EFESTIÓN: Macedonia, señor, su rey te llama. [octavas]
que por tal te obedezca todo el suelo.
rey de Macedonia pueda.
Filipo murió, en efeto;
Alejandro, es cosa cierta
que le sucede al imperio;
140 reine, por cierto, en su tierra.
Mostrad esos fuertes pechos,
regid vosotros la vuestra;
iguales en valor somos.
¡Tema Macedonia, tema,
145 que yo os juro defender,
que basto para defensa,
no de Tebas, mas del mundo”.
¡Oh, qué arrogante soberbia!
Promulgó, en fin, su traición
150 y acabó de hablar apenas,
cuando todos, por su rey,
le veneran y respetan
y prometen ayudalle
con armas, vidas y haciendas,
155 aunque Júpiter airado
vibre lanzas, rayos llueva,
escriben para este efeto
también Atenas y Grecia,
y las dos contra tu nombre
160 conjuradas se revelan.
Yo, que lo supe, inflamado
el pecho con las centellas
que me exhalaba un volcán
de amor y [lealtad] sincera,
165 de cólera ciego y loco
solté al caballo las riendas
y, terrible como airado,
fui a reprender su insolencia.
Díjeles que eran traidores
170 y que tu furia temieran,
pues era fuerza que, airado,
castigaras la bajeza,
y que, cuando tú por ti
castigarlos no quisieras,
175 bastaba yo para darles
de esas infamias la pena.
Ellos quisieron matarme,
mas yo, con honrada fuerza,
herí algunos; defendíme,
180 y he venido a tu presencia.
EFESTIÓN: ¿Hay tan extraña maldad?
CLITO: ¿Hay más infame bajeza?
Yo, señor, aunque el menor,
si me concedéis licencia,
185 iré a vengar vuestra injuria.
PARMENIÓN: Yo les daré aquella pena
que sus delitos merecen
si vuestra divina alteza...
ALEJANDRO: Basta, vasallos, no más;
190 conozco vuestra nobleza;
yo el primero he de salir
a campaña en cualquier guerra
y Bucéfalo el primero
tiene de animar mi empresa.
195 En desnudando la espada
Tebas tema, el mundo tema,
mas primero he de valerme,
vasallos, de mi clemencia;
vaya Efestïón al punto
200 y hable de mi parte a Tebas.
EFESTIÓN: Iré a obedecer tu gusto,
que en ir tu grandeza muestras,
como hijo del gran Filipo,
a quien los Elíseos tengan.
205 ALEJANDRO: Y, entre tanto, Parmenión,
quiero ejercitar la diestra
con el venablo, matando
en aqueste monte fieras.
Apercíbase la gente.
210 PARMENIÓN: Haráse como lo ordenas.
ALEJANDRO: ¡Triste de ti si me mueves
a que te castigue, Tebas!
Apeles, vente conmigo.
APELES: Gran señor, aunque tu alteza
215 me honra por el arte vida,
también este pecho encierra
valor para ser soldado
y defender tus fronteras.
ALEJANDRO: Capitán os hago, Apeles.
220 APELES: Tu fama he de hacer eterna.
Vanse todos y queda BUFO solo
BUFO: Que haya hombres en el mundo
--¡pierdo el juicio!—que se huelgan
de ir a la guerra, pudiendo
en la paz tranquila y quieta
225 vivir y beber, no sangre,
mas cosa que lo parezca.
¿Hay cosa como la paz,
apacible, santa y bella,
venerable más que humana
230 y por extremo discreta?
No está temiendo que toque
el contrario la trompeta
y que de una cuchillada
le deje sin una pierna;
235 que le hase de sentido
una penetrante flecha;
Marte, por quien es, me libre
mientras yo me libro de ella.
Vase, y sale CAMPASPE de cazadora, con arco y flecha en la mano, y PIRENE, su criada
CAMPASPE: En este bosque umbroso [canción]
240 paso, Pirene, el día,
de Macedonia ausente y olvidada,
después que el riguroso
hado y desdicha mía
huérfana me dejaron sin mi amada
245 madre, porque ya nada
me diera algún consuelo,
fuera de aquestas aves
que con picos süaves
siguen este arroyuelo
250 que, viendo que no imita
su voz, corrido ya se precipita.
Dióme el cielo belleza
y nobleza tan grande
que no pudiera ser mayor, Pirene,
255 mas no me dio riqueza
y, como aquésta mande
todo el poder que la nobleza tiene,
quien a ser rico viene
quiere alcanzar con ella,
260 aunque el hado inhumano
le haga rico villano,
la más subida estrella
y, después de alcanzada,
Pirene amiga, no se encubre nada;
265 aquí de aquesta suerte
pienso pasar la vida
hasta que quiera Júpiter sagrado
que la acabe la muerte.
PIRENE: Yo, señora querida,
270 espero en él que te ha de dar estado
tan digno y levantado
como merece sólo
aquese rostro bello
y ese hermoso cabello
275 que enamorara Apolo
si en laurel no temiera
celoso Jove que lo convirtiera.
CAMPASPE: ¡Qué espantoso jabalí [redondillas]
que viene hacia acá, Pirene!
280 PIRENE: Alas en las plantas tiene
y más parece neblí.
¡Huye, señora, que llega!
CAMPASPE: Esconderme quiero aquí.
Escóndese CAMPASPE. Sale ALEJANDRO, arriba
ALEJANDRO: Herido va el jabalí.
Sale CAMPASPE, sin reparar en ALEJANDRO, ni él en ella
285 CAMPASPE: Ya pasó; yo estaba ciega.
Quiero, en aqueste cristal,
pie de esta encumbrada roca,
prestar aliento a mi boca.
ALEJANDRO: El era bravo animal.
290 CAMPASPE: Casi a salir no me atrevo.—
¡Válgame Febo divino!
En este orbe cristalino
se ve un hermoso mancebo.
¡Que bizarro! Clara fuente,
295 ¿quién en tus ondas pintó
este Narciso? Mas no,
comparación no consiente.
Ya me espanto, que temor
no tengo con lo que veo;
300 mas se me ha quitado, creo,
el temor con el amor.
ALEJANDRO: Mal el venablo tiré,
pues que le pude acertar
y no le pude matar.
305 CAMPASPE: Parece que ya se fue.
Ya vuelve. ¿Si es ilusión
de mi loco pensamiento?
Pero ¿qué miro o qué intento?
¿Qué me quieres, corazón?
310 Si intenta el sol luminoso,
que mis tristes penas siente,
mostrarme en aquesta fuente
quien tiene de ser mi esposo,
venturosa yo sería
315 si este mancebo lo fuera.
ALEJANDRO todavía sin reparar en CAMPASPE
ALEJANDRO: ¡Quién en este campo hubiera
armada una infantería
de belicosos soldados!
CAMPASPE: Sin duda sobre esta peña
320 está el que la fuente enseña;
pero mis ojos, turbados,
no le pueden ver, y así
buscarle será mejor.
Vase
ALEJANDRO: Cansado estoy, y el calor
325 tiene más vigor aquí.
Quiero bajar esta cuesta.
Allí está una casería
y hacia allí una fuente fría
entre una hermosa floresta.
330 A verla los pasos guío,
donde podré descansar.
Sale CAMPASPE, arriba
CAMPASPE: ¡No fue grande desvarío
venir a un hombre a buscar! [rima defectuosa]
Cansada estoy de subir
335 hasta aquí.
ALEJANDRO: Quiero romper
este cristal y beber.
CAMPASPE: ¿Qué me pudiera decir
quien me viera de esta suerte?
ALEJANDRO: ¡Válgame Júpiter santo!
340 Blasona, pues que me espanto,
suprema mujer, de verte.
¿Eres Venus que te cría
otra vez aquesta fuente
para matarme? Detente.
345 Yo me rindo, fuente fría.
De entre el hielo salió fuego
para abrasarme de amor.
CAMPASPE: Digo que oigo hablar, honor.
ALEJANDRO: Ya de amores estoy ciego.
350 No es bien, fuente, que me espante,
pues tanto mi amor la apoya,
que esté tan divina joya
engastada en un diamante.
En el alma te engastara,
355 mujer, si viva te viera,
y aun no digno engaste fuera
para joya que es tan rara.
CAMPASPE: Quiero a mi quinta volverme.
CAMPASPE se retira de lo alto de la peña
ALEJANDRO: Aguarda, que ya te fuiste,
360 pues donde tú te perdiste
no será mucho perderme.
Escucha, señora mía.
No me espanto, yo estoy ciego,
que no te abrase mi fuego
365 si estás en el agua fría.
Mas el fuego que se ofrece
para matarme inhumano
es de alquitrán, y está llano
que más con el agua crece.
370 Yo he de estar de aquesta suerte.
Baja CAMPASPE adonde está ALEJANDRO
CAMPASPE: ¡Qué galán! ¡Qué gentil hombre!
ALEJANDRO: No te espantes que me asombre,
oh nueva Dafnis, de verte.
Fieras viniendo a matar
375 aqueste brazo sujetas;
esos ojos o saetas
me mataron con mirar.
Quién eres, señora, di,
para que esté satisfecho
380 que ha sido valiente el pecho
a quien mi valor rendí.
CAMPASPE: Cazador gallardo, [romancillo (hexasílabos) en -é]
que ser merecéis,
como de mi alma,
385 de los hombres rey,
soy de Macedonia.
El hado crüel
me llevó a mis padres
y sola quedé,
390 doncella y hermosa,
y pobre también.
¡Mirad qué tres cosas
en una mujer!
Juzgándome sola
395 mi patria dejé,
y a este altivo monte
me vine a tener
hospedaje pobre
en aquel que veis
400 sitio deleitoso,
aunque corto es.
Con una crïada
vivo, sin temer
que dé con mi honor
405 un hombre al través.
De esta aguda flecha
no hiciera que esté
segura ¡ay de mí!,
que va en parecer.
410 Yo vivo tan libre
en este vergel
--mal dije-- vivía,
que ya sujeté
a tu gentileza
415 mi libre poder.
De mis nobles padres
tan sólo heredé
la mayor nobleza
que ha tenido rey.
420 Mas como sujeta
vive al interés,
temo que igualarme
quiera su poder
con quien no merezca
425 estar a mis pies.
Llámome Campaspe.
Pues quién [soy] sabéis, [“sois” en la ed. RAE]
sepa yo quién sois,
aunque ya lo sé.
430 ALEJANDRO: Yo soy, cazadora, [romancillo en –e-o]
milagro del suelo,
mereciendo ser
deidad de los cielos,
el magno Alejandro
435 que, por un suceso
desdichado, goza
macedonio reino.
Envidioso el día
que nace, su templo
440 convirtió en cenizas
¡oh trato fïero!
que su diosa estuvo,
dicen los efesios,
presente en el parto
445 de mi madre. Luego
consultó mi padre
sacros agoreros,
que de mí contaron
extraños portentos.
450 Nací con insignias
de león soberbio,
y aleonado ves
el rico cabello.
Un fuerte caballo
455 a mi padre dieron,
rozagante y bravo,
hijo de los vientos.
Corpulento talle,
extraño pellejo,
460 flamígeros ojos,
espacioso pecho;
trepado de lomos,
corta oreja y cuello,
populosas clines
465 que peinaba el viento;
pequeña cabeza,
encendido aliento,
el pisar lozano
y el mirar soberbio.
470 En medio tenía
el copete bello,
fuertes, como extraños,
dos hermosos cuernos.
Por rey de animales,
475 en el muslo izquierdo
tiene una corona
por hermoso yerro.
Si la planta asienta,
la alza tan ligero
480 que casi desdeña
que la bese el suelo.
Este, pues, feroz,
arrogante y fiero,
jamás consintió
485 el jinete diestro.
Viendo que no sufre
espuela ni freno,
le desprecian todos,
yo sólo le aprecio.
490 Consultó el oráculo
mi padre de Delfos,
y de la respuesta
quedó más suspenso.
Díjole, “Filipo,
495 sabrás que el primero
que aqueste caballo
tuviese sujeto,
gozará del mundo
propagado imperio,
500 venciendo sus armas
enemigos reinos.”
Cumplí a la sazón
diez años; entiendo
por agora veinte
505 no cabales tengo.
Supe la respuesta
y, de valor lleno,
dije, “Si yo fuera
este caballero...”
510 Cierto alegre día
para mí, salieron
mi padre y sus grandes
al valle de Venus,
que era donde estaba
515 el Pegaso nuevo,
digo en ligereza
y en airoso cuerpo.
Juzgué que trataban
echar el protervo
520 caballo a las fieras.
Escuchélo y llego,
de él compadecido,
altivo diciendo,
“¡Qué caballo pierden,
525 gran señor, aquéstos,
porque, en fin, no saben
sujetar sus fieros,
que causan temor
y que yo no temo!”
530 Díjome mi padre,
“Vuestros años tiernos,
Alejandro, son,
duros vuestros pechos.”
Yo, entonces, corrido
535 y de valor ciego,
de las bellas clines
furioso le tengo.
Vi que se espantaba
de su sombra él mesmo,
540 y al rayo del sol
le pongo dispuesto.
Y apenas le vi
no, en fin, tan inquieto,
cuando salto en él
545 igualando al viento.
Turbóse, corrió
por un largo trecho.
Terciéme la capa,
caléme el sombrero
550 y paré, en su curso,
un rayo del cielo.
Vuelvo donde estaba
mi padre perplejo,
con la misma furia
555 airoso corriendo.
Tiré de las clines,
túvele sujeto
como si le hubiera
de alabastro vuelto.
560 Deténgole, pára,
pico, corro, vuelvo,
entro en Macedonia,
y todos, suspensos,
en mis años miran
565 un Marte sangriento,
que alcanzo, tan mozo,
tan grande trofeo.
Entré por palacio,
salté de él al suelo,
570 llegué donde estaba
mi padre, contento
echóme, llorando,
los brazos al cuello.
Díjome, “Alejandro,
575 para ti es estrecho
sitio Macedonia;
conquista hemisferios.
Ya el mando te espera
para ser su dueño,
580 pues será tu espada
de los hombres miedo,
invidia de Marte,
de Júpiter celos.”
Mas ¿cómo podré,
585 rendido y sujeto
a esa gallardía
y ese rostro bello[,]
ser lo que los hados
de mí previnieron?
590 Mas ¿qué mayor gloria
que este vencimiento?
A mí me he alabado,
que es triunfo viendo
del gusto vencido
595 alabar al preso,
que para alabaros,
señora, sospecho
que el callar es justo
para no ofenderos.
600 Pues que vi en el agua
la causa en que peno,
dadme aquestos brazos;
templaréis mi fuego.
Dentro con cajas y mucho ruido
VOCES: ¡Arma y guerra! Guerra!
605 ALEJANDRO: ¡Válganme los cielos!
CAMPASPE: ¿Qué es aquesto? ¡Ay, triste!
ALEJANDRO: No temas, pues tengo
este acero al lado
y a ti te defiendo.
610 CAMPASPE: Yo voy, gran señor,
a saber qué es esto.
Vase
VOCES ¡Arma! ¡Guerra, guerra!
ALEJANDRO: ¡Qué feroz estruendo!
Descúbrese HÉRCULES, tebano, vestido de pieles, con una maza en la mano y una camisa, sangrienta a puñaladas, en otra
HÉRCULES: ¡Oh, valiente sucesor [romance (octosilábico)]
615 de mi belicoso origen,
a quien ya, como a mí, tiemblan
del orbe y mar los confines!
Cuando apenas la cabeza
del laurel altivo ciñes
620 y aprieta la fuerte mano
el cetro que el mundo rige,
en vez de vengar tu padre,
que justa venganza pide,
¿a unos hermosos ojuelos
625 toda tu grandeza rindes?
Mira tu valor; advierte
que has de ser segundo Alcides,
y aun sin segundo, si intentas
subir al cielo tu timbre.
630 Mira esta sangrienta veste
del valeroso Filipo;
advierte que Tebas, Grecia,
y todo el mundo compite
en quién primero el laurel
635 de la cabeza te quite.
Con este brazo valiente,
con esta clava terrible
he sembrado el mar y tierra
de granates y rubíes,
640 que cada gota de sangre,
como con razón se quite,
ha de tener este precio,
y aún es, Alejandro, humilde.
Como yo tienes de ser
645 si quieres serlo invencible,
como a mí te han de temer
si tu valor lo permite.
Deja los tiernos abrazos,
el lustroso acero viste,
650 no pienses que han de valerte
de tu clemencia apacible
y de tu sacra nobleza
aquesos vasallos viles.
Con la espada podrás sólo
655 a su traición poner límite,
y hacer que te tema Grecia,
que ya libertad repite.
Queda en paz. Procura ser
lo que has de ser, por que envidie
660 tu valor Marte y el mismo
Júpiter te sea accesible.
Desaparece con ruido
ALEJANDRO: Como el tuyo será, Hércules, fuerte [tercetos]
ese valor si quieres que lo sea.
Vivo otra vez quisiera, Alcides, verte;
665 pero el cielo querrá que el mundo vea
que aqueste acero es rayo fulminante
que tu valor consuma, y que desea,
aunque valiente, ser tan arrogante.
Teme, traidora Tebas, mi pujanza;
670 mi voz te admire, mi mirar te espante.
Yo tomaré de ti tanta venganza
que al mundo asombre, admire al cielo santo,
para que inmortal quede mi alabanza.
Airado causaré tan grande espanto
675 como suelo, apacible, dar contento,
y dejaré anegado en triste llanto
tu atrevido y traidor atrevimiento,
que a Júpiter enoja refulgente
y a mí, que Marte soy, fiero sangriento.
680 Marche mi fuerte y belicosa gente.
¡Al arma, capitanes! ¡Cierra, cierra!,
que hoy he de ver mi sol resplandeciente.
Vuelve a salir CAMPASPE
CAMPASPE: Algún cuidado tu valor encierra.
Todo el monte está quieto y sosegado,
685 gran señor, sin haber señal de guerra.
No tenga vuestra alteza más cuidado,
que fue imaginación sin duda alguna.
ALEJANDRO: A un tiempo estoy feroz y enamorado.
Oscurece tus rayos, blanca luna,
690 por que pueda vengar mi agravio justo
a que la infame Tebas me importuna.
CAMPASPE: Cese ya, gran señor, vuestro disgusto.
ALEJANDRO: ¡Que un tebano traidor tan solamente
se opone a mi braveza y nombre augusto,
695 y de aqueste valor a la corriente!
¡Al arma, capitanes! ¡Muera Atenas!
CAMPASPE: Advierte, rey supremo...
ALEJANDRO: ¡Que consiente
mi eminente valor tan viles penas!
¡Capitanes, al arma! ¡Muera, muera!
700 CAMPASPE: ¡Amor, a qué rigores me condenas!
¡Alejandro!
ALEJANDRO: ¡Oh, conquista dura y fiera!
[......................................................-arte]
[....................................................-era]
Aquí me llama Amor, y en esta parte,
705 blandiendo el fuerte y arrogante acero,
me mira airado el furibundo Marte.
Pero bien podré yo tener, si quiero,
valor y amor, pues es capaz mi pecho
para aquesta grandeza y todo entero
710 el mundo para mí me viene estrecho.
Amor he de tener y valor tanto,
como estoy de mí mismo satisfecho,
que al dios Cupido admire sacrosanto
y al enemigo más valiente espante.
715 Mitigarás mis penas entre tanto
que no visto la cota relumbrante,
y aun en la guerra contra el enemigo
me servirás de flecha penetrante,
pues le daré con más rigor castigo
720 por haberme privado de tus ojos,
que, como a los de Febo, adoro y sigo.
CAMPASPE: Con aquesto mitigas mis enojos.
Sale APELES
APELES: ¡Oh, gran señor!
ALEJANDRO: ¡Apeles!
APELES: ¿De qué cielo
tu majestad bajó tales despojos
725 que esta estatua parece de su velo?
ALEJANDRO: Otro mayor cuidado tengo agora,
aunque éste es grande, que me da desvelo.
Lleva a palacio aquesta bella aurora
mientras, rigiendo mi poder la muerte,
730 la infame Tebas su delito llora.
Vase
APELES: Dueño de ella y del mundo pienso verte.
Si echo, señora, de ver [redondillas]
que a quien rige el orbe entero
le tenéis por prisionero
735 y me quisisteis vencer,
viendo mis nuevos cuidados,
bien puede decir mi suerte
que os parecéis a la muerte
en el igualar estados.
740 Muerte y amor en rigor
se parecen de tal suerte
que a veces amor es muerte
y a veces la muerte, amor.
Átropos jamás perdona
745 pobre sayal ni laurel,
ni tampoco Amor crüel
ni al sayal ni a la corona.
Una diferencia halló
un sabio que la interpreta,
750 y es que ella al cielo respeta
y el amor ardiente, no.
Si me habéis muerto de amor,
decir que vuestra beldad
me rindió no es deslealtad
755 contra mi altivo señor;
que, supuesto que aun al cielo
no le guarda ley Amor,
no será trato traidor
no guardarla a un rey del suelo.
760 CAMPASPE: Yo hallé bastante sujeto
para emplear mi belleza,
y con razón a su alteza
le quiero bien y respeto.
Haced lo propio, y mirad
765 que es tarde.
APELES: Yo iré a serviros.
CAMPASPE: Y también quiero advertiros
que es amarme necedad.
Vase
APELES: ¡Qué presto que se ciega el más prudente [soneto]
viendo una bella y celestial pintura!
770 ¡Qué bien le llaman al Amor locura,
instantáneo furor, fuerte accidente.
Cogióme una belleza de repente,
no pude discurrir en mi cordura.
Mas ¿qué mucho --¡ay de mí!-- si una hermosura
775 a Júpiter sujeta omnipotente?
Miré, ceguéme, en fin, quedé vencido.
Tengo un rey por contrario altivo y fuerte.
A eternos celos quedo condenado,
pues jamás he de ser sino vencido,
780 ni podrá desear mi triste suerte
mayor ventura que no haber mirado.
Vase. Salen EPAMINONDAS, EFESTIÓN y gente
EFESTIÓN: Esto mand[ó] mi rey que te dijera. [octava]
EPAMINONDAS: Lo que tengo de hacer he respondido.
EFESTIÓN: Que mejor lo pensárades quisiera.
785 EPAMINONDAS: Ya lo tengo pensado y advertido.
EFESTIÓN: La espada saca ya Alejandro fiera.
EPAMINONDAS: A nadie teme mi valor temido.
EFESTIÓN: En el campo verás su valentía.
Vase
EPAMINONDAS: En el campo verás también la mía.
Sale TIMÓCLEA
790 TIMÓCLEA: Epaminondas valiente, [romance]
lustre y honor de tu casa,
que mereces que de bronce
te alce templos la fama;
tú, por quien aun las mujeres
795 desnudan fuertes espadas
animadas de tu voz
para defender su patria;
yo, Timóclea valerosa
más que la tebana clava,
800 esta alabanza en mujer
no puede ser arrogancia,
junté, para defenderte,
trescientos soldados de armas
tan valientes que ya temen,
805 con ser fuertes, su pujanza.
Marchando vienen al son
de las sonorosas cajas
que, como ven su valor,
ya de animarlos se cansan.
810 Con éstos y los que tienen
tus belígeras escuadras,
¿quién podrá?
VOCES (dentro): ¡Al arma, que llega
Alejandro a las murallas!
ALEJANDRO (dent.): ¡Al arma, soldados fuertes!
815 ¡Muera Tebas! ¡Arma, arma!
TIMOCLEA: Ve presto; anime tu voz
y tus valientes hazañas
tus valerosos soldados.
EPAMINONDAS: ¡Viva Tebas! ¡Cierra! ¡Al arma!
Vase
820 TIMÓCLEA: Ya los fieros escuadrones
furiosamente se traban;
animosos y soberbios
rasgan petos, quiebran lanzas.
Unos dicen, “¡Viva Tebas!”;
825 otros “¡Alejandro!” claman;
unos, animosos, hieren;
otros, ofendidos, matan.
¡Qué valeroso Alejandro
discurre por la campaña
830 en un caballo feroz
que por viento alienta llamas!
Un rayo ardiente parece
su acero, que fuego saca
de los lucientes arneses
835 y entre su fuego se abrasan.
Todo el ejército, fiero,
rompe, destroza y maltrata;
ya no hay jinete que quiera
oponerse a sus hazañas.
840 ¡Socorro, Júpiter santo,
que este rayo, que en pujanza
a los de tu esfera vence,
todo lo destruye y tala!
Mas un fuerte caballero,
845 que con las voces levanta
los ánimos de los suyos,
le presenta la batalla.
Todos a Alejandro cercan.
Milagro será si escapa
850 con la vida en tal aprieto.
¡Oh, Epaminondas, la fama
haga eterno tu renombre!
¡Qué valiente cuchillada
dio en el yelmo de Alejandro!
855 Mal su destreza le ampara,
que mal podrá defenderse
la cabeza sin celada.
¡Qué portentoso caballo!
Con dos rígidas guadañas
860 que lleva en la dura frente,
los paveses despedaza
y, defendiendo a su dueño,
con los bufidos espanta.
No queda soldado a vida.
865 ¡Oh, brazo que no te cansas!
Sólo queda Epaminondas
con Alejandro en campaña.
¡Qué diestramente pelean!
¡Oh, Apolo! ¿Hay ventura tanta?
870 Cayó Alejandro en el suelo.
El caballo se levanta,
y con el de Epaminondas
más arrogante se traba.
Cayó. Matóle el caballo.
875 ¡Oh, qué notable desgracia!
¡Amparadnos, santos cielos,
que ya la vitoria cantan!
Vase. Salen peleando ALEJANDRO y EPAMINONDAS
EPAMINONDAS: Alejandro, detén la fuerte espada. [octavas]
ALEJANDRO: ¡Muere, traidor!
EPAMINONDAS: ¡Socorro [al] cielo pido! [“del” en la ed. RAE]
Cae muerto. Salen CLITO, EFESTIÓN, y PARMENIÓN
880 EFESTIÓN: Ya la vil Tebas queda castigada.
Ya ese valor al bárbaro ha rendido,
que se opuso a tu frente coronada,
que de la quinta esfera envidia ha sido.
A nacer vuelvan otra vez gigantes
885 para que, como Jove, los espantes.
ALEJANDRO: Acometió Bucéfalo tan fuerte
al son, vasallos, de la presta trompa
que con sólo mirar daba la muerte.
No hay armas que no hienda, raje y rompa.
890 Mas ¿cómo se alborotan de esta suerte?
Salen SOLDADO 1 y otros con TIMÓCLEA, presa
SOLDADO 1: Perdona, bravo rey, que te interrompa.
Esta mujer mató nuestro caudillo.
ALEJANDRO: Y ¿por qué?
TIMÓCLEA: Ya, señor, quiero decillo.
Yo soy la infeliz Timóclea, [romance]
895 hermana del gran Teágenes,
que por la griega corona
muriendo vertió su sangre.
Nací en Tebas, ¡ay de mí!,
con mil infaustas señales,
900 que cuando hay grande hermosura
ha de haber desdicha grande.
Acometió tu furor
nuestros muros de diamante,
mas es ese fiero acero
905 contra el diamante Anajarte,
que a los primeros encuentros
los tebanos, arrogantes,
fueron perdiendo en un punto
de su valor los quilates.
910 Yo, desde el alto palacio,
desde una ventana, grave,
te vi, gran señor, vencer
nuestros soldados cobardes;
pero mal dije, valientes,
915 que basta que tales mates
por que ha menester, señor,
si tienen de contrastarte,
producir naturaleza
por enemigos gigantes,
920 que de otro modo no es bien
que el sacro Júpiter se arme
y que saque de la vaina
el acero penetrante.
Viendo, en fin, que la victoria
925 iba aclamando tu parte,
y que ya nuestro escuadrón
comenzaba a retirarse,
fui donde estaban mis hijos
por guardarlos como madre.
930 Entré en mi casa, señor;
eché a la puerta la llave,
y vi al airado tropel
de tu gente apoderarse,
como vencedor, en fin,
935 de nuestros antiguos lares.
“¡A las doncellas hermosas,
que las fuercen o las maten!”,
dijo un capitán, que fue
el que maté por vengarme.
940 Este, pues, entró en mi casa
tan impío y tan infame
que, sin temer a los dioses
ni respetar sus altares,
empezó con mil lucidas
945 palabras a maltratarme,
pidiendo que diese puerta
a mi honor inexorable.
Fui de roca en las palabras;
mas no es defensa bastante,
950 que por eso las mujeres
son humildes y cobardes.
Remitió, en fin, a las fuerzas
el borrar la bella imagen
de mi honor. En fin, cumplió
955 su gusto con mis pesares.
Pidióme después mis joyas.
¡Mira qué afrenta tan grande,
pedirme joyas después
que me hurtó la que más vale!
960 Llevéle a un jardín florido,
adonde una fuente amable,
un pozo lleno, profundo
de divididos cristales.
Díjele que allí escondí
965 mis ajorcas y collares
y toda mi hacienda, viendo
nuestra desdicha notable.
Él entonces asomóse;
mas yo, vengando mi ultraje,
970 asiéndole por los pies,
le dejé precipitarse.
Quiso nadar y, tirando
piedras, loca de pesares,
vengué, señor, con su muerte
975 la injuria de mi linaje.
A tus pies estoy postrada,
para defenderme inhábil.
Aquí estoy. Corta mi cuello
si merezco que me mates.
980 ALEJANDRO: Por Apolo, que dijera [redondillas]
que tú me diste mi ser
¡oh valerosa mujer!,
si Olimpas no me le diera.
Que cupo en tu hermoso pecho
985 tan extremado valor
que aquesa esfera de amor
le quitó a Marte tal hecho.
Que ese divino traslado
de Venus bella . . .
TIMÓCLEA: Repara
990 que a ti también te matara
si me hubieras afrentado.
Ruido dentro. Salen APELES, y BUFO con un paño en la cabeza, como que está herido
APELES: Ya de la traidora Tebas
la máquina levantada,
queda en el suelo postrada
995 de tu justo agravio en pruebas.
Sólo de Hércules el templo
y de Píndaro la casa
por ti, señor, no se abrasa,
porque den honroso ejemplo.
1000 ALEJANDRO: ¿Qué tienes, Bufo? ¿Te hirió
el enemigo?
BUFO: Señor,
no, porque, en fin, su furor,
aunque quiso, no me halló.
Una teja de un tejado
1005 me pudo descalabrar
porque me quise pagar
sin que hubiera trabajado.
Que aun las piedras de la calle
no consienten, ¡ay de mí!, . . .
1010 APELES: (Calla, que está el rey aquí.)
BUFO: (Dile a la herida que calle.)
ALEJANDRO: Pena me da, Tebas, verte,
y aun lágrimas; mas es justo
que delito tan injusto
1015 se castigue de esta suerte.
A ti, señora, te doy,
porque vengaste tu afrenta,
seis mil talentos de renta.
TIMÓCLEA: Rendida a tus pies estoy.
1020 ALEJANDRO: Y aún no es grande galardón
de tan varonil hazaña.
TIMÓCLEA: ¡Qué grandeza tan extraña!
¡Que divina perfección!
CLITO: Témate el mundo, señor.
1025 ALEJANDRO: Con las armas, Clito, haré
que me tiemble, y aun ser[é] [“será” en la edición RAE]
quien le rinda.
PARMENIÓN: De temor
hoy Macedonia se priva,
pues que victoriosos vamos.
1030 ALEJANDRO: Marchad.
CLITO: Y todos digamos,
“¡Alejandro viva!”
TODOS: ¡Viva!
FIN DE LA JORNADA PRIMERA