostarse por grupos sobre la hierba verde. 40Se recostaron por grupos de ciento y de cincuenta. 41El, tomando los cinco panes y los dos peces, alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes y se los entregó a los discípulos para que se los sirvieran, y los dos peces los repartió entre todos, 42Comieron todos y se hartaron, 43y recogieron doce canastos llenos de las sobras de los panes y de los peces. 44Eran los que comieron de los panes cinco mil hombres.
Jesús caminando sobre el mar

(Mt 14,24-33: Jn 6,16-21)



45En seguida mandó a sus discípulos subir a la barca y precederle al otro lado, frente a Betsaida, mientras El despedía a la muchedumbre. 46Después de haberlos despedido se fue a un monte a orar. 47Llegado el anochecer, se hallaba la barca en medio del mar y El solo en tierra. 48Viéndolos fatigados de remar, porque el viento les era contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar e hizo ademán de pasar de largo. 49Pero ellos, así que le vieron andar sobre el mar, creyendo que era un fantasma, comenzaron a dar gritos, 50porque todos le veían y estaban espantados. Pero El les habló en seguida y les dijo: Animo, soy yo, no temáis. 51Subió con ellos a la barca, y el viento se calmó, y se quedaron en extremo estupefactos, 52pues no se habían dado cuenta de lo de los panes: su corazón estaba embotado.
Jesús en Genesaret y sus cercanías

(Mt 14,34-36)



53Hecha la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. 54En cuanto salieron de la barca le conocieron, 55y corrieron de toda aquella región, y comenzaron a traer en camillas a los enfermos donde oían que El estaba. 56Adondequiera que llegaba, en las aldeas, o en las ciudades, o en las alquerías, colocaban a los enfermos en las plazas y le rogaban que les permitiera tocar siquiera la orla de su vestido; y cuantos le tocaban quedaban sanos.
Las tradiciones rabínicas

(Mt 15, 1-9)


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