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San marcos: el pulmon del peru una entrevista con Rodrigo Montoya, por Martín Paredes Oporto


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SAN MARCOS: EL PULMON DEL PERU

Una entrevista con Rodrigo Montoya, por Martín Paredes Oporto.


Una vez en clase usted dijo que San Marcos era una universidad de derecha. Explíqueme cómo es eso.

En 1551, San Marcos comienza como una Facultad de Teología, con una versión de la Iglesia absolutamente oficial de la época, nada lascasiana, sino una iglesia tipo Ginés de Sepúlveda, aquella que sostiene que a los indios hay que matarlos por razones justas; esa era la Iglesia que fundó San Marcos. Durante gran parte de su historia, hasta 1945, San Marcos fue una universidad con la más alta representatividad de la derecha. La reforma educativa de los años 20, Haya y Mariátegui, empezaron a darle un rostro liberal, prudente, sensato a la Universidad. La izquierda universitaria en San Marcos aparece recién en la década de 1940. Es la generación de Aníbal Quijano. Entre 1946 y 1950, cuando Quijano es alumno en San Marcos, surge un núcleo de izquierda en serio, del que él es la cabeza mayor. En la misma época se formó un grupo de trotskistas en la Universidad, pero duró muy poco. En 1948, el golpe de Odría los mandó a todos a la cárcel. Quijano pasó siete u ocho meses encarcelado por sus ideas. Y algún tiempo después Julio Cotler, que era parte de la Juventud Comunista del Perú, fue deportado a Huancayo. Eso es algo que no se sabe, pero Julio tenía que presentarse cada lunes a la comisaría para firmar un cuaderno. Ese cortísimo periodo de la izquierda universitaria en San Marcos fue capitalizado por el Apra, que tuvo el control de la Universidad y lo perdió a fines de la década de 1960. Cuando ingresé a San Marcos, en 1960, el control del Apra era total, y el Partido Comunista de la época —entonces no había chinos y soviéticos— era una oposición al control duro y férreo que ejercían los búfalos del Apra. Esos no sabían de democracia, golpeaban, iban armados de cadenas.



Sánchez era rector.

En la década de los sesenta fue dos veces rector. En 1962 empezó una fuerza de izquierda al interior de San Marcos, que logró echar al Apra de la Federación Universitaria (FUSM) primero, y luego a Sánchez en 1969. El Apra perdió la FUSM en 1963, y es histórico que el primer presidente de la izquierda formal, real, del Perú en San Marcos fue Max Hernández. Tiempos en los que la dirección universitaria de izquierda estaba en manos de los mejores estudiantes. Época gloriosa, porque después de 1969 Patria Roja copa la Universidad con su mediocridad. ¿Quién recuerda a los presidentes de la FUSM después? Nadie, porque eran pésimos estudiantes y tipos que pensaban que la universidad era simplemente un lugar para hacer la revolución y se acabó. Viéndolo bien, el período del sector de izquierda más lúcida, más rica, más valiosa de la Universidad, fue muy corto. La primavera del 46 al 48, los años lindos del 62 al 68. Patria Roja aparece en 1969 como una escisión de la juventud de Bandera Roja, los pro chinos de la época, y abandona toda noción de una izquierda intelectual, formada, lúcida, académica, seria; eso es incompatible con ellos. Y ellos han controlado la universidad durante las décadas de 1970 y 1980.



Mientras Sendero Luminoso estaba ahí.

Claro, Sendero entra a pelear y Patria Roja estaba ahí, al frente. Patria Roja tiene algún mérito porque ha sobrevivido y aún sobrevive en el frente estudiantil universitario, aunque, es cierto, con una fuerza muy debilitada pero con una presencia que no se puede negar. Los años de la izquierda sanmarquina no llegan a los cuarenta de los cuatrocientos cincuenta que tiene de la Universidad. Entonces, mi frase de que San Marcos produce intelectuales y profesionales de derecha es real. Ahora, he hablado de los pequeños núcleos de izquierda de la Facultad de Letras sobre todo, y sociales más tarde. Pero la Facultad de Medicina ha sido todo el tiempo una muestra de la derecha universitaria, de la derecha del país. La prueba de ello es que cuando en 1962 o 1963 un bloque de estudiantes de medicina de alta calidad académica, gente de primera línea, plantea democratizar la facultad, los profesores, para no perder el poder, se fueron y crearon Cayetano Heredia. Eran tan derechistas que no admitieron la posibilidad de una reforma de la universidad y se fueron a la mala. Y la otra facultad, de la que no se salva nadie, es la de Derecho. Los abogados reaccionarios y conservadores los sigue produciendo San Marcos, y en cantidades industriales.



¿Más que la Católica?

No tanto más porque la Católica tiene un servicio patriótico muy tardío. Pero los abogados de San Marcos, desde que se instaló la Facultad de Derecho, hacia el siglo XVIII o XIX, ha producido los abogados más conspicuos de la derecha en el Perú. Cuando yo era muy jovencito, Roberto Ramírez del Villar, un reaccionario del PPC considerado un patriota, un gran demócrata en la memoria interesada de la política peruana actual, era profesor de la Facultad de Derecho. Y Ramírez del Villar decía que ser izquierdista en San Marcos era lo normal, porque nadie podía dejar de ser izquierdista y socialista cuando se tenía 18 años, pero ya con la madurez y la prudencia, con el tiempo, a los 30 años, había que ser de derecha porque eso era lo correcto. Son muy pocos los abogados de izquierda que han salido de la Universidad. Sigo creyendo que la facultad más reaccionaria de San Marcos es la de Derecho. Ha sido, es y no sé por cuántos años más lo seguirá siendo.



¿Cómo distorsionó la vida política de la Universidad la presencia de Sendero Luminoso?

Sendero hizo un trabajo de zapa dentro de la Universidad; no tenía ninguna propuesta. Patria Roja tampoco.



Propuesta académica.

Hablando de academia, de propuesta de reforma universitaria, Patria Roja se negó rotundamente, se confesó incapaz de hacerla y no preparó un solo cuadro para eso. La prueba es que Patria Roja no tiene profesionales de primera línea en el país. Tiene aparatchik, hombres de aparato, dirigentes del Sutep, dirigentes estudiantiles muy formados, muy fogueados, pero de una insolvencia académica lamentable. Patria no tuvo una alternativa académica que ofrecer a la universidad, pero sí interés por copar los puestos de profesores. Patria Roja hizo todo lo necesario para nombrar a sus estudiantes revolucionarios como futuros profesores. Sendero, a diferencia de Patria, no tenía ningún interés en la Universidad como para ofrecerle un programa alternativo, y tampoco en copar la dirigencia estudiantil o los puestos de profesor. A Sendero lo que le importaba era agitar, tener cuadros que fueran a pegar tiros. Eso era todo lo que esperaban. Y le proponían a los estudiantes lo mismo que se les planteó en los sesenta cuando existía la influencia cubana y de Régis Debray, quien sostenía que la universidad era el cementerio de los revolucionarios y que había que abandonarla. Esa fue la noción de universidad de Vanguardia Revolucionaria y del MIR, la nueva izquierda de los sesenta: sacar a los mejores cuadros y llevarlos al frente político en unos casos, o al frente militar, en otros. Sendero Luminoso hizo exactamente lo mismo: sacaba a sus cuadros y los mandaba a pelear. Sobre 44 mil estudiantes de San Marcos en los noventa, 200 eran senderistas reales, de pegar tiros; y calculo que habría otros 200 senderistas orales, entre alumnos y profesores, de esos que fanfarroneaban de ser muy radicales, muy machazos, que hablaban de la guerra y a la hora de los tiros salían corriendo. Sendero Luminoso tuvo la fuerza suficiente como para desarmar la Universidad.



Desarmarla en todo sentido.

Desinstitucionalizarla, descuajarla, en una tenaza maravillosa con el fujimorismo, que tenía exactamente el mismo interés, y con una tremenda complicidad de lo poco que quedaba en la Universidad del Apra.



Pero más allá de esa desinstitucionalización, ¿no es que antes de la aparición de Sendero en San Marcos ya estaba en crisis la universidad misma?

Estaba en crisis y la situación era terrible por el control que Patria ejercía sobre la Universidad. Pero era un control burocrático, de profesores, de empleados, del comedor de estudiantes, de una institución, no era para hacer otra cosa. Patria Roja no sacó cuadros de San Marcos para armar un frente militar en ninguna parte. Su control era de tipo laboral, profesional y de liderazgo estudiantil. Pero cómo podía funcionar una universidad con profesores improvisados. La crisis que vivía San Marcos se debía a un control formal de la izquierda en la Universidad y a una Universidad que no era de izquierda por ninguna parte. La democracia interna en la Universidad nunca avanzó; ellos no hicieron otra cosa que tomar el control de lo que querían. Bastaba con nombrar profesores en todos los escalones para controlar el Consejo de Facultad, el Consejo Universitario y tener un rector. Patria Roja llegó a colocar a un rector en la Universidad.



¿Quién fue ese rector?

Wilson Reátegui, un hombre de Patria Roja que fue parte de este poder universitario. Pero ejerció un poder no para proponer otra universidad, no para reformarla, sino simplemente para controlarla. Lamentable.



Y como profesor, ¿cuál es para usted el perfil del alumnado ahora en San Marcos? ¿Ha cambiado la composición, el origen social del alumno y su forma de hacer política?

Ya no soy profesor en pregrado y esa distancia puede ser una buena razón para no percibir los cambios profundos que se pueden estar dando en la Universidad. Pero, hasta donde conozco, el sello más importante es la llegada a San Marcos de alumnos de capas medias que antes se iban a la Católica y que por razones económicas no les queda otro camino que entrar a San Marcos. Yo diría que es el segmento mayoritario. Me parece que en un segmento minoritario de este nuevo alumnado hay, en parte, una opción por San Marcos como universidad pública, como una universidad que pueda tener importancia para el país. Cuánto de eso sea una racionalización por la frustración de no poder ir a una universidad privada, es otro asunto. El estudiantado de San Marcos que yo vi y del que fui parte entre 1960 y 1970 era provinciano de capas medias, hijos de profesores sobre todo. Cuando Patria Roja llega a controlar la Universidad, aparecen los hijos de campesinos en el campus. Esta es la novedad de los setenta. Y esta novedad se evidencia rotundamente en la década de 1980, cuando el movimiento de estudiantes que se va a la causa de Sendero tiene exactamente ese sello. El estudiante de provincias hijo de maestros, de medianos propietarios, hablaba muy bien el castellano, tenía ciertos privilegios en sus zonas, en sus casas había bibliotecas, eran leídos y tenían voluntad de aprender. Cuando vienen los hijos de los campesinos traen una carga afectiva muy fuerte contra el país. Es gente que quiere arreglar cuentas por la discriminación no solo económica sino por la enorme dificultad que tenían de poder llevar una vida universitaria normal por tener que hacer trabajos cuando no estaban habituados a hacerlos. San Marcos fue invadido por estudiantes así. Ese fue el caldo de cultivo que permitió que Sendero entrase con aparente facilidad a universidades como las de Ayacucho y San Marcos, recordando que apenas eran doscientos en su mejor tiempo. En 1996, luego de mi emeritud, volví al pregrado, a cuarto y quinto año. Mi gran sorpresa fue que los alumnos no tenían ningún espíritu crítico, no preguntaban y decían amén a lo que el profesor sostenía. Yo he sido siempre un profesor abierto a la discusión, provocador, en el sentido de soltar una frase para provocar una reacción y generar una discusión. Me pasaba horas de horas soltando frases y nada. En confianza, le pregunté a una chica, amiga mía, qué pasaba, y me dijo «pero si la universidad está llena de tiras, de soplones, y usted dice lo que dice porque es el profesor, porque si pasa algo lo va a defender [el diario] La República, un montón de gente, porque es conocido, pero a un estudiante que levante la mano y tenga una visión crítica de lo que está pasando en San Marcos lo pueden expulsar», lo que revelaba un grado de represión en la Universidad. Ahora, casi diez años después, creo que San Marcos está retomando el espíritu crítico anterior. En muy poco tiempo más, hacia el año 2010, el Perú va a cambiar muchísimo porque buena parte de la generación política va a acabar y aparecerá un liderazgo nuevo y un movimiento estudiantil con otras exigencias. Yo lo olfateo, lo percibo en la Universidad.

¿Y cómo ve a los grupos estudiantiles, todavía pequeños, en la Universidad? ¿Como el germen de algo que puede consolidarse?

En medio del desencanto y del naufragio aprista, de la ruina de Izquierda Unida, de Patria Roja, de Sendero Luminoso, hubo un largo periodo de «acomódense compañeros». Esa era la consigna arriba y abajo. Frente a eso, hay grupos en San Marcos como Raíz, por ejemplo, que tienen sensibilidad para percibir el fenómeno político, para tratar de insertarse en otro horizonte, pero en un contexto opresivo, hostil y dominado por el fujimorismo en todas sus formas. No hay un partido fujimorista, pero hay un estilo fujimorista de no creer en nadie, de garantizar la corrupción plena, de no tener esperanza en nada y de alimentar a estas personas que suben y trepan. En este ambiente, los grupos sanos que surgen en la Universidad no tienen la fuerza suficiente para marcar un horizonte para el conjunto de los estudiantes. Aparecen con discursos muy finos sobre la democracia, la diferencia, la inclusión y, cosa que nunca había habido en San Marcos, la presencia de estudiantes homosexuales defendiendo su identidad, afirmándose como tales y reclamando un espacio; y un sector eminentemente machista negándoselo y reprimiéndolos. No es que haya habido en San Marcos una evolución sensata, madura y prudente de la democracia interior y que cada vez estemos mejor, no. Lo que ha habido son retrocesos muy grandes. Lo poco que había en la izquierda de San Marcos de los sesenta se perdió y se diluyó con Patria Roja. Y lo poquísimo que quedaba casi se anuló con Sendero. Proponer una línea para un movimiento estudiantil sanmarquino en particular y peruano en general no será nada fácil. Quedan todavía unos cinco o seis años más para que estos embriones cuajen y alguno empiece a marcar una línea. Para entonces, el Apra ya no contará más, y Patria y Sendero serán parte del pasado. Ese espacio tendrá que ser llenado con alguna propuesta alternativa de un sector inteligente, con imaginación, conformado por estudiantes de buena calidad. Veo con simpatía que los de Raíz son buenos estudiantes. Para mí, ese es un primer signo de salud, un indicador de cambio.



desco / Revista Quehacer Nro. 154 / May – Jun. 2005



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