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Autonomía integradora y transformación social: el desafíO Ético emancipatorio


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Es, en este marco interpretativo, que las relaciones entre las formas de participación social, la institucionalidad en que se inscriben y la construcción de subjetividad con un sentido social, adquieren una posibilidad de entendimiento, reconstrucción y proyección a nuevas fases de desarrollo social humano. De ahí la importancia de tratar el tema en la investigación social con un sentido de integridad y transdisciplinareidad que dé cuenta de las distintas aristas de su compleja manifestación.

Relaciones entre la Política, la Subjetividad social y una Ética emancipatoria para el Desarrollo Humano .-


La Política, en su comprensión teórica, se orienta por modelos filosóficos e ideológicos elaborados. No obstante, como disciplina de la práctica social, es sensible a las expresiones de la realidad contextual, incluidas aquéllas correspondientes al campo de la subjetividad social.
Como destaca J.L.Acanda (2002, pág.249), analizando a Gramsci, “La concepción de la política, que la vincula al poder como imposición, debe complementarse con otra que la vincule con el consenso. Es decir, con la capacidad de ese poder de instalarse en la producción espiritual de la sociedad, con el objetivo de conformarla de acuerdo con sus intereses. Que permita, por tanto, extender el campo de lo político a todas las instancias y estructuras que socializan a los individuos, ya que desde estas se consolida el poder o se le desafía”.
En el mismo sentido se construye la óptica foucaultiana del poder: “ El poder no es una institución, ni una estructura, o cierta fuerza con la que están investidas determinadaas personas; es el nombre dado a una compleja relación estratégica en una sociedad dada…En realidad el poder significa relaciones, una red más o menos organizada, jerarquizada, coordinada…Lo que hace que el poder se sostenga, que sea aceptado, es sencillamente que no pesa sólo como potencia que dice no, sino que cala de hecho, produce cosas, induce placer, forma saber, produce discursos; hay que considerarlo como una red productiva que pasa a través de todo el cuerpo social en lugar de cómo una instancia negativa que tiene por función reprimir” (Foucault, M, 1978, 1980, 1981, citados por Acanda J.L. y otros 2000).
En el entorno contradictorio de la sociedad compleja, en medio de relaciones internacionales hegemónicas, de esquemas conceptuales diversos y concepciones del mundo opuestas, ¿cuáles serían vías de soluciones posibles de reconstrucción-renovación de Proyectos sociales, que conserven el sentido de nuestra identidad nacional y la esencia liberadora y de justicia social que la constituye?, ¿cómo garantizar la posibilidad de construcción de expectativas de desarrollo humano, basadas en la dignidad, el progreso y la felicidad, tomando en cuenta las características de la complejidad social e individual y las tendencias de su desarrollo?.-
Se requiere la ampliación de la autoorganización intencional autorreguladora y los mecanismos de reflexividad dialógica en todos los campos de lo social, de las normas y mecanismos sociales de participación, propiciatorias del aumento de autonomía integradora de los diversos actores y espacios sociales, categoría que enfatiza los modos de acción creativa dentro y fuera de las instituciones económicas y sociales, y la autoconstrucción de perspectivas de progreso, sin que se pongan en riesgo objetivos sociales de desarrollo consensuados.
Sólo con la expresión abierta y el compromiso real que genera el comportamiento independiente para el bien social, es posible mantener la cohesión integradora en el camino de la identidad para el desarrollo nacional, el logro de la felicidad individual y colectiva. Este es el profundo sentido de la Ética emancipatoria.
El problema de la dinámica del cambio se relaciona con los márgenes de aceptación del sistema. Dentro de esos márgenes de aceptación (definidos por las abordabilidades-affordances- en teoría de la complejidad –Juarrero Alicia, 1998) el sistema se mueve modificando, asimilando, acomodando sus pautas y estructuras, con relativa flexibilidad. Más allá, entraría en un estado de crisis con bifurcaciones potenciales, las que pueden llevar a una transformación de desarrollo esencial o a estados disruptivos en los que se haría peligrosa su existencia como sistema social.
Los márgenes de aceptación, para determinadas sociedades capitalistas, por ejemplo, están dados en los límites de previsibilidad de una situación revolucionaria que tienda a transformar las bases constitutivas del sistema. El capitalismo genera contradicciones sociales a las que trata de buscar paliativos dentro de la estructura y concepción básica del sistema, más allá de los cuáles entraría en un proceso de descomposición y transformación en un sistema social diferente.
El mismo mecanismo –salvando las distancias cualitativas entre los dos sistemas- opera en el socialismo contemporáneo. En éste, los límites son de sentido contrario; todas las fuerzas y procesos que tiendan a diversificar los órdenes de la propiedad estatal-social, o la autonomía económica, social, etc., más allá de ciertas consideraciones de valor, pueden ser vistos como alternativas al sistema u órdenes potenciales generadores de una retroacción hacia sistemas capitalistas.
La cuestión se hace más complicada en las condiciones de entorno (unipolaridad y globalización del mundo actual) en que la actuación de fuerzas poderosas, nada ingenuas ni siempre espontáneas, sino con intereses clasistas, económicos y políticos hegemónicos bien definidos, controlan los fondos de financiamiento mundial en un porcentaje aplastante y asumen como suyas las demandas de democratización, defensa de derechos humanos y de las libertades ciudadanas que, de manera paradójica, estarían mejor interpretadas desde las concepciones socialistas que desde su liberalismo fundante.
Como en el ajedrez, toda estrategia de ataque conlleva estrategias defensivas de parte del contrincante. Así, el socialismo se ha visto compelido a moverse entre dos tendencias: conservación y cambio (64).
Como expresan Juan Valdés Paz (1996) y Aurelio Alonso (2002), la legitimidad, como sostén de las acciones que realiza el Estado, se basa en el consenso y es también expresión de la necesidad de cierto tipo de relaciones instituidas (la referencia a Norberto Bobbio, en ambos casos es explícita) (65). La legitimidad, por tanto, siguiendo a A. Alonso, parece construirse en el tiempo histórico social concreto, en el marco de relaciones sociales definidas y se enmarca en el contexto de interpretaciones de democracia.
En este último sentido, después de un análisis del asunto, expresa que “ decir que la institucionalidad de la sociedad civil (entendida al modo gramsciano) implica autonomía en relación con las instituciones políticas no equivale a afirmar que esta autonomía se exprese como oposición” (A. Alonso, 2002, pág. 38); ésta consideración de la legitimidad que abre a la autonomía constructiva (que yo destacaría como de positividad, en vez de negatividad, en la dialéctica de contradicciones posibles, y que no descarta el planteo de alternativas integradoras, sino que las promueve, aún cuando los cursos de la acción social puedan dirigirse en sentidos reconstructivos o de replanteamientos fundamentales) abriría opciones a un socialismo participativo desde la diversidad, la pluralidad programática y la posibilidad generadora de los múltiples agentes sociales.
La legitimidad conferida al sistema político-social por los sujetos sociales, en un momento determinado de su dinámica histórico-concreta, se relaciona con los márgenes de aceptación de que hablamos y con los límites del propio sistema (66).
El tema tiene vigencia para las concepciones del socialismo actuales; ya que, a pesar de las diferentes formas de expresión de las modalidades del socialismo y con sus diferentes potencialidades de movilización y arraigo popular, algo en común las distingue, a mi juicio:

-Se trata de modalidades de socialismo más o menos estatal, de tendencia verticalista, en la que los mecanismos de participación, retroacción y realimentación se autoconstriñen a partir de normas instituidas que se orientan más a la conservación que a la autotransformación creativa del sistema social y sus instituciones. Lo instituyente es, pues reconfigurado dentro de las pautas instituidas, con margen limitado de generación creativa desde los actores sociales. Esto genera, como veremos más abajo, un conjunto de peculiaridades de la subjetividad social que comportan riesgos pronosticables, en la vía del mediano plazo, para la propia conservación de lo esencial del sistema.


“El deterioro de la legitimidad en Cuba –en opinión de Miguel Limia (1999, pág. 173)- está motivado, en primer lugar, por la condición tan terrible que padece el país bloqueado…,después de la caída del socialismo esteeuropeo, se produce una contracción que hace disminuir la eficiencia del Estado, su capacidad de organizar eficientemente los proyectos de vida personales, en torno al proyecto social…….(En ese sentido)…el Estado va dejando de corresponder a las nuevas relaciones que surgen….de clase, generacionales, éticas, espirituales…..hay algunos problemas en la sociedad que están condicionados porque el Estado, en cierta medida, deja de ser instrumento para convertirse en fin…..Al ocurrir este conflicto, aparecen conductas anómicas, antinstitucionales, que en menor o mayor grado comienzan a manifestar que el Estado es disfuncional por algunas razones”.

La solución al problema este autor la ve en el énfasis en el asunto de la participación popular, de sus formas y vías (ibídem, pág. 175) (67).


Aunque son muchos los condicionantes de la situación de conflicto entre el Estado y las necesidades sociales, Isabel Monal (1999, pág. 170) aporta un elemento a tener en cuenta y que, al menos considero yo, debe ser una de las líneas de atención de las modalidades de control popular que se ejerzan en un modelo participativo. Ella señala que la separación entre el Estado y la sociedad (que no se sentía representada por éste) desempeñó un papel fundamental en el colapso del campo socialista europeo y atribuye parte del asunto al papel de la “burocracia como grupo social que cumple una función y que puede, en razón de esa función y en determinadas condiciones, independizarse del resto de la sociedad y desenvolverse fundamentalmente (al menos por un tiempo) en defensa de sus propios intereses”.
En las presentes condiciones y riesgos potenciales, el sistema socialista puede estar generando sus propias clausuras, que tienden a convertirlo en rutinario, con pocas opciones de solución a los nuevos problemas. La condición de su renovación permanente radica en abrir los espacios a la problematización creadora desde los actores internos interesados en el mejoramiento de las condiciones de vida (calidad de vida) y de acuerdo con principios éticos elevados de desarrollo humano social, con mayor potenciación de la flexibilidad de opciones enriquecedoras de una opción socialista aún más horizontal y participativa.

Realidades y retos para la política social.-
Teniendo en cuenta los supuestos anteriores de la complejidad social y el énfasis en la naturaleza de la subjetividad social, la focalización en los proyectos de vida y la autonomía integradora como características esenciales; o sea, el asumir que la sociedad es compleja y la subjetividad social también es compleja, demandaría de la política social la necesidad de replanteamiento de un mayor balance de las posibilidades de conservación-desarrollo de los valores y prácticas sociales que conforman la Identidad nacional.
En situaciones de crisis social, la incertidumbre y la variabilidad en el curso de los acontecimientos, las decepciones en la realización de los ideales y metas sociales, el deterioro de las condiciones de vida, pueden producir conmociones y reevaluaciones importantes de los proyectos de vida individuales y colectivos que pueden afectar, incluso, las bases de la identidad personal y social.
Las posibilidades de un reajuste constructivo para el despliegue de las potencialidades individuales y sociales, pasa por la deconstrucción o desmontaje de los ámbitos de contradicción que permita elaborar creativamente las estrategias desarrolladoras, orientando la solución de los problemas en la dirección de una Etica humanista emancipatoria concreta.
Las preguntas ante las nuevas condiciones serían:

¿Cómo garantizar que las inquietudes, necesidades vitales y representación de clausura de las potencialidades de los actores sociales se reviertan y logren cauces de emergencias para soluciones creativas, manteniendo los fines y valores esenciales del sistema: dignidad humana, solidaridad, justicia social, progreso económico, patriotismo?


¿Qué tipos de mecanismos económicos, socialistas y mercantiles, podrían ser implementados de manera que amplíen los actuales límites de participación de la población en la vida económica y cuáles controles sociales deben aplicarse para que se mantenga un alto nivel de cohesión social en vez de representarse como atractores de bifurcación que propicien una mentalidad de cambio hacia otro sistema social?

En la gestión social, ¿Cómo lograr hacer partícipes reales en todas las políticas de desarrollo del país a todos los sujetos sociales con potencialidad de compromiso y acción (individuos, comunidades, instituciones)? (68)


La comprensión del alcance del nuevo paradigma emancipatorio (que sólo desde posiciones socialistas renovadoras cumpliría cabalmente sus propósitos), en las condiciones creadas, constituye el modo más abarcador y humanizado de despliegue de la fuerza popular creadora.
Como señala Marta Harnecker (1999, pág.125), se necesitaría establecer las distinciones entre Proyecto y Modelo para hablar de socialismo después del fracaso del socialismo real; o sea, “el proyecto o propuesta socialista y un determinado modelo de socialismo….., lo que fue derrotado fue efectivamente un determinado modelo de socialismo: el soviético, y no el proyecto socialista como tal (69).
Esta distinción fundamental implica la apertura al debate acerca del modelo concreto y sus vías (además de que se puede seguir enriqueciendo las perspectivas del proyecto, en lo teórico y lo práctico), a la luz de las experiencias históricas universales y nacionales (70). Esto es perfectamente posible y necesario a la luz de los nuevos planteos de las ciencias sociales emancipatorias.
Comporta retos, sobre todo en el entorno agresivo y hegemónico mundial, pero es, tal vez, la única salida. Las otras dos grandes opciones son: el colonialismo político-cultural de las potencias hegemónicas y de los sectores más conservadores y anexionistas (71), ó el continuismo paralizante y obsoleto que deja poco margen a la solución de las necesidades y expresión de las reservas de potencialidades productivas y sociales de la población.
Es en este punto que es necesario analizar el significado profundo de la perspectiva crítica, inaugurada sobre todo por Marx. Como dice J.L.Acanda (2002, pág. 334): “Desde Kant, por crítica se entiende el estudio de las condiciones de posibilidad. Es decir, la indagación acerca de los elementos objetivos que han condicionado el surgimiento y desenvolvimiento del fenómeno en cuestión”.
La Sociedad Civil, entendida no como algo separado de la sociedad política y del Estado, como señalara Gramsci (Acanda J. L.,2002, pág. 254), sino como “ escenario legítimo de confrontación de aspiraciones, deseos, objetivos, imágenes, creencias, identidades, proyectos, que expresan la diversidad constituyente de lo social” (ibídem, pág. 257), puede ser el espacio de ejercicio de esa crítica reconstructiva.
“El agotamiento histórico del modelo de socialismo basado en el unicentrismo del Estado, y la necesidad de avanzar a la organización de un socialismo pluricéntrico, conlleva la necesidad de interpretar al socialismo como tensión y de estructurar un proyecto alternativo a las recetas neoliberales que sea no sólo económico y político, sino también –y sobre todo- moral y cultural” (Acanda J. L., 2003, pág. 131).
Coincido con el propio autor (pág. 134), cuando señala que: “La cuestión clave al pensar la hegemonía es preguntarnos que sujetos queremos potenciar con el desarrollo de la sociedad civil. Se trata, por supuesto, de aquéllos sujetos colectivos opuestos al proyecto dominador y totalitario de la supremacía del mercado y de lo privado. Pero la autonomía de la comunidad, la autonomía de estos sujetos sociales colectivos es impensable sin la autonomía de los sujetos individuales. La autonomía efectiva del individuo es la garantía de la posibilidad real de que la sociedad civil socialista sea el campo privilegiado de autoconstrucción de sujetos colectivos que mediante su asociatividad comprometida cuidan la comunidad política que promueve y protege sus intereses”.
Planteado en términos de la perspectiva de la Complejidad, se trata de que: “Sólo sujetos complejos son capaces de captar la complejidad; sólo las realidades complejas son capaces de producir sujetos complejos” (Navarro, Pablo, 2003).
Se trata de avanzar en un Modelo social de desarrollo humano basado en las necesidades de expresión positiva de los Proyectos de vida individuales, en articulación con los proyectos locales, institucionales y al nivel macrosocial. Este sería un desarrollo superior de los modelos de sociedades participativas, basado en mecanismos de acción social autorreguladora, autodirectiva y emancipatoria, constructivos de una autonomìa integradora para la liberación social.
Se requeriría encontrar las correspondencias y coherencias del modelo teórico-práctico de la Política con las expresiones de la subjetividad social, para explorar vías constructivas que anticipen la reconstrucción más amplia posible del paradigma ético emancipador (72).
En este sentido, las elaboraciones políticas tendrían que estar muy atentas al estado de la subjetividad social en el contexto y momento histórico determinados. Estar abiertas a dialogar con la cotidianeidad desde marcos de apertura y receptividad, orientados a la retroalimentación mutua y no a la imposición de normas que puedan estar lacerando, aún de manera oculta, el sentir latente. La política debe así respetar el emergente (sintiente, deseante, pensante), el estado real de preocupaciones expresado de diversas maneras en las expresiones de la subjetividad social (en el habla popular, en las alegorías y silencios, en la exaltación y la quietud) como momentos de producción que elaboran las ansiedades sociales y generan consecuencias posibles (73).
Las ansiedades sociales (de igual manera que ocurre en un grupo pequeño) pueden expresarse en forma de temores, sentimientos de pérdidas reales o potenciales, de incertidumbre y miedo a lo desconocido o a consecuencias perjudiciales (persecutorias-paranoides), de elaboración constructiva (tareas, proyectos) (74), etc.
Ante medidas políticas de alta sensibilidad en la población, la generación de ansiedades puede conducir a diferentes comportamientos, más enmascaradores de la realidad en la medida en que la presión y la coerción social e institucional se haga más pronunciada, de manera que se potencian las ansiedades persecutorias-paranoides y se paralizan las ansiedades constructivas de tareas y proyectos.
Este es uno de los mecanismos generadores de la doble moral, la apatía social y otras manifestaciones. Requiere, por tanto, ser interpretado y elaborado en contextos participativos de apertura y construcción creativa, con una transparencia comunicativa que ponga de manifiesto los intereses diversos institucionales y sociales, que abra margen a la comprensión mutua, a la negociación y al consenso constructivo, con respeto para todos los puntos de vista comprometidos en la construcción social.
Esto conllevaría a la creación de espacios de autonomía integradora de los sujetos sociales, comunidades críticas de amplio espectro (con actores institucionalizados y no institucionalizados bajo la conducción de representantes de base) que moverían el enfrentamiento de los problemas de abajo hacia arriba y que impulsarían y argumentarían el cambio de las normas sociales y jurídicas para dar más entrada a la voluntad económica, política y social de la diversidad y constructividad social de los diferentes actores sociales.
Entonces, la política social armonizaría más con las expresiones de la subjetividad social en contextos normales de contradicción y potencial (o real) conflictividad.
Hacia una cultura del diálogo, empoderadora, reflexiva y creativa (75).-
La creación de una cultura del diálogo reflexivo, crítico y creativo, como forma de manifestación social basada en el respeto de la diversidad, en lo emergente de la subjetividad social y a tono con los valores y metas sociales consensuadas, constituyen una de las más elevadas formas de participación social para la construcción de la autonomía, la libertad social y el desarrollo de la calidad de vida humana.
El paso desde el énfasis en los mecanismos movilizativos y orientadores, impositivos o coercitivos, a mecanismos de elaboración comprometida, respetuosa de la diversidad y la autonomía, y autogeneradora de sus propias propuestas, decisiones y mecanismos sociales de control popular, es un momento esencial constructivo de la ética social emancipatoria contribuyente a la emergencia de una teoría y práctica políticas renovadoras del socialismo.
La Política podría entonces, en este marco interpretativo y práctico, sintonizar estrechamente con las manifestaciones de la subjetividad social en una interpelación abierta a la construcción de los escenarios posibles consensuados -y, por tanto, dotados de compromiso real de los diversos actores sociales, ya que poseen carga de energía significativa en los asuntos emergidos desde la base y desde los propios actores sociales- coherentes con un paradigma ético emancipatorio en el que las necesidades sociales e individuales y las oportunidades y posibilidades de construcción de proyectos de vida satisfactorios y desarrolladores, constituya una máxima de todos.
El balance entre objetivos del sistema político para su autocumplimiento y el balance de las necesidades, intereses, preocupaciones, expectativas, estados de ánimo de los individuos y grupos sociales, debe ir dirigido hacia la búsqueda de verdades compartidas más que a la ejecución de esquemas de verdades que, por la formalización de los espacios participativos, tiendan a convertirse, realmente, en unilaterales o absolutas.
La política, conducida en esa dirección, brindaría oportunidades a la construcción de una autonomía integradora, basada en las aportaciones de los diferentes actores sociales, en sus posibilidades autoorganizativas y autopoiéticas (Varela, Maturana, Capra, Luhman) dentro de un marco de expresión amplio y no restrictivo de sus potencialidades, tendientes a la búsqueda del consenso hacia objetivos compartidos y negociados de desarrollo individual y social.
La autonomía integradora configura, en nuestra elaboración, un elemento central de la construcción social de una ética emancipatoria dirigida a los objetivos del desarrollo humano en libertad, solidaridad y dignidad, para la realización de la justicia social, el progreso y la elevación de la calidad de vida de todos.
Si la integración es la base de la cohesión social, ello sólo es posible en el contexto de la complejidad social marcado por la incertidumbre, la diversidad, la autoorganización de los procesos y sistemas, la dinámica de procesos emergentes (a veces regresivos, otras adaptativos y otras anticipadores y proyectivos), si se fomentan orientaciones productivas autorrealizadoras -en los individuos, grupos y a escala de toda la sociedad- (Maslow, Rogers, Fromm, etc.).
Marx había planteado la prioridad de la satisfacción de las necesidades materiales respecto a las espirituales, aún siendo ambas un par dialéctico caracterizado por la unidad y las tensiones. Inspirado en esta idea, A. Maslow elaboró su teoría sobre las escalas de necesidades humanas. En sentido general, él plantea la prioridad de satisfacción de las necesidades de supervivencia (de alimentación, protección física, etc.); en un sitio intermedio ubica la satisfacción de las necesidades de autoestima (la importancia de la consideración, el respeto, la pertenencia e identidad – en lo individual y social- y el amor de los otros y de sí mismo) y considera que, sobre estas bases de apoyo, se desarrollan y satisfacen, entre otras, las necesidades superiores de autonomía y autorrealización.
La Política (como disciplina y como práctica) tiene que tener en cuenta esta conformación de la jerarquía de necesidades humanas, no de manera rígida, pero sí en sus significaciones principales. Este conjunto de necesidades operan de manera integrada en la persona (sociedad) sana, madura y desarrolladora. Son constitutivas de los Proyectos de Vida individuales y colectivos.
En nuestra realidad, ello nos llevaría a una reflexión: ¿existen posibilidades de cubrir las necesidades de supervivencia básicas de las amplias capas de la población con los dispositivos y políticas actuales?, ¿se toma en cuenta la emergencia de procesos que afectan la identidad, integración y autoestima de todas las capas sociales?, ¿ se han explorado las aperturas posibles a la autonomía creadora de los actores sociales en su diversidad ?, ¿se han analizado creativamente las posibilidades de incremento de oportunidades para todos en todos los campos de la vida económica, política y social, capaces de satisfacer las necesidades de autorrealización vital? (76).
Se trata de la posibilidad de nuestra reconstrucción social a partir de las propias potencialidades y posibilidades emergentes de la creatividad de los sujetos autónomos integrativos, para la (su) autorrealización vital de todos (77).
La Política, en este diseño, debe estar en estrecha conexión con las expresiones de la Subjetividad social y dirigida al desarrollo de una Ética emancipatoria que pondere las necesidades y los valores humanos para el predominio absoluto de la Vida en toda la diversidad de sus manifestaciones y riquezas; por tanto, dirigida a propiciar la satisfacción de las necesidades individuales y sociales y la conformación de Proyectos de vida multifacéticos y enriquecedores de su realidad social-individual y colectiva-.
En este sentido, la Política deja de ser una esfera de acción preferencial sólo del Estado, ya que se estructura a partir de la relación primordial entre los sujetos sociales autónomos y las instituciones estatales y sociales. Se confecciona en la interacción de abajo-arriba y de arriba-abajo, en una tensión dialéctica que garantizaría la inclusión, los poderes compartidos, la libertad de proposición y de control popular de las decisiones, más que el sometimiento al poder institucional; pondera la creatividad colectiva, abierta a soluciones flexibles más que la visión institucional orientada al autocumplimiento del modelo teórico-ideológico de partida. Su fín, entonces, sería el de propiciar el consenso social en armonía, a partir de un propósito emancipatorio dirigido al desarrollo multilateral de las esferas de actividad social y de los individuos, con vistas a la satisfacción de las crecientes necesidades materiales y espirituales de las personas, con la potenciación de sus oportunidades de autonomía, progreso y autorrealización vital.
El propio modelo (político, económico, social, cultural) sería, en esas condiciones de las nuevas formas de participación, un modelo abierto a las aportaciones y construcciones, con capacidad de entrada a nuevas visiones realizadoras de la ética emancipatoria y, por tanto, regido por las reconstrucciones posibles en todos los planos del conocimiento y de la vida social.
En el marco de esta autonomía integradora se elaborarían (reelaborarían) nuevas normas jurídico-sociales garantes de la construcción social emancipatoria. Nueva cultura participativa como ambiente de transparencia, replanteamientos y diálogo reflexivo constructivo, en la que se limitan las condiciones para la reproducción de la esquizofrenia social y la doble moral.
Por tanto, una cultura de la reflexión-participación que implica la consiguiente deconstrucción autocrítica, develadora de los narcisismos y las castraciones posibles, como paso a una reconstrucción creadora de lo social-ideológico sacramentado, las zonas preteridas u oscurecidas –devalorizadas o subvaloradas- de lo social, en sus manifestaciones y actores olvidados y excluídos, que ilumine nuestros derroteros, como contribución al rediseño de los valores enaltecedores de la dignidad humana, desde nuestras construcciones y experiencias históricas concretas de la cotidianeidad y la cubanidad, nueva cultura como momento trascendente y creador, redimensionamiento proyectado del sentir, pensar y actuar hacia una sociedad socialista cada vez más humanizada.
Al quedar los sujetos mismos de la acción, en poder (empoderados) de imaginar, elaborar, debatir, consensuar, actuar, ejecutar y controlar sus propias tesis y decisiones, se crea la posibilidad de expresión de una mayor coherencia ética de los individuos, grupos, instituciones y de toda la sociedad.
En una puesta de acuerdo compartida, los compromisos se generan también desde las bases y actores de la sociedad, con capacidad de autonomía integradora, en balance adecuado con las metas de las organizaciones centrales. Con ello, surgen las energías transformadoras y la posibilidad del despliegue libre de las potencialidades. En resumen una sociedad solidaria, justa y digna, con más oportunidades de realización, más plena y libre para todos.
La dimensión pedagógica –un interés principal de nuestra propuesta- adquiere aquí un énfasis esencial y no sólo complementario (78).
Educación ciudadana para una democracia emancipatoria.- El aprendizaje social desarrollador.-
En esencia, se trata de revolucionar los procesos de aprendizaje social. El planteamiento de los 4 aprendizajes básicos enunciados por la UNESCO (aprender a aprender, aprender a convivir, aprender a hacer, aprender a ser) forman una base de comprensión de los procesos integrados de aprendizaje, pero se mantienen en una perspectiva genérica y abstracta respecto a los fines sociales emancipatorios, aunque éstos se contemplaran desde una diversidad posible; no se pronuncian hacia que tipo de transformación deben dirigirse.
Es por eso que la creación de las condiciones para un aprendizaje efectivo; es decir la creación de una “situación de aprendizaje” (79) efectiva, constituye sólo un prerrequisito para la vía de su proyección basada en valores y prácticas emancipatorias que se necesitan, en última instancia, para la formación de actores sociales transformadores.
De esta manera, conceptos como “la persona que aprende”, “la empresa que aprende”, “las comunidades de aprendizaje”, “persona emprendedora”, “aprendizaje autorregulado”, “autorrealización personal” y otros, marcan un paso de avance respecto a ciertas concepciones tradicionales de las teorías psicológicas del aprendizaje, pero necesitan clarificar sus fines reflexivos y creativos (80) y sus bases de valor social.
Desde nuestra perspectiva de análisis, inclusive, los aportes revolucionadores del enfoque histórico-cultural vigotskiano, que presentan el carácter mediado socialmente de los aprendizajes, también necesitan interpretarse con una proyección de fines emancipatorios (81).
Como dice G. Girardi (1998, pág. 54, 55), “se trata, esencialmente, de romper la comunidad educativa que refleja la sociedad de dominación para crear una que anuncie la sociedad de autogestión. La educación liberadora debe, pues, superar en primer lugar la relación autoritaria entre educadores y alumnos. No suprime la autoridad, pero transforma radicalmente su sentido…pondrá en lugar de las motivaciones tradicionales fundadas en la competencia, en el individualismo, en el egoísmo, unas motivaciones de otro orden que se fundan en la generosidad, en el espíritu de equipo, en la solidaridad con los oprimidos…la educación liberadora está iluminada por esa búsqueda de sentido”.
Pero no se trata de una obra de intención esotérica ni de prédica moralista abstracta. “La superación del autoritarismo pedagógico será real solamente si desborda las relaciones personales y alcanza las dimensiones colectivas y finalmente estructurales del fenómeno”. (Ibídem)
De aquí que, de lo que se trate sea de la necesidad de fomentar personas, instituciones, comunidades que aprenden reflexiva y creativamente con el fin de lograr condiciones (sociales, individuales) de autorrealización plena, acorde con principios y valores generales de solidaridad y dignidad humanas correspondientes a proyectos sociales emancipatorios. Los conceptos de “comunidad de indagación” y de“comunidad reflexiva” -tratándose de comunidades de aprendizaje-, “desarrollo de personas reflexivas creativas”, “proyectos de vida autodesarrolladores” se ajustan, en nuestras elaboraciones, a estos propósitos asumidos (82).
En varias de las propuestas de la perspectiva crítica de formación educativa social, de aprendizaje reflexivo y de formación de profesionales reflexivos (Schón, Elliot, Paul, Lipman, Carr, Kemnis, y sobre todo de Freire, más cercano a nuestras elaboraciones), se presentan aportaciones diversas en esta dirección. Es por esto que M. Langón (2000) afirma que: “parece bastante adecuado hablar de comunidad de aprendizaje (o de formación o de educación), pues justamente lo que tienen en común sus miembros, lo propio de todos sus integrantes, es estar aprendiendo, estar en proceso educativo o formativo…. Pero…. más bien podría (debería) intentar llegar a serlo o conformarse como (comunidad de indagación),…...lo importante es proponer la comunidad de indagación…..(en todas las áreas de conocimiento)” (83).
La tarea de formación de comunidades reflexivas para la autogestión constructiva social, en todos los ámbitos de la sociedad, constituye así una tarea prioritaria del proyecto emancipatorio socialista.
En esta concepción emancipatoria, la educación está vinculada al análisis crítico de la realidad (Freire, Girardi, Rebellato, etc.), así como a la experiencia en una praxis crítica de construcción social en todos los campos. La experiencia-acción-lucha-educación contra la opresión y el autoritarismo se expresa en el seno de la vida familiar, sexual, en las relaciones escolares, en el campo cultural, político, etc.; dondequiera que el sujeto social es objeto de imposición de valores y prácticas y no sujeto activo constructor de la realidad social.
“Esta coherencia de la educación liberadora es esencial a su eficacia, ya que la libertad es indivisible. Si está bloqueada en un sector, corre el peligro de estarla en todos” (Girardi, G. ibídem).
Esto plantea el problema del educador como intelectual transformador, ampliamente tratado por Freire, Giroux, Rebellato y otros pensadores, con la misión de “relacionar la comprensión histórica con elementos de crítica y esperanza…(y) como cruzador de fronteras, comprometido en la creación de espacios públicos donde coexistan la igualdad social, la diversidad y la democracia participativa” (Rebellato J.L. citado, pág. 25).
Se trata, entonces de que “el poder, en lugar de reducirse a una estrategia de manipulación, deba convertirse en un dispositivo de aprendizaje…un proceso que desarrolle el protagonismo de los sujetos populares, su capacidad de saber y de poder…una posibilidad de fortalecer la constitución de un sujeto popular colectivo, aún en sus múltiples expresiones e identidades. Un espacio para construir poder, aprender a ejercerlo, percibir los límites y potenciar procesos de aprendizaje; he aquí la riqueza y el desafío de una pedagogía del poder” (Ibídem, pág.35, 46, 50).
Posibilidades y perpectivas de la reconstrucción educativa social.-
El logro de congruencia entre un ideal de persona autorrealizada y comprometida en la acción social de manera reflexiva, creativa e íntegra (sistema complejo con capacidad de autonomìa y anticipación –Wagensberg-) y la realización de un modelo de sociedad que la fomente en todos los campos de la vida (sensibilidad de entorno –Wagensberg-) constituye, sin lugar a dudas uno de los retos importantes del presente.
Es aquí donde las instituciones políticas, culturales y otras instituciones educativas y sociales, pueden desempeñar un papel más constructivo de la subjetividad y formas de acción social, -lo que no releva de la acción de ampliación y profundización de las transformaciones estructurales socioeconómicas necesarias, sin las cuáles puede perder sentido toda reconstrucción de la subjetividad social.

El desarrollo de un nuevo tipo de persona social autónoma, responsable y comprometida con su entorno social y cultural, con la conformación de una identidad propia de contorno universal nacional abierta al desarrollo de la plenitud de la esencia humana concreta, requiere de nuevas formas de interacción activa con sus condiciones materiales y espirituales de existencia, con su entorno cotidiano.
En este sentido, se enfatiza el tomar como punto de partida de la construcción social de valores la experiencia vital, las necesidades e intereses, los hechos de la realidad cotidiana en que están inmersos los individuos, para proceder a su examen profundo, a la búsqueda de las relaciones y fundamentos, al descubrimiento de la incoherencia y los conflictos morales subyacentes, al debate abierto de las debilidades, insuficiencias e inconsistencias de los mecanismos de manipulación o de irracionalidad social.
Sobre la base de la formación ciudadana reflexivo-creativa y la acción consecuente, se puede llegar a desarrollar valores éticos personales de alto orden, que aporten a la construcción de proyectos de vida individuales y colectivos, a una sociedad mejor para todos, como antídoto al mal contemporáneo de la crisis de valores.
Se requiere de la apertura del debate sobre temas éticos y vitales que abarcan una amplia gama de aspectos de la actividad social, de la producción y reproducción de la vida cotidiana, de los modelos económivos vigentes,de las relaciones interpersonales cotidianas, áreas de conflictos del comportamiento moral, de conformación del sentido de identidad personal, cultural, nacional, etc., vinculados a la formación de la dignidad y solidaridad humana y la integridad de la persona (Villarini A., 1992, 1996) (84).
La formación de competencias para la reflexión crítica y la potenciación de la creatividad en torno a valores humanos sustentados en criterios multilaterales consistentes y pertinentes a un marco social de acción constructiva en comunidades autogestivas y autocríticas, constituyen las bases de formación de este nuevo tipo de persona y de relaciones sociales para posibles proyectos de vida en un orden social reflexivo, creativo y solidario, que expresa la nueva cultura popular emancipatoria.
El concepto de integridad de la persona es central para este enfoque de desarrollo ético y creador de los proyectos de vida. Ello supone, de un lado, la articulación de los planos de elaboración intelectual, afectiva y valorativa con la práctica, el comportamiento y la posición social del individuo en el contexto real de su vida, en interrelación con su comunidad. Las posibilidades de un reajuste constructivo para el despliegue de las potencialidades individuales y sociales, pasa por la deconstrucción o desmontaje de los ámbitos de contradicción que permita elaborar creativamente las estrategias desarrolladoras de la cultura.
Junto a ello, el respeto a las diferencias, el rigor de la sustentación argumentada junto a la libertad de imaginación, la disposición a la construcción conjunta y solidaria del "conocimiento" (que es también experiencia individual y colectiva compartida en torno a las situaciones vitales de relevancia); es decir, la formación de habilidades para la reflexión crítica y la potenciación de la creatividad en torno a valores humanos sustentados en criterios multilaterales consensuados, constituye una necesidad de la complejidad social.
Un proyecto de vida colectivo (de grupo, de institución, de comunidad o de nación), cuando es realmente integrado, no es más que el fruto de esta concertación construida desde el sentir, el pensar y el actuar, (dialogada, razonable y basada en el respeto) en el campo de los valores esenciales, las expectativas, aspiraciones, metas y programas de acción de los diferentes individuos y grupos sociales.
Expresa, de esta manera, las coincidencias básicas, dentro de la diversidad, de aquellas expresiones de lo imaginario y lo real social que orientan las perspectivas de desarrollo en diferentes campos, para asumirlas en su complejidad y diversidad, en capacidad de mantener los rumbos o direcciones esenciales en que se conectan los dramas vitales y sociales, con flexibilidad y apertura a las nuevas alternativas; por tanto, creativamente.
Pero ello requiere de un movimiento intencional de los subsistemas y procesos sociales en esa dirección, la construcción de sensibilidades de entorno más permeables a las emergencias constructivas y desarrolladoras.
Los proyectos de vida individuales y colectivos se configuran, en condiciones adversas, sin los fundamentos necesarios, siendo característicos la falta de coherencia y solidez de su expresión perspectiva. Tanto en el plano de los individuos como de los grupos (escolares, familiares, comunitarios, sociales, etc.), o en el de la sociedad en general no se hace posible, entonces, la identificación de metas vitales, valoraciones y aspiraciones comunes; los estilos de comportamiento y de vida pueden dar lugar a fricciones y conflictos importantes expresados abiertamente o de manera indirecta, a través de la apatía social y otras manifestaciones negativas.
Proyectos de vida conflictuados, desintegrados, no realistas o caracterizados por la inmediatez temporal, pueden ocurrir así al nivel de la persona y colectivamente si no hay estructurados procesos de comunicación e intercambio reflexivos y aperturas creadoras, capaces de orientar hacia la transformación positiva de las condiciones de vida material y espiritual, en lo personal y en lo social.
La vida social se construye en dos direcciones complementarias: de abajo hacia arriba, y a la inversa (Isazi-Díaz, Ana Ma. 1998). Hemos conocido más los paradigmas que se afianzan en la segunda de esas direcciones y, a veces, las experiencias desde la otra dirección se han realizado de manera aislada, sin que se lograra una verdadera interrelación entre política y cotidianeidad. Entonces, entre los objetivos constructivos del nuevo orden social constructivo de la autonomía integradora estarìan:

  • la construcción de una posición ante la vida y de una proyección y acción social argumentada, creadora, sustentada en valores positivos como base de la integración armónica de pensamiento, emoción y acción (plano de la "persona").

  • la conformación de comunidades reflexivas que debaten sus temas vitales, concertan proyecciones y toman decisiones sobre su realidad y su futuro (plano grupal-social).

Esos no son temas ajenos al desarrollo de la cultura. Precisamente, si en el foco de atención cultural se halla el enriquecimiento humano, de los individuos y de la sociedad en su conjunto, el logro de personas y relaciones sociales humanizadas en el sentido profundo del término, resulta insoslayable.


Esta dirección de desarrollo ha de promover personas capaces de disfrute estético y de proyección constructiva de sus escenarios futuros a partir de los valores humanistas de dignidad plena, autorrealización, cooperación, solidaridad, justicia y progreso social (Villarini A., citado). Se trata de propiciar Proyectos de vida individuales y sociales, viables y desarrolladores en el contexto identitario cultural.
El proyecto de vida es, en gran medida el fruto de la experiencia anterior de las personas –y la sociedad- volcada en la actualidad y el devenir. La construcción de Proyectos de Vida creativos, hace posible lograr una dimensión integradora de las personas – grupos, sociedad- en direcciones vitales principales que la implican en todas la esferas de las actividades sociales (laboral-profesionales, familiares, recreativas, socioculturales, sociopolíticas, relaciones interpersonales de amistad y amorosas, organizacionales, etc.), como expresión de integración todo el campo de la experiencia individual-social.
La proyección personal y social constructiva y desarrolladora es la expresión del ser y hacer de un individuo armónicamente contradictorio consigo mismo y con la sociedad, con una conciencia ética ciudadana para la responsabilidad, la libertad y la dignidad humana.
Los Proyectos de Vida tienen carácter anticipatorio, modelador y organizador de las actividades principales de los individuos, y contribuyen a delinear los modos de existencia característicos de su vida cotidiana en la sociedad, que pueden ser importantes expresiones de la identidad cultural y prefigurar la sociedad necesaria y posible.

VI) Creatividad para la transformación social: Proyección desde PRYCREA1 al campo social.- Factibilidades y perspectivas.-
PRYCREA tiene entre sus fuentes orígenes diversos, de ahí que haya tenido necesidad de elaborar una síntesis de las perspectivas de enfoque, así como, en consonancia con ello, creó métodos de acuerdo con las tradiciones que maneja y las experiencias que fue generando.
Sus raíces en las corrientes críticas-reflexivas (en lo filosófico, sociológico, pedagógico y psicológico) sitúan al Programa en un contexto de actualidad de las problemáticas de las ciencias sociales. Su énfasis en los procesos de creatividad y autodesarrollo, además, lo vinculan a los enfoques de complejidad contemporáneos. Sus contenidos humanistas, histórico-culturales y emancipatorios conservan el vínculo de actualidad con los planteos esenciales de estas corrientes.
Una relectura que trascienda los marcos originales de sus elaboraciones y articule explícitamente con las grandes corrientes de pensamiento latinoamericano (y mundial) pueden ser requeridas a la luz de su proyección al campo más amplio de lo social, no sólo en la enseñanza ni limitado a lo educativo, sino en el plano más general del importante tema de la gestión y la transformación social local y macrosocial.
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