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La Primavera Árabe, un año después Un informe de M'Sur Índice Introducción


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Fueron aprobadas con el 77% de los votos; para gran parte de los opositores al régimen sólo constituyen “la mitad de la revolución”, poco más que un parche6.

¿Era democrática?

Entre el 28 de noviembre y el 11 de enero se celebraron elecciones parlamentarias en tres fases, cada una con una segunda vuelta entre los candidatos. Los Hermanos Musulmanes ―con más del 45% del hemiciclo― y los ultraconservadores salafistas del partido Nur, que obtendrán al menos un 29% dominarán el hemiciclo y junto al partido islamista liberal Wasat suman el 75% del los escaños.

El avance del integrismo salafista ha sido una enorme sorpresa, frente a la previsible victoria de los Hermanos Musulmanes, durante décadas aglutinadores de la oposición a Mubarak y partícipes en las revueltas de Tahrir casi desde el principio.

Un tercio de los escaños se reserva a candidatos “independientes”, aunque la mayoría de éstos también tienen afiliaciones o simpatías de partido. Entre el 29 de enero y el 22 de febrero se celebrarán en tres fases las elecciones para la Cámara Alta (o Shura) en la que se elegirán 180 escaños mientras que el presidente ―la Junta Militar, en este caso― nombrará otros 90. Ambas cámaras designarán una comisión que redacte una nueva Constitución que será sometido a referéndum el 15 de mayo.

Hay dudas sobre el poder real del Parlamento mientras la autoridad militar siga al frente del país. No goza de gran predicamento el Gobierno de transición encabezado por Kamal Ganzuri, que relevó al primer ministro Essam Sharaf tras la muerte de decenas de manifestantes en las protestas previas a los comicios de noviembre. Su gabinete tiene funciones limitadas, sin potestad sobre la judicatura ni sobre el Ejército.

La sociedad está dividida entre quienes exigen un traspaso inmediato del poder a una autoridad civil y los que creen que sólo la mano militar será capaz de evitar el caos. Los Hermanos Musulmanes han manifestado que “tan pronto como se forme el Parlamento, la plena autoridad legislativa será transferida del Ejército a la Asamblea electa”7 , algo que deberá ocurrir en la última semana de enero. Pero en los últimos meses se han alineado tan íntimamente con la política de la Junta Militar que pocos dudan de un acuerdo tácito que permitiría al Ejército conservar sus prebendas. Una impresión reforzada por su sugerencia de ofrecer inmunidad8 a los militares por los actos cometidos este último año.

En junio se deberán celebrar elecciones presidenciales. Uno de los candidatos más valorados es Amr Moussa, hasta 2011 secretario general de la Liga Árabe. El exdirigente del Organismo Internacional de la Energía Atómica, Mohamed ElBaradei, Nobel de la Paz, retiró su candidatura el 14 de enero pasado, lo cual deja sin candidato a un gran sector de los egipcios liberales.

Avance islamista

La victoria de los salafistas del partido Nur, que proponen una aplicación estricta de la ley islámica, incluida la segregación por sexos en playas y medios de transporte, ha sembrado miedo. Si ejercen su influencia en la redacción de la Carta Magna, ésta podría “islamizarse”, denuncian las mujeres, que interpretan el avance islamista como un retroceso de sus derechos y libertades. La ley electoral establecida por la Junta Militar ya ha eliminado la cuota femenina que les garantizaba al menos 64 escaños. El nuevo Parlamento contará con sólo 8 mujeres, poco más del 1,5% del hemiciclo.

También la comunidad cristiana copta teme ver empeorar su situación: supone el 10% de la población y está discriminada en casi todos los ámbitos de la sociedad: poca representación política, dificultades para ascender en el sector público, limitaciones en la construcción de iglesias... De momento, el Partido Libertad y Justicia, brazo político de los Hermanos Musulmanes, se ha intentado distanciar de los salafistas y parece más proclive a pactar con otros partidos.

Logros

La imagen de un Mubarak postrado en una camilla junto a sus hijos Alaa y Gamal o el exministro de Interior Habib el Adly, todos ellos encerrados en una jaula durante el proceso judicial, es más de lo que muchos egipcios podrían haber soñado al arrancar la revolución. La aplicación de la justicia militar, con mucho menos garantías, a muchos miles de ciudadanos, empaña esta imagen, pero no quita lo que los egipcios valoran como su mayor logro: la pérdida del miedo.

La principal victoria, opinan, ha sido poder hablar sin temor a represalias o sin preocuparse porque las hubiera. También, la confianza en poder cambiar a los dirigentes: “Si no nos gusta cómo lo hacen, dentro de cuatro años podremos elegir uno nuevo: eso es la democracia”, destacan. Los islamistas tendrán que rendir cuentas ante esos electores y demostrar si el modelo que proponen y el que han defendido en la clandestinidad funciona con el nuevo Egipto.

3.- Siria

Las revueltas en Siria van camino de su undécimo mes y se han convertido en el ejemplo más sangriento de las revoluciones árabes. Si bien el régimen de Bashar Asad pareció a punto de ceder en algunos momentos y ha prometido reformas, siempre parciales y siempre menores que las exigidas, no hay duda que su intención es seguir aguantando.

Las protestas, que comenzaron en marzo de forma pacífica, han perdido protagonismo frente a una campaña de insurgencia armada a manos del Ejército Sirio Libre, compuesto en su mayoría por desertores, y que han llegado a atacar edificios de la seguridad del régimen incluso en Damasco.

La represión de las protestas ha sido y sigue siendo atroz. Policía, Ejército y varios cuerpos de seguridad disparan con regularidad a los manifestantes. Un enorme número de ciudadanos, implicados o no, son detenidos y torturados, a menudo hasta la muerte. La población está atemorizada por los 'shabbiha', una milicia reclutada por jefes mafiosos, fieles a la familia Asad, que interviene con la máxima brutalidad y según muchos testimonios asesina incluso a los soldados que se niegan a disparar a civiles.

El número de muertos ha alcanzado ya los 5.400, según las estimaciones cautelosas de Naciones Unidas.El grupo activista Avaaz asegura haber verificado 6.237 muertos y más de 69.000 detenidos hasta finales de 2011. En noviembre habían muerto más de 1.000 soldados y policías sirios9.

En junio y julio, unas 15.000 sirios del norte del país huyeron a Turquía, donde fueron hospedados en media docena de campamentos bajo control de la Media Luna Roja turca en la provincia fronteriza de Hatay. Parte de ellos regresó luego y en noviembre la cifra había caído hasta los 7.500 pero volvió a incrementarse10 y ahora supera los 9.000. Sus condiciones de vida son aceptables, pero la prensa no tiene acceso a los campamentos.

El régimen de Bashar Asad se basa en un círculo de clanes familiares de fe alawí, una corriente del islam que no otorga valor a las normas y leyes coránicas y vive acorde a una concepción laica. Pese a que los alawíes son minoría en Siria ―tal vez el 15%―, el régimen conserva bastante apoyo, especialmente por parte de otras comunidades religiosas, como drusos y cristianos, que temen el fin de un gobierno laico.



Fechas
1970: El militar Hafiz Asad toma el poder.

1982: Masacre de Hama contra rebelión islamista

2000: Bashar Asad reemplaza a su padre
15 Mar 2011: Primera gran protesta en Deraa

10 Jun: Miles de sirios huyen a Turquía

1Jul: Se crea el Ejército Sirio Libre (guerilla)

23 Ago: Se crea el Consejo Nacional Sirio (oposición)

Habitantes: 20 millones
Muertos: 6.000


Pero también gran parte de la sociedad suní considera que el régimen de los Asad ha logrado una improbable estabilidad en una región en riesgo de deslizar por una guerra civil como la de Líbano, por lo que son también frecuentes las grandes manifestaciones a favor de Asad, sobre todo en Damasco.

"Hay mucha gente que teme lo que vendrá después. Mi propia familia apoya al régimen, porque creen que los insurgentes y la oposición son terroristas. Se creen la propaganda", explica un opositor suní exiliado en Estambul. A pesar de ello hay representantes de todas las comunidades religiosas entre los insurgentes y la mala situación económica está minando rápidamente la popularidad del régimen.

Una oposición dividida

En las primeras semanas de las protestas surgieron espontáneamente dos organizaciones de base: los Comités de Coordinación Local, y el Alto Consejo para la Revolución Siria, ambos con redes de activistas que continúan organizando las manifestaciones en el interior del país. A partir de junio comenzaron a celebrarse varias conferencias en el exilio, la mayoría en Estambul, para intentar unificar a la oposición. Tras numerosos intentos fallidos culminaron con la creación del Consejo Nacional Sirio (CNS), cuyo actual líder es el académico Burhan Ghalioun, residente en París, una respetada figura de consenso.

El CNS ha sido reconocido como interlocutor válido por Turquía, Estados Unidos, Reino Unido, Francia... Hasta ahora rechaza una intervención internacional y apuesta por un diálogo entre sirios. No obstante, parte de la oposición siria critica duramente el organismo tanto por esta cautela como por la amplia representación de los Hermanos Musulmanes, apenas presentes en Siria, donde la organización islamista está prohibida desde 1963 y duramente perseguida desde 1980. Varios partidos kurdos ―pese a ser ilegales, son los mejor organizados de Siria― participan en el CNS. Algunos participan en la lucha contra el régimen como ciudadanos sirios, otros quieren aprovechar la oportunidad para establecer una región kurda autónoma. El régimen apenas si ha reprimido las manifestaciones en el noreste kurdo, aparentemente por temor a un conflicto militar mayor.



Ejército Sirio Libre

El Ejército Sirio Libro fue organizado a partir de julio por el coronel desertado Riad Asaad desde los campamentos de refugiados en Hatay. Sus miembros son descritos como “terroristas extranjeros” por parte del régimen, pero se componen prácticamente en su totalidad por desertores del ejército, la policía y diversos servicios de seguridad del Estado, a lo que se añaden algunos ciudadanos sin oficio militar11.

La mayoría de los combatientes de la guerrilla son árabes suníes, pero no exlusivamente. “Hay de todo: cristianos, kurdos, alawíes… Yo mismo soy alawí. Es el régimen el que fomenta la división religiosa”, asegura uno de los oficiales.12 No obstante, entre los desertores refugiados en Líbano se palpa animosidad hacia los oficiales alawíes, a los que califican de “herejes”.13 La división religiosa reinante en Líbano, donde la principal fuerza política es la milicia chií de Hizbulá, aliada con el régimen de Damasco, agudiza las tensiones.

Luchas de poder

La deserción, en enero, del general de brigada Mustafa Ahmed Shaij, ahora también refugiado en Hatay, insufló nueva vida al Ejécito Sirio Libre pero puede resultar en una lucha de poder: parte de la oposición siria cree que Shaij debe reemplazar a Asaad, al que tachan de personalidad débil y demasiado inclinado hacia los Hermanos Musulmanes. Se espera la creación de un Consejo Militar Supremo que representaría a la oposición más allá del reparto ideológico del CNS y que pediría una intervención internacional, una zona de exclusión aérea y el acceso a armamento.

En diciembre y enero, dos atentados 'suicidas' causaron 70 muertos en Damasco, pero el Ejército Sirio Libre niega su implicación y acusa al régimen de haberlos preparado para culpar a la guerrilla ante la misión de la Liga Árabe14. También la presencia de tres libios, entre ellos Mehdi Harati, un alto cargo del Consejo de Transición de Libia, entre los rebeldes sirios, descubierta por un periodista español15 ha sido utilizada por el régimen para hablar de una conspiración internacional.

El 23 de enero, una misión de observadores de la Liga Árabe, enviada en diciembre, pidió a Asad ceder el cargo a su vicepresidente y convocar elecciones presidenciales en el plazo de dos meses, pero Damasco rechazó la propuesta horas después. Qatar, que ya jugó un papel activo en Libia, y está asumiendo un papel de rival de Asad16, es el único país de la Liga que ha propuesto enviar tropas a Siria.

Mehdi Harati señala la disposición libia: Si por nosotros fuese, les enviaríamos armas a los sirios mañana. Nosotros ya no las necesitamos. Pero tendrían que entrar por Turquía, y los turcos no pueden autorizarlo porque no hay consenso dentro de la OTAN”.17 Aparte de Irán, Rusia es el más firme apoyo del régimen sirio, que es el quinto cliente de armamento de Moscú. La única base naval rusa del Mediterráneo se halla en el puerto sirio de Tartús y la caída del régimen de Asad acabaría con este punto estratégico clave para Rusia, por lo que Moscú vetará cualquier propuesta de intervención de Naciones Unidas en Siria18.

4.- Libia


La revuelta de Libia fue un caso muy distinto a los levantamientos de sus vecinos. Desde el principio tuvo tintes de un enfrentamiento militar. Las primeras protestas callejeras, similares a las de Egipto o Túnez, tuvieron lugar el 15 de febrero en Bengasi y Baida, en el este del país, y en Zintan, en el oeste. Tras una brutal represión, los civiles se armaron y gran parte de los militares se pasó al bando insurgente. Una semana más tarde, el conflicto se convertía en una guerra civil.

En 1969, el coronel Muammar Gadafi y un grupo de autodenominados Oficiales Libres habían acabado con la monarquía del rey Idris. El Estado libio se había configurado dos décadas antes, uniendo tres regiones diferentes, Tripolitana, al oeste, Fezzan al sur y Cirenáica al este; y más de 140 tribus. El nuevo líder, perteneciente a la tribu Gadafa, no muy influyente, aumentó las diferencias favoreciendo a algunas tribus en detrimento de otras, creando lazos que fortalecían su posición. La población de Bengasi y la Cirenaica, cercana a Egipto, quedaron marginadas política y económicamente respecto a la capital, situada en Tripolitania, parte del Magreb.

La quiebra del régimen ha producido un resurgimiento de la identidad bereber, largamente reprimida, especialmente en las montañas Nafusa, en el oeste del país, donde los bereberes han destacado como combatientes, aunque en sus propios batallones.



El Consejo Nacional de Transición (CNT), establecido en Bengasi el 27 de febrero, inicialmente rechazó una intervención extranjera, pero tras un exitoso contraataque de las fuerzas de Gadafi aceptó la intervención de la OTAN. La guerra se enquistó durante seis meses hasta la caída de la capital, Trípoli, en agosto y el asesinato de Gadafi, dos meses después. Una semana más tarde, el líder del CNT, Mahmud Abdel Jibril cedió el puesto del primer ministro a Abdurrahim Keib.

Los combatientes islamistas libios han desmentido siempre cualquier vínculo con Al Qaeda, aunque en la región oriental de Bengasi hubo grupos radicales alrededor de ex yihadistas de Afganistán, que ya habían intentado provocar una revuelta armada contra Gadafi entre 1994 y 1998 a través del Grupo Libio de Combate Islámico (LIFG), aplastado en 1998.

Algunos se unieron pronto a la insurgencia; entre ellos destaca Abdel Hakim Belhadj, dos veces yihadista en Afganistán, detenido en Malasia en 2004 por la CIA y entregado a Libia, donde fue encarcelado durante siete años y finalmente liberado en 2010. Fue el comandante al mando durante la toma de Trípoli, apoyado por las aviones de la OTAN

El número de víctimas del conflicto aún no está claro; en octubre, el senador estadounidense John McCain aseguró a la prensa que el nuevo Gobierno libio hablaba de 25.000 muertos19.

Una transición complicada

Fechas
1969: Muammar Gadafi toma el poder

15 Feb 2011: Protestas en Bengasi y el oeste

23 Feb: Empieza la guerra civil

27 Feb: Se crea el Consejo Nacional de Transición (CNT)

19 Mar: Intervención de la OTAN
28 Ago: Cae Trípoli

16 Sep: La ONU reconoce al CNT como gobierno
20 Oct: Muere Gadafi
23 Oct: Acaba la guerra

Habitantes: 6 millones
Muertos: 25.000


La debilidad del sistema de justicia, la tortura de los detenidos, así como los ataques de represalia contra funcionarios y partidarios de Gadafi son motivos de preocupación. La presencia de antiguos miembros del Gobierno de Gadafi es una queja recurrente y fue uno de los desencadenantes de una nueva revuelta en Bengasi, el 23 de enero, contra las oficinas del CNT, que acabó con la dimisión de varios miembros de este organismo. La lucha interna ya quedó patente en julio con el asesinato del general Abdel Futuh Yunis, número dos del régimen y primer alto mando del Ejército en unirse al alzamiento. Fue asesinado por la brigada islamista Obaida Ibn Jarrah20.

El Gobierno interino tendrá que recomponer un país fragmentado e incluir en el proceso a los gadafistas, algo que a día de hoy, con los rebeldes deseando venganza, se antoja difícil. Este mes de enero, el CNT publicó en su página web un proyecto de ley trazando los procedimientos para la elección de una Asamblea Constituyente en la que no podrían participar ex funcionarios del régimen anterior, aunque podrán seguir trabajando en sus puestos. Propone destinar 20 de los 200 escaños de la Asamblea a mujeres, pero no define aún los distritos ni el sistema electoral, que dependerán de una comisión aún por nombrar. Ésta generará nuevas suspicacias si favorece a unas regiones en detrimento de otras.

Se espera que Asamblea elija en junio a un Consejo que tendrá la facultad de formar un Gobierno y redactar la nueva Constitución.

Queda pendiente la cuestión de la entrega del hijo de Gadafi, Seif El Islam, retenido por los combatientes de Zintan, al Tribunal Penal Internacional. La milicia de esta ciudad (la primera, junto con Bengasi, en levantarse contra Gadafi) ve en este prisionero de alto perfil una de sus mejores bazas en el pulso de poder regional.

El petróleo ha sido una de las piezas fundamentales de la guerra: muchos enfrentamientos se libraron por controlar las plantas, refinerías y puertos de exportación. Antes de estallar la guerra exportaba 1,6 millones de barriles de petróleo al día; en noviembre recuperó un nivel de 0,55 y en diciembre 0,9 millones de barriles/día.21

En algunos rincones del país, los compañeros de armas de Gadafi aún se enfrentan al nuevo poder. Otro problema son las minas antipersonas y vehículos que el régimen plantó durante la guerra en Ajdabiya, Brega, Misrata y las montañas occidentales y que suponen un enorme peligro para la población. La más frecuente es la mina antipersonal brasileña T-AB-1; su bajo contenido en metales la hace más difícil de detectar.



Pero el principal desafío del CNT es la negativa de las milicias (entre 100 y 300 participaron en la guerra) a abandonar las armas. Más de 125.000 libios podrían estar armados22 gracias a los arsenales saqueados del régimen. Se mantiene el pulso entre diferentes regiones por conservar sus posiciones de poder: ninguno de los que participaron en la guerra quiere perder la autonomía adquirida. La relación entre bereberes y árabes es a menudo muy tensa, y podría convertirse un foco de conflicto en los años venideros.

5.- Yemen

La chispa saltó muy pronto en Yemen: el 15 de enero en la Universidad de Saná, al día siguiente de la caída del dictador tunecino Ben Ali. El 27 de enero, las protestas contaban con decenas de miles de participantes. Desde entonces, las plazas de las ciudades más importantes del país, con Taiz (el foco de resistencia antisistema más tenaz) y Saná a la cabeza, siguen ocupadas por unos revolucionarios cada vez más organizados, pero no representados por ningún grupo político, ni siquiera por el Liqá al Mushtarak, la coalición de siete partidos en la oposición.

Los manifestantes han mantenido las protestas totalmente pacíficas, pese a la represión policial que ya se ha cobrado alrededor de 250 muertos. Esta forma de reivindicación es llamativa en un país en el que abundan las armas de fuego y prácticamente todos los hombres van armados. El gobierno anunció en septiembre la cifra de 1.480 muertos, pero incluye los fallecidos en combates entre el Ejército y las milicias islamistas Ansar al-Sharia, que no forman parte de la revuelta social.

Las protestas cívicas piden, en primer lugar, la dimisión del presidente, Ali Abdulá Saleh, que lleva 33 años en el poder, pero van más allá: también tratan de acabar con la corrupción en las instituciones públicas.



Las protestas en centros médicos y educativos e incluso en empresas de electricidad públicas, pero también en el Ejército, ya están forzando a sus dirigentes a dimitir bajo la presión interna de los funcionarios apoyados por la nueva sociedad civil. Al Thaura, el periódico más importante de Yemen y tradicionalmente afín al régimen, sufre la huelga más importante desde que empezaron las protestas del sector hace cinco meses. Casi toda la prensa yemení ha dado la espalda al régimen.

La participación de las mujeres fue reconocida en octubre con el premio Nobel de la Paz para Tawakul Karman, una madre de 32 años que lleva muchos meses organizando los grupos de protesta en Saná y resalta el hecho de que las mujeres, que normalmente no pueden salir de casa de noche, ahora acampan en las plazas junto a los hombres, toda una revolución en sí.23

Hay cinco fuerzas que desafían al régimen de Saleh: los grupos revolucionarios compuestos sobre todo por jóvenes, la alianza Liqá al Mushtarak (compuesta por Coalición Yemení por la Reforma, Partido Socialista, Partido de la Verdad, Partido Unionista Popular Nasserista, Baaz Árabe Socialista y Unión de Fuerzas Populares de Yemen), el Movimiento del Sur, la guerrilla de los Huthi y el clan de Ahmar.
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