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Autonomía integradora y transformación social: el desafíO Ético emancipatorio


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La persona reflexiva-creativa y la Autodirección personal.-
La persona social y la sociedad, como sistemas complejos tienen una capacidad autopoiética (Maturana, Varela), de autogeneración y crecimiento creativo (tendencia al autocompletamiento, a la autorrealización de las potencialidades propias) (31). Lo que la denominada psicología humanista ha ignorado, en parte, es el condicionamiento sociohistórico específico y diferenciado, la contextualización real así como las sensibilidades de entorno en que esta dinámica compleja del desarrollo individual tiene lugar y se hace posible o constreñida (Wagensberg. J., 1998).
Expresado en otros términos, la limitación de las potencialidades humanas -social e históricamente construidas (Manuscritos del 44, Marx C., 1961)-, crea contradicciones al nivel de los individuos y de la sociedad, que generan estados caóticos y dinámicas de inestabilidad que se abren a crisis y soluciones a través de puntos de bifurcación posibles, abiertos a trayectorias de incertidumbre (Munné F., 1993, 1998, Wagensberg J, 1998).
Vale decir que, para la condiciòn humana (social, cultural e históricamente condicionada) el estado de sumisión, imposición y constreñimiento de sus potencialidades (dentro de ciertos márgenes críticos) es disruptivo, contranatural a la dinámica propia del desarrollo como organismos vivos.
Esta necesidad de autonomía de los individuos y de los conjuntos sociales, a mi juicio, está en la base de las concepciones emancipatorias y de la complejidad, al enfatizar las necesidades y potencialidades de los individuos y de las bases de los agrupamientos sociales (comunidades, instituciones) en la construcción social; es decir, la potenciación de los procesos de abajo-arriba en tanto aportadores de emergencias conectadas con sus situaciones vitales e intereses más acuciantes.
La autopoiésis es el mecanismo de desarrollo de los organismos vivos a partir del proceso de apropiación creadora o adaptación proactiva (asimilación-acomodaciòn),

–Wagensberg, Piaget- en condiciones de interacción social –Vigotsky- y construcción de sentidos propios –como identidad contradictoria (Ortiz F. 1993) y borrosidad, en tanto intersección y superposición de límites (Munné F. 2000)- en el camino de elaboración de las proyecciones futuras.


La autonomía de la persona, entonces, es la construcción autopoiética de la dinámica del desarrollo del individuo y de los agrupamientos sociales, que promueve el manejo intencional de los procesos en su interrelación con la realidad natural y social a través de la práctica social, que significa su condición de sujetos.
La construcción de la autonomía desde la complejidad, significa formación de una flexibilidad, anticipación, creatividad, proyección propositiva y actuante vs. la incoherencia conducente a la fragmentación de la persona y la alineación social.
El problema de la autonomía de la persona y de la sociedad, por tanto, hay que analizarlo en el plano de la coherencia-incoherencia, de la construcción de sentido personal y social, de la realización de potencialidades autopoiéticas.
La autonomía es una dinámica contradictoria de constreñimientos internos y externos en relaciòn con el desarrollo de potencialidades autopoiéticas:

La expresión de la autonomía no es la de libertad absoluta del contexto, sino la de su rejuego con la sensibilidad de entorno, conocimiento por el sujeto de la necesidad social y valoración-elección de las alternativas dentro de las bifurcaciones posibles, propias del orden no lineal. Plantea, por tanto un sentido de involucración, responsabilidad, intencionalidad, aportación, construcción, que implican una disposición ética determinada.


La autonomía personal se puede considerar, además de uno de los componentes de la Autodirección personal, como una de las orientaciones disposicionales importantes de los Proyectos de Vida de las personas reflexivas y creativas ( D´Angelo O., 1991,1994).
Esto se expresa en la posibilidad de pensar la realidad con criterio propio, sacar las propias conclusiones de los acontecimientos personales y externos; la independencia de criterio y decisión, que supone un desarrollo reflexivo, una madurez personal y una postura autocrítica.
Destacamos la dimensiòn psicológica de Autodirección personal como el conjunto de procesos de autodeterminación y de autorregulación de la personalidad orientados hacia fines generales del individuo que conforman las líneas temáticas y los mecanismos de cohesión y consistencia personal a través de los proyectos de vida autorrealizadores, dirigidos al autodesarrollo personal y la aportación al progreso social .
Además, una postura personal autónoma implica tomar decisiones consecuentes con ese modo de pensar, valorando los juicios de los demás, pero basándose en su propia experiencia y código de valores, sin someterse a presiones irracionales, con responsabilidad asumida por el resultado de las acciones. Este es un proceso de connotaciones éticas, por tanto, que conlleva el respeto al derecho de los demás y aportaciones al bien común (Obujowski. K., 1976).
Todo ello requiere tomar en cuenta la experiencia propia, y autorregular, rectificar o modificar la visión general, expectativas, aspiraciones y metas, planes y acciones futuras, de acuerdo con las nuevas situaciones presentadas y los límites de las posibilidades propias y del contexto. Implica, por otra parte, la articulación de los proyectos individuales y colectivos (D´Angelo O. 2000).

Personas y Sociedades reflexivas y creativas. Procesos de masificación cultural.-
Una de las dimensiones relevantes en el análisis de los procesos de desarrollo social es la que se relaciona con el ámbito cultural. No es, con mucho, la Cultura, aún con su carácter abarcador, la única tributaria al desarrollo social, en el que los aspectos económicos, políticos, geográficos, poblacionales, históricos, etc. son importantes.
Sin embargo es, quizás, la dimensión de la Cultura, entendida en su sentido amplio y no limitada al campo de lo artístico exclusivamente, la dimensión más integradora y permanente del desarrollo, dimensión en la que se articula la subjetividad social, la producción simbólica, psicológica e ideológica y la material y en la que se conforman, por tanto, las significaciones vitales de los acontecimientos sociales.
El sentido de la masificación cultural, bien entendida como desarrollo cultural integral, por oposición a la llamada ''cultura de masas'' que tiene un carácter alienante, deformador y uniformador, podría ser el de propiciar el enriquecimiento de las personas en la diversidad y multiplicidad, en el goce legítimo de lo humano en todos los campos de las relaciones sociales, la vida artística, científica, productiva y de la cotidianeidad. En otras palabras, la masificación cultural estaría dirigida a lograr la plena realización de las potencialidades humanas de las personas (C. Marx.- Manuscritos-citado), lo que tiene como condición primordial la remoción de las condiciones sociales provocadoras de injusticia, ignorancia, desigualdad y alienación.
Por tanto, podríamos señalar, al menos, dos vertientes importantes de la masificación como desarrollocultural integral:


  1. La que construye las nuevas fuentes de conocimiento, expresión y disfrute de la diversidad de las manifestaciones humanas en todos los campos del saber y del hacer (32).

  2. La que, a partir de la apropiación-exteriorización (Marx) en el campo de lo estético, del conocimiento y de la praxis social, construye sentidos desalienantes, liberadores de la identidad cultural, desde la interpretación-deconstrucción y reconstrucción virtual y real de las bases de conocimiento y estructuración de lo instituido socialmente.


Ampliación de las fuentes de conocimiento y desarrollo humano.-
Con vistas a las perspectivas de esta masificación cultural, valdría la pena realizar algunas reflexiones como contribución a lo que podría constituir un camino de profundización del desarrollo socio-cultural, aportador al objetivo de la plena autorrealización humana a que aspiramos.
En este sentido la discusión sobre algunos supuestos básicos resulta imprescindible. La problematización de esquemas mentales tradicionales debe abrir nuevas posibilidades de comprensión y desarrollo:

¿Qué es información y qué es conocimiento?

¿Qué es aprendizaje desarrollador y que es asimilación reproductiva?

¿Quién es una persona culta?

¿Cuál es la relación entre praxis social y desarrollo de la cultura?
Aparentemente, algunas de las preguntas se limitan al ámbito de lo psicológico y lo pedagógico, pero su interés para una proyección en la política social del desarrollo cultural se revela inmediatamente.

La psicología, la pedagogía, la sociología, la filosofía y otras áreas del saber, se integran aquí en una intención de aplicación transdisciplinaria emancipatoria que impacta el ámbito de la política cultural y social.


Veamos algunas ideas sobre las problemáticas planteadas, a la luz de los enfoques actuales del desarrollo del pensamiento, la construcción de los conocimientos, el aprendizaje desarrollador y la práctica liberadora social:


  1. La información sólo se convierte en conocimiento cuando es procesada reflexiva y críticamente, cuando es comparada, enjuiciada, evaluada, contrastada, interpretada y comprendida a través de un proceso dialógico de intercambio argumentativo y de experiencias significativas. Por eso, las teorías actuales no ponen tanto el énfasis en el volumen de información sino en su calidad y en su forma de procesamiento.




  1. De acuerdo con lo anterior, el aprendizaje social no se realiza productivamente ni conduce al desarrollo si no supera las pautas tradicionales de transmisión reproductiva basados en criterios de autoridad o de verdad impuestos, que sólo provoca rechazo o asimilación pasiva de los textos y exposiciones de los maestros y profesores o de otros actores sociales, consumo pasivo de programas radiotelevisivos, etc. El aprendizaje desarrollador se realiza en condiciones de ejercicio del diálogo crítico y reflexivo, abierto a la generación problematizadora y creativa, en el que el individuo es parte comprometida en la reconstrucción del conocimiento y de la praxis social.




  1. La persona culta en este paradigma desarrollador no es sólo depositaria de contenidos, a manera de recipiente enciclopédico, sino la que, además de obtener información, sabe procesarla, establecer relaciones, distinguir entre lo que es o no argumentable, puede evaluar en todas sus consecuencias los sucesos y acciones, suyos y de los demás. Además es culta si se conecta con los sentidos construidos socialmente en todas las manifestaciones del ser, saber, sentir y hacer de su tiempo y sociedad concreta.

Esto plantea el problema de las condiciones situacionales y sociales propiciatorias de este tipo de aprendizaje reflexivo, participativo, creativo y desarrollador. El contexto que propicia este aprendizaje promueve no sólo un conocimiento mejor sustentado, flexible y abierto a lo nuevo y lo cambiante, sino también más legítimo, autónomo y comprometido social y éticamente, al tomar en cuenta sus implicaciones e impactos. El aprendizaje desarrollador da espacio al diálogo y a la construcción concertada del conocimiento y de la acción social, da poder a quien no tenía, lo obliga a asumir la autonomía y la responsabilidad de sus acciones.


Un comentario sobre estas primeras preguntas problematizadoras: No se trata de absolutizar, porque el proceso de aprendizaje social tiene diferentes momentos. El acceso cada vez más necesario a más información es una condición.

La polémica bien dirigida, incluso a través de los medios de comunicación, en espacios como mesas redondas y otros, son posibilidades importantes de conectarse a diferentes puntos de vista acerca de los procesos complejos de la sociedad y la cultura.


Sin embargo, se requiere profundizar en la cultura del debate, por la vía de la reflexión, el pensamiento crítico, constructivo y problematizador, que aborda los diferentes puntos de vista, anticipa las situaciones dilemáticas y aporta alternativas de solución a los temas y asuntos esenciales de la cotidianeidad, que constituyen los centros de formación del sentido de la subjetividad social, parte importante de los constituyentes de la identidad cultural.
Por eso, las características reflexivas y creativas las aplicamos no sólo a la construcción del conocimiento y el aprendizaje sino a los temas de la expresión amplia de la persona en diversos campos de su vida social, lo cuál tiene, además, importantes connotaciones en la conformación de sus valores. (D´Angelo, O. 1996).
Así, el campo de acción de lo reflexivo y creativo trasciende al ámbito de la experiencia vital y de la práctica social de los sujetos que aprenden y construyen una proyección de vida basada en una posición argumentada, creadora, sustentada en valores sociales positivos para convertirse en un modo de hacer cultural de las masas. (D´Angelo, O. 1998).
Es necesario asumir las expresiones de lo imaginario grupal y social, las contradicciones, temores, retos, atribuciones, preocupaciones, tabúes, arquetipos culturales e ideológicos, etc., que conforman el inconsciente y representación colectivos de nuestra identidad nacional y develar el entramado de significaciones y efectos reales en nuestro contexto social actual (a estos asuntos volveremos en próximos acápites).
Y ésta es una posibilidad que presenta la masificación de la cultura a través del empoderamiento de los diferentes actores sociales desde sus contextos propios comunitarios e institucionales. Son, sobre todo, los propios actores sociales los que deben asumir, en su condición de sujetos activos y transformadores la interpretación y reconstrucción de sus realidades cotidianas, construir la nueva cultura popular.
Una hermenéutica crítica, psicoanalítica, humanista y marxista se impone en el examen desprejuiciado e integrador de los complejos procesos socioculturales de la actualidad.

Los intentos de ''desmontaje'', ''deconstrucción'' o'' develación interpretativa'' de los procesos profundos que conforman la trama de la experiencia humana, como comprensión integradora crea las posibilidades de un reajuste constructivo para el despliegue de las potencialidades individuales y sociales, al pasar por el desmontaje de los ámbitos de contradicción que permita elaborar creativamente las estrategias desarrolladoras de la cultura y la vida social.


En conclusión, la masificación vista como desarrollo de la cultura, podría aprovechar las aportaciones de los paradigmas actuales de las ciencias humanas para avanzar progresivamente en el desarrollo de los componentes reflexivos, creativos y éticos del enriquecimiento humano de los individuos y de nuestra sociedad. La participación masiva en la cultura impone la profundización en sus objetivos y métodos formativos y la comprensión contextualizadora de la realidad sociocultural general y específica comunitaria para una expresión más transparente, constructiva, diferenciada y significativa de los proyectos culturales dirigidos a rescatar y crear valores culturales desarrolladores.

Valores y Creatividad en la diversidad cultural. Ética y complejidad.-
La cuestión ética, como problema social relativo a la expresión de los valores y a su formación, a la transparencia del comportamiento y las intenciones, al enfrentamiento y solución de múltiples dilemas morales de la vida cotidiana y de las relaciones sociales, es una temática de interés social generalizado. Las relaciones entre la conciencia individual y la social, entre el individuo y el contexto socio-cultural de la época y del país constituyen, en los tiempos que corren, una de las problemáticas de más difícil abordaje teórico y práctico.
Una concepción de valores éticos y de desarrollo humano, del acervo universal, junto a las tradiciones propias de nuestro pensamiento filosófico y social nacional y latinoamericano, constituyen los pilares de la estructuración de los fundamentos y el desarrollo de la dimensión ética de la persona que necesitamos (33).
Es aquí donde las instituciones culturales y otras instituciones educativas y sociales, pueden desempeñar su papel más constructivo.

El desarrollo de un nuevo tipo de persona social autónoma, responsable y comprometida con su entorno social y cultural, con la conformación de una identidad propia de contorno universal nacional abierta al desarrollo de la plenitud de la esencia humana requiere de nuevas formas de interacción activa con sus condiciones materiales y espirituales de existencia, con su entorno cotidiano.


En este sentido, se enfatiza el tomar como punto de partida de la educación social de valores la experiencia vital, las necesidades e intereses, los hechos de la realidad cotidiana en que están inmersos los individuos, para proceder a su examen profundo, a la búsqueda de las relaciones y fundamentos, al descubrimiento de la incoherencia y los conflictos morales subyacentes, al debate abierto de las debilidades e insuficiencias y de los mecanismos de manipulación o de irracionalidad social.
Sólo sobre la base de la formación ciudadana reflexivo-creativa y la acción consecuente, se puede llegar a desarrollar valores éticos personales de alto orden, que aporten a la construcción de proyectos de vida individuales y colectivos, a una sociedad mejor para todos, como antídoto al mal contemporáneo de la crisis de valores.
Se requiere del debate sobre temas éticos que abarcan una amplia gama de aspectos de la vida social, de las relaciones interpersonales cotidianas, áreas de conflictos del comportamiento moral, de conformación del sentido de identidad personal, cultural, nacional, etc., vinculados a la formación de la dignidad y solidaridad humana y la integridad de la persona.
Todas estas pueden ser tareas de diferentes actores sociales en la formación de la conciencia ciudadana y de la identidad cultural. Los promotores culturales, los maestros, las organizaciones sociales, los trabajadores sociales, los gestores comunitarios, los medios de comunicación, entre otros, podrían orientar proyectos y acciones socioculturales que tuvieran la mirada puesta también en los temas éticos de la cotidianeidad, así como en la formación y el disfrute estético de la población, componentes importantes del desarrollo humano pleno.
El concepto de integridad de la persona es central para este enfoque de desarrollo ético y creador de los proyectos de vida. Ello supone, de un lado, la articulación de los planos de elaboración intelectual, afectiva y valorativa con la práctica, el comportamiento y la posición social del individuo en el contexto real de su vida, en interrelación con su comunidad.
En la base de la formación de valores se entremezclan las disposiciones, creencias, afectos y juicios que dan lugar, según M. Lipman (1992, pág.306), a dos posiciones básicas:
- 1)Posición de conservación: Se considera a sí misma como representando y preservando valores tradicionales de la sociedad.

Postulado: Es necesario trasmitir los códigos morales considerados valiosos, de generación en generación, garantizando de esa forma la integridad y la continuidad social.

Lo característico de esta posición es el respeto por unos ideales, asociados a la identidad nacional, que son la herencia del pasado y al mismo tiempo una guía fiable para el futuro.



Enfatiza el contenido de los valores más que las habilidades para su examen.
- 2)Posición de preparación para el cambio: Es expresión de valores de diversidad e innovación cultural.

Postulado: La habilidad para la discusión argumentada pasa a primer plano de atención más que el contenido de los valores.
Ocurre, frecuentemente, que se pone el énfasis en una u otra posición, de corte más tradicionalista o más innovador. Lo cierto es que la conservación y la integración y desarrollo de los valores para la educación moral ciudadana deberían constituir un proceso dialécticamente articulado en el que se expresen las mejores tradiciones formadoras de la identidad nacional inspiradas en lo autóctono y en los avances del pensamiento humanista universal, a la vez que incorpore el sentido positivo del cambio social.
M. Lipman destaca la importancia de que esta formación en valores se lleve a cabo en contextos comunitarios y cooperativos (Ibidem). En efecto, el propósito educativo, en el enfoque liberador, no se cumple sino socialmente, a partir de la interacción reflexiva en el campo más amplio de las relaciones interpersonales y sociales, en la familia, en la comunidad, en las organizaciones sociales y en la perspectiva de la proyección individual y grupal en la vasta dimensión de las instituciones sociales y las relaciones macro-sociales.
Un proceso de construcción social como el que se genera a través del aprendizaje cooperativo-reflexivo en comunidades de aprendizaje social participativo, en esos diferentes contextos supone, además, la definición de posiciones de valor, orientaciones y metas vitales, puntos de vista sociales, que a la vez que se especifican y personalizan van constituyendo un referente grupal común. La formación de proyectos de vida individuales se va concertando en la elaboración del proyecto de vida colectivo de grupo. Una visión más amplia, hacia la sociedad en su conjunto, determinaría los puntos de tensión y convergencia entre estos proyectos individuales, colectivos y de nación, como marco general.
Este campo de elaboración y realización de los proyectos de vida social constituye una tarea social y cultural de primer orden. Su realización práctica pudiera sustentar los procesos de cambio social en comportamientos responsables, argumentados, creativos, concertados socialmente.
Cuando las personas argumentan, hacen autocorreciones, brindan sustentaciones y construyen el conocimiento con los otros; crean una nueva realidad, extraen inferencias, elaboran alternativas, escuchan a los demás y reconocen lo valioso de sus puntos de vista. Ese aprendizaje desarrollador los están capacitando para ejercer sus roles sociales de manera más integral, constructiva y solidaria, como ciudadanos capaces de tomar lo valioso existente y construir, sobre ello, creativamente, en concertación con los demás.
El énfasis vigostkiano en el papel del diálogo como constructor del pensamiento, de la interacción social del aprendizaje desarrollador de las potencialidades individuales, se proyecta aquí en el plano constructivo de lo social creativo y humano.
En consecuencia, este enfoque transformador promueve un tipo de interacción social basada en el respeto mutuo, el razonamiento, la cooperación, la aportación constructiva y la coherencia ética, en los que se despliega en su totalidad la persona como ser humano social.
Se trata, en resumen de la creación de una nueva cultura que fomente la identidad a partir de la diversidad, que tienda hacia una sociedad que propicie el libre desarrollo de personas que se sientan identificadas con sus raíces y valores nacionales y culturales, lo que supondría otra calidad de "participación" responsable, reflexiva y creativa en toda la extensión del proceso de elaboración, toma de decisiones y su control social.
La libertad como cultura, como planteara Martí, supone este enraizamiento contextual y la capacidad de análisis argumentado. La libertad es la dimensión de la posibilidad creadora coherente con los sentidos que construye, el "conocimiento de la necesidad" y de las vías posibles y convenientes, de acuerdo al marco de valores de la cultura en que se sustenta el pensar, sentir y actuar de las personas.
Esto tiene que ver con el ideal martiano de preparar al hombre para la vida, que no sería más que hacerlo capaz de elaborar (sustentadamente, cultamente) sus proyectos de vida y de realizarlos teniendo en cuenta la raíces propias, el contexto de su cultura y del movimiento social que dan sentido a su propia actividad.
Prepararse para la vida significaría asumirla en su complejidad y diversidad, en capacidad de mantener los rumbos o direcciones esenciales en que se conectan los dramas vitales y sociales, con flexibilidad y apertura a las nuevas alternativas; por tanto, creativamente.
La praxis social es formación de sentido y, sobre todo, formación de un sentido personal, anticipación y acción meditada y responsable sobre el lugar y tareas del individuo en la sociedad, de su autorrealización personal y del desarrollo social. Es por eso que no puede separarse la elaboración de este sentido vital de la dirección que toma la propia vida. La sustentación en valores del proyecto de vida personal y social se complementa con el planteamiento de metas importantes en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana y de lo social, que es expresión de aspiraciones y expectativas en relación con los valores asumidos y su posibilidad de realización en la situación real.
La Cultura como ámbito de expresión de los valores humanos se articula con la problemática social cotidiana, redimensiona y reconstruye, proyecta, teje y crea nuevos espacios de acción social y de enriquecimiento humano.
Sobre esas bases, la construcción y ajuste sucesivos de los proyectos de vida suponen la superación positiva de conflictos cotidianos, de situaciones de crisis personal y social inherentes al movimiento mismo de la vida cotidiana y su dinámica. Se requiere una evaluación constante de los sucesos vitales y la toma de decisiones efectivas. Este aspecto problemático del quehacer cotidiano de las personas fundamenta la necesidad del alto nivel de funcionamiento reflexivo y creador.
La formación de habilidades para la reflexión crítica y la potenciación de la creatividad en torno a valores humanos sustentados en criterios multilaterales consistentes y pertinentes a un marco social de acción constructiva en comunidades autogestivas y autocríticas, constituyen las bases de formación de este nuevo tipo de persona y de proyectos de vida para un orden social reflexivo, creativo y solidario, que expresa la nueva cultura liberadora.
La masificación como desarrollo cultural puede generar organización social, donde es posible la articulación de los proyectos de vida individuales en proyectos colectivos implicando contextos de valor compartidos, metas y aspiraciones comunes (en lo esencial, aunque sean expresión de la diversidad y la riqueza de cada individuo o grupo social) y programas de acción para la organización de las tareas colectivas en el entorno social.
Proyectos de vida conflictuados, desintegrados, no realistas o caracterizados por la inmediatez temporal, pueden ocurrir al nivel de la persona y colectivamente si no hay estructurados procesos de comunicación e intercambio reflexivos y aperturas creadoras, capaces de orientar hacia la transformación positiva de las condiciones de vida material y espiritual, en lo personal y en lo social.
La Etica humanista, como la concibe Fromm (1967,9), desde esta perspectiva compleja de las relaciones individuo-sociedad, presenta el papel activo del sujeto individual y social desde una perspectiva de participación plena, autónoma y responsable, en la que el contraste de posiciones, la capacidad de autoexpresión, el empleo de la duda racional en la confrontación constructiva, se dan a través del ejercicio dialéctico, del diálogo reflexivo, creativo y constructivo, por oposición a la asimilación de normas y valores externos desde una posición heterónoma o de autoridad.
Este planteo pone, en primer plano, de la acción social transformativa, la creación de las condiciones para el despliegue de la autorrealización personal de los individuos, para la expresión rica y múltiple de todas sus potencialidades humanas, coincidentemente con las ideas de Marx sobre el campo del desarrollo humano (1961,1973).

En situaciones de crisis social, la incertidumbre y la variabilidad en el curso de los acontecimientos, las decepciones en la realización de los ideales y metas sociales, el deterioro de las condiciones de vida, pueden producir conmociones y reevaluaciones importantes de los proyectos de vida individuales y colectivos que pueden afectar, incluso, las bases de la identidad personal y social.


Las posibilidades de un reajuste constructivo para el despliegue de las potencialidades individuales y sociales, pasa por la deconstrucción o desmontaje de los ámbitos de contradicción que permita elaborar creativamente las estrategias desarrolladoras, tanto para la transformación de las ideas y esquemas de comportamiento tradicionales, como para la modificación de limitaciones sociales inadecuadas para las situaciones de desarrollo. La masificación cultural orientada a estos altos objetivos debe rendir frutos provechosos.
Estamos esencialmente ante una nueva forma de enfrentamiento de las situaciones vitales problemáticas. Ya se trate de cuestiones relativas al desempeño profesional, al carácter de la actividad social o a las situaciones de la vida cotidiana. La actitud problematizadora constituye el modo creativo de enfrentar la complejidad del contexto profesional y social en la que la expresión de la autonomía personal y social toma connotaciones constructivas y aportadoras.
Las ciencias sociales y la ética humanista-emancipatoria.-
En el plano de lo social, y con una visión de complejidad y transdisciplinareidad, esta comprensión problematizadora revelaría muchos nudos contradictorios de las expresiones de la subjetividad social al nivel de lo psicológico cotidiano, las diferencias y aproximaciones de los discursos sobre las preocupaciones vitales, explícitas y latentes, de los grupos y actores sociales, los costos y riesgos de la política social en su más amplia expresión, las situaciones que llevan a los individuos -en determinadas coyunturas sociales y personales- a la pasividad destructiva, a la sumisión, a no asumir la responsabilidad de su autonomía, lo que les impide la realización de sí mismos y el empleo productivo de sus potencialidades constructivas sociales. (E. Fromm,1967,9).
En este sentido, los planteos de la ética humanista son articulables con la investigación de la situación social. Fromm situó la importancia del estudio de la situación humana a partir del análisis de las contradicciones en la expresión de las que denominó ''dicotomías históricas y existenciales'', si bien se conservan éstas en un nivel de abstracción del contexto sociohistórico concreto.
En '' Miedo a la libertad'' analizó los temores del hombre moderno que lo llevan, en determinadas situaciones sociales y personales, a la sumisión y a la escapatoria del asumirse a sí mismo y de la responsabilidad de su autonomía, en tanto que, en ''Etica y Psicoanálisis'', discute el problema de la Etica, considerada a partir de las normas y valores conducentes a que el hombre logre, personal y socialmente, la realización de sí mismo y de sus potencialidades. (1967,9).
Este planteo de las contradicciones de la autorrealización personal pone, en primer plano de la acción social transformativa, la creación de las condiciones para el despliegue de las potencialidades de los individuos, para la expresión rica y múltiple de todas sus manifestaciones humanas (Marx,C. 1961,1973). Dicho en otros tèrminos (Wagensberg J., 1998), se trata del análisis, por un lado de las potencialidades emergentes de la persona como sistema complejo y, de otro, de la sensibilidad de entorno que permite a la persona funcionar en contextos específicos con un alto nivel de despliegue, dando lugar a las posibles emergencias constructivas y aportadoras a la sociedad.

La propuesta Frommiana de esta Etica humanista abre la posibilidad del análisis de las condiciones sociales y mecanismos psicológico-sociales que propician la indiferencia, la sumisión protectora del individuo, en vez de su maduración como ente autónomo y responsable. Es decir, las condiciones para la construcción de un individuo (sociedad) creativa y desarrolladora (Paul, Richard 1990; Freire, Paulo1985), en vez de paternalista y obediente, vista la contraposición en sus últimas consecuencias.


En nuestra opinión, la consideración de una Etica humanista y emancipatoria (Dusell E., 1998) para la interpretación y transformación de las situaciones sociales bajo el principio de desarrollo de la vida, constituye el marco general interpretativo apropiado para estos análisis.
Esto favorecería la aplicación social práctica a la solución de las necesidades de toda la sociedad y el enfrentamiento constructivo de los problemas del individuo concreto y su realización personal, constituyente fundamental de su felicidad, su salud mental y desarrollo.
De aquí se deriva, por tanto, la solución de las contradicciones sociales e históricas en beneficio del individuo y de la sociedad que en el caso de la Ética de la liberación aporta la dirección de promoción de la vida y emancipación de los excluidos y oprimidos (Dusell E., citado).
La comprensión profunda, en esta intención develadora-emancipatoria, de las relaciones individuo-instituciones-estado-sociedad requiere el análisis de los mecanismos psicológico-sociales a partir de los cuáles se producen unas u otras formas de comportamiento.
El planteamiento de normas y valores desde las necesidades de una determinada institución social (de arriba-abajo) puede no corresponder con las necesidades o expectativas de los grupos sociales o individuos, creando límites estrechos de acción social e individual.
Es mas, toda norma es reinterpretada de acuerdo con la fractalización de las condiciones constitutivas de entorno y del sistema propio en cuestión (grupo, persona, etc.); o sea, que el todo es reinterpretado en la parte desde las condiciones específicas e intrínsecas que operan en ese nivel, de aquí que –como hemos dicho antes- los patrones de interacción social cotidianos (Sotolongo P.L., 2001) constituyan fuentes de constitución de subjetividad desde la realidad micro del proceso social.
Toda norma institucional implica un carácter prohibitivo, se vincula a las formas instituidas de hegemonía (A. Gramsci), en el marco de relaciones asimétricas de poder (M. Foucault), genera limitaciones o constreñimientos que necesitan tomar el referente de necesidad y potencialidad de los grupos e individuos, a partir de su propio espacio de construcción y aportación social.

Así, la dialéctica de abajo-arriba y arriba-abajo forma la consistencia del entramado vincular social que mantiene la autorregulación dirigida al desarrollo social.


La Etica humanista-crítica-emancipatoria, desde esta perspectiva compleja de las relaciones individuo-sociedad, presenta el papel activo del sujeto individual y social desde una participación plena, autónoma y responsable, en la que el contraste de posiciones, la capacidad de autoexpresión, el empleo de la duda racional en la confrontación constructiva, se dan a través del ejercicio dialéctico, del diálogo reflexivo, creativo y constructivo, por oposición a la asimilación de normas y valores externos desde una posición heterónoma; es decir de aceptación acrítica o por presión social.
Estas, que son condiciones establecidas desde la investigación psicológica como pre-requisitos para la madurez emocional e intelectual y la realización personal, son igualmente condiciones para el desarrollo de una sociedad constructiva en la que la develación y explicitación de las contradicciones, temores y limitaciones y la reelaboración crítica por todos sus integrantes, abren las posibilidades de una reconstrucción con sentido de consenso y progreso social.
En este marco referencial transdisciplinario y complejo se ubica la importancia metodológica de nociones generalizadoras, como las de Proyecto de Vida y Autonomía integradora, para la interpretación de la acción social y de la persona en el ámbito individual, grupal y social general, en la perspectiva de la multiplicidad de la complejidad social.
La autonomía integradora no supone la eliminación de las dependencias o determinismos reales, sino su articulación apropiada y subordinación jerárquica, no es “autonomía de” solamente, sino “autonomía para”, y ello se entronca directamente con el tema de la Autogestión social.

IV)Autogestión y práctica humanista desarrolladora para la autotransformación social.-


El tema de la Autogestión social debemos enmarcarlo en los propósitos del presente trabajo, ya que ha sido objeto de tratamiento y uso en diferentes corrientes y situaciones sociopolíticas a lo largo de la historia del pensamiento y de la práctica social.
De un lado, se ha referido al ámbito económico, social y político, como autogestión empresarial, autogestión obrera, autogestión comunitaria, local, sistema autogestionario nacional (como el fallido socialismo autogestionario yugoeslavo), etc. De otro, el concepto de Autogestión ha sido abordado desde posiciones políticas muy definidas. Al respecto, Jacques Texier (2002, pag. 35) critica los dos enfoques siguientes:

El de la perspectiva llamada libertaria (anarquista, correspondiente al socialismo mutualista de Proudhon), en la cual de lo que se trata es de abolir toda forma de poder. Otra concepción, que sólo acepta la democracia directa y que plantea que es la representación en tanto tal la que es fuente de la desvinculación política que proclama (34).


En nuestro caso, nos estamos refiriendo a la autogestión como un modo aplicable a todos las agencias humanas en la sociedad, en todos los niveles, pero cuyo marco de acción necesita articularse con las funciones estatales de manera armoniosa. Como expresa el propio autor citado, refiriendo el aunto a su dimensión económica (pág. 42): “Solo en función de una economía como un todo, se debe examinar el problema de la autogestión y el de las formas de propiedad que permitan a la planificación tomar en cuenta la totalidad económica y sus equilibrios”.
La importancia del tema estriba, a consideración del autor (pág. 34), en que “el socialismo es radicalización de la democracia….poder del demos….”; en este sentido, señala que la democracia es también una forma de autogobierno que implica la autonomía de los trabajadores-ciudadanos y que el concepto de autogestión abre a una concepción antiburocrática que es muy útil para el análisis social.
En esta parte del trabajo, una pregunta esencial, entonces, es la misma que se hizo J. Texier (citado): “¿se puede concebir el socialismo sin democracia y sin autogestión?”.

Si bien no vamos a tratar el tema en toda su amplitud y extensión, la intención es acercarnos a respuestas posibles a esa cuestión, desde el ángulo de los aspectos que abordamos. Por otra parte, se trata de un asunto delicado que toca las factibilidades del autogobierno y el papel de la gestión social desde abajo, cuestión a la que continuaremos refiriéndonos en este trabajo.


Así, el objetivo de la transformación social en una concepción socialista emancipatoria estaría encaminado al logro del desarrollo social humano multifacético, armonioso, integral, que implica el disfrute de las actividades y relaciones sociales, el despliegue de las potencialidades propias, el logro de valores de dignidad humana y solidaridad (35).
Ello implica, en mi opinión, la desenajenación de las relaciones interpersonales y sociales, la transparencia institucional sobre base de compromisos y poderes compartidos, lo que plantea, directamente, el problema de la gestión social y, más particularmente la autogestión como forma de balance de los poderes centrales y locales, individuales, grupales e institucionales, como compensación, diversificación y aportación de emergencias creativas a los poderes centralizados del Estado, en los ámbitos social, económico, jurídico y de participación política (36).
El logro de la autotransformación social supone trabajar activamente con los sujetos sociales que, por su posicionamiento en los sectores potenciales de desarrollo de las instituciones sociales, tienen la posibilidad de empoderarse para el redimensionamiento de su acción social y ejercer la función de la crítica social profunda con relación a los programas, plataformas y visiones de los diferentes sectores y sujetos sociales.
Empoderamiento, aquí, tiene la doble connotación de: apropiación de los recursos de competencia (de reflexividad, creatividad, interacción constructiva, autorrealización) individuales y colectivos, así como de disponibilidad del ejercicio de poder en los diferentes ámbitos sociales.
El empoderamiento de los actores constituye la vía formativa, desde el nivel micro, para el logro del desempeño autogestivo, en tanto que los espacios sociales deben propiciarlo a partir de la descentralización y la flexibilidad de participación y el posicionamiento reflexivo de los propios actores; o sea, a través de la concesión de poder de las instituciones y representaciones del Estado a los sujetos activos, autónomos y responsables de la colectividad social, constructores del consenso-disenso social.
En esta misma dirección se ha estado operando, mundialmente, un énfasis hacia los procesos de gestión al nivel de la localidad, en el que la importancia de los gobiernos locales constituye uno de sus puntos referenciales. Esto se ha expresado por diferentes autores de todas las latitudes. Por ejemplo, Marc Navarro (2003), especialista del Instituto Internacional de Gobernabilidad, considera que “en los últimos años estamos viviendo un proceso de atribución de nuevas responsabilidades a los gobiernos locales, dada la incapacidad del Estado de dar una respuesta a las nuevas demandas provenientes de dos frentes; a saber, la diversificación de las demandas sociales y la globalización (Brugué y Goma, 1998). Así, se está dando una creciente revalorización de lo local como ente bajo el cual se debe gestar una adecuación de las instituciones a la nueva realidad social”.
Como él mismo autor señala, “Esta situación requiere de una acción por parte de las instituciones locales que dé respuesta a los nuevos requerimientos de la realidad sociocultural de su territorio. Así, la equidad, la accesibilidad y la participación política de estos grupos en el diseño de las políticas públicas se torna como un elemento necesario para garantizar unos niveles idóneos de gobernabilidad local”.

A los efectos de nuestra perspectiva de enfoque, la situación que opera respecto a las relaciones entre gobierno local y gobierno nacional, vale para la autogestión social comunitaria en general. Así, Navarro (ibídem) señala que “para que los entes locales puedan desarrollar las políticas necesarias para un mayor acomodo de la diversidad social, es preciso que gocen de cierto grado de autonomía. Únicamente si los gobiernos locales disfrutan de un margen de maniobras lo suficientemente amplio para poder adecuarse a la realidad bajo la que tienen potestades, se podrán hacer frente a los nuevos requerimientos……. Bajo estas premisas, el objetivo perseguido…..es el de mostrar dos elementos necesarios (que no suficientes) para promover una gobernabilidad local: la autonomía local y la participación.

Ambos aspectos devienen interdependientes para la acomodación del gobierno local a la nueva realidad social, política y económica que se está desarrollando, ya que, por un lado, la

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