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Roberto saviano debate 1 1 el puero 2 9


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El Sistema


Era el Sistema el que había alimentado el gran mercado internaciO— Li de la confección, el enorme archipiélago de la elegancia italiana. as empresas, los hombres, los productos del Sistema habían llegado todos los rincones del planeta. Sistema, un término que aquí todo 1 mundo conoce pero que en otros sitios todavía no ha sido descikado, una referencia desconocida para quien no está al corriente de as dinámicas del poder de la economía criminal. Camorra es una labra inexistente, de policía. Utilizada por jueces y periodistas y por guionistas. Es una palabra que hace sonreír a los afiliados, es una designación genérica, un término de estudiosos, relegado a la diiensi6n histórica. El término con el que se refieren a sí mismos los pertenecientes a un clan es Sistema: «Pertenezco al Sistema de Se— condigliano». Un término elocuente, un mecanismo más que una estructura. La organización criminal coincide directamente con la economía, la dialéctica comercial es la osamenta del clan.
El Sistema de Secondigliano ya dirigía toda la cadena del textil, la periferia de Nápoles era el verdadero territorio productivo el verdadero centro empresarial. Todo lo que en otros sitios era imposible a causa de la rigidez de los contratos, de la ley, del copyright, en el norte de Nápoles se conseguía. La periferia, estructurándose en torno al poder empresarial del clan, permitía mover capitales astronómicos, inimaginables para cualquier conglomerado industrial legal. Los clanes habían creado polígonos industriales enteros de producción textil y de fabricación de zapatos y de peletería capaces de producir vestidos, americanas, zapatos y camisas idénticos a los de las grandes casas de moda italianas.

Disponían en el territorio de una mano de obra de altísima ca lidad, que se había formado trabajando a lo largo de décadas en la grandes prendas de la alta costura, en los más importantes diseños ¿ los creadores italianos y europeos. Los mismos oficiales que habíaf trabajado de forma clandestina para las firmas más importantes erat contratados por los clanes. No solo la ejecución era perfecta, s


que incluso los materiales eran los mismos, se compraban directa- mente en el mercado chino o eran los que enviaban las firmas a las fabricas clandestinas que participaban en las subastas. Así pues, la ropa pirateada por los clanes secondiglianeses no era la típica mercancí:
falsificada, la pésima imitación, lo parecido hecho pasar por verdadero. Era una especie de copia auténtica. A la prenda solo le faltaba el último paso, el permiso de la casa madre, su marca, pero ese permiso los clanes se lo adjudicaban sin pedir nada a nadie. Por lo demás, en ninguna parte del mundo el cliente estaba interesado por la calidad y el modelo. La marca estaba, luego la calidad también. Ninguna diferencia, pues. Los clanes secondiglianeses habían creado una red comercial que se extendía por todo el mundo, en condiciones de adquirir cadenas enteras de tiendas y, por lo tanto, de dominar el mercado internacional de la confección. Su organización económica también preveía el mercado del outlet. Producciones de calidad apenas inferior tenían otro mercado, el de los distribuidores ambulantes africanos, los puestos en las calles. Se aprovechaba toda la producción, sin desechar nada. Desde la fábrica hasta la tienda, desde el minorista hasta la distribución, participaban cientos de empresas y de talleres, miles de brazos y de empresarios que empujaban para entrar en el gran negocio textil de los secondiglianeses.
Todo estaba coordinado y gestionado por el Directorio. Oía pronunciar constantemente ese término. En cualquier conversación de bar que tratara sobre algún negocio o sobre la simple queja habitual por la falta de trabajo: «Ha sido el Directorio el que ha tomado esa decisión», «Es el Directorio el que debería moverse y hacer las cosas todavía más a lo grande». Parecían fragmentos de un discurso de la época napoleónica. Directorio era el nombre que los magistrados de la DDA (Dirección de Distrito Antimafia) de Nápoles habían dado a una estructura económica, financiera y operativa compuesta por empresarios y boss representantes de diferentes familias de la Carra de la zona norte de Nápoles. Una estructura con cometidos ropiamente económicos. El Directorio, como el órgano colegial del rmidor francés, representaba el poder real de la organización más e las baterías de fuego y los sectores militares.
Formaban parte del Directorio los clanes correspondientes a la Alianza de Secondigliano, el cártel camorrista que congregaba a diversas familias: Licciardi, Contini, Mallardo, Lo Russo, Bocchetti, Stabile, Prestieri, Bosti y también, en un nivel de más autonomía, los Sarno y los Di Lauro. Un territorio sometido desde Secondigliano, Scampia, Piscinola, Chiaiano, Miano y San Pietro a Paterno hasta Giugliano y Ponticeffi. Una estructura federativa de clanes que se han hecho cada vez más autónomos, dejando que se disgregue definitivamente la estructura orgánica de la Alianza. Por el lado de la producción, en el Directorio figuraban empresarios de varias sociedades, como Valent,Vip Moda,Vocos yVitec, que confeccionaban en Casona, Arzano y Melito las copias de Valentino, Ferré,Versace y Armani que después se vendían en todos los rincones de la tierra. La investigación de 2004, coordinada por el fiscal FilippO Beatrice, de la DDA de Nápoles, había puesto al descubierto el imperio económico de la Camorra napolitana.Todo había empezado por un detalle, uno de esos que pueden pasar inadvertidos. Una tienda de ropa de Alemania, Nenentz Fashion, en Dresdner Strasse 46, en Chemnitz, había contratado a un boss de Secondigliano. Un hecho extraño, insólito. En realidad, la tienda, puesta a nombre de un testaferro, era de su propiedad. Siguiendo esta pista, salió a la luz toda la red productiva y comercial de los clanes secondiglianeses. La DDA de Nápoles había conseguido, a través de los arrepentidos y de las escuchas telefónicas, reconstruir todas las cadenas comerciales de los clanes, desde los almacenes hasta las tiendas.
No había sitio donde no hubieran establecido sus negocios. En Alemania había tiendas y almacenes en Hamburgo, Dortmufld, Frankfurt; en Gneisenaustrasse 800 y en Witzlebenstrasse 15 de Berlín estaban las tiendas Laudano. En España estaban en el paseo de la Ermita del Santo 30 de Madrid y también en Barcelona; en Bélgica, en Bruselas; en Portugal, en Oporto y en Boavista; en Austria, en Viena; en Inglaterra había una tienda de chaquetas en Londres; en Irlanda en Dublín; en Holanda, en Amsterdam; y también estaban en Fin landia y en Dinamarca, en Sarajevo y en Belgrado. En la otra orilla del Atlántico, los clanes secondiglianeses habían invertido tanto e Canadá como en Estados Unidos y habían llegado a Sudamérica. Encontraban en el Jevlan Drive de Montreal y en Woodbrjd en Ontario. La red estadounidense era inmensa: millones de vaque4 ros habían sido vendidos en las tiendas de NuevaYork, Miami Beac New Jersey y Chicago, y habían monopolizado casi por completo mercado de Florida. Los propietarios de tiendas y centros comercja, les estadounidenses querían tratar exclusivamente con intermedia... nos secondiglianeses Prendas de vestir de alta costura, de los grandes diseñadores, a precios asequibles permitían que sus centros comerciales se llenaran de gente. Las marcas impresas en los tejidos eran perfectas.
En un taller de las afueras de Nápoles se encontró una matriz para imprimir la cabeza de medusa de Versace. En Secondigliano se había corrido la voz de que el mercado estadounidense estaba dominado por la ropa del Directorio, y eso facilitaría las cosas a los jóvenes que querían ir a Estados Unidos a hacer de agentes comerciales, a raíz del éxito de los vaqueros de Vip Moda que llenaban las tiendas de Texas, donde se vendían como vaqueros de Valentino.
Los negocios se expandían también por el otro hemisferio. En Australia, el Moda Italiana Emporio de New South Wales, 28 Ramsay Road, Five Dock, se había convertido en uno de los lugares preferidos para comprar ropa elegante, y también en Sidney tenían almacenes y tiendas. En Río de Janeiro y Sáo Paulo, en Brasil, los secondiglianeses dominaban el mercado de la moda. En Cuba tenían pensado abrir una tienda para los turistas europeos y estadounidenses, y en Arabia Saudí y en el Magreb hacía tiempo que habían empezado a invertir. El mecanismo de distribución que utilizaba el Directorio era el de los almacenes. Así los llamaban en las conversaciones telefónicas intervenidas: son auténticos centros de distribución de hombres y mercancías. Depósitos a los que llegaba todo tipo de prendas. Los almacenes eran el centro de la red comercial al que acudían los agentes para retirar la mercancía que se distribuía a las tiendas de los clanes otros minoristas. La lógica venía de lejos. De los vendedores am:es napolitanos que, después de la Segunda Guerra Mundial, an invadido medio mundo recorriendo kilómetros cargados de lslas llenas hasta los topes de calcetines, camisas y chaquetas. Apli— indo a una escala mucho mayor su antigua experiencia mercantil, vendedores ambulantes se convirtieron en verdaderos agentes comerciales capaces de vender en cualquier sitio: desde los mercadillos basta los centros comerciales, desde los aparcamientos hasta las es— ones de servicio. Los vendedores ambulantes más capacitados odían dar el salto cualitativo y tratar de vender grandes partidas de rendas directamente a los minoristas. Según las investigaciones, algunos empresarios organizaban la distribución de las copias y ofrecían asistencia logística a los agentes, a los «ambulantes». Anticipaban Los gastos de viajes y de estancia, proporcionaban coches y furgonetas, en caso de detención o de decomiso de las prendas garantizaban asistencia legal.Y evidentemente se embolsaban el dinero de las ventas. Negocios con una facturación anual que rondaban los trescientos millones de euros para cada familia.
Las firmas de la moda italiana empezaron a protestar contra el gran mercado de las copias gestionado por los cárteles de los secondiglianeses a partir del momento en que la Fiscalía Antimafla descubrió todo el mecanismo. Hasta entonces no habían diseñado una campaña publicitaria contra los clanes, nunca habían hecho ninguna denuncia ni habían revelado a la prensa los mecanismos de producción paralela que padecían. Resulta diflcil comprender por qué las firmas nunca se han opuesto a los clanes. Los motivos podrían ser múltiples. Denunciar el gran mercado significaba renunciar para siempre a la mano de obra a bajo coste que utilizaban en la Campania y Apulia. Los clanes habrían cerrado los canales de acceso a las FABRICAS TEXTILES napolitanas y obstaculizado las relaciones con las fabricas del este de Europa y de Oriente. Denunciar habría comprometido miles de contactos de venta en las tiendas, puesto que muchísimos puntos comerciales eran gestionados directamente por los clanes. En muchos sitios, la distribución, los agentes y el transporte son emanaciones directas de las familias. Denunciar habría supuesto sufrir incrementos de los precios en la distribución. Por lo demás, los en Inglaterra había una tienda de chaquetas en Londres; en en Dublín; en Holanda, en Amsterdam; y también estaban en Fia landia y en Dinamarca, en Sarajevo y en Belgrado. En la otra orL del Atlántico, los clanes secondiglianeses habían invertido tanto e Canadá como en Estados Unidos y habían llegado a Sudamérica. S encontraban en el 253 Jevian Drive de Montreal y en Woodbridge en Ontario. La red estadounidense era inmensa: millones de vaque ros habían sido vendidos en las tiendas de NuevaYork, Miami Beach New Jersey y Chicago, y habían monopolizado casi por completo e. mercado de Florida. Los propietarios de tiendas y centros comerciales estadounidenses querían tratar exclusivamente con intermediarios secondiglianeses. Prendas de vestir de alta costura, de los grandes’ diseñadores, a precios asequibles permitían que sus centros comerciales se llenaran de gente. Las marcas impresas en los tejidos eran perfectas.
En un taller de las afueras de Nápoles se encontró una matriz para imprimir la cabeza de medusa deVersace. En Secondigliano se había corrido la voz de que el mercado estadounidense estaba dominado por la ropa del Directorio, y eso facilitaría las cosas a los jó— yenes que querían ir a Estados Unidos a hacer de agentes comerciales, a raíz del éxito de los vaqueros de Vip Moda que llenaban las tiendas de Texas, donde se vendían como vaqueros de Valentino.
Los negocios se expandían también por el otro hemisferio. En Australia, el Moda Italiana Emporio de New South Wales, 28 Ramsay Road, Five Dock, se había convertido en uno de los lugares preferi— dos para comprar ropa elegante, y también en Sidney tenían almacenes y tiendas. En Río de Janeiro y Sáo Paulo, en Brasil, los secondi— glianeses dominaban el mercado de la moda. En Cuba tenían pensado abrir una tienda para los turistas europeos y estadounidenses, y en Arabia Saudí y en el Magreb hacía tiempo que habían empezado a invertir. El mecanismo de distribución que utilizaba el Directorio era el de los almacenes. Así los llamaban en las conversaciones telefónicas intervenidas: son auténticos centros de distribución de hombres y mercancías. Depósitos a los que llegaba todo tipo de prendas. Los almacenes eran el centro de la red comercial al que acudían los agentes para retirar la mercancía que se distribuía a las tiendas de los clanes otros minorista.S. La lógica venía de lejos. De los vendedores amiulantes napolitanos que, después de la Segunda Guerra Mundial, hían invadido medio mundo recorriendo kilómetros cargados de Dolsas llenas hasta los topes de calcetines, camisas y chaquetas. Aplicando a una escala mucho mayor su antigua experiencia mercantil,
• svendedores ambulantes se convirtieron en verdaderos agentes conerciales capaces de vender en cualquier sitio: desde los mercadjiasta los centros comerciales, desde los aparcamientos hasta las estaciones de servicio. Los vendedores ambulantes más capacitados podían dar el salto cualitativo y tratar de vender grandes partidas de prendas directamente a los minoristas. Según las investigaci0ne5 algunos empresarios organizaban la distribución de las copias y ofrecían asistencia logística a los agentes a los «ambulantes Anticipaban los gastos de viajes y de estancia, proporcionaban coches y furgonetas, en caso de detención o de decomiso de las prendas garantizaban asistencia legal.Y evidentemente se embolsaban el dinero de las ventas. Negocios con una facturación anual que rondaban los trescientos millones de euros para cada familia.
Las firmas de la moda italiana empezaron a protestar contra el gran mercado de las copias gestionado por los cárteles de los secofl diglianeses a partir del momento en que la Fiscalía Antimafla descubrió todo el mecanismo. Hasta entonces no habían diseñado una campaña publicitaria contra los clanes, nunca habían hecho ninguna denuncia ni habían revelad6 a la prensa los mecanismos de producción paralela que padecían. Resulta dificil comprender por qué las firmas nunca se han opuesto a los clanes. Los motivos podrían ser múltiples. Denunciar el gran mercado significaba renunciar para siempre a la mano de obra a bajo coste que utilizaban en la Campania y Apulia. Los clanes habrían cerrado los canales de acceso a las fbricas textiles napolitanas y obstaculizado las relaciones con las fabricas del este de Europa y de Oriente. Denunciar habría comprometido miles de contactos de venta en las tiendas, puesto que muchísimos puntos comerciales eran gestionados directamente por los clanes. En muchos sitios, la distribución, los agentes y el transporte son emanaciones directas de las familias. Denunciar habría supuesto sufrir incrementos de los precios en la distribución. Por lo demás, los que la Cosa Nostra, mucho más permeable a nuevas alianzas que Ndrangheta,* capaz de alimentarse continuamente de nuevos cianes, de nuevas estrategias, entrando en los mercados de vanguardia. Decenas de operaciones policiales realizadas en los últimos años han demostrado que tanto la mafia siciliana como la ‘Ndrangheta han tenido necesidad de recurrir a los clanes napolitanos para comprar gran- des alijos de droga. Los cárteles de Nápoles y de la Campania proporcionaban cocaína y heroína a precios ventajosos, con lo que en muchos casos resultaba más cómodo y barato que el contacto directo con traficantes sudamericanos y albaneses.
Pese a la reestructuración de los clanes, la Camorra es, por su número de afiliados, la mayor organización criminal de Europa. Por cada afiliado siciliano hay cinco en la Campania, por cada ‘ndranghetista, nada menos que ocho. El triple, el cuádruple que las otras organizaciones. La Camorra ha encontrado en el cono de sombra proyectado por la atención permanente que se presta a la Cosa Nostra, por la atención obsesiva que se reserva a las bombas de la Mafia, la distracción mediática perfecta para resultar prácticamente desconocida. Con la reestructuración posfordista de los grupos criminales, los clanes de Nápoles han cortado las donaciones masivas. El aumento de la presión nilcrocriminal sobre la ciudad es una consecuencia de esta interrupción de sueldos, provocada por la progresiva reestructuración de los cárteles criminales que ha tenido lugar en los últimos años. Los clanes ya no necesitan ejercer un minucioso control militarizado, o por lo menos no siempre. Los principales negocios de los grupos camorristas se realizan fuera de Nápoles.
Como demuestran las investigaciones de la Fiscalía Antimafia de Nápoles, la estructura federal y flexible de los grupos camorristas ha transformado por completo el tejido de las familias: en la actualidad, más que hablar de alianzas diplomáticas, de pactos estables, habría que referirse a los clanes como a «comités de negocios». La flexibilidad de la Camorra es la respuesta a la necesidad de las empresas de mover el capital, de fundar y cerrar sociedades, de hacer que circule el dinero y de invertir con agilidad en inmuebles sin que tenga un excesivo la elección territorial o la mediación política. Ahora, os clanes no necesitan constituirse en macrocuerpos. Hoy día, varias ersonas pueden decidir juntarse, atracar, romper escaparates y robar
acabar asesinadas o absorbidas por el clan, como sucedía en el pa— iado. Las bandas que causan estragos en Nápoles no están compuesas exclusivamente de individuos que cometen delitos para llenarse los bolsillos, para comprarse un coche de lujo o disfrutar de comodidades. Suelen ser conscientes de que, si se unen y aumentan la cantidad y la violencia de sus acciones, pueden mejorar su capacidad económica convirtiéndose en interlocutores de los clanes o en sus proveedores. El tejido de la Camorra se compone de grupos que empiezan a chupar como piojos voraces y frenan todo avance económico, y de otros que, por el contrario, como rapidísimas vanguardias, impulsan su propio negocio hacia el máximo grado de desarrolb y actividad comercial. Entre estos dos movimientos opuestos, aunque complementarios se bacera y desgarra la epidermis de la ciudad. En Nápoles, la crueldad es la práctica más complicada y conveniente para llegar a ser un empresario triunfador, el aire de ciudad en guerra que se respira por todos los poros tiene el olor rancio del sudor, como si las calles fueran gimnasios a cielo abierto donde ejercitar la posibilidad de saquear, robar, atracar, practicar la gimnasia del poder, el spinning del crecimiento económico.
El Sistema ha crecido como una masa que se deja fermentar en las artesas de madera de la periferia. La política municipal y regional creyó combatirla en la medida que no hacía negocios con los clanes. Pero no fue suficiente. No prestó la atención necesaria al fenómeno, infravaloró el poder de las familias al considerarlo un deterioro de la periferia, y de este modo la Campania ha batido el récord de ayuntamientos investigados por infiltración de la Camorra. Desde 1991 hasta ahora han sido disueltos nada menos que setenta y un ayuntamientos en la Campania. Solo en la provincia de Nápoles han sido disueltos los concejos municipales de Pozzuoli, Quarto, Marano, Melito, Portici, Qttaviano, San Giuseppe Vesuviano, San GennaroVesuviano,Terzigno, Calandrino, Sant’Antimo, Tufino, Crispano, Casa- marciano, Nola, Liveri, Boscoreale, PoggiomarinO, Pompei, Ercolano, Pimonte, Casola di Napoli, Sant’Antonio Abate, Santa Maria la Carit, Torre Annunziata, Torre del Greco,Volla, Brusciano, Acerra, Ca soria, Pomigliano d’Arco y Frattamaggiore. Un número elevadísi mo, que supera con creces los ayuntamientos disueltos en las dem regiones italianas: cuarenta y cuatro en Sicilia, treinta y cuatro er Calabria, siete en Apulia. Tan solo nueve de noventa y dos ayunta mientos de la provincia de Nápoles no han sido nunca objeto de in- tervenciones, investigaciones y auditorías. Las empresas de los clane han establecido planes reguladores, se han infiltrado en las ASL (ms— tituciones Sanitarias Locales), han comprado terrenos justo antes del que fueran declarados edificables y después han construido en subcontrata centros comerciales, han instaurado fiestas patronales y sus propias empresas multiservicios, desde comedores hasta servicios de limpieza, pasando por el transporte y la recogida de basuras.
Nunca había habido una presencia tan grande y abrumadora de la actividad delictiva en la vida económica de un territorio como en los últimos diez años en la Campania. Los clanes de la Camorra no necesitan a los políticos, como les sucede a los grupos mafiosos sicilianos; son los políticos los que tienen una necesidad extrema del Sistema. En la Campania se ha puesto en marcha una estrategia que ha dejado las estructuras políticas más a la vista y mediáticamente más aireadas, formalmente libres de connivencias y afinidades, pero en los pueblos donde los clanes necesitan apoyos militares, cobertura para la clandestinidad, hacer maniobras económicas más evidentes, las alianzas entre políticos y familias de la Camorra son más estrechas. Los clanes de la Camorra acceden al poder gracias a la influencia de sus negocios.

Y eso es condición suficiente para dominar en todo lo demás.


Los artífices de la transformación empresarial—criminal de la periferia de Secondigliano y Scampia habían sido los Licciardi, la familia que tiene su centro operativo en Villa Cardone, un auténtico feudo inexpugnable. Gennaro Licciardi, «a Scigna»: él fue el boss que puso en marcha la metamorfosis de Secondigliano. Físicamente parecía de verdad un gorila o un orangután.A finales de la década de 1980, Licciardi era lugarteniente en Secondigliano de Luigi Giuliano, el boss

Forcella, en el corazón de Nápoles. La periferia estaba considera- una zona deprimida una zona donde no había tiendas, donde no montaban centros comerciales, un territorio al margen de la ri— ueza donde las sanguijuelas de las bandas extorsionad01 no pon ajimentarSe de porcentajes. Pero Licciardi se dio cuenta de que día convertirse en un centro para la distribución de droga, en un puerto franco para los transportes, en una cantera de mano de obra precios tirados. Un territorio donde pronto aparecería el andamia— e de las nuevas aglomeraciones urbanas de la ciudad en expansión. ‘‘ Licciardi no consiguió desarrollar plenamente su estrategia.


Murió a los treinta y ocho años en la cárcel, como consecuencia de una insignificante hernia umbilical, un final cruel para un boss. Sobre todo porque, cuando era más joven, mientras estaba en las celdas de seguridad del Tribunal de Nápoles a la espera de que se celebrase la audiencia, se había visto involucrado en una pelea entre afiliados a la Nueva Camorra organizada de Cutolo y a la Nueva Familia, los dos grandes frentes de la Camorra, y le habían asestado nada menos que dieciséis cuchilladas en todo el cuerpo. Pero había sobrevivido.
La familia Licciardi había transformado un lugar que era una simple cantera de mano de obra en una máquina del narcotráfico; en otras palabras en actividad empresarial criminal internacional. Miles de personas fueron captadas, afiliadas y destrozadas por el Sistema. Textil y ciroga. Antes de nada, inversiones en el comercio.TraS la muerte de Gennaro «a Scigna», sus hermanos Pietro yVincenzo tomaron el poder militar, pero el poder económico del clan estaba en manos de Maria, conocida como «a Piccerella».
Después de la caída del muro de Berlín, Pietro Licciardi trasladó la mayor parte de sus propias inversiones, legales e ilegales, a Praga y Brno. Los secondigliafleses dominaron totalmente la República Checa y, utilizando la lógica de la periferia productiva empezaron a invertir para conquistar los mercados de Alemania. Pietro Licciardi tenía perfil de gerente. Los empresarios que estaban aliados con él lo llamaban «el emperador romano», a causa de su actitud autoritaria y de la arrogancia que lo llevaba a creer que el planeta entero era una extensión de secondigliano. Había abierto una tienda de ropa en China, una base comercial en Taiwan que le permitiría escalar también en el mercado interior chino y no solo explotar su mano obra. Lo detuvieron en Praga en junio de 1999. Militarmente, hal sido despiadado. Lo acusaron de haber ordenado poner en 1998 coche-bomba que estalló enVia Cristallini, en el barrio de Sanita. d. Nápoles, durante los conffictos entre los clanes de la periferia y loS del centro histórico. Una bomba que castigaría a todo el barrio y r soio a los responsables del clan. Cuando el coche saltó por los aires fragmentos de chapa y de cristal salieron disparados como roecti- les contra trece personas. Pero no hubo pruebas suficientes para con— denario, y fue absuelto. En Italia, el clan Licciardi trasladó la . parte de sus actividades empresariales en el sector textil y comercial a Casteinuovo del Garda, en el Véneto. Cerca de allí, en Portogruaro, fue arrestado Vincenzo Pernice, el cuñado de Pietro Licciardi, y algunos de los que apoyaban al clan, entre ellos Renato Peluso, que residía precisamente en Casteinuovo del Garda. Comerciantes y empresarios vénetos vinculados a los clanes cubrieron la fuga de Pietro Licciardi, no como colaboradores externos sino plenamente integrados en la organización empresarial—criminal. Los Licciardi tenían, además de una capacidad empresarial polivalente, una estructura militar. Actualmente, después de la detención de Pietro y Maria, el clan lo dirige Vincenzo, el boss prófugo que coordina tanto el aparato militar como el económico.
El clan ha sido siempre especialmente vengativo.Vengaron con dureza la muerte deVincenzo Esposito, sobrino de Gennaro Licciardi, asesinado en 1991, a la edad de veintiún años, en el barrio de Monterosa, territorio de los Prestieri, una de las familias pertenecientes a la Alianza.A Esposito lo llamaban «el Principito» porque era sobrino de los reyes de Secondigliano. Había ido en moto a pedir explicaciones por una agresión contra unos amigos suyos. Llevaba casco; lo liquidaron porque lo confundieron con un killer. Los Licciardi acusaron a los Di Lauro, estrechos aliados de los Prestieri, de haber proporcionado a los killers para eliminarlo, y según el arrepentido Luigi Giuliano fue el propio Di Lauro el que organizó el asesinato del Principito porque estaba inmíscuyéndose demasiado en determinados asuntos. Fuera cual fuese el móvil, el poder de los Licciardi era tan grande que obligaron a los clanes implicados a librarse los posibles responsables de la muerte de Esposito. Desencadefla in una matanza que en unos días acabó con la vida de catorce perimplicadas de diferente modo, directa o indirectamente, en el alcidio de su joven heredero.
El Sistema también había conseguido transformar la clásica ex— orsión y las dinámicas de la usura. Se dieron cuenta de que los corciantes necesitaban liquidez y de que los bancos eran cada vez s rígidos, y se inmiscuyeron en la relación entre proveedores y vendedores. Los comerciantes que tienen que comprar sus artículos .wden pagarlos al contado, o con letras de cambio. Si pagan al contado, el precio es menor, entre la mitad y dos tercios del importe que pagarían con letras de cambio. En estas condiciones, al comerciante le interesa pagar al contado y también le interesa a la empresa vendedora. El efectivo lo ofrece el clan con un tipo de interés del 10 por ciento por término medio. De este modo, se crea automáticamette una relación mercantil de hecho entre el comerciante comprador, el vendedor y el financiador oculto, es decir, los clanes. Los beneficios de la actividad se reparten al 50 por ciento, pero puede suceder que el endeudamiento haga ingresar porcentajes cada vez mayores en las arcas del clan y que al final el comerciante se convierta en un simple testaferro que percibe un sueldo mensual. Los clanes no son como los bancos, que se cobran las deudas arramblando con todo; ellos explotan los bienes dejando que trabajen en ellos las personas con experiencia que han perdido su propiedad. A juzgar por las declaraciones de un arrepentido en la investigación de la DDA de 2004, la Camorra domina el 50 por ciento de las tiendas de Nápoles.
Ahora, la extorsión mensual, la del tipo Me envía Picone, la película de Nanni Loy, la del puerta a puerta por Navidad, por Pascua y el 15 de agosto, es una práctica de clan de tres al cuarto a la que recurren grupos que intentan sobrevivir, incapaces de hacer empresa. Todo ha cambiado. Los Nuvoletta de Marano, periferia del norte de Nápoles, habían puesto en marcha un mecanismo más articulado y eficaz de delincuencia organizada basado en el beneficio recíproco y en la imposición del suministro. Giuseppe Gala, conocido como «Showmafl», se había convertido en uno de los agentes más apreciados y solicitados del negocio alimentario. Era agente de Bauli y de Von Holten, y, a través de Vip Alimentan había obtenido la exclusiva de Parmalai para la zona de Marano. En una conversación telefónica grabada pon los magistrados de la DDA de Nápoles en el otoño de 2003, Gala alardeaba de sus dotes como agente: «Los he aplastado a todos, somos los más fuertes del mercado».
De hecho, las empresas con las que trataba tenían la certeza de estar presentes en todo el territorio que él cubría y la garantía de recibir un elevado número de pedidos. Por otro lado, los comerciantes ylos supermercados estaban encantados de tener a Peppe Gala como interlocutor, pues, al poder este presionar a las empresas y a los proveedores, ofrecía descuentos bastante mayores. Puesto que era un hombre del Sistema y controlaba también el transporte, Showman podía garantizar precios ajustados y entregas puntuales.
El clan no impone el producto que decide «adoptar» mediante la intimidación, sino mediante la conveniencia. Las empresas representadas por Gala declaraban haber sido víctimas del crimen organizado de la Camorra, haber padecido la tiranía de los clanes. Sin embargo, examinando los datos comerciales —que se pueden encontrar en los datos que facilita Confcommercio (Confederación General Italiana del Comercio, del Turismo, de los Servicios y de las PMI), se observaba que las empresas que se habían dirigido a Gala entre 1998 y 2003 habían tenido un incremento de las ventas anuales que oscilaba entre el 40 y el 80 por ciento. Mediante sus estrategias económicas, Gala incluso conseguía resolver los problemas de liquidez monetaria de los clanes. Llegó a imponer un recargo sobre el panettone en el período navideño para dar una paga extra a las familias de los presos afiliados al clan de los Nuvoletta. Pero el éxito se le subió a la cabeza a Showman. Según han contado algunos arrepentidos, intentó hacerse también con la exclusiva en el mercado de la droga. La familia Nuvoletta no quiso saber nada del asunto. Lo encontraron en enero de 2003 quemado vivo en su coche.
Los Nuvoletta son la única familia de fuera de Sicilia que se sienta en la cúpula de laCosa Nostra, no como simples aliados o afiliados, sino estructuralmente vinculados a los Corleonesi, uno de los más poderosós de la Mafia. Tan poderoso que —según las des del arrepentido Giovanni Brusca— cuando los sicilianos
ezaron a organizarse para hacer estallar bombas en media Italia a les de la década de 1990, pidieron la opinión de los maraneses y olaboración. Los Nuvoletta consideraron la idea de poner bom1 una estrategia descabellada, más ligada a favores políticos que a itados militares efectivos. Se negaron a participar en los atentados Idar apoyo logístico a los terroristas. Una negativa expresa sin suningún tipo de represalia. El propio Tot Riina imploró al boss
Nuvoletta que interviniera para corromper a los jueces de su mer macroproceSo, pero tampoco en este caso los maraneses acuiron en ayuda del ala militar de los corleoneses. En los años de la rra interna en la Nueva Familia, después de la victoria sobre Cu,,los Nuvoletta mandaron llamar al asesino del juez Falcone, Gioii Brusca, el boss de San Giovanni Jato, para que eliminara a cm— personas en la Campania y disolviera a dos en ácido. Lo llamaron
quien llama al fontanero. Él mismo reveló a los magistrados el dimiento para disolver a Luigi yVittorioVastarella:
Dimos instrucciones para que se compraran cien litros de ácido muriático; hacían falta contenedores metálicos de doscientos litros, de los que normalmente se utilizan para conservar aceite y están cortados por la parte superior. Según nuestra experiencia, había que verter en cada contenedor cincuenta litrosde ácido, y como estaba previsto suprimir a dos personas, hicimos preparar dos bidones.
Los Nuvoletta, aliados con los subclanes de los Nettuno y los Polverino, también habían modernizado el mecanismo de las inveriones en el narcotráfico, creando un verdadero sistema de acciona— ciado popular de la cocaína. La DDA de Nápoles había demostrado en una investigación de 2004 que el clan había permitido a todo el mundo, a través de los intermediarios, participar en la adquisición de a1os de coca. Pensionistas, trabajadores y pequeños empresarios da- han dinero a algunos agentes que lo reinvertían en la compra de alijos de droga. Invertir una pensión de seiscientos euros en coca signi— acaba recibir al cabo de un mes el doble. No había garantías aparte de la palabra de los intermediarios, pero la inversión era invaria mente provechosa. El riesgo de perder dinero no era comparable beneficio obtenido, sobre todo si se comparaba con los intereses c habrían recibido si hubieran depositado el dinero en el banco. únicos inconvenientes eran de tipo organizativo: a menudo ha guardar los panes de coca a los pequeños inversores a fin de que z estuvieran almacenados siempre en el mismo sitio y de que resultal prácticamente imposible confiscarlos. Los clanes camorristas ha logrado ampliar así la circulación de capitales para invertir, implic do también a una pequeña burguesía alejada de los mecanismos d lictivos, pero harta de confiar sus propios fondos a los bancos. Había transformado, asimismo, la distribución al por menor. Los Nuv’ ta-Polverino convirtieron las peluquerías y los centros de bronceach en los nuevos minoristas de la coca. Los beneficios del narcotráfic eran reinvertidos después, a través de algunos testaferros, en la adquisición de pisos, hoteles, participaciones en sociedades de servicios, colegios privados e incluso galerías de arte.
La persona que coordinaba los capitales más sustanciosos de los Nuvoletta era, según las acusaciones, Pietro Nocera, uno de los gerentes más poderosos del territorio. Iba invariablemente en Ferrari y disponía de un avión privado. El Tribunal de Nápoles decretó en 2005 el embargo de bienes inmuebles y sociedades valorados en más de treinta millones de euros; en realidad, solo el 5 por ciento de su imperio económico. Salvatore Speranza, colaborador de la justicia, reveló que Nocera es el administrador de todo el dinero del clan Nuvoletta y se ocupa de «las inversiones del dinero de la organización en terrenos y en la construcción en general». Los Nuvoletta invierten en la Emilia—Romaña, el Véneto, las Marcas y el Lacio a través de Enea, cooperativa de producción y trabajo gestionada por Nocera incluso mientras era prófugo. Facturaban cifras elevadísimas, ya que Enea había obtenido contratas públicas por millones de euros en Bolonia, Reggio Emilia, Módena,Venecia, Ascoli Piceno y Frosinone. Desde hacía años, los Nuvoletta también hacían negocios en España. Nocera había ido a la ciudad de Tenerife para llamar al orden a Armando Orlando, según los investigadores en la cúspide del clan, por los gastos generados por la construcción de un imponente, lejo urbanístico, Marina Palace. Nocera lo criticó por estar gas— do más de la cuenta debido a la utilización de materiales demao caros.Yo solo he visto Marina Palace en la web, pero su página
Dcuente: un enorme complejo turístico, piscinas y cemento que Nuvoletta habían construido para participar en el negocio del tuirno en España y alimentarlo.
Paolo Di Lauro venía de la escuela de los maraneses y su carrera riminal empezó como la de su lugarteniente. Poco a poco, Di LauD se alejó de los Nuvoletta hasta convertirSe, en los años noventa, en 1 brazo derecho del boss de Castellammare Michele D’Alessandro y uparse directamente de él mientras estaba huido de la justicia. Su proyecto era coordinar las plazas de venta de droga con la misma lóica con la que había gestionado las cadenas de tiendas y las fabricas e chaquetas. El boss se dio cuenta de que, después de la muerte en prisión de Gennaro Licciardi, el territorio del norte de Nápoles podía convertirse en el mayor mercado de droga a cielo abierto que se hubiera visto nunca en Italia y en Europa.

Todo gestionado por sus hombres. Paolo Di Lauro siempre había actuado calladamente, poseía cualidades más financieras que militares, en apariencia no invadía los territorios de otros boss, no se hallaba sometido a investigaciones y registros.


Uno de los primeros en desvelar el organigrama de su organización había sido el arrepentido Gaetano Conte. Un arrepentido con una historia particularmente interesante. Era carabinero y había prestado servicio en Roma como guardaespaldas de Francesco Cossiga. Sus cualidades como miembro de la escolta de un presidente de la República le habían permitido convertirSe en amigo del boss Di Lauro. Conte, después de haber organizado extorsiones y narcotráfico por cuenta del clan, había decidido colaborar con los jueces proporcionando abundantes datos y detalles que solo un carabinero habría podido saber.
Paolo Di Lauro es conocido como «Ciruzzo el Millonario», un apodo ridículo, si bien sobrenombres y apodos tienen una lógica precisa, una sedimentación calibrada.

Siempre he oído llamar a los que pertenecen al Sistema por su sobrenombre, hasta el punto de que en muchos casos el nombre y el apellido llegan a diluirse, a ser olvidados. Un apodo no se escoge, surge de improviso, por algún moti- yo, y alguien lo repite. Así, por pura casualidad, nacen los sobrenom bres en la Camorra. Paolo Di Lauro fue rebautizado con el nombre de «Ciruzzo el Millonario» por el boss Luigi Giuliano, que una no1 che lo vio llegar a la mesa de póquer con los bolsillos rebosantes


billetes de cien mil liras y exclamó: «Vaya!, ¿a quién tenemos aquí. ¿A Ciruzzo el Millonario?». Un nombre que a alguien se le ocurre durante una velada resulta ser un hallazgo acertado.
Pero el florilegio de apodos es infinito. A Carmine Alfieri «‘ok ‘Ntufato», el cascarrabias, el boss de la Nueva Familia, lo llamaron así por la permanente mueca de insatisfacción y enfado en su rostro. Además, están los apodos que proceden de los sobrenombres de los antepasados y que se aplican también a los herederos, como en el caso del boss Mario Fabbrocino, llamado «‘o Graunar», el carbonero: sus antepasados vendían carbón y no había hecho falta más para llamar así al boss que había colonizado Argentina con los capitales de la Camorra vesubiana. Hay sobrenombres fruto de las pasiones características de un camorrista, como «‘o Wrangler», el de Nicola Luongo, un afiliado obsesionado con los todoterrenos Wrangler, que se han convertido en los modelos predilectos de los hombres del Sistema.Y están también los apodos inspirados en rasgos fisicos particulares: Giovanni Birra «‘a Mazza» por su cuerpo seco y largo; Costantino Jacomino «Capaianca» por ls canas que le salieron siendo todavía muy joven; Ciro Mazzarella «‘o Scellone» por sus omóplatos salientes; Nicola Pianese llamado «‘o Mussiito», o sea, el bacalao, por su piel blanquísima; Rosario Privato «Mignolino» y Dario De Simone «‘o Nano», el enano. Apodos inexplicables como el de Antonio Di Fraia, llamado «‘u Urpacchiello», un término que significa «fusta», de esas que se hacen con vergas de asno secas.Y también Carmine Di Girolamo llamado «‘o Sbirro» por su capacidad para implicar en sus operaciones a policías y carabineros. Ciro Monteriso «‘o Mago» por quién sabe qué razón. Pasquale Gallo, de Torre Annunziata, de facciones delicadas, llamado «‘o Bellillo». Los Lo Russo, llamados los «Capitoni», al igual que los Mallardo los Carlantoni»; los Belforte, los «Mazzacane» y los Piccolo, los «Quaqquaroni», viejos nombres familiares.Vincenzo Mazzarella, «‘o Pazzo», y Antonio Di Biasi, apo

ado «Pavesino», porque cuando salía a realizar operaciones militares liempre llevaba encima galletas pavesini. DomenicO Russo, apodado Mimi dei Cani», boss de los Barrios Españoles, llamado así porque de pequeño vendía cachorros de perro en Via Toledo.Y Antonio Carlo D’Onofrio, «Carlucciello ‘o Mangiavatt’» o sea, Carlitos el cornegatos, que según la leyenda había aprendido a disparar utilizando gatos callejeros como blanco. A Gennaro Di Chiara, que reaccionaba violentamente siempre que alguien le tocaba la cara, lo llamaban «File Scupierto».Tambiéha hay apodos derivados de expresiones onomatopéyicas intraducibles: Agostino Tardi, llamado «Picc Pocc»; Donienico Di Ronza, «Scipp Scipp»; la familia De Simone, llamada «Quaglia Quaglia»; los Aversano, llamados «Zig Zag»; Raifaele Giuliano «‘o Zui», y Antonio Bifone, «Zuzñ».


Solo por pedir a menudo la misma bebida, Antonio DiVicino se convirtió en «Lemon». AVincenzo Benitozzi, que tenía la cara redonda, lo llamaban «Cicciobello»; a Gennaro Lauro, quizá por el número de la casa donde vivía, «‘o Diciassette»; a Giovanni Aprea, «Punt ‘e Curtiello», porque en 1974 su abuelo participó en la película de Pasquale Squitieri Hermanos de sangre, interpretando el papel del viejo camorrista que enseñaba a los chavales a utilizar la navaja.
En cambio, hay apodos cuidadosamente pensados que pueden determinar la suerte o la desgracia mediática de un boss, como el famoso de Francesco Schiavone, llamado «Sandokan», un apodo feroz escogido por su semejanza con Kabir Bedi, el actor que interpretó al héroe de Salgan. El de Pasquale Tavoletta, llamado «Zorro» también por su semejanza con el actor de la serie televisiva, o el de Luigi Giuliano «‘o Re», llamado también «Lovigino», apodo inspirado por sus amantes estadounidenses, que en la intimidad le susurraban «1 love Luigino». De ahí lo de Lovigino. El apodo de su hermano Carmine, «‘o Lione», y el de Francesco Verde, alias «‘o Negus», como el emperador de Etiopía, por su hieratismo y por ser boss desde hacía mucho tiempo. Mario Schiavone, llamado «Menelik», como el famoso emperador etíope que se enfrentó a las tropas italianas, yVincenzo Ca— robene, llamado «Gadafi», por su extraordinario parecido con el hijo del general libio. El boss Francesco Bidognetti es conocido como «Cicciotto di Mezzanotte», un apodo nacido del hecho de que cualquiera que se interpusiese entre él y un negocio suyo vería abatirs sobre él la medianoche aunque estuviera amaneciendo. Algunos a: man que el sobrenombre se lo pusieron porque de joven había cc menzado a escalar hacia la cúspide del clan protegiendo a las putas A todo su clan se le llamaba ya «el clan de los Mezzanotte».
Casi todos los boss tienen un apodo: es sin duda alguna el
por antonomasia, el que los identiflca. El sobrenombre es para un bos lo que los estigmas son para un santo. La demostración de la perte. Nencia al Sistema. Cualquiera puede ser Francesco Schiavone, pe
solo uno será Sandokan; cualquiera puede llamarse Carmine Alfieri, pero solo uno se volverá cuando lo llamen «‘o ‘Nufato»; muchos pue- den llamarse Francesco Verde, pero solo uno responderá al nombre de «‘o Negus»; cualquiera puede haber sido inscrito en el registro como Paolo Di Lauro, pero solo uno será «Ciruzzo el Millonario».
Ciruzzo había optado por una organización silenciosa de sus nego.cios, con un perfil militar amplio pero de baja intensidad. Había sido durante mucho tiempo un boss desconocido incluso para las fuerzas policiales. La única vez que había sido citado por los jueces, antes de convertirse en prófugo, fue a causa de su hijo Nunzio, que había agredido a un profesor porque se había atrevido a regañarlo. Paolo Di Lauro estaba en condiciones de relacionarse directamente con los cárteles sudamericanos y de crear importantes redes de distribución a través de la alianza con los cárteles albaneses. En los últimos años, el narcotráfico tiene rutas precisas. La coca sale de Sudamérica, llega a España, y allí o bien es recogida directamente, o bien enviada a Albania por vía terrestre. La heroína, en cambio, sale de Afganistán y se dirige a Bulgaria, Kosovo o Albania. El hachís y la marihuana salen del Magreb y pasan por las manos de turcos y albaneses en el Mediterráneo. Di Lauro había conseguido tener contactos directos para acceder a todos los mercados de la droga, había conseguido, gracias a una minuciosa estrategia, convertirse en un importante empresario de la piel y del narcotráfico. En 1989 había fundado la famosa empresa ConfezioniValent de Paolo Di Lauro & C., que según sus estatutos tendría que finalizar su actividad en 2002, pero que en nombre de 2001 fue embargada por el Tribunal de NápoleS.Vt había adjudicado diversas contratas en toda Italia para instalar cask
carry.
Tenía como objeto social una enorme variedad de activiades: desde el comercio de muebles hasta el sector textil, desde la ponfección hasta el comercio de carne y la distribución de agua mial.Valeflt suministraba comidas a diversas instalaciones públicas y
privadas y tenía mataderos donde se sacrificaba toda clase de anima- es. Además, según su objeto social, la Valent de Paolo Di Lauro se ponía el objetivo de construir complejos hoteleros, cadenas de restauración, restaurantes y todo lo «adecuado para el tiempo libre». Al mismo tiempo declaraba que «la sociedad podrá adquirir terrenos, construir tanto directa como indirectamente edificios, centros comerciales o viviendas». La licencia comercial fue concedida por el ayuntamiento de Nápoles en 1993 y la sociedad era admin strada por CosimO, hijo de Di Lauro. Paolo Di Lauro, por causas relacionadas con el clan, había salido de escena en 1996 y cedido sus participaciones a su mujer, Luisa. Los Di Lauro son una dinastía construida con abnegación. Luisa Di Lauro había engendrado diez hijos; como las grandes matronas de la industria italiana, había aumentado progresivamente la prole al ritmo del éxito industrial.TOd0S estaban integrados en el clan: Cosimo,Viflcenzo, Ciro, Marco, Nunzio, Salvatore, y después los pequeñoS todavía menores de edad. Paolo Di Lauro tenía una especie de predilección por las inversiones en Francia; había tiendas suyas en Niza,. en París, en Rue Charefltofl 129, y en Lyon, en el 22 de Quai Perrache. Quería que fueran sus tiendas las que dieran a conocer la moda italiana en Francia, sus camiones las que la transportaran, que de los Campos Eliseos emanara el olor del poder de Scampia.
Pero en Secondigliano la enorme empresa de los Di Lauro peligraba. Había crecido deprisa y cada una de sus partes lo había hecho con gran autonomía; en las plazas de la venta de droga, la atmósfera empezaba a cargarse. En Scampia, en cambio, había esperanzas de que todo se resolviera como la última vez. Cuando, con un trago, se solucionaron todas las crisis. Un trago particular tomado mientras DomeniCo, uno de los hijos de Di Lauro, agonizaba en el hospital tras un gravísimo accidente de tráfico. DomeniCO era un joven in GOMOP

laieto. Los hijos de los boss sufren a menudo una especie de eeefljpotei y creen que pueden disponer de ciudades entera Yde bS Personas que las habitan. Según las investigaciones de la íx la,en Octubre de 2003 Domenico asaltó de noche, junto con colta y un grupo de amigos, una pequeña localidad, Casona: des


ventanas, garajes, coches, quemaron contenedores, emba flrnron portales con espray y derritieron con encendedores 1 Ptlsadores de plástico de los interfonos. Daños que su padre pagó si:
echistar con la diplomacia de las familias que tienen que poner re ucd10 a los desastres de sus retoños sin perjudicar su propia autoriad. Domenico circulaba en moto cuando, en una curva, perdió
Y cayó. Murió como consecuencia de las graves heridas su- idas, despu5 de estar unos días en coma en el hospital. Este episo—
°tragico oiginó una reunión de la cúspide, un castigo y al mismo IPO Una amnistía. En Scampía todos conocen esta historia, una Slonalegeflj tal vez inventada pero importante para comprenercO flQ se resuelven los conifictos dentro de la Camorra.
Cuentan que Gennaro Marino, llamado «McKay», delfin de aol0 O Lauro, fue al hospital donde estaba ingresado el joven mo-
para consolar al boss. Su consuelo fue aceptado. Después, Di Ui0 hizo un aparte con él y lo invitó a beber. Orinó en un vaso y SI O tendió. Habían llegado a oídos del boss noticias sobre algunos Portamientos de su favorito que no podía aprobar en absoluto.
CIay había tomado algunas decisiones económicas sin discutirlas,
Sumas de dinero habían sido sustraídas sin rendir cuentas. El
OSS habia advertido la voluntad de su delfin de hacerse autónomo,
IlO quiso perdonarlo, como si se hubiera tratado de un exceso de
O P0i parte de alguien que es demasiado bueno en su oficio.
Ce0ta0 que McKay se lo bebió todo, hasta la última gota. Un largo
sgo de Orina resolvió el primer cisma que se había producido en el
de la directiva del cártel del clan Di Lauro. Una tregua frágil,
Posteriormente ningún riñón podría drenar.
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