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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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7 1Se reunieron en torno de El fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén, 2los cuales vieron que algunos de los discípulos comían pan con las manos impuras, esto es, sin lavárselas, 3pues los fariseos y todos los judíos, sino se lavan cuidadosamente, no comen, cumpliendo la tradición de los antiguos; 4y de vuelta de la plaza, si no se aspergen, no comen, y otras muchas cosas que han aprendido a guardar por tradición: el lavado de las copas, de las ollas y de las bandejas. 5Le preguntaron, pues, fariseos y escribas: ¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de los antiguos, sino que comen pan con manos impuras? 6EI les dijo: Muy bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí, 7pues me dan un culto vano, enseñando doctrinas que son preceptos humanos».

8Dejando de lado el precepto de Dios, os aferráis a la tradición humana. 9Y les decía: En verdad que anuláis el precepto de Dios para establecer vuestra tradición. 10Porque Moisés ha dicho: Honra a tu padre y a tu madre, y el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte. 11Pero vosotros decís: Si un hombre dijere a su padre o a su madre: Corbán, esto es, ofrenda, sea todo lo que de mí pudiera serle útil, 12ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, 13anulando la palabra de Dios por vuestra tradición que se os ha transmitido, y hacéis otras muchas cosas por el estilo.
La verdadera pureza

(Mt 15,10-20)



14Llamando de nuevo a la muchedumbre, les decía: Oídme todos y entended: 15 Nada hay fuera del hombre que entrando en él pueda mancharle; lo que sale del hombre, eso es lo que mancha al hombre. 16 El que tenga oídos para oír, que oiga. 17 Cuando se hubo retirado de la muchedumbre y entrado en casa, le preguntaron los discípulos por la parábola. 18El les contestó: ¿Tan faltos estáis vosotros de sentido? ¿No comprendéis -añadió, declarando puros todos los alimentos- que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede mancharle, 19porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y va al seceso? 20Decía, pues: Lo que del hombre sale, eso es lo que mancha al hombre, 21porque de dentro, del corazón del hombre, proceden los pensamientos malos, las fornicaciones, los hurtos, los homicidios 22los adulterios, las codicias, las maldades, el fraude, la impureza, la envidia, la blasfemia, la altivez, la insensatez. 23Todas estas maldades, del hombre proceden y manchan al hombre.
La mujer cananea

(Mt 15,21-28)



24Partiendo de allí se fue hacia los confines de Tiro. Entró en una casa, no queriendo ser de nadie conocido; pero no le fue posible ocultarse, 25porque luego, en oyendo hablar de El, una mujer cuya hijita tenía un espíritu impuro, entró y se postró a sus pies. 26Era gentil, sirofenicia de nación, y le rogaba que echase al demonio de su hija. 27El le dijo: Deja primero hartarse a los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los cachorrillos. 28Pero ella le contestó diciendo: Sí, Señor, pero los cachorrillos debajo la mesa comen de las migajas de los hijos. 29El le dijo: Por lo que has dicho, vete, el demonio ha salido de tu hija. 30Y llegada a casa, halló a la niña acostada en la cama y que el demonio había salido.
Vuelta hacia Galilea

31Dejando de nuevo los términos de Tiro, se fue por Sidón hacia el mar de Galilea, atravesando los términos de la Decápolis. 32Le llevaron un sordo y tartamudo, rogándole que le impusiera las manos, 33y tomándole aparte de la muchedumbre, metióle los dedos en los oídos, escupió en el dedo y le tocó la lengua, 34y mirando al cielo, suspiró y dijo: «Epheta», que quiero decir ábrete; 35y se abrieron sus oídos y se le soltó la lengua, y hablaba expeditamente. 36Les encargó que no lo dijesen a nadie, pero cuanto más se lo encargaba, mucho más lo publicaban, 37y sobremanera se admiraban, diciendo: Todo lo ha hecho bien, a los sordos hace oír y a los mudos hablar.
Segunda multiplicación de los panes

(Mt 15,32-38)



8 1Por aquellos días, hallándose otra vez rodeado de una gran muchedumbre que no tenía qué comer, llamó a los discípulos y les dijo: 2Tengo compasión de la muchedumbre, porque hace ya tres días que me siguen y no tienen qué comer; 3si los despido ayunos para sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos son de lejos. 4Sus discípulos le respondieron: ¿Y cómo podría saciárselos de pan aquí en el desierto? 5El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Dijeron: Siete. 6Mandó a la muchedumbre recostarse sobre la tierra; y tomando los siete panes, dando gracias, los partió y los dio a sus discípulos para que los sirviesen, y los sirvieron a la muchedumbre. 7Tenían unos pocos pececillos, y dando gracias, dijo que los sirviesen también. 8Comieron y se saciaron, y recogieron de los mendrugos que sobraron siete cestos. 9Eran unos cuatro mil. Y los despidió.
Los fariseos piden un prodigio del cielo

(Mt 15,39-16,4)



10Subiendo luego a la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta; 11y salieron fariseos, que se pusieron a disputar con El, pidiéndole, para probarle, señales del cielo, 12El, exhalando un profundo suspiro, dijo: ¿Por que esta generación pide una señal? En verdad os digo que no se le dará ninguna; 13y dejándolos subió de nuevo a la barca y se dirigió a la otra rivera.
La levadura de los fariseos

(Mt 16,5-12)



14Se olvidaron de tomar consigo panes, y no tenían en la barca sino un pan, 15Les recomendaba, diciendo: Mirad de guardaros del fermento de los fariseos y del fermento de Herodes. 16Ellos iban discurriendo entre sí que era por no tener panes, 17y, conociéndolo El, les dijo: ¿Qué caviláis de que no tenéis panes? ¿Aún no entendéis ni caéis en la cuenta? ¿Tenéis vuestro corazón embotado? 18¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿Ya no os acordáis de cuando partí los cinco panes a los cinco mil hombres y cuántos cestos llenos de sobras recogisteis? 19Dijéronle: Doce. 20Cuando los siete a los cuatro mil, ¿cuántos cestos llenos de mendrugos recogisteis? Y le dijeron: Siete. 21Y les dijo: ¿Pues aún no caéis en la cuenta?
Curación de un ciego

22Llegaron a Betsaida, y le llevaron un ciego, rogándole que le tocara. 23Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera de la aldea, y, poniendo saliva en sus ojos e imponiéndole las manos, le preguntó: ¿Ves algo? 24Mirando él dijo: Veo hombres, algo así como árboles que andan. 25De nuevo le puso las manos sobre los ojos, y al mirar se sintió curado y lo veía todo claramente. 26Y le envió a su casa diciéndole: Cuidado con entrar en la aldea.
La confesión de Cesárea

(Mt 16,13-20; Lc 9,18-21)



27Iba Jesús con sus discípulos a las aldeas de Cesárea de Filipo, y en el camino les preguntó: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? 28Ellos le respondieron diciendo: Unos, que Juan Bautista: otros, que Elías, y otros, que uno de los profetas. 29El les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo. 30y les encargó que a nadie dijeran esto de El.
Primera predicción de la pasión

(Mt 16,21-23; Lc 9,22)



31Comenzó a enseñarles cómo era preciso que el Hijo del hombre padeciese mucho, y que fuese rechazado por los ancianos y los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y que fuese muerto y resucitara después de tres días. Claramente les hablaba de esto. 32Pedro, tomándole aparte, se puso a reprenderle. 33Pero El, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro y le dijo: Quítate allá, Satán, porque no sientes según Dios, sino según los hombres.
Condiciones para el seguimiento de Jesús

(Mt 16,24-28; Lc 9,25-27)



34Llamando a la muchedumbre y a los discípulos, les dijo: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 35Pues quien quiera salvar su vida, la perderá, y quien pierda la vida por mí y el Evangelio, ése la salvará. 36¿Y qué, aprovecha al hombre ganar todo el mundo y perder su alma? 37¿Pues qué dará el hombre a cambio de su alma? 38Porque si alguien se avergonzare de mí y de mis palabras ante esta generación adúltera y pecadora, también el Hujo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
La transfiguración

(Mt 17,1-13; Lc 9,28-36)



9 1Y les dijo: En verdad os digo que hay algunos de los aquí presentes que no gustarán la muerte hasta que vean venir en poder el reino de Dios. 2Pasados seis días, tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, y los condujo solos a un monte alto y apartado y se transfiguró ante ellos. 3Sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como no los puede blanquear lavandero sobre la tierra. 4Y se les aparecieron Elías y Moisés, que hablaban con Jesús. 5Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: Rabbi, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, una para Moisés y una para Elías. 6No sabía lo que decía, porque estaban aterrados. 7Se formó una nube que los cubrió con su sombra, y se dejó oír desde la nube una voz: Este es mi Hijo amado, escuchadle. 8Luego, mirando en derredor, no vieron a nadie con ellos, sino a Jesús solo. 9Bajando del monte, les prohibió contar a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitase de entre los muertos. 10Guardaron aquella orden, y se preguntaban qué era aquello de «cuando resucitase de entre los muertos». 11Le preguntaron diciendo: ¿Cómo dicen los escribas que primero ha de venir Elías? 12El les dijo: Cierto que Elías, viniendo primero, restablecerá todas las cosas, pero ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que padecerá mucho y será despreciado? 13Yo os digo que Elías ha venido ya y que hicieron con él lo que quisieron, como de él estaba escrito.
Curación de un epiléptico

(Mt 17,14-20; Lc 9,37-43)



14Viniendo a los discípulos, vio a una gran muchedumbre en torno de ellos y a escribas que con ellos disputaban. 15Luego, toda la muchedumbre, al verle, se quedó sorprendida, y corriendo hacia El le saludaban. 16Les preguntó: ¿Qué disputabaís con ellos? 17Uno de la mucliedumbre le dijo: Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo, 18y dondequiera que se apodera de él, le derriba y le hace echar espumarajos y rechinar los dientes, y se queda rígido; dije a tus discípulos que lo arrojasen, pero no han podido. 19Les contestó, diciendo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmele. 20Y se lo llevaron. En cuanto lo vio, le agitó el espíritu, y arrojado en tierra, se revolcaba y echaba espumarajos. 21Preguntó a su padre: ¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? El contestó: Desde la infancia. 22Muchas veces le arroja en el fuego y en el agua para hacerle perecer; pero si algo puedes, ayúdanos por compasión hacia nosotros. 23Díjole Jesús: ¡Si puedes! Todo es posible al que cree. 24Al instante, gritando, dijo el padre del niño: ¡Creo! Ayuda a mi incredulidad.

25Viendo Jesús que se reunía mucha gente, mandó al espíritu impuro, diciendo: Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando, sal de él y no vuelvas a entrar más en él. 26Dando un grito y agitándole violentamente, salió; y quedó como muerto, de suerte que muchos decían: Está muerto. 27Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y se mantuvo en pie. 28Entrando en casa a solas, le preguntaban los discípulos: ¿Por qué no hemos podido echarle nosotros? 29Les contestó: Esta especie no puede ser expulsado por ningún medio si no es por la oración.
Segunda predicción de la muerte de Jesús

(Mt 17,21-31; Lc 9,44-45)



30Saliendo de allí, atravesaban de largo la Galilea, queriendo que no se supiese. 31Porque iba enseñando a sus discípulos, y les decía: El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres y le darán muerte, y muerto, resucitará al cabo de tres días. 32Y ellos no entendían esas cosas, pero temían preguntarle.
Quién es el mayor

(Mt 18,1-5; Lc 9,46-48)



33Vinieron a Cafarnaúm, y estando en casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais en el camino? 34Ellos se callaron, porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor. 35Sentándose, llamó a los doce y así les dijo: Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. 36Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, y abrazándole les dijo: 37Quien recibe a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, no es a mí a quien recibe, sino al que me ha enviado.
La invocación del nombre de Jesús

(Lc 9,49-50)



38Díjole Juan: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba los demonios y no está con nosotros; se lo hemos prohibido, 39Jesús les dijo: No se lo prohibáis, pues ninguno que haga un milagro en mi nombre hablará luego mal de mí. 40El que no está contra nosotros, está con nosotros.
La caridad hacia los discípulos

(Mt 18,6-9)



41Pues el que os diere un vaso de agua en razón de discípulos de Cristo, os digo en verdad que no perderá su recompensa; 42y el que escandalizara a uno de estos pequeñuelos que creen, mejor le sería que le echasen al cuello una muela asnal y le arrojasen al mar. 43Si tu mano te escandaliza, córtatela; mejor te será entrar manco en la vida que con ambas manos ir a la gehenna, al fuego inextinguible, 44donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga. 45Y si tu pie te escandaliza, córtaselo; mejor te es entrar en la vida cojo que con ambos pies ser arrojado en la gehenna, 46donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga. 47Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo; mejor te es entrar tuerto en el reino de Dios que con ambos ojos ser arrojado en la gehenna, 48donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga. 49Porque todos han de ser salados al fuego. 50Buena es la sal; pero si la sal se hace sosa, ¿con qué se la salará? Tened sal en vosotros y vivid en paz unos con otros.
Camino de Judea por la Perea

10 1Partiendo de allí, vinieron a confines de la Judea y de la Perea, y de nuevo se le juntaron en el camino muchedumbres, y los adoctrinaba.
La cuestión del divorcio

(Mt 19,1-1 2)



2Llegándosele fariseos, le preguntan, tentándole, si es lícito al marido repudiar a la mujer. 3El respondió y les dijo: ¿Qué os ha mandado Moisés? 4Contestaron ellos: Moisés manda escribir el libelo de repudio y despedirla. 5Díjoles Jesús: Por la dureza de vuestro corazón os dio Moisés esta ley; 6pero al principio de la creación los hizo Dios varón y hembra; 7por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, 8y serán los dos una sola carne. De manera que no son dos, sino una sola carne. 9Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. 10Vueltos a casa, de nuevo le preguntaron sobre esto los discípulos; 11y les dijo: El que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera contra aquélla, 12y si la mujer repudia al marido y se casa con otro, comete adulterio.
Bendice Jesús a los niños

(Mt 19,13-15; Lc 18,15-17)



13Presentáronle unos niños para que los tocase, pero los discípulos los reprendían. 14Viéndolo Jesús, se enojó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí y no los estorbéis, porque de los tales es el reino de Dios. 15En verdad os digo: quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. 16Y abrazándolos, los bendijo imponiéndoles las manos.
El peligro de las riquezas

(Mt 19,16-26; Lc 18,18-27)



17Salido al camino, corrió a El uno, que, arrodillándose, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? 18 Jesús le dijo: ¿Por que me llamas bueno, nadie es bueno sino sólo Dios. 19Ya sabes los mandamientos: No matarás, no adulterarás, no robarás, no levantarás falso testimonio, no harás daño a nadie, honra a tu padre a tu madre. 20El le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. 21Jesús, poniendo en él los ojos, le amó, y le dijo: Una sola cosa te falta: vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme. 22Ante estas palabras se anubló su semblante y fuése triste, porque tenía mucha hacienda. 23Mirando en torno suyo, dijo Jesús a los discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen hacienda! 24Los discípulos se quedaron espantados al oír esta sentencia. Tomando entonces Jesús de nuevo la palabra, les dijo: Hijos míos, ¡cuán difícil es entrar en el reino de los cielos! 25Es más fácil a un camello pasar por el hondón de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios. 26Más aún se espantaron, y decían entre si: Entonces, ¿quién puede salvarse? 27Fijando en ellos Jesús su mirada, dijo: A los hombres sí es imposible, mas no a Dios, porque a Dios todo le es posible.
Recompensa de los que todo lo renuncian por Cristo

(Mt 19,27-30; Lc 18,28-30)



28Pedro entonces comenzó a decirle: Pues nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido. 29Respondió Jesús: En verdad os digo que no hay nadie que, habiendo dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos, por amor de mí y del Evangelio, 30no reciba el céntuplo ahora en este tiempo en casas, hermanos, hermanas, madres e hijos y campos, con persecuciones, y la vida eterna en el siglo venidero, 31y muchos primeros serán los últimos, y los últimos, los primeros.
Tercera predicción de su muerte

(Mt 20,17-19; Lc 18,31-34)



32Iban subiendo hacia Jerusalén; Jesús caminaba delante, y ellos iban sobrecogidos y le seguían medrosos. Tomando de nuevo a los doce, comenzó a declararles lo que había de sucederle. 33Subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, que le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, 34y se burlarán de El y le escupirán, y le azotarán y le darán muerte, pero a los tres días resucitará.
Petición de los hijos de Zebedeo

(Mt 20,20-28)



35Se le acercaron Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos hagas lo que vamos a pedirte. 36Díjoles El: ¿Qué queréis que os haga? 37Ellos le respondieron: Que nos sentamos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria. 38Jesús les respondió: ¡No sabéis lo que pedís! ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber o ser bautizados con el bautismo con que yo he de ser bautizado? 39Le contestaron: Si que podemos. Les dijo Jesús: El cáliz que yo he de beber, lo beberéis, y con el bautismo con que yo he de ser bautizado, seréis bautizados vosotros; 40pero sentaros a mi diestra o a mi siniestra, no me toca a mi dároslo, sino que es para aquellos para quienes está preparado. 41Los diez, oyendo esto, se enojaron contra Santiago y Juan; 42pero llamándolos Jesús a sí, les dijo: Ya sabéis cómo los que en las naciones son príncipes las dominan con imperio, y sus grandes ejercen poder sobre ellas. 43No ha de ser así entre vosotros; antes si alguno de vosotros quiere ser grande, sea vuestro servidor; 44y el que de vosotros quiera ser el primero, sea siervo de todos, 45pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida para redención de muchos.
Curación del ciego Bartimeo

(Mt 20,29-34; Lc 18,35-43)



46Llegaron a Jericó. Al salir ya de Jericó con sus discípulos y una crecida muchedumbre, el hijo de Timeo, Bartimeo, un mendigo ciego que estaba sentado junto al camino, 47oyendo que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar y decir: ¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mi! 48Muchos le increpaban para que callase; pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten piedad de mí! 49Se detuvo Jesús y dijo: Llamadle. Llamaron al ciego, diciéndole: Animo, levántate, que te llama. 50El arrojó su manto y saltando se allegó a Jesús. 51Tomando Jesús la palabra, le dijo: ¿Qué, quieres que te haga? El ciego le respondió: Señor, que vea, 52Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista y le seguía por el camino.
SEGUNDA PARTE
Ministerio De Jesús En Jerusalén

(11-13)
Entrada triunfal en Jerusalén

(Mt 21,1-11.14-17; Lc 19,20-40; Jn 12,12-19)

11 1Y cuando se aproximaban a Jerusalén, a Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, envió a dos de los discípulos 2y les dijo: Id a la aldea que está enfrente, y luego que entréis en ella, encontraréis un pollino atado, sobre el que nadie montó aún; soltadlo y traedlo. 3Si alguno os dijere: ¿Por qué hacéis esto?, decidle: El Señor tiene necesidad de él; y al instante os lo dejará traer. 4Se fueron y encontraron el pollino atado a la puerta, fuera, en el camino, y le soltaron. 5Algunos de los que allí estaban les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? 6Ellos les contestaron como Jesús les había dicho, y los dejaron. 7Llevaron el pollino a Jesús, y echándole encima sus vestidos, montó en él. 8Muchos extendían sus mantos sobre el camino, otros cortaban verde de los campos, 9y los que le precedían y le seguían gritaban:

¡Hosanna! Bendito el que viene en el nombre del Señor. 10Bendito el reino, que viene de David, nuestro padre. ¡Hosanna en las alturas!



11Entró en Jerusalén, en el templo, y después de haberío visto todo, ya de tarde, salió para Betania con los doce.
La maldición de la higuera

(Mt 21,18-19)



12A la mañana siguiente, saliendo de Betania, sintió hambre; 13viendo de lejos una higuera, se fue por si encontraba algo en ella, y llegándose a ella, no encontró sino hojas, porque no era tiempo de higos. 14Tornando la palabra, dijo: Que nunca jamás coma ya nadie fruto de ti. Los discípulos le oyeron.
Expulsión de los vendedores

(Mt 21,12-13; Lc 19,45-48)



15Llegaron a Jerusalén y, entrando en el templo, se puso a expulsar a los que allí vendían y compraban, y derribó las mesas de los cambistas y los asientos de los vendedores de palomas; 16no permitía que nadie transportase fardo alguno por el templo, 17y los enseñaba y decía: ¿No está escrito: Mi casa será casa del oración para todas las gentes? Pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones. 18Llegó todo esto a oídos del los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y buscaban cómo perderle; pero le temían, pues toda la muchedumbre estaba maravillada de su doctrina. 19Cuando se hizo tarde, salió de la ciudad.
La higuera seca

(Mt 21,20-22)



20Pasando de madrugada, vieron que la higuera se había secado de raíz. 21Acordándose Pedro, le dijo: Rabbi, mira: la higuera que maldijiste se ha secado. 22y respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. 23En verdad os digo que si alguno dijere a este monte: Quítate y arrójate al mar, y no vacilare en su corazón, sino que creyere que lo dicho se ha de hacer, se le hará. 24Por esto os digo: todo cuanto orando pidiereis, creed que lo recibiréis y se os dará. 25Cuando os pusieseis en pie para orar, si tenéis alguna cosa contra alguien, perdonadlo primero, para que vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone a vosotros vuestros pecados. 26Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre, que está en los cielos, os perdonará vuestras ofensas.
La cuestión sobre los poderes de Jesús

(Mt 21,23-27; Lc 20,1-8)



27Llegaron de nuevo a Jerusalén, y paseándose El por el templo, se le acercaron los príncipes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28y le dijeron: ¿Con qué poder haces estas cosas o quién te ha dado poder para hacerlas? 29Jesús les contestó: También voy a haceros yo una pregunta, y, si me respondéis, os diré con qué poder hago estas cosas. 30El bautismo de Juan, ¿era del cielo o era de los hombres? Respondedme.

31Comenzaron a cavilar entre sí, diciendo: Si decimos del cielo, dirá: Pues ¿por qué no habéis creído en él? 32Pero si decimos que de los hombres, es de temer la muchedumbre, porque todos tenían a Juan por verdadero profeta. 33Respondiendo, pues, a Jesús, le dijeron: No sabemos. Y Jesús les dijo: Entonces tampoco yo os digo con qué poder hago estas cosas.
La parábola de los viñadores

(Mt 21,33-46; Lc 20,9-19)


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