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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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El servicio del pecado y el de Dios


12Que no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, obedeciendo a sus concupiscencias; 13ni deis vuestros miembros como armas de iniquidad al pecado, sino ofreceos más bien a Dios como quienes, muertos, han vuelto a la vida, y dad vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14Porque el pecado no tendrá ya dominio sobre vosotros, pues que no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia. 15¡Pues qué! ¿Pecaremos porque no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia? De ningún modo. 16¿No sabéis que, ofreciéndoos a uno para obedecerle, os hacéis esclavos de aquel a quien os sujetáis, sea del pecado para la muerte, sea de la obediencia para la justicia? 17Pero gracias sean dadas a Dios, porque, siendo esclavos del pecado, obedecisteis de corazón a la norma de doctrina a que os disteis, 18y, libres ya del pecado, habéis venido a ser siervos de la justicia.

19Os hablo a la llana, en atención a la flaqueza de vuestra carne. Pues bien, como pusisteis vuestros miembros al servicio de la impureza y de la iniquidad para la iniquidad, así ahora entregad vuestros miembros al servicio de la justicia para la santidad. 20Pues cuando erais esclavos del pecado, estabais libres respecto de la justicia. 21¿Y qué frutos obtuvisteis entonces? Aquellos de que ahora os avergonzáis, porque su fin es la muerte. 22Pero ahora, libres del pecado y siervos de Dios, tenéis por fruto la santificación y por fin la vida eterna. 23Pues la soldada del pecado es la muerte: pero el don de Dios es la vida eterna en nuestro Señor Jesucristo.

Los cristianos, libres de la Ley


7 1¿O ignoráis, hermanos, hablo a los que saben de leyes, que la Ley domina al hombre todo el tiempo que éste vive? 2Por tanto, la mujer casada está ligada al marido mientras éste vive; pero, muerto el marido, queda desligada de la Ley del marido. 3Por consiguiente, viviendo el marido, será tenida por adúltera si se uniere a otro marido: pero si el marido muere, queda libre de la Ley, y no será adúltera si se une a otro marido.

4Así que, hermanos míos, vosotros habéis muerto también a la Ley por el cuerpo de Cristo, para ser de otro que resucitó de entre los muertos, a fin de que deis frutos para Dios. 5Pues cuando estábamos en la carne, las pasiones de los pecados, vigorizadas por la Ley, obraban en nuestros miembros y daban frutos de muerte; 6mas ahora, desligados de la Ley, estamos muertos a lo que nos sujetaba, de manera que sirvamos en espíritu nuevo, no en la letra vieja.

La Ley y el pecado


7¿Qué diremos entonces? ¿Que la Ley es pecado? ¡No, por Dios! Pero yo no conocí el pecado sino por la Ley. Pues yo no conocería la codicia si la Ley no dijera: «No codiciarás». 8Mas, con ocasión del precepto, obró en mí el pecado toda concupiscencia, porque sin la Ley el pecado está muerto. 9Y yo viví algún tiempo sin ley, pero sobreviniendo el precepto, revivió el pecado 10y yo quedé muerto, y hallé que el precepto, que era para vida, fue para muerte. 11Pues el pecado, con ocasión del precepto, me sedujo y por él me mató. 12En suma, que la Ley es santa, y el precepto santo, y justo, y bueno.

La potencia maligna del pecado


13¿Luego lo bueno me ha sido muerte? Nada de eso; pero el pecado, para mostrar toda su malicia, por lo bueno me dio la muerte, haciéndose por el precepto sobremanera pecaminoso. 14Porque sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido por esclavo al pecado. 15Porque no sé lo que hago; pues no pongo por obra lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16Si, pues, hago lo que no quiero, reconozco que la Ley es buena. 17Pero entonces ya no soy yo quien obra esto, sino el pecado, que mora en mí. 18Pues yo sé que no hay en mí, esto es, en mi carne. cosa buena. Porque el querer el bien está en mí, pero el hacerlo no. 19En efecto, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. 20Pero si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado, que habita en mí. 21Por consiguiente, tengo en mí esta ley: que, queriendo hacer el bien, es el mal el que se me apega; 22porque me deleito en la Ley de Dios según el hombre interior, 23pero siento otra ley en mis miembros que repugna a la ley de mi mente y me encadena a la ley del pecado, que está en mis miembros. 24¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? 25Gracias a Dios, por Jesucristo nuestro Señor... Así, pues, yo mismo, que con la mente sirvo a la Ley de Dios, sirvo con la carne a la ley del pecado.

La vida del espíritu


8 1No hay, pues, ya condenación alguna para los que son de Cristo Jesús, 2porque la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús me libró de la ley del pecado y de la muerte. 3pues lo que a la Ley era imposible, por ser débil a causa de la carne, Dios, enviando a su propio Hijo en carne semejante a la del pecado y por el pecado, condenó al pecado en la carne, 4para que la justicia de la Ley se cumpliese en nosotros, los que no andamos según la carne, sino según el espíritu. 5Los que son según la carne sienten las cosas carnales, los que son según el espíritu sienten las cosas espirituales. 6Porque el apetito de la carne es muerte, pero el apetito del espíritu es vida y paz. 7Por lo cual el apetito de la carne es enemistad con Dios, y no se sujeta ni puede sujetarse a la ley de Dios.

Los que caminan según la carne


8Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios; 9pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que de verdad el espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, éste no es de Cristo. 10Mas si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. 11Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también vida a vuestros cuerpos mortales por virtud de su Espíritu, que habita en vosotros. 12Así, pues, hermanos, no somos deudores a la carne de vivir según la carne, 13que si vivís según la carne, moriréis; mas si con el espíritu mortificáis las obras de la carne, viviréis,

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