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Abu madyan, el amigo de dios


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ABU MADYAN, EL AMIGO DE DIOS

Autor: Ramón Barragán Reina

Editado por Bubok Publishing S.L.

Junio, 2009.



http://rbreina.bubok.com

SINOPSIS

ABU MADYAN, EL AMIGO DE DIOS es el resultado de un proceso de estudio e investigación, que ha durado varios años, pero que ha sido fructífera, agradable de hacer, no exenta de dificultades, pero sobre todo, sorprendente, centrada en la persona de Abu Madyan, un andaluz del siglo XII, con gran fama y renombre en el mundo musulmán. Su vida, obra y enseñanzas tienen una plena vigencia en el mundo actual, porque su integridad de vida es un testimonio permanente y sus enseñanzas son un estimulo a vivir con libertad y autenticidad, una llamada liberadora para creyentes y no creyentes a liberarnos de la tiranía del egoísmo personal y a elevarnos por encima del mundo material, y, por último, un antídoto contra el fanatismo y el sectarismo, que perpetúan los prejuicios contra los demás, pues nos impiden salir de nuestras ignorancias.


Abu Madyan (Shu'ayb ibn al-Husayn al-Ansari Abu Madyan), es un sufí, un místico, un santo musulmán: el santo patrón de Tlemcen (Tremecén), y de Argelia, por extensión, donde es conocido como Sidi Boumediene. Nació en Cantillana (Sevilla) en 1116 y murió en 1198, cerca de la ciudad de Tlemcen (Argelia), siendo enterrado en Al-Eubbad, donde en torno a su tumba se construyó un conjunto arquitectónico (mausoleo, mezquita y madraza), joya del arte islámico universal de estilo hispano-magrebí, catalogado como monumento histórico argelino. De la mano de reputados maestros magrebíes y andalusíes alcanzó la realización espiritual en la senda sufí. Vivió largo tiempo en Bugía, durante el cual testimonió su santidad y transmitió su sabiduría a sus discípulos (buscadores de la Verdad) y al pueblo en general. Nunca fue bien visto por la élite política y religiosa de esa ciudad. Al final de sus días fue llamado por el Califa Abu Yusuf Ya'qub al-Mansur (m. 1199) para ser interrogado por sus enseñanzas y supuestas actividades subversivas. Fue acusado de heterodoxo, herético y blasfemo y de quererse convertir en el Mahdí para acabar con el poder almohade. No llegó a ser interrogado, pues murió en el camino hacia Marrakech.
Abu Madyan era un hombre bien parecido, agradable, humilde, desprendido, exigente consigo mismo, auténtico e impregnado de cuanto implica la nobleza de carácter, la belleza interior y el desapego de este mundo. Fue un enamorado de Dios, que vivió consagrado a Él, sin dejar de estar en el mundo: amó a Dios y a los demás. Fue un faqir (pobre, que sólo necesita a Dios) y un hombre libre, que se esforzó durante toda su vida en buscar la Verdad y cumplir la Voluntad de Dios, como buen musulmán.
Ocupa un lugar privilegiado en el sufismo. Es considerado un wali (amigo de Dios), un qutb (eje o polo espiritual de su época) y un ghawt (socorro supremo o auxiliador), pues vivió desde Dios para los demás. Es considerado un maestro de maestros (Shaij al-mashayej) y forma parte de las principales cadenas iniciáticas (sisilas) del sufismo posterior a él. Fue llamado el “Yoneid de Occidente” por Vincent Cornell, el “Maestro de Occidente” por Yami y el “Heraldo del Camino Espiritual de Occidente” por Ibn 'Arabi, para quien es su “maestro por excelencia”. Realizó una armónica síntesis del sufismo de su época y le dio una nueva orientación. Sus enseñanzas, claras, sencillas y elevadas, influyeron poderosamente en los sufíes de su tiempo, pues muchos lo tenían como su maestro, incluso Ibn 'Arabi. Alcanzó una proyección universal. No sólo influyó en los sufíes, sino en los musulmanes en general, pues su mensaje y el testimonio de su vida han permanecido vivos de generación en generación, especialmente en momentos de crisis, para hacer frente a la decadencia y la corrupción. Para él, que se consideraba un faqir (pobre, que sólo necesita a Dios), “el sufismo no es la (mera) observancia de reglas, ni consiste (sólo) en el progreso a través de los estados. En su lugar, el sufismo supone integridad personal, generosidad de espíritu, la emulación de lo que ha sido revelado, conocimiento del Mensaje (y seguimiento del Camino de los Profetas)”. La Verdad (haqiqa) está guardada en el interior de la Ley (shari'a), como expresión del Corán y la Sunna.
Su principal actividad fue la enseñanza de sus numerosos discípulos. En ella concentró todos sus esfuerzos. Su pedagogía era personalizada, gradual, socializadora o comunitaria, práctica, realista y activa, teniendo una relación con sus discípulos bastante amable, sin imposiciones, pero sin dejar de ser rigurosa, austera y ascética. Puso énfasis en la ortopraxis, en la conducta moral, aunque su vía espiritual también estaba orientada al conocimiento, a la doctrina esotérica y la iluminación gnóstica. El objetivo fundamental de su enseñanza era llegar a Dios, vivir su proximidad y su Presencia. A ello está encaminado su método espiritual, a la vez que dio gran importancia a la proyección social de sus discípulos: a la generosidad y solidaridad con los demás por medio de la ética de la fraternidad (futuwwa). Abu Madyan veía que la sociedad humana debería estar presidida por la sinceridad, en la que los fuqara “debían actuar como guías de la sociedad, alegres, con clemencia de corazón y compasivos con las criaturas de Dios”, pues ellos eran verdaderamente “los sultanes, los señores y los príncipes”, los auténticos representantes de Dios en la Tierra, no aquellos que por su hipocresía y pretensiones personales corrompen y dividen al pueblo.

Conocer la vida de Abu Madyan ha supuesto para mí un auténtico reto, superado gracias a las ayudas recibidas y al empeño apasionado que he puesto en él para no desfallecer ante las innumerables dificultades. Y ha sido, asimismo, un acercamiento al Islam, su religión, y al sufismo y su historia, como corriente espiritual musulmana en la que está inmerso, así como al marco general histórico del siglo XII en el que está inscrita su vida, para poder comprender mejor su grandeza y poderlo situar adecuadamente y, a su vez, contribuir modestamente a superar prejuicios, malos entendidos y no pocas falsedades sobre el mundo islámico que existen entre aquellos que pertenecemos a la llamada cultura occidental. Posiblemente, las mismas actitudes que el mundo musulmán tiene que superar sobre el mundo occidental. Desde el reconocimiento mutuo será posible un fructífero dialogo en todos los sentidos. Quizás el reconocimiento de Abu Madyan, con el que los andaluces tenemos una deuda, colabore en ese sentido.

Mayo, 2009.


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