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Guayaquil, 10 de septiembre de 2010


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Guayaquil, 10 de septiembre de 2010
Con mucho gusto y singular aprecio, cumplo con el alto honor que me ha conferido la Cámara de Industrias de Guayaquil, de exaltar la personalidad de un ilustre ecuatoriano y guayaquileño, que recibirá hoy la más alta condecoración que otorga esta querida y fructífera institución que agrupa a los industriales de esta ciudad.
Me refiero al señor Nicolás Febres Cordero Ribadeneyra, distinguido caballero, de respetabilísima familia, padre y esposo ejemplar, extraordinario empresario, noble ser humano y amigo incondicional. Educado bajo una férrea formación y disciplina, que le impuso su señora madre Doña Maruja Ribadenyera de Febres Cordero, ferviente católica que inculcó a todos sus hijos estrictos principios morales y religiosos, y una singular acuciosidad para los detalles.
De ancestro patriota, descendiente de León de Febres Cordero Oberto, prócer de la independencia de Venezuela y Guayaquil, jefe del Estado Mayor del gran Mariscal de Ayacucho, héroe de Portete de Tarqui, tiene en su sangre ese espíritu libre y emprendedor, que lo ha llevado a triunfar en la vida y amar a su patria con su acción fecunda y vocación de servicio de todos los días.
Porque Nicolás Febres Cordero Ribadeneyra, es eso, un triunfador, que siempre ha enfrentado la vida con valentía y con, según sus propias palabras “coraje de vivir”. Un triunfador que ha honrado su apellido, a su familia, a sus amigos, a su ciudad y a su país.
Nicolás ha transitado por la vida haciendo, construyendo, creando riqueza y bienestar, al frente de muchas empresas, pero especialmente de una de las más importantes del país, Ecuasal, tradicional industria ecuatoriana productora de sal para consumo humano e industrial, que ha contribuido a precautelar la salud de los ecuatorianos con la elaboración de un producto de impecable calidad durante 50 años de existencia, casi un cuarto de tiempo de nuestra vida republicana.
Las cuatro éticas del quehacer empresarial de las que ahora tanto se habla no son una novedad, ni para Nicolás ni para los buenos empresarios que integran esta Cámara. Nicolás y sus empresas son precisamente un ejemplo de su estricto cumplimiento. Ha cumplido escrupulosamente con sus deberes de empresario, pagando sus impuestos al Estado, ha cumplido estrictamente las normas laborales para sus trabajadores y se ha ganado por ello la gratitud y el respeto de sus colaboradores, muchos de los cuales lo han acompañado durante décadas con lealtad y entusiasmo; ha respetado al consumidor produciendo y comercializando la sal yodada y, más recientemente fluorada, librando al Ecuador del terrible mal del bocio endémico y del cretinismo, convirtiéndose a la vez en celoso guardián de un medio ambiente sano para una vida de calidad. Conozco que su empresa tiene un importante programa de conservación de una especie de flamingos, lo cual demuestra su vocación por la naturaleza y el cuidado del medio ambiente.

Su profesionalismo y sentido de responsabilidad lo ha llevado a mantener una perdurable relación de negocios con una de las empresas más importantes del mundo, Morton Salt, accionista de Ecuasal desde 1969, lo que demuestra su seriedad, eficiencia administrativa y rectitud de procedimientos, porque una empresa de semejante magnitud pone especial cuidado en la selección de sus socios.


Por ello Nicolás, así como muchos otros buenos empresarios, exige con absoluto derecho respeto por lo que hace, porque a final de cuentas somos los empresarios los que producimos, los que nos fajamos todos los días en la incertidumbre que nos rodea, los que generamos fuentes de trabajo que tanta falta le hace a nuestra gente, porque producimos riqueza, porque pagamos nuestros impuestos y a través de ello la redistribuimos. No existe mayor acto de solidaridad con la sociedad que generar utilidades para contribuir al bienestar económico de los demás. Lo otro es simplemente cuento y buenas intenciones.
Los empresarios honestos, como Nicolás, son los verdaderos patriotas, los que tienen fe en este país, no obstante todas sus vicisitudes, y no aquellos que se llenan la boca, hablando de los humildes y no hacen otra cosa que empobrecerlos cada día.
Y, sin embargo, para producir, es increíble que tengamos que pedirle permiso a aquellos que nada producen. Cruel ironía, decía alguien.
La reivindicación del poder de los sin poder, como decía Havel, debe basarse en la educación, en el esfuerzo individual, en el trabajo honesto, en la competencia y capacidad de las personas, para que dejen de ser manipuladas políticamente. Sólo si alejamos a nuestro pueblo de la ignorancia y le damos trabajo y bienestar, evitaremos la demagogia, la mediocridad y la politiquería, que se han encargado de obstruir en nombre del pueblo, el desarrollo social y económico de nuestro país.
El único antídoto eficaz que existe contra el subdesarrollo, es un pueblo educado. Los países desarrollados generalmente no eligen demagogos.
Ya estamos cansados de escuchar que el capitalismo y los empresarios somos los explotadores del pueblo, a través de un discurso panfletario de un sector político anquilosado en el pasado, que no ha sabido evolucionar. El propio Fidel Castro acaba de reconocer que el modelo económico que ellos han defendido por años no funciona, como dicen los abogados “a confesión de parte relevo de prueba”. Deberían analizar las políticas de desarrollo de los países socialistas modernos, a través de las cuales han generado el necesario bienestar para sus pueblos.
Se darán cuenta que el socialismo exitoso no es otra cosa que un capitalismo solidario, es decir un sistema que no se convierta en pan para hoy y hambre para mañana, pero tampoco en hambre para hoy y pan para mañana, como sabiamente lo decía ese hombre santo y maravilloso que fue el Papa Juan Pablo II.
Por eso debemos defender sin miedo esta visión del sistema capitalista con rostro humano, la democracia liberal, las libertades públicas y los derechos individuales, que cada día son aplastados por pseudo derechos colectivos, por el simple hecho de que supuestamente son mayoría. Sí, es verdad que tenemos obligaciones, pero no debemos olvidar que también tenemos derechos que deben ser defendidos sin ningún temor, y que de todos los derechos y valores que pueda tener una sociedad, ninguno tan esencial como la libertad.
El problema del Ecuador no es como actualmente como se lo quiere vender, el capitalismo. El problema es precisamente la ausencia de él. Y ahora nos hace falta más que nunca, porque sin capital, sin inversión, no es posible la creación de riqueza y el desarrollo de los pueblos. ¿Porqué es tan difícil entenderlo?
Y uno de los líderes de esta clase de empresarios honestos, solidarios y rebeldes, es Nicolás Febres Cordero Ribadeneyra.
Aquí debo hacer un breve paréntesis para solidarizarme con el rechazo a ese informe espurio, parcializado, lleno de odio y venganza, que pretende convertir en víctimas a los victimarios de delitos atroces, en el gobierno del ingeniero León Febres Cordero Ribadeneyra, que entre sus aciertos, fue el haber librado al Ecuador de esa lacra criminal e intolerable del terrorismo. Este informe, obra de algunos seudo defensores de derechos humanos, que hace tiempo perdieron autoridad moral en este país, no empañará el apellido Febres Cordero, ni cambiará la opinión que de él tenemos la gente de bien.
Nicolás, educado con los padres salesianos del Colegio Cristóbal Colón y con estudios superiores en la prestigiosa Universidad de Princeton, New Jersey, Estados Unidos, con un título en Ciencias Económicas y Relaciones Internacionales, además de una trayectoria brillante como empresario, ha sido un destacado dirigente deportivo, desempeñándose en altos cargos representativos de la Federación Ecuatoriana de Fútbol y de la Confederación Sudamericana de este deporte. Así también, su paso por el Comité Olímpico Ecuatoriano, en calidad de Vocal Principal del Comité Ejecutivo, contribuyó a fortalecer el desarrollo del movimiento olímpico de nuestro país.
Hombre consciente de la importancia de que su empresa debe transcender, ha tenido la responsabilidad y el acierto, de conjugar la experiencia y la juventud, promoviendo un proceso ordenado y meritorio de sucesión administrativa, para mantener invariable en el tiempo los principios y valores de Ecuasal, como una fuente generadora de bienestar y riqueza para el país.
Pero por sobre todo Nicolás ha sido siempre un hombre con clase, sin poses, sin vanidad, pero con una obsesión por la eficiencia, por el buen gusto, por la sencillez y por la amabilidad.
Con singular estilo y elegancia, fue Presidente del Club de la Unión por 28 años, “casa señera de las viejas tradiciones guayaquileñas”, desde donde promovió la amistad, la cultura y las buenas costumbres en esta centenaria institución de las más antiguas y respetables de América Latina.
Quienes hemos disfrutado de su compañía, de su buena conversación, de su nobleza para actuar, de su disposición para hacer el bien y ayudar a los demás, no podemos ocultar nuestra fraterna simpatía.
Este amigo, enamorado de su país y de su gente, honra esta Cámara, y merece con creces su más alta distinción.
Felicitaciones querido Nicolás


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