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¿que pasó en la defensa del parque de monteleóN? José Manuel Guerrero Acosta


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Por otro lado, sabemos que el día dos de mayo se recogió el cadáver de un soldado francés que vestía el uniforme blanco y rojo de Westfalia en la puerta del sol23, lo que situaría la unidad, que tuvo que entrar desde la Casa de Campo, en un lugar alejado del parque. Así lo confirma un testigo del propio regimiento. El soldado Johan Maempel24, recogió en sus memorias sus impresiones de ese día:
“Marchamos por brigadas, las fuerzas ligeras en vanguardia, y así alcanzamos la puerta de Segovia. Veíamos correr soldados y habitantes alejándose de la puerta, mientras se oían continuos disparos en la ciudad, pero nos mantuvimos quietos, al no haber recibido órdenes (...) cargamos en la ciudad por mitades de compañía con bayoneta calada. Nos lanzaban de los tejados y ventanas todos los objetos posibles matando e hiriendo a un gran número de nuestros hombres (...) fuimos destacados en la Plaza Mayor (...)”. No se hace mención al ataque al Parque por parte de su unidad Westfaliana.
Otra confirmación la hallamos en la información contenida en el parte de Murat :

“El general Lefranc, que ocupaba con un regimiento el convento de San Bernardino, se trasladó con su brigada a la puerta de Fuencarral, dónde se encontraban emplazadas tres piezas de cañón (...) la mayoría se dirigieron al Arsenal a fin de capturar cañones y fusiles, pero el general Lefranc que se encontraba en la puerta de Fuencarral, marchó sobre ellos a la bayoneta consiguiendo hacerse dueño y tomar los cañones que los sublevados habían capturado”.


Podemos añadir otro documento decisivo de reciente conocimiento25: el historial del 111º Regimiento de Infantería de línea francés, publicado en 1912. Esta unidad estaba compuesta mayoritariamente por italianos. Su cuarto batallón, incorporado al 6º Provisonal de la brigada Lefranc, se componía de 590 jóvenes conscriptos del año 1808, naturales de los departamentos del Po y del Taro. El mencionado historial contempla que el 2 de mayo cruzaron la puerta de Fuencarral provenientes de san Bernardino.
“Para atacar el arsenal, de donde partía una viva fusilería, atravesando al descubierto la gran plaza que lo precedía, echaron abajo la puerta a golpes de hacha y pusieron en fuga a los defensores”
La unidades francesas que sostuvieron combates en este sector, las brigadas Lefranc y Dufour, registraron las heridas de dos capitanes, Henry y Louis, y un teniente, Marcou. La mayor cifra de bajas registradas en el documento francés del AHN, aún de número incompleto, lo es también de estas unidades. Por tanto no hay duda razonable de que fueron el general Lefranc y su brigada de la 2ª División (5º y 6º regimientos provisionales) los atacantes de Monteleón. Así lo recogió también el general Foy, que sirvió en España, en su muy documentada Historire de la Guerre de la peninsule, publicada en 1827, al afirmar que el ataque lo dio el 5eme provisoire del brigadier Lefranc desde san Bernardino.

Ya hemos visto como el primer ataque Imperial en fuerza se dirigió desde la puerta de Fuencarral, situada en el comienzo de la calle ancha de san Bernardo, por dicha calle y la de san Miguel y san José, directamente contra el arco de entrada del parque. Ello lo corroboran las memorias del ya citado capitán López de Barañano26, maestro de cadetes del regimiento de Voluntarios de Estado, que se hallaba presente ese día en su cuartel situado en el caserón de Mejorada, junto a la citada puerta, en el solar que ocupa el actual nº 83:


"Entró por la puerta de Fuencarral una columna francesa con sus cañones de campaña haciendo fuego de metralla que entraba por los balcones del cuartel; parte de esta columna intentó penetrar por la calle del parque y por dos veces fue rechazada con mucha pérdida”.
Parece lógico que los franceses hubieran intentado acercarse desde varios puntos, y si no lo consiguieron fue por la configuración de las calles del barrio, muy encajonadas, con edificios de dos plantas o muros de más de 3 m de altura. También hay que contar con el fuego que recibirían desde los edificios más próximos, defendidos por paisanos y Voluntarios de Estado. El punto que más facilitaba la aproximación era la tapia trasera de los jardines del palacio de Monteleón, existiendo incluso una puerta desde dónde se podía penetrar en estos y acercarse a las caballerizas del fondo del Parque. No obstante desde éstas podía batirse fácilmente por el fuego dicho sector, cosa que con toda probabilidad hicieron los defensores. Así lo asegura la certificación de Goicoechea citada por García Bermejo, así como la de Novella, quién recalca que “la compañía del Regimiento de Granaderos de Estado esparcía la muerte por todos los alrededores del Parque, contrarrestando las medidas que tomaba un enemigo tan superior como astuto para asaltar por su espalda el edificio”.
Por todo ello, parece claro que los dos ataques principales se efectuaron sucesivamente por la calle de san José. Según la Noticia de lo ocurrido, en la esquina de esta calle con la Ancha de San Bernardo colocaron los atacantes un cañón que disparaba metralla y que retiraban cuando se les hacía fuego. Un ulterior ataque se intentó desde Fuencarral, y el último simultáneamente por San José y rodeando por la de la Palma y san Pedro Nueva, por las tres direcciones que confluían en el arco de entrada del Parque.

EL ÚLTIMO REDUCTO


Según el testimonio del escribiente Almira, que trabajaba en la oficina de la Junta de Artillería situada frente al Noviciado de la calle san Bernardo, hacia las 11 de la mañana, y cuando ya se hizo continuo el tiroteo de fusil, el capitán Velarde, sin poder contener por más tiempo su indignación, salió en su compañía y ambos se dirigieron al Parque. Allí se encontraron al capitán Daoiz:
“Que conferenció con el Sr.Velarde sobre las ordenes que tenía, que el pueblo de Madrid se hallaba alborotado y mucha parte reunido a las inmediaciones de dicho parque; que de común acuerdo sacaron tres piezas de los calibres de a ocho y quatro; que una la mandaba el Sr.Velarde y las otras dos indistintamente el Sr. Daoíz y aquel, con las que hicieron fuego contra las tropas francesas que intentaban apoderarse de aquel edificio”
Por su parte, el maestro de coches Juan Pardo, que vivía en una casa enfrente del Parque, corrobora esta versión de los hechos, aunque no aclara si Daoiz llegó antes que Velarde:

“Habiendo advertido antes alguna conmoción popular en la calle Ancha de San bernardo, previno al cabo Alonso que cerrara las puertas del Parque y avisase a algún jefe; que cuando llegó don Pedro Velarde, viendo al testigo a dicha puerta, le habló y le hizo entrar en el parque y al mismo tiempo lo hizo otra porción del pueblo que estaba reunida; que entre estos y los artilleros hicieron rendir a la guardia francesa que se hallaba formada a la derecha entrando en el Parque”.


Estas dos declaraciones nos parecen altamente fiables, por provenir de dos testigos directos que además no tenían nada que ganar exagerando o deformando la verdad de lo sucedido. Contradicen la certificación de Novella, que indica que Velarde se dirigió primero al cuartel de los Voluntarios de Estado y llegó al Parque acompañado de los soldados de Infantería, versión dada por buena por Pérez de Guzmán en su obra de 1908. Siguiendo al capitán López de Barañano la compañía de Infantería habría ido al Parque muy de mañana, pues después de su salida:
“Llegó la orden del Ynfante de que nadie saliese del quartel lo que incomodó extraordinariamente a la tropa y oficiales27. Era grande la confusión y tiroteo quando entró por la puerta de Fuencarral una columna con sus cañones de campaña...”
En su Manifestación, Arango declara:
“Entró también un capitán de Granaderos de Estado con tres subalternos (de los que debido es nombrar a D. Jacinto Ruiz y unos 40 soldados sin que yo pueda ahora fijarme en los que llegaron antes o después (de Velarde)”.
Resulta cuando menos curiosa esta imprecisión en alguien que dice ser testigo directo.
Los testigos que declaran en el expediente del paisano Cosme Mora, indican que cuando ellos llegaron al Parque los artilleros y los soldados de Estado no les dejaron sacar armas; cosa que sólo realizaron al llegar Daoiz y Velarde, momento en que sacaron los cañones. Es decir, una nueva confirmación de que la infantería llegó antes que Velarde. Ya citamos como en el texto explicativo de los famosos grabados de López Enguídanos que como ya apuntamos se ejecutaron muy poco después de los hechos gracias a testimonios orales, puede leerse:
“Los franceses envían tropas para apoderarse de el (Parque) y la guardia española compuesta de una compañía de Voluntarios de Estado las hace prisioneras de guerra”.
Estas estampas son de una fidelidad apabullante en la representación de los trajes, uniformes, ambientación detalles arquitectónicos, etc., aunque contengan alguna deformación de perspectiva y algún detalle chocante, que no detrae de la autenticidad general de lo representado. Por ello la descripción contenida en su texto debe considerarse también como un testimonio valioso.
La hoja de servicios del capitán Goicoechea, que como sabemos estaba al mando de los soldados de infantería, dice:
“Con treinta y tres hombres de su compañía tomó prisionera la guardia del Parque que era de sesenta y cinco hombres con cinco oficiales”
De todo lo anterior cabe colegir que la guardia francesa fue desarmada gracias a los soldados del Regimiento de Voluntarios de Estado, quizás a instancias de los oficiales artilleros, y que los franceses quedaron bajo su vigilancia apartados en el patio como dice Arango, o en el interior de las caballerizas existentes al fondo, como indica Novella. Quizás al observar a gran parte de la tropa de infantería ocupada en esa misión, Arango interpretó que la totalidad de la compañía se dedicó a este menester, y por ello les tilda de inmóviles y les acusa de de no disparar un solo tiro durante toda la acción, “Muy a pesar de su oficiales y soldados”. Pero sabemos que sufrieron al menos 3 muertos y dos heridos perfectamente documentados en el Parque, mientras que de otros tres soldados muertos y cinco heridos de la misma unidad desconocemos el lugar donde causaron baja, sin descartar que hubiera haber ocurrido también en el Parque. Tampoco cabe descartar que Arango quisiera minusvalorar deliberadamente el papel de los infantes, en un esfuerzo por engrandecer el propio. Así aparece recogido en el informe que redactó la dirección General de Artillería28 en relación a la publicación de su Manifiesto.

La defensa del Parque de Maravillas debió durar una hora y media (si hacemos caso al horario que indica el escribiente Almira, que dice que el cadáver de Velarde fue transportado por paisanos y artilleros entre las dos y media y tres y media de la tarde), y dos horas según la hoja de servicios de Goicoechea, comenzando los ataques pasadas las doce, una vez que se extendieron los combates por varios puntos de la ciudad, pues entre los paisanos que se congregaron allí había miembros de varias partidas que tuvieron tiempo de llegar hasta allí después de luchar en otros puntos, y esa es la hora en que según los documentos franceses empezaron a entrar las unidades situadas en el exterior. La primera acción hostil de los defensores del Parque se materializó contra un pequeño destacamento enviado a reforzar la guardia francesa, que se acercó a la puerta. Según la certificación de capitán Goicoechea, tras un intercambio de palabras entre él y el oficial francés que venía al mando, los franceses hicieron fuego, siendo rechazados por los Voluntarios de Estado situados en el piso alto del edificio del cuerpo de guardia, retirándose los atacantes con algunas bajas.


Es de suponer que los escasos artilleros se encontrarían frente a la puerta sirviendo los cañones junto a los héroes de la defensa, Daoiz, Velarde y Ruiz, los más activos en el combate, según coinciden la mayoría de los testimonios. También el escribiente y los dos cadetes, estos heridos mortalmente, junto a algún soldado de infantería, como cita uno de los testigos. El resto de los oficiales se encontrarían en diferentes posiciones, quizás en el interior y por ello resultaron indemnes. El número de cañones que los defensores sacaron varía según las fuentes. En la citada declaración del testigo Francisco Matas consta exactamente que había dos, calificados como violentos (de pequeño calibre). Según este testimonio, uno estaba situado en la calle de san Vicente, lo cual llama la atención dado que esta calle se encuentra a dos manzanas de la puerta de Monteleón. El otro se encontraba justo en la puerta del Parque. Sin embargo, el escribiente Almira que acompañó a Velarde y cuyo testimonio nos merece toda consideración habla de que se sacaron tres piezas de calibres de a ocho y cuatro. Por su parte el cochero Pardo habla de tres fuera del edificio y uno más a la puerta:
“Cuando se sacaron los cañones se colocó uno mirando a la fuente nueva, que estaba inmediata a la puerta de los Pozos (en el inicio de la calle Fuencarral); otro en la misma calle de San José mirando a la de San Bernardo, frente a la fuente de Matalobos (en frente de esta calle de acceso directo al Parque); otro en las cuatro bocacalles que están en la esquina o cancel frente de Maravillas (en la arcada de la citada iglesia); y el otro a la puerta del Parque”.
Parece pues, como más probable que fueran cuatro las piezas en juego y que Almira y Matas no contabilizaran la existente a la misma puerta o que, como parece deducirse, alguna estuviera algo alejada de dicha entrada y no la consideraran. El texto de la estampa de López-Enguídanos también habla de cuatro cañones. Arango por su parte habla de que se sacaron tres fuera. En la Noticia de lo ocurrido, recordemos que la primera relación publicada de los hechos, se habla también de 4 cañones, “los que estaban montados”, tres fuera en dirección a las tres calles y uno dentro del patio.
En cuanto a los ataques franceses, tampoco hay unanimidad en el número de los que se sufrieron. Goicoechea anota en su hoja de servicios que se rechazaron dos; Arango habla de tres, al igual que Pardo; López de Barañano, también coincide en que:
“Parte de esta columna intentó penetrar por dos veces por la calle del Parque y las dos fue rechazada; por último, ganado los tejados consiguió aproximarse...”
Parece claro que hubo dos ataques principales, desde la calle de san Bernardo, aunque Pardo y Arango al considerar tres, coinciden en que el primero fue dado desde Fuencarral. Esto podría ser si consideramos como ataque al primer intento de entrar en el Parque por una pequeña fuerza francesa que debió llegar desde alguno de los cuarteles situados en la zona de Barbieri (Guardias Reales y Valonas) o de Recoletos, subiendo por la calle Fuencarral. El resto, está claro como hemos visto tanto por los testimonios españoles como franceses, que entró por la calle Ancha de San Bernardo, procedente del convento de San Bernardino. Gracias al fuego de fusilería de paisanos, artilleros e infantes, y el juego de los cañones, en unos accesos de tan limitadas dimensiones, pudo mantenerse a raya a un enemigo que fue rodeando todas las calles del sector mientras esperaba el momento propicio del ataque final. Este momento parece que llegó al flaquear la resistencia, tras la muerte de la persona que era el alma de la defensa: El capitán Pedro Velarde, cosa que sucedió al ser alcanzado por un disparo en el pecho que le causó la muerte en el acto. En la primer relato publicado se habla de que el último ataque pudo llegar por agotamiento de las municiones de los defensores. Así consta en la hoja de servicios de Goicoechea que dice que “La falta de municiones le obligó a entregar el punto”, aunque en otro apartado anota que lo hizo “por orden del gobierno”. Novella también achaca el final de la defensa a la falta de cartuchos, y añade que fue Daoiz el que sacó un pañuelo blanco de parlamento. En la Noticia de lo ocurrido se relata el episodio del intento de tregua que habría sido iniciativa del bando Imperial, al acercarse el capitán Melchor Álvarez de los Voluntarios de Estado enarbolando bandera blanca, seguido de una partida francesa con los fusiles boca abajo, sigo inequívoco en la época de parlamento. Según esta relación el propio Ruiz acercó el botafuego a un cañón al percatarse de que los franceses venían con las armas preparadas, obligando con un par de cañonazos a huir a los franceses y al propio capitán español que luego estuvo expuesto a ser pasado por las armas. Novella también achaca a los franceses intentar aprovecharse del momento del parlamento para acercar tropa armada. En la versión de Arango, el parlamento terminó cuando un chispero se abalanzó sobre los franceses y un artillero en la confusión disparó un cañón, obligando a huir a los parlamentarios, produciendo cierto número de bajas. También asegura que no había piedras para los fusiles y municiones por ausencia del guarda almacén, hecho que desmiente el Informe efectuado para el Consejo de Guerra y Marina que incluso cita el nombre de dicho encargado.
EL FIN

Todos los testimonios coinciden en que a Velarde se le despojó de su uniforme, dejándolo desnudo. Pardo sitúa su muerte a las 12’45 horas, “En el interior del Parque, a ocho pasos de la fuente que está entrando a la izquierda”, y a poco le vio desnudo, y le envolvió en una tienda que sacó del parque. Puede que en efecto, Velarde muriera apartado de la puerta principal, cosa que afirma también Novella, al situar el momento cuando intentaba atraer más refuerzos del cercano cuartel de los Voluntarios de Estado. La única fuente que existía en Monteleón estaba en la fachada del palacio, fuera del patio, y frente a los jardines. Almira, el escribiente que le acompañó desde la su oficina en la Junta superior de Artillería, declaró que Velarde “Quedó muerto de una bala de fusil que le atravesó el pecho y fue trasladado al interior del edificio”, enseguida vio su cadáver desnudo, sin saber quien pudo ser el autor, aunque imagina que fueron los franceses que llegaron junto a los muros del recinto en uno de los envites. De este hecho, por otra parte frecuente en una época en que las prendas de uniformidad eran caras y escasas, máxime las de un oficial, sorprende sin embargo, que se realizara estando presentes un elevado número de oficiales españoles (al menos siete). Esto nos hace pensar una vez más que algunos de los que de una forma u otra han sido situados como presentes en el lugar de la acción, por sus propias declaraciones o por algún autor, nunca estuvieron allí...


En la Noticia de lo ocurrido se dice que Velarde cayó muerto de un balazo y que Daoiz expiró de resultas de una estocada. Almira dice que Daoiz fue muerto a bayonetazos por un granadero francés. Pardo también dice que “Cuando se acabaron las municiones se adelantaron dos oficiales franceses. Daoiz mató a uno en la esquina misma de Maravillas y al otro le causó tres heridas”. El general Lefranc, que como hemos indicado mandaba las fuerzas atacantes, recibió una herida en el muslo el 2 de mayo, según la documentación francesa. Otra cosa es que el responsable fuera Daoiz, aunque no hemos de descartarlo, dado lo extraordinario de la situación, y en una época en que el mando se ejercía en muchas ocasiones a la cabeza de las tropas. Siguiendo a Pardo: “De los seis franceses que entraron por detrás del Parque uno le dio un bayonetazo por la espalda que le atravesó el cuerpo, cayendo a la puerta del Parque. Daoiz fue recogido y trasladado gravemente herido a su casa en calle de la Ternera29 donde murió por la tarde.
Por su parte Arango también sitúa al marqués de San Simón, francés emigrado y Teniente general español retirado, como el que evitó la muerte a quemarropa de los últimos españoles, lo que hizo levantando con su bastón el fusil de los soldados franceses que iban a arcabucearlos, aunque no pudo evitar que una alcanzara a Velarde. Sabemos que dicho general, distinguido por sus servicios a la Corona, estuvo en Madrid al mando de una batería durante la defensa de la capital en diciembre, cuando el ataque de Napoleón, pero no hay constancia de su presencia en las calles de Madrid el dos de mayo, aparte de una certificación de servicios firmada a una de las víctimas que se conserva en el Archivo de la Villa.
Es destacable la confusión reinante durante los últimos momentos de resistencia. Según la mayoría de los testigos, ésta cesó con las heridas de arma blanca propinadas por varios soldados y oficiales franceses a Daoiz. El capitán Goicoechea, de los voluntarios de Estado asegura que fue él quien acordó con los franceses el fin de la lucha. Blas Molina habla de la muerte a bayonetazos de Velarde (a pesar de haber una bandera blanca de tregua) confundiéndola con la de Daoiz, que no presenció, y dice que al morir los jefes artilleros se fue del lugar. En cuanto a Ruiz, López de Barañano afirma que recibió dos heridas de bala, una de gravedad. Arango solo menciona una herida en el brazo izquierdo, pero que continuó la lucha hasta ser retirado del combate al interior. También citan a Ruiz el canónigo Bermejo, que además es el primero que indicó su muerte en Extremadura debida a las heridas sufridas, pero no lo mencionan Almira ni Pardo, quienes omiten toda referencia a los infantes. Novella menciona erróneamente que llegó al Parque al mando de los Granaderos de Estado”, pero no habla de su herida. En el texto de los grabados de López Enguídanos se afirma: “A los primeros tiros cae herido Ruiz teniente de la guardia...” según lo cual habría sido el primero en caer. Según la Noticia de lo ocurrido una bala le atravesó el brazo en el primer ataque, arrebatándole un ancho trozo de carne y abriéndole una ancha herida, que le habría vendado José Pacheco, exento de Guardias de Corps, que se hallaba en Monteleón por razones que desconocemos. En el último ataque, Ruiz recibió otra herida que le entró por la espalda y salió por el pecho. Un cirujano enemigo le hizo allí la primera cura, asegurando que la herida era mortal. “Por gran favor” pudo ser trasladado al cuartel y luego a su casa.
Según Arango no hubo capitulación, y tras la herida mortal y traicionera de, Daoíz, terminó todo. Pudo ponerse a salvo de las amenazas e insultos que los mandos franceses dirigían a los españoles gracias a la intercesión del jefe de la columna cogido prisionero durante el segundo ataque. Éste jefe sería identificado sin prueba documental alguna por Pérez de Guzmán en su obra de 1908 como el coronel Montholon, uno de los acompañantes de Bonaparte a Santa Elena.
EL MISTERIOSO CORONEL MONTHOLON
En 1908, Pérez de Guzmán introdujo una pieza de difícil encaje al situar un pintoresco personaje en el escenario de Monteleón. Según él, uno de los ataques al Parque lo dio el 4º Regimiento Provisional, hecho harto improbable, como hemos apuntado. Aún mas, el académico, asegura que dicha unidad estaba al mando del coronel conde de Montholon, quién sería uno de los acompañantes de Bonaparte en su exilio a Santa Elena, autor de uno de los relatos sobre los últimos días del emperador y además el principal sospechoso de su supuesto envenenamiento. Charles Tristan, conde de Montholon, afirmaba haber tenido una brillante carrera, llegando a embajador y ministro de relaciones exteriores. En realidad, su hoja de servicios30 apenas contiene hechos de amas y más parece que su trayectoria se debió a sus buenas relaciones con personajes influyentes. Su ascenso a coronel no lo recibió hasta 1809 y al parecer estuvo en la campaña de España como ayudante del mariscal Berthier, que no cruzó la frontera hasta noviembre de 1808. No se cita ningún hecho de armas importante, aparte de una discreta actuación en la campaña de 1813-14. Montholon se distinguió por su apego al dinero y como bon vivant. Las razones por las cuales consiguió estar entre los elegidos para acompañar a Bonaparte al destierro final son oscuras, así como las que movieron al emperador a incluirle generosamente en su último testamento, aunque las relaciones de su esposa con su señor podrían explicarlo. En el último tercio de su vida participó en intentonas bonapartistas, se dedicó a los negocios y entró en política. En 1847 vieron la luz sus memorias de Santa Elena, en las cuales incluyó una delirante autobiografía que muchos autores han dado por buena, como quizás hizo Pérez de Guzmán, pues dicho autor no proporciona ninguna referencia para situarle en escena. Su presencia en Madrid el dos de mayo es tan poco digna de crédito como casi toda su biografía.

LOS AUSENTES Y LOS PRESENTES

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