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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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9 1Saulo, respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se llegó al sumo sacerdote, 2pidiéndole cartas de recomendación para las sinagogas de Damasco, a fin de que, si allí hallaba quienes siguiesen este camino, hombres o mujeres, los llevase atados a Jerusalén. 3Estando ya cerca de Damasco, de repente se vio rodeado de una luz del cielo; 4y cayendo a tierra, oyó una voz que decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5El contestó: ¿Quién eres, Señor? Y El: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 6Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que has de hacer. 7Los hombres que le acompañaban quedaron atónitos oyendo la voz, pero sin ver a nadie. 8Saulo se levantó de tierra, y con los ojos abiertos nada veía. Lleváronle de la mano y le introdujeron en Damasco, 9donde estuvo tres días sin ver y sin comer ni beber.

10Había en Damasco un discípulo, de nombre Ananías, a quien dijo el Señor en visión: ¡Ananías! El contestó: Heme aquí, Señor. 11Y el Señor a él: Levántate y vete a la calle llamada Recta y busca en casa de Judas a Saulo de Tarso, que está orando. 12Vio Saulo en visión a un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para que recobrase la vista. 13Y contestó Ananías: Señor, he oído a muchos de este hombre cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén 14y que viene aquí con poder de los príncipes de los sacerdotes para prender a cuantos invocan tu nombre. 15Pero el Señor le dijo: Ve, porque es éste para mí vaso de elección, para que lleve mi nombre ante las naciones y los reyes y los hijos de Israel. 16Yo le mostraré cuánto habrá de padecer por mi nombre.

17Fue Ananías y entró en la casa, e imponiéndole las manos, le dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino que traías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. 18Al punto se le cayeron de los ojos unas como escamas y recobró la vista, y levantándose, fue bautizado, 19tomó alimento y se repuso. Pasó algunos días con los discípulos de Damasco, 20y luego se dio a predicar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios; 21y cuantos le oían quedaban fuera de si, diciendo: ¿No es éste el que en Jerusalén perseguía a cuantos invocaban este nombre, y que a esto venía aquí, para llevarlos atados a los sumos sacerdotes? 22Pero Saulo cobraba cada día más fuerzas y confundía a los judíos de Damasco, demostrando que éste es el Mesías. 23Pasados bastantes días, resolvieron los judíos matarle; 24pero su resolución fue conocida de Saulo. Día y noche guardaban las puertas para darle muerte; 25pero los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por la muralla descolgándole en una espuerta. 26Llegado que hubo a Jerusalén, quiso unirse a los discípulos, pero todos le temían, no creyendo que fuese discípulo.

27Tomóle entonces Bernabé y le condujo a los apóstoles, a quienes contó cómo en el camino había visto al Señor, que le había hablado, y cómo en Damasco había predicado valientemente el nombre de Jesús. 28Estaba con ellos y yendo y viniendo dentro de Jerusalén, predicando con valor el nombre del Señor, 29y hablando y disputando con los helenistas, que intentaron quitarle la vida; 30pero sabiendo esto los hermanos, le llevaron a Cesárea y de allí le enviaron a Tarso.
Milagros de Pedro en Lida

31Por toda Judea, Galilea y Samaria, la Iglesia gozaba de paz y se fortalecía y andaba en el temor del Señor, llena de los consuelos del Espíritu Santo. 32Acaeció que, yendo Pedro por todas partes, vino también a los santos que moraban en Lida. 33Allí encontró a un hombre llamado Eneas, que estaba paralítico desde hacía ocho años, echado en una camilla. 34Díjole Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate y coge la camilla. Y al punto se levantó. 35Visto lo cual, todos los habitantes de Lida y de Sarona se convirtieron al Señor.

36Había en Joppe una discípula llamada Tabita, que quiere decir Gacela. Era rica en buenas obras y en limosnas. 37Sucedió, pues, en aquellos días que enfermando murió, y, lavada, la colocaron en el piso alto de la casa. 38Está Joppe próximo a Lida; y sabiendo los discípulos que se hallaba allí Pedro, le enviaron dos hombres con este ruego: No tardes en venir a nosotros. 39Se levantó Pedro, se fue con ellos y luego le condujeron a la sala donde estaba, y le rodearon todas las viudas, que lloraban, mostrando las túnicas y mantos que en vida les hacía Tabita. 40Pedro los hizo salir fuera a todos, y puesto de rodillas, oró; luego, vuelto al cadáver, dijo: Tabita, levántate. Abrió los ojos, y viendo a Pedro, se sentó. 41En seguida le dio éste la mano y la levantó, y llamando a los santos y viudas, se la presentó viva. 42Se hizo esto público por todo Joppe y muchos creyeron en el Señor. 43Pedro permaneció bastantes días en Joppe en casa de Simón el curtidor.
La conversión del centurión Cornelio

10 1Había en Cesárea un hombre llamado Cornelio, centurión de la cohorte denominada Itálica; 2piadoso, temeroso de Dios con toda su casa, que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba a Dios continuamente. 3Este, como a la hora de nona, vio claramente en visión a un ángel de Dios, que, acercándose a él, le decía: Cornelio. 4El le miró y, sobrecogido de temor, dijo: ¿Qué quieres, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y limosnas han sido recordadas ante Dios. 5Envía, pues, unos hombres a Joppe y haz que venga un cierto Simón, llamado Pedro, 6que se hospeda en casa de Simón el curtidor, cuya casa está junto al mar.

7En cuanto desapareció el ángel que le hablaba, llamó a dos de sus domésticos y a un soldado, también piadoso, de sus asistentes, 8y contándoles todo el suceso, los envió a Joppe. 9Al día siguiente, mientras ellos caminaban y se acercaban a la ciudad, subió Pedro a la terraza para orar hacia la hora de sexta. 10Sintió hambre y deseó comer; y mientras preparaban la comida le sobrevino un éxtasis. 11Vio el cielo abierto y que bajaba algo como un mantel grande, sostenido por las cuatro puntas, y que descendía sobre la tierra. 12En él había todo género de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo. 13Oyó una voz que le decía: Levántate, Pedro, mata y come. 14Dijo Pedro: De ninguna manera, Señor, que jamás he comido cosa alguna manchada e impura. 15De nuevo dijo la voz: Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú impuro. 16Sucedió esto por tres veces, y luego el lienzo fue recogido al cielo.

17Estaba Pedro dudoso y pensativo sobre lo que sería aquella visión que había tenido, cuando los hombres enviados por Cornelio llegaron a la puerta, preguntando por la casa de Simón; 18y llamando, preguntaron si se hospedaba allí cierto Simón, llamado Pedro. 19Meditando Pedro sobre la visión, le dijo el Espíritu: 20Ahí están unos hombres que te buscan. Levántate, pues, baja y vete con ellos sin vacilar, porque los he enviado yo. 21Bajó Pedro y dijo a los hombres: Yo soy el que buscáis. ¿Qué es lo que os trae? 22Ellos dijeron: El centurión Cornelio, varón justo y temeroso de Dios, que en todo el pueblo de los judíos es muy estimado, ha recibido de un santo ángel el mandato de hacerte llevar a su casa y escuchar tu palabra. 23Pedro los invitó a entrar y los hospedó. Al día siguiente partió con ellos, acompañado de algunos hermanos de Joppe; 24y al otro día entró en Cesárea, donde los esperaba Cornelio, que había invitado a todos sus parientes y amigos íntimos. 25Así que entró Pedro, Cornelio le salió al encuentro, y postrándose a sus pies, le adoró. 26Pedro le levantó, diciendo: Levántate, que yo también soy hombre. 27Conversando con él, entró y encontró allí a muchos reunidos, 28a quienes dijo: Bien sabéis cuán ilícito es a un hombre judío llegarse a un extranjero o entrar en su casa, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre debía llamar manchado o impuro, 29por lo cual sin vacilar he venido, obedeciendo el mandato. Decidme, pues, para qué me habéis llamado.

30Cornelio contestó: Hace cuatro días, a esta hora de nona, orando yo en casa, vi a un varón vestido de refulgentes vestiduras, 31que me dijo: Cornelio, ha sido escuchada tu oración, y tus limosnas recordadas delante de Dios. 32Envía, pues, a Joppe y haz llamar a Simón, llamado Pedro, que se hospeda en la casa de Simón el curtidor, junto al mar. 33Al instante envié por ti, y tú te has dignado venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos en presencia de Dios, prontos a escuchar de ti lo ordenado por el Señor. 34Tomando entonces Pedro la palabra, dijo:

Ahora reconozco que no hay en Dios acepción de personas, 35sino que en toda nación el que teme a Dios y practica la justicia le es acepto. 36El ha enviado su palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la paz por Jesucristo, que es el Señor de todos. 37Vosotros sabéis lo acontecido en toda Judea, comenzando por la Galilea, después del bautismo predicado por Juan; 38esto es, cómo a Jesús de Nazaret le ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder, y cómo pasó haciendo bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con El. 39Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén y de cómo le dieron muerte suspendiéndole de un madero. 40Dios le resucitó al tercer día y le dio manifestarse, 41no a todo el pueblo, sino a los testigos de antemano elegidos por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con El después de resucitado de entre los muertos. 42Y nos ordenó predicar al pueblo y atestiguar que por Dios ha sido instituido juez de vivos y muertos. 43De El dan testimonio todos los profetas, que dicen que por su nombre cuantos creen en El recibirán el perdón de los pecados.



44Aún estaba Pedro diciendo estas palabras, cuando descendió el Espíritu Santo sobre todos los que oían la palabra; 45quedando fuera de si los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro de que el don del Espíritu Santo se derramase sobre los gentiles, 46porque les oían hablar en varias lenguas y glorificar a Dios. Entonces tomó Pedro la palabra: 47¿Podrá, acaso, alguno negar el agua del bautismo a éstos, que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros? 48y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedase allí algunos días.
La noticia del suceso en Jerusalén

11 1Oyeron los apóstoles y los hermanos de Judea que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. 2Pero cuando subió Pedro a Jerusalén disputaban con él los que eran de la circuncisión, 3diciendo: Tú has entrado a los incircuncisos y has comido con ellos. 4Comenzó Pedro a contarles por menudo, diciendo: 5Estaba yo en la ciudad de Joppe orando y vi en éxtasis una visión algo así como un mantel grande suspendido por las cuatro puntas, que bajaba del cielo y llegaba hasta mí: 6y Volviendo a él los ojos, vi cuadrúpedos de la tierra. fieras, reptiles y aves del cielo. 7Oí también una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. 8Pero yo dije: De ninguna manera, Señor, que jamás cosa manchada o impura entró en mi boca. 9Por segunda vez me habló la voz del cielo: Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú impuro. 10Esto sucedió por tres veces, y luego todo volvió al cielo. 11En aquel instante se presentaron tres hombres en la casa en que estábamos, enviados a mí desde Cesárea. 12Al mismo tiempo el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin vacilar. Conmigo vinieron también estos seis hermanos, y entramos en la casa de aquel varón, 13que nos contó cómo había visto en su casa al ángel, que, presentándosela, dijo: Envía a Joppe y haz venir a Simón, llamado Pedro, 14el cual te hablará palabras por las cuales serás salvo tú y toda tu casa. 15Comenzando yo a hablar, descendió el Espíritu Santo sobre ellos, igual que sobre nosotros al principio. 16Yo me acordé de la palabra del Señor cuando dijo: «Juan bautizó en el agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo». 17Si Dios, pues, les había otorgado igual don que a nosotros, que creímos en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios? 18Al oír estas cosas callaron y glorificaron a Dios, diciendo: Luego Dios ha concedido también a los gentiles la penitencia para la vida.
La predicación fuera de Palestina

19Los que con motivo de la persecución suscitada por lo de Esteban se habían dispersado, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no predicando la palabra más que a los judíos. 20Pero había entre éstos algunos hombres de Chipre y de Cirene que, llegando a Antioquía, predicaron también a los griegos, anunciando al Señor Jesús. 21La mano del Señor estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió al Señor. 22Llegó la noticia de esto a los oídos de la iglesia de Jerusalén, y enviaron a Antioquía a Bernabé, 23el cual, así que llegó y vio la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a perseverar fieles al Señor; 24porque era hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe, y se allegó al Señor numerosa muchedumbre. 25Bernabé partió a Tarso en busca de Saulo, y hallándole, le condujo a Antioquía, 26donde por espacio de un año estuvieron juntos en la iglesia e instruyeron a una muchedumbre numerosa, tanto que en Antioquia comenzaron los discípulos a llamarse «cristianos».

27Por aquellos días bajaron de Jerusalén a Antioquía profetas, 28y levantándose uno de ellos, por nombre Agabo, vaticinaba por el Espíritu una grande hambre que había de venir sobre toda la tierra, y que vino bajo Claudio. 29Los discípulos resolvieron enviar socorros a los hermanos que habitaban en Judea, 30cada uno según sus facultades, y lo hicieron, enviándoselo a los ancianos por medio de Bernabé y Saulo.
La persecución de Herodes Agripa

12 1Por aquel tiempo, el rey Herodes se apoderó de algunos de la iglesia para atormentarles. 2Dio muerte a Santiago, hermano de Juan, por la espada. 3Viendo que esto era grato a los judíos, llegó a prender también a Pedro. 4Era por los días de los Acimos, y cogiéndole, le metió en la cárcel, encargando su guarda a cuatro escuadras de soldados con el propósito de exhibirle al pueblo después de la Pascua. 5En efecto, Pedro era custodiado en la cárcel; pero la Iglesia oraba instantemente a Dios por él. 6La noche anterior al día en que Herodes se proponía exhibirle al pueblo, hallándose Pedro dormido entre los soldados, sujeto con dos cadenas y guardada la puerta de la prisión por centinelas, 7un ángel del Señor se presentó en el calabozo, que quedó iluminado; y golpeando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto; y se cayeron las cadenas en sus manos. 8El ángel añadió: Cíñete y cálzate tus sandalias. Hízolo así. Y agregó: Envuélvete en tu manto y sígueme. 9Y salió en pos de él. No sabía Pedro si era realidad lo que el ángel hacía; más bien le parecía que fuese una visión.

10Atravesando la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que conduce a la ciudad. La puerta se les abrió por sí misma, y salieron y avanzaron por una calle, desapareciendo luego el ángel. 11Entonces Pedro, vuelto en sí, dijo: Ahora me doy cuenta de que realmente el Señor ha enviado su ángel y me ha arrancado de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío. 12Reflexionando, se fue a la casa de María, la madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde estaban muchos reunidos y orando. 13Golpeó la puerta del vestíbulo y salió una sierva llamada Rode, 14que, luego que conoció la voz de Pedro, fuera de sí de alegría, sin abrir la puerta, corrió a anunciar que Pedro estaba en el vestíbulo. 15Ellos le dijeron: Estás loca. Insistía ella en que era así; y entonces dijeron: Será su ángel. 16Pedro seguía golpeando, y cuando le abrieron y le conocieron, quedaron estupefactos. 17Haciéndoles señal con la mano de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel, y añadió: Contad esto a Santiago y a los hermanos. Y salió, yéndose a otro lugar.

18Cuando se hizo de día se produjo entre los soldados no pequeño alboroto por lo que habría sido de Pedro. 19Herodes le hizo buscar, y no hallándole, interrogó a los guardias y los mandó conducir al suplicio. Luego, bajando de la Judea, residió en Cesárea. 20Estaba irritado contra los tirios y sidonios, que de común acuerdo se presentaron a él, y habiéndose ganado a Blasto, camarero del rey, le pidieron la reconciliación, por cuanto su región se abastecía del territorio del rey. 21El día señalado, Herodes, vestido de las vestiduras reales, se sentó en su estrado y les dirigió la palabra. 22y el pueblo comenzó a gritar: Palabra de Dios y no de hombre. 23Al instante le hirió el ángel del Señor, por cuanto no había glorificado a Dios, y comido de gusanos expiró. 24La palabra del Señor más y más se extendía y se difundía. 25Bernabé y Saulo, cumplido su ministerio, volvieron de Jerusalén, llevando consigo a Juan, llamado Marcos.
TERCERA PARTE
Difusión De La Iglesia Entre Los Gentiles

(13-28)
Primer viaje de San Pablo



(13,1-15,33)
Pablo y Bernabé, en Chipre

13 1Había en la iglesia de Antioquía profetas y doctores: Bernabé y Simeón, llamado Niger; Lucio de Cirene, Manahem, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo; 2mientras celebraban la liturgia en honor del Señor y guardaban los ayunos, dijo el Espíritu Santo: Segregadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los llamo. 3Entonces, después de orar y ayunar, les impusieron las manos y los despidieron.

4Mandados, pues, por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre. 5En Salamina predicaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, teniendo a Juan por auxiliar. 6Luego atravesaron toda la isla hasta Pafos, y allí encontraron a un mago, falso profeta, judío, de nombre Bariesus. 7Hallábase éste al servicio del procónsul Sergio Paulo, varón prudente, que hizo llamar a Bernabé y a Saulo, deseando oír la palabra de Dios. 8Pero Elimas el mago, que eso significa este nombre se le oponía y procuraba apartar de la fe al procónsul. 9Mas Saulo, llamado también Pablo, lleno del Espíritu Santo, clavando en él los ojos, 10le dijo: ¡Oh lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de torcer los rectos caminos del Señor? 11Ahora mismo la mano del Señor caerá sobre ti y quedarás ciego, sin ver la luz del sol por cierto tiempo. Al punto se apoderaron de él las tinieblas y la obscuridad, y daba vueltas buscando quien le diera la mano. 12Al verlo, creyó el procónsul, maravillado de la doctrina del Señor.
Pasan los misioneros al Asia Menor

13De Pafos navegaron Pablo y los suyos, llegando a Perge de Panfilia, pero Juan se apartó de ellos y se volvió a Jerusalén. 14Ellos, partiendo de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia, y entrando en la sinagoga en día de sábado, se sentaron. 15Hecha la lectura de la Ley y de los profetas, les invitaron los jefes de la sinagoga, diciendo: Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación al pueblo, decidla.

16Entonces se levantó Pablo, y haciendo señal con la mano, dijo: «Varones israelitas y vosotros los que teméis a Dios, escuchad: 17El Dios de esté pueblo de Israel eligió a nuestros padres y acrecentó al pueblo durante su estancia en la tierra de Egipto y con brazo fuerte los sacó de ella. 18Durante unos cuarenta años los soportó en el desierto; 19y destruyendo a siete naciones de la tierra de Canán, se la dio en heredad 20al cabo de unos cuatrocientos cincuenta años. Después les dio jueces, hasta el profeta Samuel. 21Luego pidieron rey, y les dio a Saúl, hijo de Cis, de la tribu de Benjamín, por espacio de cuarenta años. 22Rechazado éste, alzó por rey a David, de quien dio testimonio, diciendo: «He hallado a David, hijo de Jesé, varón según mi corazón, que hará en todo mi voluntad». 23Del linaje de éste, según su promesa, suscitó Dios para Israel un salvador, Jesús, 24precedido por Juan, que predicó antes de la llegada de aquél el bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel. 21Cuando Juan estaba para acabar su carrera, dijo: «No soy yo el que vosotros pensáis; otro viene después de mí, a quien no soy digno de desatar el calzado». 26Hermanos, hijos de Abraham, y los que entre vosotros temen a Dios, a nosotros se nos envía este mensaje de salud.

27En efecto, los moradores de Jerusalén y sus príncipes le rechazaron y condenaron, dando así cumplimiento a las palabras de los profetas que se leen cada sábado, 28y sin haber hallado ninguna causa de muerte, pidieron a Pilato que le quitase la vida. 29Cumplido todo lo que de El estaba escrito, le bajaron del leño y le depositaron en un sepulcro, 30pero Dios le resucitó de entre los muertos, 31y durante muchos días se apareció a los que con El habían subido de Galilea a Jerusalén, que son ahora sus testigos ante el pueblo. 32Nosotros os anunciarnos el cumplimiento de la promesa hecha a nuestros padres, 33que Dios cumplió en nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús, según está escrito en el salmo segundo: «Tú eres mi hijo, yo te engendré hoy». 34Pues le resucitó de entre los muertos, para no volver a la corrupción. También dijo: «Yo os cumpliré las promesas santas y firmes hechas a David». 35Por lo cual, en otra parte dice: «No permitirás que tu Santo vea la corrupción. 36Pues bien, David, habiendo hecho durante su vida la voluntad de Dios, se durmió y fue a reunirse con sus padres y experimentó la corrupción; 37pero aquel a quien Dios ha resucitado, ése no vio la corrupción.

38Sabed, pues, hermanos, que por éste se os anuncia la remisión de los pecados y de todo cuanto por la Ley de Moisés no podíais ser justificados. 39Todo el que en El creyere será justificado. 40Mirad, pues, que no se cumpla en vosotros lo dicho por los profetas:

41Mirad, menospreciadores, admiraos y anonadaos, porque voy a ejecutar en vuestros días una obra tal que no la creeríais si os la contaran».

42A la salida les rogaron que al sábado siguiente volviesen a hablarles de esto. 43Disuelta la reunión, muchos de los judíos y prosélitos adoradores de Dios siguieron a Pablo y a Bernabé, que les hablaban para persuadirles que permaneciesen en la gracia de Dios. 44Al sábado siguiente casi toda la ciudad se juntó para escuchar la palabra de Dios: 45pero viendo los judíos a la muchedumbre, se llenaron de envidia e insultaban y contradecían a Pablo. 46Mas Pablo y Bernabé respondían valientemente, diciendo: A vosotros os habíamos de hablar primero la palabra de Dios, mas puesto que la rechazáis y os juzgáis indignos de la vida eterna, nos volveremos a los gentiles. 47Porque así nos lo ordenó el Señor:

«Te he hecho luz de las gentes para ser su salud hasta los confines de la tierra». 48Oyendo esto los gentiles, se alegraban y glorificaban la palabra del Señor, creyendo cuantos estaban ordenados a la vida eterna. 49La palabra del Señor se difundía por toda la región; 50pero los judíos concitaron a mujeres adoradoras de Dios y principales y a los primates de la ciudad y promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé y los arrojaron de sus términos. 51Ellos, sacudiendo el polvo de sus pies contra aquellos, se dirigieron a Iconio, 52mientras los discípulos quedaban llenos de alegría y del Espíritu santo.


Prosigue la misión en Asia hasta la vuelta de Antioquía
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