Un repaso a las hojas de servicios de los implicados, permite verificar que de todos los mencionados en las diferentes obras y relatos sobre el 2 de mayo, casi todos mencionados por Novella en su certificación, sólo anotan en su hoja de servicios el hecho de armas el capitán de infantería Rafael de Goicoechea, el subteniente de artillería Rafael de Arango, y el teniente de Infantería José Ontoria. Otros cuya presencia es reconocida por testigos son por descontado los capitanes de artillería Daoiz y Velarde, así como el teniente de infantería Jacinto Ruiz, y los dos cadetes que resultaron muertos, Vázquez Afán de Ribera y Juan N. Rojo (erróneamente identificado como Pacheco por algunos autores) aunque no se conservan las hojas de servicios de estos últimos. El capitán de artillería asturiano Juan Cónsul murió durante el 2º sitio de Zaragoza, y tampoco es posible constatar su presencia en la mínima hoja de servicios existente en el archivo segoviano. Cónsul había servido en la defensa de Cádiz y mucho tiempo embarcado en la escuadra, como algunos otros de los oficiales protagonistas del 2 de mayo. Esto podría explicar que se uniera a los defensores, si es que se hallaba en Madrid, ya que en realidad, se encontraba con licencia en Asturias alejado de su destino en la plaza de Barcelona, dónde debía reincorporarse a primeros de abril de 1808, según consta en la citada documentación. Tampoco se recoge su presencia en Monteleón en un certificado emitido en 1834 por el director general de Artillería Navarro Sangrán, en que da cuenta de sus servicios durante la Guerra. Hay autores que afirman que la carta que escribió dando cuenta de los hechos que había protagonizado en Madrid, sirvió como detonante para el levantamiento de Asturias. Lamentablemente dicha carta ha desaparecido, por lo que no nos es posible entrar en consideraciones sobre su presencia en el Parque, sólo atestiguada por Arango.
La presencia del exento de Guardias de Corps José Pacheco es atestiguada por el ya citado paisano Francisco Matas, sin que se conserve su hoja de servicios en que podamos corroborarlo. Del resto de oficiales que según diversas fuentes, memorias y autobiografías, supuestamente combatieron o estuvieron en Monteleón, no queda más remedio que dudar, dada la tendencia a la exageración y a la atribución de méritos a posteriori que se observa en muchos de ellos. La anotación de acciones de guerra en la hoja de servicios era certificada por el sargento mayor del regimiento y no resulta fácil imaginar a un oficial de la época falseando estos datos impunemente. Más fácil podía resultar atribuírselos en memorias y autobiografías a posteriori. Así podemos citar a los marinos Van Halen, cuyas andanzas rayan en lo novelesco, y a Hezeta, mencionado en fuentes posteriores, en ambos casos sin apoyo documental fehaciente alguno. Lo mismo cabe indicar del general Torrijos, cuya viuda aseguró que su marido participó en la defensa del Parque como cadete a los 15 años, sin que dejara constancia alguna de ello en su hoja de servicios. En cuanto a los subalternos, del de Infantería Burguera no consta su presencia en Monteleón en su hoja de servicios, lo mismo que sucede con los artilleros Dalp, Torres, Córdoba y Carpegna, situados por Novella, García Bermejo en su Oración fúnebre de 1817 y Arango en el escenario de los hechos. Por tanto, debe dudarse de su presencia.
EL CÓMPUTO DE BAJAS
El capitán López de Barañano recoge en su diario:
“Fue herido con dos balazos, el segundo de gravedad, el teniente de la referida compañía D. Jacinto Ruiz (...) el paysanage huyó, y la tropa cambió de armas completando sus cartuchos y nada los hicieron”
Los soldados hubieron de disimular su actuación en el Parque, completando su dotación de cartuchos aparentando no haber empleado ninguno. No obstante, ésta no pasó desapercibida para los franceses, quienes fusilaron esa noche a uno de ellos, Manuel García, como represalia. No fue la única baja del regimiento. Las listas de víctimas confeccionadas por Pérez de Guzmán en 1908 con los documentos conservados en el Archivo de la Villa recogen nueve soldados de los Voluntarios de Estado muertos y siete heridos como consecuencia del 2 de mayo, de los cuales sabemos que al menos tres combatieron en el Parque, además del cadete Juan Vázquez Afán de Ribera, también muerto, y el teniente Ruiz Mendoza. En el Archivo Histórico nacional existe un estado de fuerza31 del regimiento fechado el día 1 de junio que nos confirma lo anterior. Dicho estado contabiliza 3 soldados muertos en el mes anterior, además de 349 desertores de una fuerza efectiva de 742.
Por su parte, el antes citado Romero, en unión de José Luna y Francisco de Arcos, todos compañeros de Ruiz declaran en un escrito fechado en Badajoz el 21 de julio de 1808, donde llegaron tras fugarse de Madrid:
“(...) Ruiz, quien se halla postrado en una cama desde el día dos de Mayo, de resultas de dos balazos que recibió en el Parque de Artillería donde estaba con su compañía de refuerzo (...)”
La mayoría de los oficiales y soldados del regimiento de Voluntarios de Estado desertaron en las semanas siguientes a la sublevación madrileña, para unirse a alguno de los ejércitos que se preparaban para luchar contra el invasor. Romero, junto con Ruiz y otros oficiales llegaron a Extremadura. Allí fueron ascendidos y encuadrados en los regimientos que se estaban formando. Ruiz pasó al de Infantería de Línea de Mallorca y en octubre al de Reales Guardias Valonas. No hay constancia de sus servicios posteriores, y no sabemos si acompañó a su unidad en la campaña de invierno de 1808 que culminó en derrota de Gamonal (Burgos) y posterior retirada hacia Extremadura, o bien, como parece más probable, su estado, con la herida del pecho abierta, según varios testimonios, no se lo permitiera.
Se conserva su testamento que firma como Teniente coronel, en marzo de 1809 en Trujillo. Ruiz murió el día 13 de marzo, siendo enterrado en la iglesia de san Martín al día siguiente, en una tumba sin lápida ni inscripción. La Gaceta de Madrid del 23 de marzo de 1815 reconoció bajo la firma del rey su merito y sacrificio en la jornada del 2 de mayo, a petición de su padre. Después su figura caería en un cierto olvido en comparación a sus compañeros de artillería, hasta que en 1890 el gobierno de Sagasta promovió la erección del bello monumento dedicado a su figura, que realizado por Mariano Benlliure, se encuentra en la madrileña plaza del Rey. Finalmente, en el primer centenario, sus restos fueron trasladados a la plaza de la lealtad, donde reposan hoy junto a los de las víctimas y los demás héroes con quienes combatió aquel 2 de mayo de 1808.
Los muertos de Voluntarios de Estado el día 2 de mayo fueron tres soldados no identificados, y Antonio Luque Rodríguez, herido y fallecido el 11, Julián Ruiz, herido y fallecido al día siguiente, y Manuel Velarte Bádinas, herido en el parque y fallecido el 20 de julio, además del citado Manuel García, fusilado. García, Ruiz y Rodríguez deben ser los que figuran como tales en el estado de fuerza del regimiento que se conserva en el AHN. Los heridos de Voluntarios de Estado fueron Antonio López Suárez, Esteban Villamendas y Quilez, ambos en el Parque. Otros heridos del regimiento de Estado fueron Francisco Lavaña Erriera, José Abad y Leso, José Romero, José Hacha Lázaro Cansanillo Diego y Manuel Bravo Parra, sin que pueda precisarse el lugar dónde lo fueron.
Las bajas del Cuerpo de Artillería fueron el cabo Eusebio Alonso, herido en el parque y fallecido dos días más tarde, los Artilleros José Portales y Sánchez, herido en el Parque y fallecido el 18, y José González Sánchez, muerto en el Parque. El Escribiente de Artillería Domingo Rojo, herido en el parque, murió el día 30 de julio. Artilleros heridos fueron Antonio Martín Madalena, también en Monteleón, como Juan Domingo Serrano, Pascual Iglesias y Sebastián Blanco Calda.
Resumiendo, el número total de bajas en Monteleón confirmadas según los documentos consultados por Pérez de Guzmán en el Archivo de la Villa y registros eclesiásticos es:
-Voluntarios de Estado: 1 oficial (Ruiz) 1 cadete (Vázquez) 3 soldados muertos (uno fusilado) y 1 herido. Además hay otros 6 soldados muertos y 7 heridos que no podemos asegurar cayeran en el parque, pero que por pertenecer casi todos al segundo batallón y no haber constancia de otros combates, es muy probable que así lo hicieran. Total 19.
-Artilleros: 2 oficiales (Daoiz y Velarde) 1 cabo, 2 artilleros, 1 escribiente muertos. 4 artilleros heridos. Total 10
-Civiles: 31 muertos y 23 heridos (5 de ellos no hay seguridad que estuvieran en el Parque).
CONCLUSIONES
La defensa del Parque de Monteleón puede considerarse como el episodio más notable de la sublevación armada del 2 de mayo de 1808 en Madrid, considerando como sucedieron los hechos y las personas que los protagonizaron. Fue el único lugar dónde un pequeño núcleo de militares se enfrentó directamente al ejército de ocupación. Todo parece indicar que la defensa se improvisó rápidamente la misma mañana, sin plan previo, por un reducido grupo de oficiales de artillería e infantería a los que unían lazos de amistad y por el servicio común en la Armada y la defensa de Cádiz. Ello sin menoscabo de los numerosos enfrentamientos sostenidos mayoritariamente por paisanos en otras calles de la Villa, algunos de considerable entidad, como los de la Puerta del Sol, y calle san Bernardino, frente al cuartel del Conde-duque.
El Ejército español tenía ordenes de acuartelarse y no intervenir. A pesar de ello, una compañía de infantería del Regimiento de Voluntarios de Estado abandonó a primera hora su cercano cuartel, cediendo su coronel probablemente ante la presión de varios oficiales, notablemente su sargento mayor Romero y el teniente Ruiz. No hay que descartar que la salida de dicha fuerza se produjera antes de que llegara la orden de no intervención.
A llegar el jefe del Parque, Daoiz, se encontró con el punto en completa ebullición, al destacamento francés encerrado y custodiado por la infantería y al paisanaje muy alterado, por lo que ante los hechos consumados y de difícil encauzamiento sin derramar sangre española, se decidió a permitir el reparto de armas. A continuación se decidió defender el punto contra la más que segura reacción de los franceses.
La defensa se articuló entorno a cuatro piezas de artillería según los testimonios más fiables, de las que al menos tres se sacaron al exterior. Los artilleros y paisanos sirvieron las piezas e hicieron fuego de fusil desde esas posiciones, ayudados de algunos soldados de infantería, mientras que otros se encargaban de vigilar las zonas interiores y traseras del complejo de edificios. Fue una resistencia sin esperanza, dada la orden de no intervenir decretada a la guarnición española esa misma mañana.
Podemos identificar con gran probabilidad a la unidad atacante, en contra de lo afirmado por Novella, Pérez de Guzmán y muchos otros autores sucesivamente, que citan a la división westfaliana, como a la 2ª división de infantería, brigada Lefranc, Regimientos 5º y 6º provisionales, (el 6º compuesto mayoritariamente por italianos). La fuerza se componía de unos 1.500 hombres apoyada por varios cañones. La topografía de las calles adyacentes a Monteleón dificultó el avance imperial en masa y explica que la resistencia pudiera prolongarse unas dos horas.
El final de la resistencia se produjo tras al menos dos intentos de tomar el lugar por la columna enemiga que atacó desde las calles san Bernardo, Fuencarral, y luego desde las tres calles que daban al arco de entrada del Parque. La falta de municiones de fusil y probablemente de boca para metralla y bala de cañón, aceleró el final, que se produjo tras un confuso intento de parlamento iniciado por los atacantes según los testimonios mayoritarios. La fuerza atacante arrolló a los escasos defensores que se mantenían en pie al mando de Daoiz, pasando a cuchillo a todos los que encontraron a su paso hasta el interior del patio del Parque. Una parte de la compañía del Regimiento de Estado y algunos paisanos resultaron indemnes al estar dispersos por los edificios y partes interiores.
Parece probable que algunos oficiales aprovecharon la circunstancia de la muerte o dispersión de los testigos principales para atribuirse protagonismo en la defensa de Monteleón, cuando en realidad o no estuvieron allí o su papel fue meramente pasivo. Los únicos oficiales destacados en la defensa fueron Daoiz, Velarde y Ruiz.
Un puñado de militares y civiles lucharon y murieron juntos bajo el arco de Monteleón hace ahora doscientos años. Una sublevación sin igual en ningún país de los ocupados por la invasión napoleónica de Europa. Sin saberlo escribieron una de las páginas más brillantes para la historia de esta vieja nación que llamamos España.
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