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Nuevo Testamento evangelio de san mateo


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13 1Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. 2Se le acercaron numerosas muchedumbres. El, subiendo a una barca, se sentó, quedando las muchedumbres sobre la playa, 3y El les dijo muchas cosas en parábolas: Salió un sembrador a sembrar, 4y de la simiente, parte cayó junto al camino, y viniendo las aves, la comieron. 5Otra cayó en pedregoso, donde no había tierra, y luego brotó, porque la tierra era poco profunda; 6pero levantándose el sol, la agostó, y como no tenía raíz, se secó. 7Otra cayó entre cardos, y los cardos crecieron y la ahogaron. 8Otra cayó sobre tierra buena y dio fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. 9El que tenga oídos, que oiga.
Razón de la parábola

(Mc 4,10-I2; Lc 8,9-10)



10Acercándosele los discípulos, lo dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas? 11Y les respondió diciendo: A vosotros os ha sido dado conocer los misterios del reino de los cielos; pero a esos, no. 12Porque al que tiene, se le dará más y abundará; y al que no tiene, aun aquello que tiene le será quitado. 13Por esto les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden; 14y se cumple con ellos la profecía de Isaías, que dice:

«Cierto oiréis y no entenderéis, veréis y no conoceréis. 15Porque se ha endurecido el corazón de este pueblo, y se han hecho duros de oídos, y han cerrado sus ojos, para no ver con sus ojos y no oír con sus oídos, y para no entender en su corazón y convertirse, que yo los curaría».



16¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! 17Pues, en verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron.
Explicación de la parábola

(Mc 4,13-20; Lc 8,11-15)



18Oíd pues, vosotros la parábola del sembrador. 19A quien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno y le arrebata lo que se había sembrado en su corazón: esto es lo sembrado junto al camino. 20Lo sembrado en terreno pedregoso es el que oye la palabra y desde luego la recibe con alegría; 21pero no tiene raíces en sí mismo, sino que es voluble, y en cuanto se levanta una tormenta o persecución a causa de la palabra, al instante se escandaliza. 22Lo sembrado entre espinas es el que oye la palabra, pero los cuidados del siglo y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y queda sin dar fruto. 23Lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y da fruto, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.
La parábola de la cizaña

24 Les propuso otra parábola, diciendo: Es semejante el reino de los cielos a uno que sembró en su campo semilla buena. 25Pero mientras su gente dormía vino el enemigo y sembró cizaña entre el trigo y se fue. 26Cuando creció la hierba y dio fruto, entonces apareció la cizaña. 27Acercándose los criados al amo, le dijeron: Señor, ¿no has sembrado semilla buena en tu campo? ¿De dónde viene, pues, que baya cizaña? 28Y él les contestó: Eso es obra de un enemigo. Dijéronle: ¿Quieres que vayamos y la arranquemos? 29 Y les dijo: No, no sea que al querer arrancar la cizaña arranquéis con ella el trigo. 30Dejad que ambos crezcan hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a los segadores: Coged primero la cizaña y atadla en haces para quemarla, y al trigo recogedlo para encerrarlo en el granero.
El grano de mostaza

(Mc 4,30-33; Lc 13,18-19)



31Otra parábola les propuso, diciendo: Es semejante el reino de los cielos a un grano de mostaza que torna uno y lo siembra en campo; 32y con ser la más pequeña de todas las semillas, cuando ha crecido es la más grande de todas las hortalizas y llega a hacerse un árbol, de suerte que las aves del cielo vienen a anidar en sus ramas.
El fermento

33Otra parábola les dijo: Es semejante el reino de los cielos al fermento que una mujer toma y lo pone en tres medidas de harina hasta que todo fermenta. 34Todas estas cosas dijo Jesús en parábolas a las muchedumbres, y no les hablaba nada sin parábolas, 35para que se cumpliera el anuncio del profeta, que dice:

«Abriré en parábolas mi boca, declararé las cosas ocultas desde la creación».



36Entonces, dejando a la muchedumbre, se vino a casa, y sus discípulos se le acercaron, diciéndole: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. 37El, respondiendo, dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; 38el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la cizaña son los hijos del maligno; 39el enemigo que la siembra es el diablo; la siega es la consumación del mundo; los segadores son los ángeles; 40a la manera, pues, que se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así será en la consumación del mundo. 41Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles y recogerán de su reino todos los escándalos; y a todos los obradores de iniquidad, 42y los arrojarán en el horno de fuego, donde habrá llanto y crujir de dientes. 43Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.
El tesoro y la perla

44Es semejante el reino de los cielos a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta y, lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo. 45Es también semejante el reino de los cielos a un mercader que busca preciosas perlas, 46y hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra.
La red

47Es también semejante el reino de los cielos a una red barredera, que se echa en el mar y recoge peces de toda suerte, 48y llena, la sacan sobre la playa, y sentándose, recogen los peces buenos en canastos, y los malos los tiran. 49Así será a la consumación del mundo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de los justos, 50y los arrojarán al horno de fuego: allí habrá llanto y crujir de dientes. 51¿Habéis entendido todo esto? Respondiéronle: Sí. 52Y les, dijo: Así, todo escriba instruido en la doctrina del reino de los cielos es como el amo de casa, que de su tesoro saca lo nuevo y lo añejo.
Jesús en Nazaret

(Mc 6,1-6; Lc 4,16-30)



53Cuando hubo terminado Jesús estas parábolas, se alejó de allí, 54y viniendo a su tierra, enseñaba en la sinagoga, de manera que, admirados, se decían: ¿De dónde le vienen a éste tal sabiduría y tales prodigios? 55¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María, y, sus hermanos Santiago y José, Simón y Judas? 56Sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? ¿De dónde, pues, le viene todo esto? 57Y se escandalizaban en El. Jesús les dijo: Sólo en su patria y en su casa es menospreciado el profeta. 58Y no hizo allí muchos milagros por su incredulidad.
Juicio de Herodes sobre Jesús y muerte del Bautista

(Mc 6,14-29; Lc 9,7-9)



14 1Por aquel tiempo llegaron a Herodes el tetrarca noticias acerca de Jesús, 2y dijo a sus servidores: Ese es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso obra en él un poder milagroso. 3Es de saber que Herodes había hecho prender a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de Filipo, su hermano; 4pues Juan le decía: No te es lícito tenerla. 5Quiso matarle, pero tuvo miedo de la muchedumbre, que le tenía por profeta. 6Al llegar el cumpleaños de Herodes, bailó la hija de Herodías ante todos, 7y tanto gustó a Herodes, que con juramento le prometió darle cuanto le pidiera, 8y ella, inducida por su madre: Dame -le dijo-, aquí, en la bandeja, la cabeza de Juan el Bautista. 9El rey se entristeció, mas por el juramento hecho y por la presencia de los convidados ordenó dársela, 10y mandó degollar en la cárcel a Juan el Bautista, 11cuya cabeza fue traída en una bandeja y dada a la joven, que se la llevó a su madre. 12Vinieron sus discípulos, tomaron el cadáver y lo sepultaron, yendo luego a anunciárselo a Jesús.
Primera multiplicación de los panes

(Mc 6,30-44; Lc 9,10-17; Jn 6,1-15)



13A esta noticia, Jesús se alejó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado, y habiéndole oído las muchedumbres, le siguieron a pie desde las ciudades. 14Al desembarcar vio una gran muchedumbre, y se compadeció de ella, y curó a todos sus enfermos. 15Llegada la tarde, se le acercaron los discípulos, diciéndole: El lugar es desierto y es ya tarde; despide, pues, a la muchedumbre para que se vayan a las aldeas y se compren alimentos. 16Jesús les dijo: No hay porqué se vayan; dadles vosotros de comer. 17Pero ellos le respondieron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. 18El les dijo: Traédmelos acá. 19Y mandando a la muchedumbre que se recostara sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces y, alzando los ojos al ciclo, bendijo y partió los panes y se los dio a los discípulos, y éstos a la muchedumbre. 20Y comieron todos y se saciaron, y recogieron de los fragmentos sobrantes doce cestos llenos, 21siendo los que habían comido unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Jesús anda sobre las aguas del lago

(Mc 6,45-52; Jn 6,16-21)



22Mandó luego a los discípulos subir en la barca y precederle a la otra orilla, mientras El despedía a la muchedumbre. 23Una vez que la despidió, subió a un monte apartado para orar, y llegada la noche, estaba allí solo. 24La barca estaba ya en medio del mar, agitada por las olas, pues el viento le era contrario. 25En la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar. 26En viéndole ellos andar sobre el mar, se turbaron y decían: Es un fantasma. Y de miedo comenzaron a gritar. 27Pero al instante les habló, diciendo: Tened confianza, soy yo; no temáis. 28Tomando Pedro la palabra, dijo: Señor, si eres tu, mándame ir a ti sobre las aguas. 29El dijo: Ven. Bajando de la barca, anduvo Pedro sobre las aguas y vino hacia Jesús. 30Pero, viendo el viento fuerte, temió, y comenzando a hundirse, gritó: Señor, sálvame. 31Al instante Jesús le tendió la mano y le cogió, diciéndole: Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado? 32Y subiendo a la barca, se calmó el viento. 33Los que en ella estaban se postraron ante El, diciendo: Verdaderamente, tú eres Hijo de Dios.

Curaciones de Jesús en Genesaret

(Mc 6,53-56)

34Terminada la travesía vinieron a la región de Genesaret, 35y reconociéndole los hombres de aquel lugar, esparcieron la noticia por toda la comarca y le presentaron todos los enfermos, 36suplicándole que les dejase tocar siquiera la orla de su vestido, y todos los que le tocaban quedaban sanos.
Enseñanza sobre la pureza exterior y la interior

(Mc 7,1-23)



15 1Entonces se acercaron a Jesús fariseos y escribas venidos de Jerusalén, diciendo: 2¿Por qué tus discípulos traspasan la tradición de los ancianos, pues no se lavan las manos cuando comen? 3El respondió y les dijo: ¿Por qué traspasáis vosotros el precepto de Dios por vuestras tradiciones? 4Pues Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y quien maldijera a su padre o a su madre sea muerto. 5Pero vosotros decís: Si alguno dijere a su padre o a su madre: «Cuanto de mí pudiere aprovecharte, sea ofrenda», 6ése no tiene que honrar a su padre; y habéis anulado la palabra de Dios por vuestra tradición. 7¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo:

8«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; 9en vano me rinden culto, enseñando doctrinas que son preceptos humanos».

10Y llamando a sí a la muchedumbre, les dijo: Oíd y entended: 11No es lo que entra por la boca lo que hace impuro al hombre; pero lo que sale de la boca, eso es lo que al hombre le hace impuro. 12Entonces se le acercaron los discípulos y le dijeron: ¿Sabes que los fariseos, al oírte, se han escandalizado? 13Respondióles y dijo: Toda planta que no ha plantado mi Padre celestial será arrancada. 14Dejadlos, son guías ciegos; si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en la hoya. 15Tomando Pedro la palabra, le dijo: Explícanos esa parábola, 16Dijo El: ¿Tampoco vosotros entendéis? 17¿No comprendéis que lo que entra por la boca va al vientre y acaba en el seceso? 18Pero lo que sale de la boca procede del corazón, y eso hace impuro al hombre. 19Porque del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias. 20Esto es lo que hace impuro al hombre; pero comer sin lavarse las manos, eso no hace impuro al hombre.
La mujer cananea

(Mc 7,24-30)



21Saliendo de allí Jesús, se retiró a los términos de Tiro y de Sidón. 22Una mujer cananea de aquellos lugares comenzó a gritar, diciendo: Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David; mi hija es malamente atormentada del demonio. 23Pero El no le contestaba palabra. Los discípulos se le acercaron y le rogaron, diciendo: Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros. 24El respondió y dijo: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25Mas ella, acercándose, se postró ante El, diciendo: ¡Señor, socórreme! 26Contestó El y dijo: No es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos. 27Mas ella dijo: Cierto, Señor; pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores. 28Entonces Jesús le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como tú quieres. Y desde aquella hora quedó curada su hija.
Curaciones junto al mar de Galilea

(Mc 7,31-37)



29Partiendo de allí, vino Jesús cerca del mar de Galilea, y subiendo a una montaña, se sentó allí. 30Se le acercó una gran muchedumbre, en la que había cojos, mancos, ciegos, mudos y muchos otros, que se echaron a sus pies, y los curó. 31La muchedumbre se maravillaba viendo que hablaban los mudos, los mancos sanaban, los cojos andaban y veían los ciegos. Y glorificaban al Dios de Israel.
Segunda multiplicación de los panes

(Mc 8,1-1o)



32Jesús llamó a sí a sus discípulos y dijo: Tengo compasión de la muchedumbre, porque ha ya tres días que están conmigo y no tienen qué comer; no quiero despedirlos ayunos, no sea que desfallezcan en el camino. 33Los discípulos le contestaron: ¿De dónde vamos a sacar en el desierto tantos panes para saciar a tanta muchedumbre? 34Díjoles Jesús: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos contestaron: Siete y algunos pececillos. 35Y mandando a la muchedumbre que se recostara en tierra, 36tomó los siete panes y los peces, y dando gracias, los partió y se los dio a los discípulos, y éstos a la muchedumbre. 37Y comieron todos y se saciaron, y se recogieron de los pedazos que quedaron siete espuertas llenas. 38Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. 39Y despidiendo a la muchedumbre, subió a la barca y vino a los confines de Magadán.
La petición de una señal del cielo

(Mc 8,11-13)



16 1Se le acercaron fariseos y saduceos para tentarle, y le rogaron que les mostrara una señal del cielo. 2El, respondiendo, les dijo: Por la tarde decís: Buen tiempo, si el cielo está arrebolado. 3Y a la mañana: Hoy habrá tempestad, si en el cielo hay arreboles obscuros. Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no sabéis discernir las señales de los tiempos. 4Esta generación mala y adúltera busca una señal, mas no se le dará sino la señal de Jonás. Y dejándolos, se fue.
La levadura de los fariseos

(Mc 8,14-21)



5Yendo los discípulos a la otra ribera, se olvidaron de tomar pan. 6Jesús les dijo: Ved bien de guardaros del fermento de los fariseos y saduceos. 7Ellos pensaban entre sí y se decían: Es porque no hemos traído pan. 8Conociéndolo Jesús, dijo: ¿Qué pensamientos son los vuestros, hombres de poca fe? ¿Que no tenéis pan? 9¿Aún no habéis entendido ni os acordáis de los cinco panes para los cinco mil hombres y cuántas espuertas recogisteis? 10¿Ni de los siete panes para los cuatro mil hombres y cuántos canastos recogisteis? 11¿Cómo no habéis entendido que no hablaba del pan? Guardaos, os digo, del fermento de los fariseos y saduceos. 12Entonces cayeron en la cuenta de que no les había dicho que se guardasen del fermento del pan, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos.
La confesión de Pedro

(Mc 8,27-30; Lc 9,18-21)



13Viniendo Jesús a los términos de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? 14Ellos contestaron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías u otro de los profetas. 15Y El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que Soy? 16Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. 17Y Jesús, respondiendo, dijo: Bienaventurado tú, Simón Bar Jona, porque no es la carne ni la sangre quien eso te ha revelado, sino mi Padre, que está en los cielos. 18Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. 19Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos y cuanto desataras en la tierra será desatado en los cielos. 20Entonces ordenó a los discípulos que a nadie dijeran que El era el Mesías.
Primer anuncio de la pasión

(Mc 8,31-39; Lc 9,22-27)



21Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para sufrir mucho de parte de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y al tercer día resucitar. 22Pedro, tomándole aparte, se puso a amonestarle, diciendo: No quiera Dios, Señor, que esto suceda. Pero El, 23volviéndose, dijo a Pedro: Retírate de mí, Satanás; tú me sirves de escándalo, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los Hombres.
Condiciones para seguir a Jesús

24Entonces dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame. 25Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mi, la hallará. 26Y ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde el alma? ¿O qué podrá dar el hombre a cambio de su alma? 27Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras. 28En verdad os digo que hay algunos entre los presentes que no gustarán la muerte antes de haber visto al Hijo del hombre venir en su reino.
La transfiguración

(Mc 9,1-12; Lc 9,28-36)



17 1Seis días después tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los llevó aparte, a un monte alto. 2Y se transfiguró ante ellos; brilló su rostro como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 3Y se les aparecieron Moisés y Elías hablando con El. 4Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: Señor ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías. 5Aún estaba él hablando, cuando los cubrió una nube resplandeciente, y salió de la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle. 6Al oírla, los discípulos cayeron sobre su rostro, sobrecogidos de gran temor. 7Jesús se acercó, y tocándolos dijo: Levantaos, no temáis. 8Alzando ellos los ojos, no vieron a nadie, sino sólo a Jesús. 9Al bajar del monte les mandó Jesús, diciendo: No deis a conocer a nadie esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos. 10Le preguntaron los discípulos: ¿Cómo, pues, dicen los escribas que Elías tiene que venir primero? 11El respondió: Elías, en verdad, está para llegar, y restablecerá todo. 12Sin embargo, yo os digo: Elías ha venido ya, y no le reconocieron; antes hicieron con él lo que quisieron; de la misma manera el Hijo del hombre tiene que padecer de parte de ellos. 13Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.
Curación del niño endemoniado

(Mc 9,13-28; Lc 9,37-43)



14Al llegar ellos a la muchedumbre se le acercó un hombre, y doblando la rodilla, 15le dijo: Señor, ten piedad de mi hijo, que está lunático y padece mucho; porque con frecuencia cae en el fuego y muchas veces en el agua; 16le presenté a tus discípulos, mas no han podido curarle. 17Jesús respondió: ¡Oh generación incrédula y perversa!, ¿hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? Traédmelo acá. 18E increpó al demonio, que salió, quedando curado el niño desde aquella hora.

19Entonces se acercaron los discípulos a Jesús, y aparte le preguntaron: ¿Cómo es que nosotros no hemos podido arrojarle? 20Díjoles: Por vuestra poca fe; porque en verdad os digo que, si tuviereis fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Vete de aquí allá, y se iría, y nada os sería imposible. 21Esta especie no puede ser lanzada sino por la oración y el ayuno.
Segundo anuncio de la pasión

(Mc 9,29-31; Lc 9,44-45)



22Estando reunidos en Galilea, díjoles Jesús: El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de los hombres, 23que le matarán, y al tercer día resucitará. Y se pusieron muy tristes.
El tributo del templo

24Entrando en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los perceptores de la didracma y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga la didracma? 25Y él respondió: Cierto que sí. Cuando iba a entrar en casa, le salió Jesús al paso y le dijo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran censos y tributos? ¿De sus hijos o de los extraños? 26 Contestó él: De los extraños. Y le dijo Jesús: Luego los hijos son libres. 27Mas para no escandalizarlos, vete al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca, y en ella hallarás un estater; tómalo y dalo por mí y por ti.
El más grande en el reino de los cielos

(Mc 9,33-36; Lc 9,46-48)



18 1En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién será el más grande en el reino de los cielos? 2El, llamando a sí a un niño, le puso en medio de ellos 3y dijo: En verdad os digo, si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. 4Pues el que se humillare hasta hacerse como un niño de éstos, ése será el más grande en el reino de los cielos, 5y el que por mí recibiera a un niño como éste, a mí me recibe; 6y al que escandalizara a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valiera que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno y le arrojaran al fondo del mar. 7¡Ay del mundo por los escándalos! Porque no puede menos de haber escándalos, pero ¡ay de aquel por quien viniere el escándalo!
Sacrificio que impone el deber de evitar el escándalo

(Mc 9,46-47)



8Si tu mano o tu pie te escandaliza, córtaselo y échalo de ti; que mejor te es entrar en la vida manco o cojo que con manos o pies ser arrojado al fuego eterno. 9Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo y échalo de ti; que más te vale entrar con un solo ojo en la vida que con ambos ojos ser arrojado en la gehenna de fuego.
Dignidad de los niños

10Mirad que no despreciéis a uno de esos pequeños, porque en verdad os digo que sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre, que está en los cielos. 11Porque el Hijo del hombre ha venido a salvar lo perdido.
La oveja descarriada

(Lc 15,4-7)



12¿Qué os parece? Si uno tiene cien ovejas y se le extravía una, ¿no dejará en el monte las noventa y nueve e irá en busca de la extraviada? 13Y si logra hallarla, cierto que se alegrará por ella más que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. 14Así os digo: En verdad que no es voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, que se pierda ni uno solo de estos pequeñuelos.
La corrección fraterna

15Si pecare tu hermano contra ti, ve y repréndele a solas. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. 16Si no te escucha, toma contigo a uno o dos, para que por la palabra de dos o tres testigos sea fallado todo el negocio. 17Si los desoyere, comunícalo a la Iglesia, y si a la Iglesia desoye, sea para ti como gentil o publicano.

18En verdad os digo, cuanto atareis en la tierra será atado en el cielo y cuanto desatareis en la tierra será desatado en el cielo. 19Aún más: os digo en verdad que si dos de vosotros convinierais sobre la tierra en pedir cualquier cosa, os la otorgará mi Padre, que está en los cielos. 20Porque en donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en me dio de ellos.
El perdón de las ofensas

21Entonces se le acercó Pedro y le preguntó: Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano si peca contra mí? ¿Hasta siete veces? 22Dícele Jesús: No digo yo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. 23Por esto se asemeja el reino de los ciclos a un rey que quiso tomar cuentas a sus siervos. 24Al comenzar a tomarlas se le presentó uno que le debía diez mil talentos. 25Como no tenía con qué pagar, mandó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y saldar la deuda, 26Entonces el siervo, cayendo de hinojos, dijo: Señor, dame espera y te lo pagaré todo. 27Compadecido el señor del siervo aquel, le despidió, condonándole la deuda. 28En saliendo de allí, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debla cien denarios, y agarrándole le sofocaba diciendo: Paga lo que debes. 29De hinojos le suplicaba su compañero, diciendo: Dame espera y te pagaré. 30Pero él se negó, y le hizo encerrar en la prisión hasta que pagara la deuda. 31Viendo esto sus compañeros, les desagradó mucho y fueron a contar a su señor todo lo que pasaba. 32Entonces hízole llamar el señor y le dijo: Mal siervo, te condoné yo toda tu deuda porque me lo suplicaste. 33¿No era, pues, de ley que tuvieses tú piedad de tu compañero, como la tuve yo de ti? 34E irritado, le entregó a los torturadores hasta que pagase toda la deuda. 35Así hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonare cada uno a su hermano de todo corazón.
Camino de Judea
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