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LaCuerda Una mirada feminista de la realidad


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Secuelas del terrorismo de Estado

Luisa Fernanda Rodríguez, guatemalteca, integrante de la Red de Mujeres Periodistas
Hablar de las secuelas del terrorismo de Estado en la sociedad guatemalteca no es fácil. Años atrás, sobre este tema no habría podido escribirse en un medio masivo. Hoy existen varias interrogantes: ¿Cuánto hemos avanzado? ¿Qué secuelas quedan? ¿Realmente ha desaparecido esta forma de terrorismo?

Dos profesionales, una guatemalteca y otra estadounidense, elaboran, basándose en su experiencia, un balance de la situación actual del país con relación a este tema.

Claudia Samayoa, filósofa y activista en derechos humanos, explica que es muy atrevido decir que actualmente existe terrorismo de Estado. Algunas acciones gubernamentales tienden a encaminar a esas políticas; ejemplo de ello es la militarización en el área rural y en la capital, así como los 10 mil efectivos militares que están ofreciendo seguridad a través de las fuerzas combinadas.

Otro ejemplo es el control que tienen ahora los ex comisionados de las patrullas de autodefensa civil, quienes mediante comités reciben fondos para el desarrollo local. Con esto siguen ejerciendo control sobre la población. Las más afectadas por tales políticas son las mujeres, ya que muchos de los que abusaron de ellas y las violaron durante los años del conflicto armado están hoy de nuevo ejerciendo poder en sus comunidades. "Las mujeres viven atemorizadas porque en cualquier momento podrían repetirse las horribles injusticias que las han marcado de por vida".

Susy Kent, quien labora en el Centro de Acción Legal en Derechos Humanos (CALDH) asesorando a 23 comunidades de cuatro departamentos del altiplano, declara que "no me atrevería a utilizar el término 'terrorismo de Estado', porque jurídicamente no existe". Ella apoya a integrantes de la Asociación para la Justicia y Reconciliación, quienes demandaron a militares de alto nivel -como Romeo Lucas- por haber cometido crímenes de lesa humanidad.

La abogada estadounidense explica que el concepto que se está utilizando es "crimen de lesa humanidad", puesto que "terrorismo de Estado" no existe. Lo identifican como un ataque del Estado contra una gran parte de la población que incluye violación, exterminio y expulsión.

Se están dando muchos crímenes pero no como en los años ochenta. Sin embargo, como secuelas de esa época, entre la población persiste el temor. Por ello es muy difícil tener un panorama completo de lo que ocurre, ya que las familias tienen miedo de denunciar.

Las mujeres se ven afectadas porque se han acostumbrado a callar; además, el miedo de que se las "victimice de nuevo" al hacer la denuncia las obliga a guardar silencio.

"Por el trabajo con víctimas de la guerra hemos conocido que la mayoría tiene problemas para socializar, pues por muchos años no han querido compartir las experiencias de la guerra. Especialmente entre mujeres que han sido abusadas sexualmente, la mayoría no habla con sus familias de lo que sucedió y les cuesta mucho externar sus sentimientos".

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El combate a la impunidad empieza en casa

Eleonora Muralles, guatemalteca, arquitecta e integrante de Familiares y Amigos contra la Delincuencia y el Secuestro (FADS)
La solución de todos los conflictos en Guatemala debe partir de una premisa colectiva: es necesario que todas y todos tengamos la convicción de participar activamente. Se hace imperativo cambiar radicalmente de actitud para participar, denunciar, aportar, proponer soluciones en todos los ámbitos y principalmente para evolucionar hacia una sociedad solidaria donde los demás también importen.

Cada persona debe aportar lo suyo para que desaparezcan los problemas que nos afectan gravemente. Más importante aún es unir esfuerzos para combatir la impunidad y la corrupción y así fortalecer la construcción de la Paz.

Impunidad es una palabra que encierra mucho dolor y coraje; la mayoría de familias guatemaltecas hemos vivido más de algún evento que ha quedado en sus dominios porque la esperanza de encontrar respuestas o apoyo en las dependencias de gobierno es casi, por no decir completamente, nula. Así, la lucha por encontrar justicia -una palabra etérea y casi utópica en nuestro país- se ha hecho cuesta arriba y solitaria.

Gracias a la valentía de mucha gente, esa lucha es hoy una actividad que ha sumado esfuerzos de grupos y personas que han iniciado procesos sólidos para romper con la impunidad.

Pese a que hasta ahora aún son una minoría, que sus resultados no son cuantitativamente significativos y en casos muy puntuales porque los obstáculos abundan, existen personas y organizaciones que continúan en la lucha incansable de quebrantar y extinguir el concepto absoluto de impunidad. El caso de Myrna Mack ejemplifica esta difícil travesía.

Para que este flagelo deje de existir, debemos fortalecer el Estado de Derecho, exigir que se respeten las leyes, trabajar por fortalecer las instituciones que tienen que ver con la aplicación de justicia, lograr que los cargos importantes sean ocupados por funcionarios honestos y comprometidos con Guatemala y no con un partido o sector, para que se aplique la ley sin privilegios y la justicia llegue a cada rincón del país. Todo esto será posible sólo cuando todas y todos cambiemos de actitud. En tanto exista impunidad no alcanzaremos la verdadera paz.

La corrupción también es un flagelo que aumenta cada día y actualmente ha alcanzado niveles altísimos. Lamentablemente para Guatemala, funcionarios de gobierno, trabajadores del Estado y la sociedad en general hemos contribuido a que este gigante avance y haya copado a nuestro país: unos por participar directamente en el hecho y otros por callar y hacernos de la vista gorda, lo cual nos convierte en cómplices.

A diario nos enteramos de actos de corrupción dentro de alguna institución estatal, advertencia de que se ha institucionalizado con el aval del gobierno y eso facilita que los funcionarios se vuelvan millonarios con dinero que no les pertenece.

Es entonces que la corrupción se convierte en un crimen que atenta contra los derechos humanos básicos, pues cuando el Estado deja de invertir en los renglones necesarios para lograr el desarrollo del país, se está condenando a muerte a niñas y niños, a mujeres, hombres y personas ancianas, mientras el dinero que debería destinarse a atención médica y otros servicios básicos queda en los bolsillos de unos cuantos corruptos que privan a la mayoría de una vida digna.

La corrupción contribuye a la escasez de justicia y educación, de seguridad, de todo. No podemos pasar por alto que nuevos tipos de violencia y abusos, así como estrategias denigrantes que ahogan los esfuerzos por edificar la paz, se nutren de la corrupción y la impunidad. Ese simple hecho nos obliga a unir nuestras voces y acciones a las de quienes ya se han comprometido para erradicar estos males.



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Nuestros aportes a la construcción de la paz

Wendy Santa Cruz, laCuerda
Mujeres organizadas en nuestros propios espacios nos esforzamos día a día por aportar a la construcción de esa paz que anhelamos, pues creemos que no se puede hablar de paz si en esta sociedad se excluye a la mitad de la población. Nuestras experiencias son muy diversas y esto nos ha permitido actuar en diferentes campos de la vida nacional. A continuación algunas de nuestras luchas cotidianas.
Contra la violencia

La mayoría de organizaciones de mujeres trabaja dentro de sus proyectos el eje de la violencia, ya que es uno de los principales problemas que afrontamos las guatemaltecas. La población femenina en general no está consciente del nivel de agresiones que viven en su hogar, centro de estudio, lugar de trabajo y en la calle, porque han sido educadas en un patrón de conducta en el que este comportamiento violento ha sido socialmente aceptado y visto como natural.

Los grupos de mujeres, con su trabajo de años, están contribuyendo a analizar la problemática en talleres, charlas, capacitaciones y campañas de información entre personas de ambos sexos.

Ahora nos animamos a discutir y denunciar estos atropellos. Hemos llegado a la conclusión que no podemos hablar de paz si existe tanta inseguridad en nuestro entorno. En esto concuerdan Candelaria Montejo Silvestre y María Guadalupe García, de la Asociación Mamá Maquín, quienes actualmente trabajan en proyectos de este tipo en 11 comunidades distribuidas en los departamentos de Huehuetenango, Quiché, Petén y Escuintla.

La paz debe empezar desde la familia y la comunidad. También implica que haya trabajo y tierra para las mujeres, además de opciones para la participación. Valorar nuestras capacidades, defender nuestros derechos y hacer conciencia entre los hombres que deben tomarnos en cuenta, son aportes a la construcción de la paz, concluyeron.
Incidencia

Otras agrupaciones se han propuesto participar a través de proyectos de incidencia. Luchan por el establecimiento de estructuras que tengan fuerza social como movimiento, con el objetivo de encaminarlo como sujeto político. En la actualidad existen varios frentes que integran su acción política en fechas especiales para las mujeres. Las Coordinadoras 8 de Marzo, 28 de Mayo y 25 de Noviembre unifican esfuerzos en torno al Día Internacional de la Mujer, el Día de Acción Mundial por la Salud Integral de las Mujeres y el Día de la No Violencia.

Además realizan procesos de negociación con el gobierno a fin de presentar iniciativas de políticas públicas. Otras promueven los derechos políticos y ciudadanos de las mujeres. También buscan incidir mediante acciones de vigilancia y auditoría social.

"La construcción de la paz no incluye solamente la equidad económica y política", expresó Luz Méndez, de la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas (UNAMG). "También incluye la equidad de género, que debe basarse en la participación equitativa de las mujeres en todos los espacios y en el respeto a sus derechos".

"Nosotras contribuimos diariamente a la construcción de la paz pues promovemos acciones desde nuestras comunidades, asegurando la participación de las mujeres y su acceso a la toma de decisiones en lo político, así como el desarrollo de actividades productivas dentro de un marco de igualdad y democracia", aseguró Rosa Carlota Juárez, de la Asociación Madre Tierra.
Desde la academia

Algunas instancias organizativas se han especializado en el área académica y de investigación. Se dedican a desarrollar cursos de género y desarrollo, tanto a nivel de diplomado como de postgrado. Promueven la realización de talleres, encuentros y congresos a nivel nacional e internacional.

A través de cursos especializados se han formado profesionales en filosofía feminista y/o teoría de género, quienes han asumido cargos en organismos de cooperación internacional, organizaciones no gubernamentales e instituciones estatales desde donde pueden apoyar procesos de desarrollo y atención a las demandas de las guatemaltecas.

"Las organizaciones de mujeres siempre hemos trabajado en la construcción de la paz", opinó Mayte Rodríguez, de la Fundación Guatemala. "Es lo que buscamos a través de cada acción que realizamos con perspectiva de género, porque vamos definiendo paradigmas y estrategias de abordaje, apoyando procesos locales en los que tratamos de encontrar la equidad y justicia, para que algún día podamos establecer la democracia genérica".


Movimiento internacional

El trabajo de las guatemaltecas no se limita al ámbito nacional. Han incursionado en procesos de acompañamiento y apoyo a iniciativas del movimiento ciudadano de las mujeres en países que se encuentran en negociaciones de paz. Ellas han compartido su experiencia en Burundi y Colombia.

Es necesario destacar que hasta la fecha nuestro país es el único en el cual se ha logrado incorporar la temática de las mujeres en los Acuerdos de Paz. Esto, gracias a la destacada participación de algunas guatemaltecas, si bien en tiempos de las negociaciones el movimiento estaba en una etapa muy incipiente de su desarrollo.

Por otra parte, ellas se han incorporado a redes mundiales que tienen la finalidad de contribuir al trabajo de reconstrucción de países afectados por la guerra, en la promoción del acceso de las mujeres a la tenencia y propiedad de la tierra y en otras acciones. Entre éstas sobresale la participación en foros internacionales en los que sus grupos han ganado un carácter consultivo ante la Organización de las Naciones Unidas.


Resumiendo

Aunque es desalentador el panorama político y económico a nivel nacional e internacional, las mujeres seguimos luchando. Son muchas las acciones que emanan de nuestras agrupaciones, tales como los procesos de comunicación, que contribuyen a la construcción de la paz.

Por último, cabe resaltar una de las reflexiones expresadas por varias entrevistadas: el agotamiento de los modelos actuales es más que obvio y tal vez sea necesario que nos pongamos trabajar en procesos con miras a la construcción de otros que replanteen nuevas formas de relación.

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Heroínas

laCuerda
Mujeres extraordinarias que han jugado papeles estelares en los capítulos históricos de sus tiempos; mujeres que han dado lo mejor de sí y sus vidas por el prójimo y por causas humanitarias. Personajes legendarios que se incorporan al "santoral" feminista para estimular a otras a seguir en sus luchas cotidianas. Eso son las heroínas. Echadas de lado por las historias oficiales, aparecen ahora con más fuerza y presencia, abren posibilidades a las contemporáneas, dándonos inspiración.

¿Por quién empezar? En estos lares regionales contamos con varias, montones de ellas, que indudablemente constituyen pilares de nuestro imaginario combativo. Helen Mack, una fortaleza erigida contra la impunidad que ha doblegado a Guatemala. La mexicana Digna Ochoa, defensora de los derechos humanos, asesinada recientemente en su país. De Nicaragua, Dora María Téllez, combatiente por la Revolución Sandinista; en El Salvador, Leticia Herrera; de Honduras y Costa Rica, las libertarias Visitación Padilla y Pancha Carrasco. La lista sería inmensa si apuntáramos a todas aquéllas que han puesto sus granos de arena por transformar sociedades y situaciones injustas, por exigir libertad para sus pueblos.

En todo el mundo, desde la antigüedad hasta ahora, encontramos mujeres entregadas a luchar por el bienestar universal. En campos que van desde las letras y las artes hasta la conservación ambiental, pasando por la política, las religiones y la ciencia. En Europa están, por mencionar algunas, la Reina Isabel I, quien destacó por su apoyo a la cultura y las artes de Inglaterra en el siglo XVI. Olympe de Gouges, revolucionaria francesa que en 1791 redactó la "Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana", en la que exigía plena igualdad. Siguen los nombres: Rosa Luxemburgo, activista y teórica socialista polaca ejecutada por sus luchas en las trincheras de la resistencia contra la guerra y la explotación. Dolores Ibárruri, La Pasionaria, icono de la lucha republicana española. Las sufragistas, iniciadoras de los movimientos que exigieron y lograron que las mujeres adquirieran el derecho a votar: Emmeline Pankhurst, quien junto a sus hijas, Christabelle y Estelle, encabezó el movimiento sufragista en Inglaterra, y Elizabeth Cady Stanton, feminista norteamericana que convocó en 1848 a la primera Convención sobre Derechos de la Mujer, celebrada en Seneca Falls, Nueva York.

Más recientemente, en 1931, Jane Addams fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz, por sus actividades pacifistas durante la Primera Guerra Mundial. Fue fundadora de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (WILPF). En 1976, Mairead Corrigan (católica) y Betty Williams (protestante), ambas de Irlanda del Norte, recibieron el Premio Nobel de la Paz en reconocimiento a sus aportes en favor de la paz y reconciliación en su país. Este mismo galardón le ha sido entregado a Aung San Suu Kyi, lideresa del movimiento democrático de Birmania, hoy Mianmar, quien ha sido militante de la no violencia. El gobierno de su país la ha mantenido en prisión y obligada al exilio. Su labor en pro de la paz y la justicia fue reconocida en 1991 con el Premio Nobel.

Para finalizar, mencionamos a Rigoberta Menchú, guatemalteca quiché apreciada internacionalmente por su trabajo en favor de los pueblos indígenas, quien vivió en carne propia la represión y las masacres que el ejército entabló contra la población civil en los años 80 y quien recibió el Premio Nobel de la Paz en 1992. Con mujeres como ellas, el mundo tiene esperanzas de cambiar.

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Acción y reacción

Lucía Escobar, laCuerda
El ser humano ha demostrado a lo largo de la historia una increíble capacidad para cometer las crueldades más inimaginables, al mismo tiempo que ha realizado grandes actos de amor y solidaridad.

Somos seres extraños. Puro y deformado reflejo del universo. Orden y caos. Odio y amor. Demonios y ángeles. Todo al mismo tiempo, en un mismo individuo y en todo lo conocido. Así que para entender las guerras del mundo, hay que conocer las luchas internas de nuestra alma.

Como buena hija de mi tiempo y de mi espacio, puedo llegar en cuestión de segundos a acumular sentimientos de los más violentos y oscuros. Me es difícil contener mis instintos de odio, las acciones más o menos las transformo. Me atrae ese monstruo que duerme dentro de mí, me siento tentada a dejarme ir con esa fuerza natural que poseo hacia el mal. En mí late muy fuerte esa capacidad innata de crueldad y de amor, que también se respira en el ambiente. Pero soy más que eso. Soy también amor y paz.

¿Qué nos impulsa a uno u otro lado del camino? Somos una cadena de hechos y reacciones. Nos movemos con estímulos y todo el tiempo estamos tirando señales.

Guatemala está llena de violencia; Latinoamérica entera y aún más allá del continente. Violencia política, social, personal. Violencia diaria, sicológica, física. Vivimos a la sombra de la muerte y hemos sido testigos de las facetas más horribles de la represión y las dictaduras. Hay una guerra latiendo en cada casa, un feto deforme que se alimenta de un odio que es producto de miles de años de injusticia y desigualdad. Cosechamos lo que sembramos.

Cada niño de la calle que es maltratado, humillado y olvidado, es un poco de la pólvora que va acumulándose hasta un día explotar. Cada ser humano que llora y odia en silencio es un asesino en potencia. Y todos, por lo tanto, somos responsables directos de cada asesinato, violación, secuestro o tortura que sucede en nuestro país y a nuestro alrededor. No sentirnos culpables y cómplices de todo esto sería reconocernos inútiles e incapaces de tomar decisiones que afecten nuestro entorno. Es declararnos piedra, mueble. Es desaparecer.

¿Cómo le puedo hacer la guerra a la guerra? No puedo hacer nada por la forma en la que actúan los demás. No me queda otra que enfocar mis fuerzas en lo único que puedo cambiar, y ese dominio sólo sobre mí misma lo tengo. Sólo. Gran paso.

No puedo hablar de paz sin mencionar la tolerancia, y para tolerar lo intolerable hay que conocerlo. Darle la oportunidad. Se trata de volver nuestros defectos virtudes, de trabajar nuestros demonios, domarlos un poco. Las cadenas de maldad dan la impresión de que cuesta romperlas, pero no es cierto. Es tomar conciencia y cambiar de actitud.

Acción y reacción. Ante el florecimiento de sentimientos negativos, hay que empezar a saber manejar nuestros odios. No podemos ir tirando mierda por ahí.

El arte, el amor, el trabajo, la fe y la filosofía pueden ser las mejores y más divertidas alternativas ante la violencia. Hay que armarse, pues.



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Imágenes entre la guerra y la paz

Selección de Rosina Cazali, laCuerda
Esta pregunta inicial sucede a la reflexión sobre lo que realmente hacen las y los artistas cuando dibujan, pintan, graban o esculpen obras pensando en las atrocidades de la guerra. ¿Hasta dónde trabajan por la paz? ¿Es acaso la paz el último fin de tantas imágenes que descubren con horror cómo lleva el individuo interiorizados los efectos de la ignominia, y que parecieran encontrar en ello cierto gozo?

A veces la paz, esa imagen un tanto sublimada por una era convulsa, que grita su dolor al no poder concebir el mundo con ausencia de violencia, es algo que ha quedado sólo como utopía y como fin último de lo que verdaderamente quieren representar los artistas. En determinados momentos, alegorizar la paz a través del arte, representarla por sí misma, ha motivado a los críticos a calificar estas obras con adjetivos que tienden a la superficialidad y lo decorativo. Ello alude a que a través de la historia del arte se ha hecho más adecuado -¿o fácil, conmovedor y directo?- representar el lado oscuro de la humanidad.

A fin de comprender este terrible dilema, escogimos una serie de obras clásicas para ilustrar y comparar. Es posible que en este ejercicio encontremos nuestras propias respuestas. Al final, lo que cuenta es lo que cada quien quiere ver y comprender.
Pies de foto


  1. "Semilla para plantarse no debe enraizarse". Kate Kollwitz. 1923. Litografía.

  2. "Carcajada". Dagoberto Vázquez Castañeda. 1954. Linóleo.

  3. "Las consecuencias de la guerra". William Blake. 1805. Tinta, lápiz y acuarela.

  4. "Sembrando". Guillermo Grajeda Mena. Linóleo.

  5. "Trabajos por la Paz". Milton Glaser. Afiche de protesta contra la guerra en Vietnam. 1971.

  6. "Total... no pasa nada". Erwin Guillermo. 1996. Instalación, mesa con machetes.

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En resistencia al olvido: La obra de Wilfreda

Adelma Bercián, guatemalteca, periodista
Wilfreda López fue una artista apasionada y creativa con la expresión de su mundo interior encomendada principalmente al grabado. Técnica de la cual es una digna representante en el arte guatemalteco aunque sólo la recuerden su familia y algunos amigos de la plástica.

Distintas publicaciones de arte nacional reseñan que nació en Purulhá, Baja Verapaz, en 1912. También se registra su ingreso a la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) en los años 50, pero eso no significa que sus andanzas creativas empezaran entonces.

Wilfreda López pertenece a una familia de mujeres talentosas. Su madre, Paula Flores Arias, escribía poemas y pintaba. Fue hermana de Consuelo de Cojulún, guitarrista y cantante retirada de la TGW. Así que mamó arte, leche materna y paisajes verapacenses que la ayudaron a diseñar el pénsum de las clases de dibujo y pintura que impartió en varios lugares del país cuando estuvo casada.

Al final de ese matrimonio decidió ingresar a la ENAP. Fue alumna del reconocidísimo mexicano Arturo García Bustos y del guatemalteco Enrique León Cabrera, autor de los cuadros alegóricos de los billetes de cinco, diez y veinte quetzales.

La consigna oficial de la década de los 50 resaltaba las propuestas económicas de Arbenz, el nacionalismo de las gestas independentistas, e intentaba rescatar la historia nacional desde la época prehispánica hasta esos días -con una visión histórica muy mexicana, acotarían aquí los entendidos- y caracterizó la producción en las aulas de aquellos años.

Si bien Wilfreda formaba parte de esta dinámica, su obra se aleja considerablemente del arte guatemalteco de corte social de entonces. Sus compañeros no se extrañan porque siempre se rehusaba a seguir regla alguna y prefería dedicarse a la liberación de las imágenes fantásticas concebidas en su mente.

Pintaba y lo hacía muy bien, pero la técnica que la enamoró y luego la consagraría fue el grabado. Su prolija personalidad la forzaba a levantarse a cualquier hora de la noche o no dormir para trabajar en sus obras. El resultado: escenarios riquísimos en imágenes, personajes casi míticos, composiciones abigarradas y muy pocos espacios libres.

Wilfreda confesaría que estos retratos de mundos fantásticos los encontraba en las raíces de los árboles. Sólo le bastaba observar detenidamente las formas para que emergieran bosques, selvas y animales enraizados con recuerdos de su infancia en Baja Verapaz y de la influencia que recibió, en sus primeros años, de la artesanía y tejidos indígenas.

Puesto que se cree que su inclusión tardía al arte académico definió su estilo personal y la alejó de reflejar la vida política de aquella Guatemala, las primeras clasificaciones de arte nacional la enmarcaron en del arte "naïve" urbano junto a Francisco Tun. La discusión filosófica actual sobre lo peyorativo del término la rescató de esa etiqueta, elevándola al puesto que merece dentro de la plástica guatemalteca en la tendencia artística conocida como "realismo mágico". Sus amistades insisten en que el mejor tributo es conocerla, aplaudirla y redescubrirla.

Su abundante producción está distribuida en colecciones personales y familiares. Dichosamente también hay muestra de su trabajo en el Museo Nacional de Arte Moderno, porque sus planchas y linóleos no sobrevivieron el paso del tiempo como ella no sobrevivió a complicaciones de salud provocadas por la diabetes.

Una golondrina no hace verano, pero que este intento por recordar a una de las y los mejores exponentes del grabado en Guatemala, aunque mínimo, sirva para hacerle una mueca de desprecio al olvido. Todo lo escrito aquí lo agradezco a José Guillermo y a la hija de la artista, Edith Coronado, por prestarme sus recuerdos y a Erwin Guillermo, Roberto Cabrera y Guillermo Monsanto por sus conocimientos plásticos para situarla en su justa y merecida dimensión.

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La paz, las mujeres y la tierra

Iduvina Hernández, guatemalteca, periodista
Para Julia Godínez (nombre supuesto) la firma de la paz no ha traído consuelo. Aunque pasó más de una década de vida en los campamentos de refugiados, el retorno a su tierra ha pintado una realidad sin futuro. Durante años forjó con su caminar y platicar cotidianos el rostro de una Asociación de Mujeres de Ixcán.

Por trabajar organizando mujeres, Julia se quedó sin marido y a cargo de los hijos. Y esa soledad civil significó que también se quedara sin parcela. "Es mujer", dijeron los directivos de la cooperativa a la que retornó. "Trabaja en organización de mujeres", añadieron. Esas frases fueron la sentencia con la cual la despojaron de su tierra, como ya lo habían hecho con otras mujeres.

Durante años Julia ha deambulado por oficinas gubernamentales en busca de una respuesta. A todas esas dependencias ha llegado con su bolsa de documentos para probar su derecho y dedicación a la tierra y, sobre todo, su necesidad de tenerla. Casi siempre ha salido cabizbaja, con la mirada perdida en las piedras del camino. Así oculta algunas veces la amargura de las lágrimas que se deslizan por la morena llanura de su rostro tostado de calor de selva, endurecido de enfrentar lo adverso cada día.

Un día, al parecer se cansó. Decidió buscar un empleo remunerado y trabajó en un comedor de Playa Grande. No aguantó mucho. Siempre fue mujer de campo y retornó a su casa para seguir luchando por recuperar su parcela. Han pasado varios años desde entonces y Julia aún sigue esperando que en una oficina se decida que ella sí puede tener tierra. Sigue esperando que alguien con poder entienda que nada impide a esta mujer trabajar y cultivar una tierra que ha caminado centímetro a centímetro y ha cuidado con dedicación y esmero.

El caso de Julia, la mujer de sonrisa de oro y ojos brillantes como lucero, no es único en nuestro medio. Como ella, cientos, miles de mujeres cabezas de familia se han quedado sin tierra para cultivar. Por el solo hecho de ser mujeres han sido despojadas de la tierra y, por lo tanto, de un asidero para el sustento familiar. Mujeres que retornaron del refugio, sin padre o sin marido, carecían de título de propiedad de las parcelas. La ley, decían las autoridades, no permitía titular a nombre de las mujeres. Por eso, la negociación de tierras para retornados y retornadas buscaba lograr que la legislación cambiara y permitiera entregar parcelas, con todas las de ley, a mujeres trabajadoras del campo y jefas de familia. No se trataba, ni se trata, de cambios superficiales que se pudieran revertir. Se necesita que sean cambios que aseguren eliminar la ancestral exclusión de género en la propiedad de la tierra parcelada.

Esos cambios en la normativa legal son los pasos reales que pueden asegurar la consolidación de la paz. Otros solamente serán retórica y adorno. Las Julias de Guatemala también tienen derecho a la tierra.



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A globalizar la resistencia

Adriana Hernández Alarcón, mexicana, médica internista
En este tiempo en que la globalización de la economía ha impuesto a los pueblos del mundo nuevas luchas y la defensa de conquistas anteriores, hoy como siempre es necesario responder al llamado de globalizar la resistencia.

El neoliberalismo ha obligado a las burguesías nacionales a ser más competitivas para no sucumbir, pero sobre todo a costa del nivel de vida y el respeto a los derechos humanos de todas las personas. No sólo se ha reducido el gasto público y la deuda externa nos agobia cada vez más. También se ejerce mayor control sobre todos los conflictos de política interna y la política laboral es más desfavorable para las y los trabajadores, con el argumento de disminuir el índice de "riesgo país" y estimular la inversión extranjera.

A pesar de las protestas, más empresas estatales son privatizadas y generalmente malbaratadas. El incremento de las ganancias de empresas nacionales y extranjeras no tiene el menor recato para degradar el medio ambiente, desplazar a pobladores originales de las tierras y destruir otras ramas de producción primarias. Los grandes consorcios internacionales pueden imponer al mercado precios bajos que terminan con producciones agrícolas de países completos y en contraparte el número de habitantes pobres aumenta en el mundo.

Este sistema ha creado una infinidad de necesidades superfluas y las clases medias, víctimas del consumismo, se pierden en la entelequia de las marcas y lo superfluo, dando sostén al mercado de productos internacionales.

En mayor o menor grado, todos los pueblos están pagando el costo de la guerra que han iniciado Estados Unidos y la OTAN con el bombardeo sobre civiles en Afganistán, sin que hasta ahora se conozcan las consecuencias que pueda tener.

Este llamado urgente a globalizar la resistencia implica -entre otras cosas- crear un sistema de información por país y a nivel internacional que contrarreste el control que ejercen los monopolios, mismos que avalan el proyecto de globalización económica y la guerra que hoy nos ofende. Conlleva también hacer un boicot al consumo de las empresas que financian la guerra, que contaminan el planeta y particularmente a todas las transnacionales que sustituyen en el mercado la producción primaria de nuestros países.

Globalizar la resistencia pasa de igual manera por dejar de ser víctimas del consumo y de la reproducción del modelo cultural de la competitividad, por desarrollar proyectos de producción y consumo autosustentables. Para Centroamérica y México significa preparar la defensa ante las implicaciones del Plan Puebla-Panamá. Sin duda, otras cosas más que ahora no imagino tendrían que ser construidas en un futuro próximo. Son alentadores los ejemplos como la organización ambientalista Greenpeace, las acciones de protesta por parte de los globalifóbicos y los reportes permanentes de Amnistía Internacional.

En esta situación, como en otros momentos de la historia, la humanidad se enfrenta a un capítulo muy difícil. Ojalá estemos a la altura para hacerlo y además de resistir logremos avanzar en la conformación de un nuevo orden mundial.



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¿Paz... en Guatemala?

Alfonso Bauer Paiz, diputado guatemalteco
Comencemos por decir qué entendemos por paz. Paz no es sólo la falta de guerra. Paz, desde el punto de vista de los derechos humanos, de las religiones no fundamentalistas y de la ética socialista, es algo más. El concepto de Paz comprende, al menos, igualdad, seguridad, justicia y cumplimiento de los derechos humanos.

La Paz, desde el limitado ámbito de la ausencia de guerra, la tenemos desde el 29 de diciembre de 1996, día en que se firmó el Acuerdo de Paz entre el gobierno de la República y la URNG. Pero la verdadera Paz, la de sentido lato, aún no la hemos logrado. He aquí las razones:



  • IGUALDAD: En la sociedad guatemalteca no hay igualdad étnica ni de género. La población no indígena sigue discriminando a la indígena. Tampoco la hay de género: el hombre actúa machistamente e inferioriza a la mujer. Hay abismal desigualdad social: unas pocas familias concentran para sí toda la riqueza, en tanto millones de pobres sobreviven en la indigencia.

  • SEGURIDAD: La seguridad implica falta de violencia, pero en Guatemala campea esta última, amparada por la impunidad y la corrupción. En todo el territorio nacional ocurren a diario asesinatos, linchamientos, secuestros de niños, desapariciones de adultos, violaciones a mujeres y, por si fuera poco, también se cometen hechos represivos de las turbas del oficialismo, como el del 14 de enero, frente al Congreso de la República, del que fueron víctimas pacíficos manifestantes de la URNG, sin que para impedirlo haya cumplido con su deber la Policía Nacional Civil (PNC).

  • JUSTICIA: Los tribunales no logran aplicar sanciones al crimen organizado y menos erradicarlo con el apoyo de las fuerzas de la PNC. En tanto, el supuesto delincuente de poca monta sufre privación de libertad, sin que los jueces impulsen el debido proceso y dicten sentencia u orden de libertad. De imperio de la justicia social, ni hablar. En Guatemala mandan y disfrutan de poder absoluto la cúpula de la oligarquía económica (tradicional y emergente) y sus sostenes fácticos castrenses y paramilitares.


Derechos humanos

No se cumplen. Por ejemplo, tomemos sólo uno, el más importante de los derechos individuales: el derecho a la vida. ¿Cómo se va a respetar si son miles de seres humanos que mueren como resultado de la violencia y aun de hambre?

Los derechos económicos, sociales y culturales tampoco se cumplen.
Derechos económicos


  • A UN NIVEL DE VIDA ADECUADA: ¿Vida adecuada en Guatemala? Más del 80 por ciento de la población vive en la pobreza, si no en la extrema pobreza.

  • A LA PROPIEDAD: Si se trata de propiedad de la tierra, una minoría de latifundistas se ha apropiado del 64.5 por ciento de la superficie, mientras millones de campesinos carecen de ella o poseen muy poca. Además, esa misma oligarquía, así como la empresarial en general, es dueña de los principales medios de producción y de la riqueza.

  • A LA ALIMENTACIÓN: Sabemos que hay hambruna en varias regiones del país. Siendo así, no podemos afirmar que exista el derecho a la alimentación.

  • A LA VIVIENDA: Cientos de miles de familias carecen de vivienda, se cobijan en sitios insalubres (basureros) o peligrosos (barrancos) y viven en condiciones infrahumanas.

  • AL TRABAJO: Las estadísticas del subempleo y desempleo son pavorosas. Además, las disposiciones del Código del Trabajo son letra muerta para los trabajadores, porque las autoridades del Ministerio del ramo y los tribunales laborales apañan a patronos inhumanos.


Derechos sociales

  • A LA SALUD: Son conocidas públicamente las condiciones deficitarias de los índices de salud y los altos niveles de morbilidad y mortandad infantiles y maternas. Los servicios de previsión son inexistentes y los hospitalarios, inadecuados e insuficientes.

  • A LA SEGURIDAD SOCIAL: El Estado y los empresarios privados deben al IGSS casi Q5 mil millones en cuotas, pero no las pagan y, desde hace años, la institución se ha convertido en un botín para el saqueo de parte de funcionarios corruptos, a quienes no les importa que el Instituto desatienda las necesidades de sus afiliados, como son la enfermedad, la vejez y la invalidez.


Derechos culturales

  • A LA EDUCACIÓN: El analfabetismo es todavía un problema irresoluble y la reforma educativa no logra realizarse.


Política guerrerista y próximo proceso electoral

Con lo dicho anteriormente basta para fundamentar nuestra afirmación que en Guatemala no hay Paz, tanto más que los Acuerdos que entraron en vigencia el 29 de diciembre de 1996 apenas si se han cumplido y, a medias, sólo algunos de ellos.

No vemos el inmediato futuro con optimismo, porque hay dos grandes peligros inminentes que obstaculizarán el proceso de Paz: la política guerrerista de Estados Unidos y el próximo proceso electoral en Guatemala.

Es una realidad que el gobierno de Guatemala se ha sometido a los dictados de Washington y, allá, a partir del 11 de septiembre del 2001, las políticas belicistas se han acrecentado al punto que, habiendo ya tropas estadounidenses en 140 países -incluso en Guatemala-, el presidente Bush y otros altos funcionarios han anunciado que se incrementará la presencia de las fuerzas armadas norteamericanas en otras regiones y naciones del mundo.

Sabido lo anterior, así como que la máxima de las relaciones internacionales en la Casa Blanca, el Pentágono y el Senado es: "quien no esté conmigo, está contra mí", son de temer las reacciones que puedan producirse si no estuviésemos de acuerdo con las tesis y prácticas neoliberales y de globalización o nos manifestásemos adversos a la llamada economía de libre mercado y, peor aún, si cuestionásemos acciones calificadas de antiterroristas, sin serlo en el fondo. En Guatemala esas estrategias podrían derivar en la reorganización de aparatos de inteligencia, patrullas de autodefensa civil, grupos paramilitares y de torturadores y, al fin de cuentas, la reaparición del terrorismo de Estado.

De darse esa imposición foránea, ella sería una intromisión en nuestros asuntos internos, un atropello a nuestra soberanía, lo cual, conforme a la sabia e imperecedera sentencia del eximio Benito Juárez: "El respeto al derecho ajeno es la paz", significaría la sepultura del proceso de paz en Guatemala.

La historia de las campañas presidenciales y de elecciones generales se repetiría: los ánimos se exacerbarán y las confrontaciones se recrudecerán, aumentándose las discordias, todo lo cual no se aviene con proceso hacia la paz.

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Comunidad Nueva Cajolá

Las mujeres en la fiesta



Myra Muralles, guatemalteca, periodista
"En época de fiesta es doble el trabajo". Vaya si lo saben las mujeres de la Comunidad Nueva Cajolá después de tres días de festividades. Del 17 al 19 de enero celebraron la entrega de títulos que acreditan 48 caballerías a más de 500 familias campesinas mames que durante una década no escatimaron luchas hasta conquistar su derecho a la tierra.

La celebración atrajo pobladores de Champerico, Retalhuleu, donde se ubica la comunidad: su extensa zona urbana cuenta con alumbrado, escuela, salón comunal, puesto de salud, letrinas, chorros de agua potable, alcaldía auxiliar, molino y campos deportivos, otrora escenario de varias batallas campales contra los antimotines que pretendieron desalojarles. Estuvieron ausentes otros vecinos: los dueños de las camaroneras, los Ralda, los Gutiérrez y unas 300 familias que demandan un pedazo de tierra, bajo sus "nylons" a la orilla de la carretera.

En la noche del 18 de enero la gente desfilaba para subir a la rueda, montar carruseles, tomar refresco o cerveza, comer antojitos y disfrutar la fiesta. La ceremonia maya culminó con la quema del torito, irradiando luces de colores sobre esta comunidad símbolo de lucha por la Madre Tierra. Nadie daba importancia a la seguridad presidencial que vigilaba por la llegada del mandatario, al día siguiente.

El salón no daba más: al ritmo de una marimba orquesta -o a su propio ritmo- las parejas bailaban empujando el nutrido círculo de espectadores. Solemnemente danzaban varias mujeres de rostros conocidos por la famosa foto que testimonia su valentía frente a los antimotines. Ni por el calor abandonaron su traje mam ni el tocoyal, con los que llegaron de Quetzaltenango a principios de los años noventa.

Poca gente durmió: a las tres terminó la marimba y empezaron los mariachis en la alborada del gran día de la entrega del "título madre"; en un mes llegarán las escrituras individuales.

Algunas mujeres se fueron del baile a la cocina, otras "sólo bailamos alrededor de la olla", comenta Susana Rosaura de León, mientras sirve en escudillas el caldo de uno de los siete novillos preparados para visitantes. Es un gusto hacer esta gran fiesta, no es para menos, afirma, feliz porque pronto verá el título con su nombre y el de su esposo. Ella sabe de un hombre que quiso censarse solo para la titulación, "pero si los dos lucharon no hay por qué eliminar a uno o al otro, dice. Las mujeres hemos estado unidas en la lucha".

A media mañana llega un helicóptero militar con funcionarios de Fontierra y Contierra. Entregan playeras con una consigna del FRG; luego arriba un grupo de desconocidos con pancartas oficialistas. Un locutor gubernamental entrevista a Marcelina Juana Ramos, aguerrida anciana luchadora, y le pide agradecer al presidente:


  • "Pues sí, hay que dar las gracias... y a los que murieron, a los que metieron presos, a los dirigentes..."

  • "¿Y ahora da gracias al señor presidente?"

  • "Al señor presidente que va a venir, porque hoy hay fiesta, pero hubo muertos".

El locutor corta pronto, ordena "Traigan a otra..." y le saca el agradecimiento.

Doña Susana lo resume sonriente: "Lograr la tierra, eso es lo principal".



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¿Ellas en las fuerzas armadas?

laCuerda
María Dolores Marroquín y Rosa María Wantland abordan algunas reflexiones acerca de la incorporación de las mujeres a las fuerzas armadas en Guatemala en una ponencia presentada recientemente.

En sus primeras consideraciones señalan que en la actualidad no hay una política de reclutamiento de mujeres, aunque existe la apertura en centros de formación a partir de 1997. La posibilidad de seguir una carrera militar profesional significa un cambio importante, en opinión de las investigadoras.

Al entrar en el análisis, afirman que la participación de las guatemaltecas en las fuerzas armadas -como una institución patriarcal, de estructuras jerarquizadas, con una disciplina férrea y que se constituye en un paradigma de lo masculino- "pareciera disonante entre la función de dadora de vida que se asigna a las mujeres con la de dadora de muerte que se establece en la imagen ejército y guerra".

Otro de los aspectos indicados es lo referente a la modificación de esquemas y conceptos sobre el liderazgo, cuyos valores actuales son: disciplina, jerarquía, mérito de la autoridad, don de mando o liderazgo de superiores.

Las autoras resaltan que en la cultura guatemalteca predominan rasgos autoritarios, jerárquicos, intolerantes, excluyentes y violentos que permean las relaciones sociales y consecuentemente se reflejan en el modelo de liderazgo reconocido. Por ello es muy difícil lograr el reconocimiento de los liderazgos de mujeres, quienes están sujetas a una evaluación constante con criterios aplicados a los hombres y viven bajo sospecha sobre sus capacidades.

Ellas explican algunos criterios tradicionales. Se supone que por su carácter sensible, las mujeres tienen que ser suaves y dejarse persuadir. Cuando una defiende sus puntos de vista con argumentaciones y pasión, se la tacha de necia y agresiva, incluso violenta, pero si el hombre utiliza la misma forma, se le considera elocuente y preparado. Regularmente no se evalúan de manera objetiva las capacidades de las mujeres, sino se escarba en su vida personal. Se les vigila y cuestiona su comportamiento sexual, mientras a ellos se les aplaude.

Las primeras reacciones cuando se habla de la incorporación de las mujeres a la profesión militar giran alrededor de los altos niveles de sacrificio, adversidad, riesgo, fortaleza física y moral: todo ello adjudicado a los hombres.

A decir de las ponentes, "esto puede obedecer a que se considera la vida o integridad de las mujeres como un bien muy preciado en la sociedad, al cual hay que proteger de todo riesgo; lo que implicaría que la vida de los hombres no es valorada socialmente de la misma manera. O bien, subyace la duda sobre las capacidades de ellas para enfrentar riesgos y/o toma de decisiones en momentos críticos".

Con base en lo anterior, lanzan la pregunta: ¿Por qué el matar o el ser muertas (como combatientes del ejército) es algo que la sociedad no puede concebir que le suceda a una mujer, pero sí a los hombres?

En sus reflexiones finales apuntan que las respuestas a tal pregunta están relacionadas con la división genérica de funciones y roles, así como con la definición de una doble moral que se complementa y amalgama para la funcionalidad del sistema.



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Ajuste de cuentas

María Eugenia Solís García, laCuerda
La Haya es la ciudad holandesa denominada "la capital jurídica del mundo". Ahí se encuentra la Corte Internacional de Justicia que conoce y resuelve conflictos entre los Estados. En este hermoso lugar está la sede del Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia, que está juzgando a algunos de los genocidas responsables de las recientes atrocidades cometidas en la Guerra de los Balcanes.

En La Haya funcionará la Corte Penal Internacional que, una vez instaurada, juzgará a criminales de guerra, genocidas y responsables de delitos contra la humanidad. Se espera que quede instalada en el 2003. Falta poco para completar las 60 ratificaciones del Estatuto de Roma que la creó. Posiblemente entrará en vigor en junio de este año.

Fue por lo que esa ciudad representa a nivel simbólico que el movimiento internacional de mujeres la escogió como escenario. El 3 y 4 de diciembre del año pasado trabajó allá el Tribunal Internacional de Mujeres, para los crímenes de guerra cometidos por Japón, el caso de la esclavitud sexual. Seguidamente, el 5 y 6, se celebró la Conferencia sobre Justicia y Ajuste de Cuentas. Ahí reflexionamos mujeres de todo el mundo acerca de qué clase de justicia hablamos nosotras.
Respuesta a la impunidad

En el siglo pasado, la comunidad internacional demostró una vez más su incapacidad para proteger a la población civil en tiempos de guerra. Durante los conflictos armados se cometieron violaciones masivas, genocidio, tortura y toda clase de violencia, especialmente de carácter sexual contra mujeres y niñas. A la falta de protección debemos agregar la impunidad. Nada se hizo para hacer justicia.

Un caso paradigmático lo constituye el de las sobrevivientes de la esclavitud sexual del Asia, las mal llamadas "mujeres de confort". Ante la afrenta que significa la impunidad, el movimiento internacional de mujeres investigó el caso durante casi diez años. Tras décadas de silencio, 35 sobrevivientes prestaron su testimonio ante un Tribunal Especial. Las pruebas documentales son contundentes. No se pueden negar las atrocidades cometidas contra esas mujeres.
Esclavitud institucionalizada

En el expediente se logró probar que durante la Segunda Guerra Mundial el ejército japonés creó un aparato burocrático responsable de proveer servicios sexuales a los miembros de su ejército.

En las denominadas "estaciones de confort", los oficiales y la tropa sometieron a esclavitud sexual a niñas y jóvenes de la población civil de los países ocupados por ese ejército. Los testimonios de las sobrevivientes dan cuenta de otra clase de daños sexuales y reproductivos que sufrieron: embarazos y esterilizaciones forzadas, abortos, mutilaciones genitales e infecciones de transmisión sexual.

El sistema fue organizado y financiado por el ejército y funcionó en China, Filipinas, Indonesia, Taiwán, Corea, Malasia, Timor del Este e incluso en Japón. El tráfico sexual a través de los territorios ocupados facilitó la esclavitud sexual.


Ajuste de cuentas

La sentencia dictada por tres jueces -dos mujeres y un hombre- es una muestra clara del tipo de justicia que buscamos las mujeres.

Por un lado reconoce que el Estado japonés institucionalizó el sistema de las "estaciones de confort". Por lo tanto, es responsable y debe asumirlo. Luego, los jueces presentan un listado de individuos involucrados en los delitos cometidos. Ordena que se les juzgue y castigue, ya que no hizo en el pasado. El Estado y los responsables deberán pagar una indemnización a las sobrevivientes.

Por otro lado viene la reparación hacia las víctimas. El Estado debe pedir perdón y prometer que NUNCA MÁS volverá a suceder. Deberá crear una Comisión de la Verdad para la recuperación de la memoria histórica. Dará atención a las necesidades psicológicas de las sobrevivientes. Incorporará en los textos escolares de historia del Japón el caso de las esclavitud sexual de las mujeres durante la guerra.

Parte de la dignificación a las víctimas es la construcción de monumentos. En los casos en que las víctimas fueron desarraigadas por el tráfico sexual, deberá procurarse el retorno a sus lugares de origen.

La ONU verificará el cumplimiento de la sentencia y a la vez dará una explicación pública del por qué no se juzgó el caso al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

Ésa es la clase de justicia que nosotras exigimos: el reconocimiento de que los actos de violencia sexual cometidos contra las mujeres en el marco de un conflicto armado son crímenes de guerra y delitos contra la humanidad.

Pedimos juicio y castigo a los culpables, atención y reparación a las víctimas y recuperación de la memoria histórica, para que NUNCA MÁS vuelva a suceder.

Solamente así podremos las mujeres hablar de construcción de la paz. Por eso, más que justicia, queremos ajuste de cuentas.

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Afganas viven una situación desesperada

laCuerda
Tras los constantes bombardeos y el fracaso de George W. Bush por capturar a su enemigo número uno, así como la campaña publicitaria de rostros descubiertos, es importante reflexionar en torno a las secuelas que sufre el pueblo afgano por esa venganza que tanta destrucción y atrocidades ha traído consigo, en particular para mujeres, niñas y niños.

Sima Samar, viceprimera ministra y secretaria de Asuntos de la Mujer en Afganistán, afirmó que "quitarse la burka no es libertad". En tanto, organizaciones de mujeres de ese país, al igual que de Pakistán, han dado a conocer la desesperada situación de millones de civiles expuestos a la miseria y la muerte. Además, cientos de mujeres han sido secuestradas como botín de guerra.

Según datos de un profesor estadounidense, Marc Herold, desde que Estados Unidos empezó su guerra contra el terrorismo en tierras afganas, han muerto más de cuatro mil personas no combatientes, cuya única relación con los talibanes fue la nacionalidad.

Antes del 11 de septiembre, Afganistán se encontraba entre los países más pobres del mundo. Las cifras de mortalidad materna, más que cualquier otro indicador, muestran la cruda realidad que viven las mujeres. Recientemente se informó que de cada 100 afganas 16 mueren en el parto y una de cada siete perdió la vida en el año 2001 por causas relacionadas con la maternidad, al igual que las mujeres de Somalia y Sierra Leona.

Agrupaciones de afganas continúan denunciando los efectos devastadores del fundamentalismo y la responsabilidad de Estados Unidos y sus aliados en la legitimación de regímenes fundados en la violación a los derechos de las mujeres. Tales acciones han recibido el apoyo de otros grupos, que actualmente realizan una campaña mundial a favor de sus derechos civiles y políticos. En uno de sus manifiestos sostienen que "no existe derecho internacional si no se respetan los derechos de las mujeres; ninguna solución política puede considerarse legítima si no obtiene el consenso y participación de la población femenina".

Actualmente en Kabul hay algunos políticos pertenecientes a un grupo étnico que estuvo en el poder de 1992 a 1996 y son responsables de asesinatos y otras atrocidades, denunció Sima Samar, médica de 46 años, quien fue refugiada durante 17 años.

Las familias afganas que se habían refugiado en los alrededores de su país por los bombardeos yanquis, están retornando y padecen graves problemas, entre ellos la presencia de minas, la falta de servicios indispensables (como agua y salud), además de daños psicológicos. Se calcula que 3.5 millones de afganos viven todavía en Pakistán e Irán.

Sin duda, la reconstrucción de Afganistán es una tarea urgente y titánica, ausente como prioridad para sus agresores. (Con información de la agencia mexicana de noticias CIMAC)



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Secretaría Presidencial de la Mujer

2002: Año de las Mujeres Tejedoras de la Paz
Reivindicar a las mujeres como tejedoras de la paz es validar los avances en el cumplimiento de los Acuerdos de Paz relativos a las mujeres. Es reconocer el aporte de su participación ciudadana en función del desarrollo social, particularmente en la consolidación de los procesos de paz.
"VI. 60) Las partes valoran el trabajo que realizan a nivel nacional las diversas organizaciones de mujeres y las exhortan a unificar esfuerzos para dar su aporte en el proceso de implementación de los Acuerdos de Paz, firme y duradera, particularmente en aquellos compromisos más directamente relacionados con las mujeres."[1]
Para el 2001, la verificación del cumplimiento de los Acuerdos de Paz marca dos sustanciales avances. Uno lo constituye la aprobación de la Ley de Desarrollo Social, que contempla entre sus principios rectores uno relativo a la equidad:
"En el marco de la multiculturalidad que caracteriza a la Nación guatemalteca, la equidad de género, entendida como la igualdad de derechos para hombres y mujeres, la paternidad y maternidad responsable, la salud reproductiva y maternidad saludable, son principios básicos y deben ser promocionados por el Estado."[2]
Plantea además una priorización hacia grupos de especial atención entre los que son retomadas las mujeres:
"La política de Desarrollo Social incluirá medidas y acciones destinadas a atender las necesidades y demandas de las mujeres en todo su ciclo de vida, y para lograr su desarrollo integral promoverá condiciones de equidad respecto al hombre, así como para erradicar y sancionar todo tipo de violencia, abuso y discriminación individual y colectiva contra las mujeres, observando los convenios y tratados internacionales ratificados por Guatemala."[3]
El otro avance se enmarca en el cumplimiento del Acuerdo sobre identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas, en el tema de la lucha contra la discriminación. Se trata de la aprobación del Protocolo Facultativo de la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW). La Convención constituye una Carta de Derechos Humanos de las Mujeres y abre puertas a modificar contenidos de la legislación nacional introduciendo enmiendas a favor de ellas.
"I.B. 13 h) Revisar la legislación nacional y sus reglamentaciones a fin de eliminar toda forma de discriminación contra la mujer en la participación económica, social, cultural y política y dar efectividad a los compromisos gubernamentales derivados de la ratificación de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer."[4]
La gestión política de las mujeres apunta a producir transformaciones sociales, económicas, legislativas, educativas y culturales, de tal manera que la ratificación de la CEDAW por el Congreso Nacional abre nuevos retos a la participación de las mujeres guatemaltecas.

En esos retos se inscribe la aprobación de la Ley de Consejos de Desarrollo, que en su implementación ampliara la oportunidad de participación de las organizaciones de mujeres.



La Secretaría Presidencial de la Mujer (SEPREM) y la Secretaría de la Paz (SEPAZ) están impulsando la siguiente propuesta de priorización de metas en relación a promover el cumplimiento de los Acuerdos de Paz relativos a las mujeres en el 2002:


Mes

Tema

Metas

Enero

Participación

  • Mujeres en los Consejos de Desarrollo

  • Plan de acción para la participación de las mujeres

Febrero

Educación

Reformas educativas:

  • Transformación curricular

  • Alfabetización

  • Becas para niñas

Marzo

Políticas públicas

  • Difusión de la popularización Política Nacional de Promoción y de Desarrollo de las Mujeres Guatemaltecas

Abril

Ciudadanía

  • Plan de monitoreo de las instituciones encargadas de la cedulización

  • Empadronamientos

Mayo

Trabajo invisible

  • Que en el Código de Trabajo sea aprobado el reconocimiento de las mujeres como trabajadoras agrícolas, no como coadyuvantes

  • Cuantificación del trabajo doméstico

  • Propuesta de reconocimiento de trabajadoras de casa particular

  • Sistema Nacional de Centros de Desarrollo Infantil

Junio

Mujer campesina

  • Estrategia de Desarrollo Rural

  • Acceso al crédito

  • Acceso a la Tierra

Julio

Mujer sana

  • Programa de salud integral para las mujeres

  • Reducción de la mortalidad materna

  • Salud mental

Agosto

Mujer indígena

Septiembre

Mujer trabajadora

  • Aprobación del Código de Trabajo

  • Proyecto de combate a la pobreza

Octubre

Mujer y pobreza

  • Estrategia de reducción de la pobreza

  • Disminución de la desnutrición aguda en mujeres

Noviembre

Mujer sin violencia

  • Difusión del Diagnóstico Nacional Institucional de la Violencia Intrafamiliar

Diciembre

Mujer y VIH/sida

  • Servicios apropiados de información sobre salud sexual y reproductiva


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