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Grupo de trabajo del pueblo atacameñO


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1. Agradecimientos
El presente Informe fue elaborado por un equipo de trabajo integrado por el Sr. Ulises Cárdenas Hidalgo Licenciado en Antropología con mención en Arqueología y la Srta. Francisca Greene Silva Licenciada en Antropología con mención en Antropología Social quien sistematizó las demandas y propuestas para un Nuevo Trato. Ambos autores han obtenido sus respectivos grados académicos en la Universidad de Chile.
La labor de Secretaría Ejecutiva y de Coordinación del Subgrupo de Trabajo Pueblo Atacameño fue realizada por el Sr. Ulises Cárdenas en colaboración con la Srta. Sandra Berna Martínez, Consejera Nacional del Pueblo Atacameño.
Los autores agradecen la colaboración otorgada por las siguientes personas y servicios públicos de la región: Liliana Cortéz Cruz, Jefa Oficina Asuntos Indígenas (CONADI-CALAMA), Justo Zuleta Santander, Coordinador Regional Unidad Ejecutora Zonal (Programa Origenes/BID), I. Municipalidad de San Pedro de Atacama, Esteban Velásquez ex Alcalde de la Ilustre Municipalidad de Calama y a Don Arturo Molina Henriquez, actual edil de Calama.
También agradecemos los aportes de los Drs. Lautaro Núñez Atencio, Jorge Hidalgo Lehuede, Victoria Castro Rojas, Agustín Llagostera Martínez y Hans Gundermann Kröll, académicos de diversas Universidades del país y que profundizaron a través de conferencias y artículos de divulgación pública diversos aspectos relacionados con el origen, desarrollo y evolución del Pueblo Atacameño a lo largo de su milenaria historia. El Sr. Ángel Bravo contribuyó a profundizar algunas de las materias expuestas en el informe de Verdad Histórica.
Los agradecimientos finales son para cada uno de los dirigentes atacameños, quienes con enorme interés participaron en las diversas reuniones realizadas en la Ciudad de Calama y en los poblados de San Pedro de Atacama, Chiu-Chiu y Ayquina.
A todos ellos muchas gracias.

San Pedro de Atacama, Julio 2003.



2. Introducción
El presente informe de trabajo entrega las conclusiones y deliberaciones finales que el Grupo de Trabajo Pueblo Atacameño o Likan Antai consensuó y acordó en torno a los dos componentes de trabajo planteados por la Comisión a) Verdad Histórica y b) Nuevo Trato desde que éste fuera constituido en Septiembre del año 2001. También se entrega una contextualización del trabajo de la Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato, explicando su objetivo y misión y destacando que uno de los pilares fundamentales de su creación es contribuir a generar una nueva política de Estado en torno al tema indígena.
De esta forma, el informe que a continuación se expone integra en forma sistemática dos aspectos que han sido considerados cruciales para la ejecución e implementación de nuevas políticas de desarrollo dirigidas a los pueblos indígenas de la Provincia El Loa, II Región, éstas son, por una parte, el esclarecimiento de los hechos históricos que han afectado al Pueblo Atacameño o Likan Antai a lo largo de sus más de 10.000 años de evolución cultural y social y las demandas o propuestas surgidas al interior mismo de estas Comunidades en cuanto a su particular proceso de desarrollo social, cultural y económico por otra.
En cuanto al factor histórico uno de los problemas que se pretenden revertir es el poco conocimiento de la historia local de los Pueblos Atacameños a nivel nacional, ya que pese a existir una gran cantidad de publicaciones científicas en relación a la prehistoria e historia de la zona, hasta el día de hoy son escasas los textos que de una forma didáctica y sencilla grafiquen y expliquen los principales logros socioculturales alcanzados por estas poblaciones. Lo anterior sumado a un favorable contexto legal que reconoce la diversidad étnica y cultural de nuestra nación (Ley 19.253), paradójicamente ha generado la rearticulación identitaria de los Atacameños o Likan Antai, quienes además de compartir una cosmovisión y una serie de costumbres, no han estado ajenos a los profundos efectos aculturativos producidos por el contacto con la sociedad nacional.
Por otra parte y en relación al Nuevo Trato, se espera que los antecedentes históricos fundamenten y complementen las demandas y propuestas que han surgido en el seno mismo de la sociedad atacameña y que deberían traducirse en nuevas políticas e iniciativas de desarrollo indígena que fortalezcan los actuales programas de gobierno que especialmente se circunscriben a las poblaciones indígenas asentadas en la Comuna de San Pedro de Atacama (ADI Atacama la Grande). Ante este panorama un planteamiento consensuado surgido al interior de las organizaciones atacameñas, especialmente de aquellas focalizadas en los poblados precordilleranos de la Comuna de Calama, es la creación e implementación del Área de Desarrollo Indígena Alto Loa, cuyos estudios y evaluaciones técnicas ya han sido entregados a la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena.
Por último, se espera que las opiniones y planteamientos aquí expresados si bien expresan la opinión de una gran cantidad de dirigentes atacameños, reflejan la demanda histórica que el Pueblo Likan Antai considera necesaria de regularizar entre el Estado y la Sociedad Civil, ya que se piensa que al reconocer y admitir la deuda histórica que tiene el Estado de Chile con el Pueblo Atacameño, se sentarán las bases de un esperado diálogo que si bien se ha iniciado con la promulgación de la ley 19.253 en 1993, no ha variado de manera sustancial hasta nuestros días, a excepción de las iniciativas surgidas desde el actual gobierno que desde el año 2000 ha constituido la Comisión de la Verdad Histórica y Nuevo Trato, depositaria de las esperanzas y anhelos del Pueblo Atacameño.
3. Antecedentes Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato
El trabajo de preparación para constituir esta Comisión de Trabajo lo comenzó a realizar el Ministerio de Planificación y Cooperación (MIDEPLAN) a través de su máxima representante la Ministra Alejandra Krauss, como cumplimiento de los compromisos que el Presidente de la República, don Ricardo Lagos Escobar, hiciera en una Carta dirigida a los Pueblos Indígenas de Chile, el 31 de Mayo del 2000.
En ese contexto, el Presidente de la República decidió crear una Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato, por medio del Decreto Supremo N°19 del 18 de Enero de 2001, con el objeto de generar una nueva política de país en torno al tema indígena, que aborde los problemas fundamentales de las etnias que habitan Chile y de sus relaciones con la sociedad nacional.
Desde su creación, la Comisión ha tenido que cumplir un doble mandato el que consiste, por una parte, en esclarecer los hechos de la historia de nuestro territorio en relación a los pueblos originarios, y por otra, generar recomendaciones para una nueva política de Estado y país en torno al factor étnico. Estas recomendaciones deberán ser dirigidas al poder ejecutivo, legislativo, judicial, partidos políticos, asociaciones gremiales empresariales, sistema educativo, medios de comunicación de masas y sociedad chilena en general.
Para cumplir lo anterior, el Presidente Ricardo Lagos ha invitado a diversos representantes de la sociedad chilena, el empresariado, la Iglesia Católica, de la academia y dirigentes indígenas a participar en la conformación de la Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato. Los integrantes de ésta son: Sr. Patricio Aylwin, quien la preside; Antonio Alcaluf; José Bengoa, antropólogo; Sandra Berna, Consejera Nacional Atacameña; Juan Claro, Representante del mundo empresarial; Obispo Sergio Contreras; Enrique Correa; Armando De Ramón; Alberto Hotus, Consejero Nacional Rapa-Nui; Francisco Huenchumilla; Aucán Huilcamán, dirigente Mapuche; Carlos Inquiltupa, Consejero Nacional Aymara; Felipe Larraín, Economista; José Llancapán; Adolfo Millabur; José Santos Millao, Consejero Nacional Mapuche; Sonia Montesinos, antropóloga; Samuel Palma; Carlos Peña; Ivonne Quispe; Galvarino Raiman y Ricardo Rivadeneira. La Secretaría Ejecutiva de este órgano hasta comienzos del año 2002 la dirigía el Sr. Ramiro Pizarro, actual intendente de la IX Región, mientras que desde esa fecha hasta el día de hoy la dirige el Sr. Gerardo Zúñiga.
Con el objeto de operacionalizar la orgánica de la Comisión se han establecido Comisiones temáticas que, funcionando como Grupos de Trabajo, se han concentrado en diversos tópicos:


  1. Grupo de Trabajo de Revisión Histórica.




  1. Grupo de Trabajo de Desarrollo Económico y Social.




  1. Grupo de Trabajo de Derechos Indígenas.

Así mismo, la Secretaría Ejecutiva de la Comisión creó una serie de Comisiones Territoriales, con el objeto de que cada una de las etnias de Chile particularice y profundice su apreciación histórica de los hechos que los han afectado y realice recomendaciones que se traduzcan en las políticas que deberían implementarse para un nuevo trato. De esta forma se formaron cuatro grandes Grupos de Trabajo encargados de elaborar las propuestas que serán presentadas a la Comisión:




  1. Grupo de Trabajo de los Pueblos Indígenas del Norte: Incluye la realidad de los pueblos indígenas Aymaras, Quechuas, Atacameños y Coyas. Este grupo sesionó regularmente en la Ciudad de Iquique, y en éste tiene su génesis el subgrupo de trabajo Pueblo Atacameño.




  1. Grupo de Trabajo Rapa Nui: Este grupo sesionó en Isla de Pascua.




  1. Grupo de Trabajo del Pueblo Mapuche: Incluye la realidad de los distintos espacios territoriales de este pueblo (Pehuenches, Lafkenches, Nagches, Huenteches, Huilliches y Huilliches de Chiloe).




  1. Grupo de Trabajo Indígena Urbano.

Cada uno de estos grupos de trabajo tiene como objetivo elaborar diferentes informes que incluyan tanto el aspecto histórico como las propuestas y demandas que requieren ser incorporadas en las políticas de nuevo trato. No obstante, al Grupo de Trabajo de Revisión Histórica se le ha encomendado la misión de elaborar el Informe General de la Comisión o Informe de Visión Histórica, que presentando un carácter global, deberá sintetizar los estudios específicos sobre las etnias de Chile proponiendo una nueva perspectiva de relaciones con los Pueblos Indígenas.


Adicionalmente a este informe, se agregan los informes que deberán entregar el Grupo de Trabajo de Desarrollo Económico y Social, llamado Informe de Desarrollo Económico-Social, y el Grupo de Trabajo de Derecho Indígena que deberá elaborar un informe sobre los Derechos Políticos de los Pueblos Indígenas en Chile.
Por último, situados en este contexto, cabe destacar la voluntad política que presenta el actual gobierno de la concertación en relación al tema indígena, que traducido en la conformación de esta Comisión intenta saldar una parte simbólica, no menos efectiva, de la deuda histórica que el Estado de Chile y la sociedad en su conjunto tienen con las minorías étnicas de nuestra nación y que en el pasado fueron oprimidas, hasta el punto de llegar a extinguir a una parte de nuestra humanidad, como las colectividades Selk’nam y Haush, que asentadas en Fuego-Patagonia, no alcanzaron a experimentar estos importantes cambios que, desde la promulgación de la Ley Indígena en 1993, se han efectuado hasta el día de hoy y que se expresan en documentos como este.

4. Metodología de Trabajo
La metodología empleada para la elaboración del presente informe final utilizó, por una parte, las clásicas estrategias provenientes de la investigación histórica, y algunas técnicas cualitativas y cuantitativas de la antropología social.
De esta forma, cabe señalar que las metodologías variaron dependiendo del tipo de investigación que se estaba desarrollando, ya que, para la elaboración del informe de Verdad Histórica primaron los criterios históricos-culturales. Lo anterior se realizó, ya que, antes de exponer una serie de planteamientos o hipótesis de trabajo, se intentó ordenar la gran cantidad de información disponible, y de acuerdo a sus características y contenidos, agruparla en una tentativa periodificación que siguió las convenciones establecidas por los especialistas de la zona (Véase Núñez, 1992a). También se organizaron una serie de Talleres de reflexión denominados “Talleres de Historia Atacameña”, que se realizaron en las siguientes localidades de la zona: Chiu Chiu, Cupo, Caspana, San Pedro de Atacama y Peine. En estos talleres fueron debatidos diversos tópicos contingentes a cada una de las localidades designadas y contaron con la participación activa de los comuneros quienes, aparte de expresar sus comentarios e inquietudes, enriquecieron el debate a través de la narración de sus experiencias personales que clarificaron las historias locales de las comunidades. La participación de invitados especiales y oradores expertos en la materia contribuyó a profundizar las temáticas que fueron debatidas en el Taller.
Por otra parte, también hay que señalar que se realizaron cuatro conferencias dictadas por los siguientes especialistas, quienes profundizaron las temáticas indicadas a continuación:



Conferencia

Fecha

Lugar

Temática

Dr. Agustín Llagostera

24/11/2001

San Pedro

Prehistoria en Atacama

Dr. Hans Gundermann

13/05/2002

Caspana

Estado y Mercado en Atacama

Dr. Jorge Hidalgo

21/05/2002

San Pedro

Rebeliones Indígenas

Mg. Victoria Castro

25/05/2002

San Pedro

Identidad, Lengua y Territorios

Cada uno de estos encuentros contó con la participación de todo tipo público especialmente de adscripción atacameña quienes, una vez finalizada la exposición del especialista, animaron un constructivo debate que contribuyó a generar un relajado ambiente de tertulia. En este marco cabe destacar que todas las conferencias fueron registradas magnetofónicamente cuyas trascripciones son entregadas en el anexo del presente informe. Debido a problemas de la calidad de la grabación, la conferencia de la Sra. Victoria Castro no pudo ser transcrita, reemplazándose por un escrito sinóptico elaborado por la propia autora.


La confección del informe de Nuevo Trato involucró la realización de una serie de reuniones y encuentros con todos los dirigentes de las organizaciones indígenas atacameñas quienes, además de participar en un ampliado de dirigentes celebrado los días 26 y 27 de Abril, profundizaron las conclusiones del mismo en otros encuentros que tuvieron como objetivo particularizar las demandas y propuestas en los sectores geográficos que conforman el hábitat de los atacameños, éstos son la cuenca del Río Loa Superior-Río Salado, por una parte, y la Cuenca del Salar de Atacama, por otra.
De esta forma, se efectuaron 4 talleres de discusión, complementarios, en las localidades de Ayquina (10 de Mayo), San Pedro de Atacama (20 de Mayo), Chiu Chiu (31 de Mayo) y Calama (26 de Junio), que profundizaron las demandas que consensuaron los días 26 y 27 de Abril más de 60 dirigentes de organizaciones y comunidades indígenas atacameñas de toda la Provincia El Loa, incluidas las agrupaciones urbanas. También cabe destacar, la reiterada participación de la Consejera Nacional Atacameña, Sandra Berna Martínez, que contribuyó a enriquecer los planteamientos expuestos por los dirigentes.
Finalmente, las demandas de Nuevo Trato que aquí se expresan, y que fueron manifestadas en las diversas reuniones, presentan el valor de haber sido elaboradas a partir de un consenso de las opiniones de los diversos participantes en la discusión, quedando fuera de éste y por razones de fuerza mayor, la elaboración de una demanda única respecto a la forma en que se espera proteja y resguarde el territorio.

5. Caracterización Geográfica y Cultural de la Zona

Localizadas en medio de los parajes más áridos y hostiles de este punto del planeta, desierto de Atacama y puna homónima, las Comunidades Atacameñas se ubican en su mayoría en la actual Provincia El Loa, II Región de Antofagasta, que comprende las comunas de Calama y San Pedro de Atacama. La comuna de Ollagüe, también integrante de este sistema administrativo, si bien presenta una población que en su mayoría ha sido caracterizada como de raigambre altiplánica, de influencia quechua, alberga a escasas personas atacameñas, las cuales coexisten con poblaciones provenientes de la primera región de habla aymará y que llegaron a la zona en busca de mejores oportunidades laborales, estimuladas en una pasada época, por el desarrollo de una auspiciosa minería de altura, principalmente azufrera, actividad que en la actualidad ya no se desarrolla.


En este marco, las Comunidades Atacameñas se distribuyen desde las nacientes del Río Loa por el norte (20°L.S.), hasta el extremo sur del gran Salar de Atacama (24°5’L.S.), ocupando una estrecha franja precordillerana y cordillerana, que coincide, en su punto más occidental, con una cota promedio de 2.000 msnm. (Castro y Martínez, 1996:69). De esta forma, las poblaciones que habitan este sector se agrupan en dos grandes áreas geográficas conocidas como cuenca del Río Loa Superior-Río Salado que esta compuesta por las localidades de Conchi Viejo, Lasana, Chiu Chiu, Ayquina, Turi, Caspana, Toconce y Cupo, mientras que en la Cuenca del Salar de Atacama se distribuyen los poblados de San Pedro de Atacama y ayllus (Quitor, Conde Duque, Solcor, Yaye, Tchecar, Sequitor, Solor, Cucuter, Poconche, Beter, Coyo y Tulor) junto a los pueblos de Toconao, Talabre, Camar, Socaire y Peine.
Entre las dos cuencas antes descritas, se ubican una serie de asentamientos y estancias pastoriles que en el pasado debieron constituir un verdadero corredor de conexión entre estas unidades, y en ellas se emplazan los pintorescos pueblos de San Santiago de Río Grande y Machuca, ubicados al norte de San Pedro de Atacama. Cercana a Río Grande se emplaza la reciente conformada comunidad de Matancilla, que ubicada en las proximidades de Yerbas Buenas, orienta su desarrollo productivo en torno a una auspiciosa actividad agrícola y ganadera.
Sin embargo, y considerando la evidencia otorgada por las investigaciones arqueológicas, se presume que el núcleo de la Cultura Atacameña debió haberse constituido en torno a los actuales ayllus que conforman el poblado de San Pedro de Atacama, ya que, en éstos se ha recuperado una gran cantidad de restos culturales que le han permitido ser conocida coloquialmente como la Capital Arqueológica de Chile.
El pueblo de San Pedro de Atacama, capital de la comuna homónima, se encuentra ubicado al sureste de la Provincia El Loa, a 100 km. de la Ciudad de Calama, el núcleo urbano minero más próximo de la zona. Sus coordenadas son 22°55’ y 68°12’. Su altitud sobre el nivel del mar es de 2.436 m., hacia el este limita con el ambiente de la puna propiamente dicha, mientras que hacia el oeste se extiende el imponente desierto de Atacama.
Culturalmente, el área en donde se emplazan estas Comunidades Andinas presenta una configuración que desde tiempos históricos ha sido multiétnica, ya que, en estos territorios un número significativo de poblaciones provenientes del altiplano de lípez, actual Bolivia, y el noroeste argentino, se han asentado generándose un complejo escenario que remite a la actual trama étnica y cultural que presenta el área. Lo anterior ha sido especialmente observado en la época colonial, ya que, para los siglos XVI y XVII existen documentos etnohistóricos que indican el carácter interdigitado de la población (Martínez, 1998; Castro, 1997:76), que pese a ser denominada como “atacameña”, no hacía otra cosa que cubrir con un manto de homogeneidad, a través del uso de ese apelativo, a los indígenas que habitaban desde esa época el corregimiento de Atacama y que se distribuían en las principales cabeceras de doctrinas del sector (Atacama la Alta y Atacama la Baja)1.
De esta forma, la discusión en torno al empleo del apelativo étnico Atacameño hasta hace poco era materia de discusión entre los investigadores del área (Castro y Martínez, 1996:69; Castro, 1995: 31), quienes recomendaban restringir el uso de tal denominación étnica, considerando la dinámica y las características que presentaba la realidad cultural que se desarrollaba particularmente en la cuenca del río Salado. Sin embargo, actualmente se ha producido un fenómeno de rearticulación socio identitaria (Rivera, 1997) entre los grupos humanos que pueblan estos territorios, que a permitido alejar la noción de la desintegración de la identidad étnica atacameña, reemplazándola con aquella que indica claramente una reformulación de la misma, frente a los factores antagónicos que han afectado históricamente el devenir del pueblo atacameño. Ha contribuido a lo anterior, la promulgación de la ley indígena 19.253 en 1993 que mediante sus distintos programas de desarrollo y su orgánica asociada (CONADI), han generado escenarios propicios a la participación de los indígenas, que en la actualidad se autoadscriben como atacameños o Likan Antai en las dos principales áreas geográficas y culturales que conforman el hábitat de estas poblaciones andinas.
Actualmente, las dos áreas que integran el llamado territorio de los atacameños, han recibido tratamientos diferenciados por parte de las diversas administraciones del Estado de Chile desde el retorno a la democracia, ya que, mientras una se encuentra experimentado un fuerte proceso de inversión pública gracias a la declaración en 1997 del Área de Desarrollo Indígena Atacama la Grande, los sectores más septentrionales y que se remiten a la Cuenca de los Ríos Loa Superior-Salado, han sido considerados en un segundo plano, situación que ha generado en el presente un fuerte malestar entre los habitantes del sector, quienes se consideran marginados y postergados de los beneficios que este tipo de desarrollo indígena ha generado principalmente en la Comuna de San Pedro de Atacama.
De esta forma, la continuidad y el cambio de la Cultura Atacameña en el día de hoy, constituyen los factores que le han permitido a esta etnia proyectarse en el tiempo y, aunque no se posea una lengua viva2 que permita generar distingos respecto de otras poblaciones andinas, priman una serie de elementos supralingüísticos que aún son posibles de observar en las concepciones de tiempo y espacio que se expresan en la cosmovisión atacameña (Grebe e Hidalgo, 1988).

6. Informe de Verdad Histórica
6.1 Consideraciones Preliminares
Si bien intentar establecer periodificaciones sobre la historia o prehistoria de algún determinado lugar constituye una interesante empresa, esta labor se vuelve riesgosa si no son tomados en cuenta los aportes que tanto historiadores como arqueólogos han efectuado en pro del esclarecimiento de la secuencia histórica cultural de un área determinada. En este sentido, el intentar reconstruir la historia y la prehistoria desde una óptica puramente indígena puede hacernos caer, inevitablemente, en esencialismos o dogmatismos que, antes de generar una visión objetiva y neutral, conducen a la imposición de una interpretación histórica de débiles fundamentos científicos y basada en consideraciones subjetivas y emocionales.

Intentando unir los planteamientos de estas dos importantes vertientes, nuestro informe de Verdad Histórica intentará realizar un ejercicio dialéctico, ya que, antes de considerar por separado y válido el conocimiento de cada uno de estos campos de conocimiento (científico e indígena), intentará integrar en un todo armónico los aportes de tales planteamientos, con el objeto de generar un panorama consensuado y legitimado sobre los sucesos y acontecimientos históricos que se han producido al interior de la II Región de Antofagasta desde los comienzos de la interacción del hombre con el medio ambiente circundante hasta el día de hoy. De esta forma, revisaremos los principales logros tecnológicos y sociales que experimentaron las comunidades humanas asentadas en este árido paraje, comenzando con el período cultural más temprano o antiguo que ha podido ser identificado en la Puna de Atacama, el Periodo Arcaico que corresponde a la época de los cazadores recolectores. Expondremos sus principales características tecnológicas, sociales y culturales y nos centraremos en el particular sistema de asentamiento y de distribución en el espacio circumpuneño, llevado a la práctica por estas primeras hordas de cazadores. Posteriormente, centraremos nuestra exposición en aquel período de consolidaciones tecnológicas y culturales que, estimuladas por una arraigada tradición de domesticación de plantas y animales y con el desarrollo del sedentarismo en la zona, genera un panorama social que se inserta en un contexto de fuerte interrelación cultural y comercial que se articula a nivel macroregional, abarcando territorios tan distantes como el Pacífico, el noroeste argentino y el altiplano boliviano. El siguiente período en la secuencia histórico-cultural, el período medio, es abordado desde una perspectiva regional y panandina y coincide con el momento de mayor apogeo y vitalidad del estado tiwanacota, cultura del altiplano boliviano que irradió sus influencias culturales y religiosas por diversas comarcas del área andina, y que se presenta en forma material con una gran riqueza estilística e iconográfica visualizada principalmente en el área de los oasis de San Pedro de Atacama.


Tras 700 años de influencia y coincidiendo con la desarticulación paulatina y gradual de esta compleja cultura altiplánica, a raíz de profundos cambios medioambientales, se inicia en la zona una nueva etapa de desarrollo caracterizada por la aparición de una serie de señoríos regionales, con un fuerte énfasis agropastoril en su economía y con un patrón de asentamiento distintivo que va variando de acuerdo a las características geográficas y ecológicas del sector. En este sentido, podríamos decir que nos encontramos frente a la consolidación de la Nación Atacameña (Núñez, 1992:59), la que va plasmando su etnicidad e identidad en diversos soportes materiales e ideológicos, que si bien la hacen partícipe de la tradición andina, intentan generar distingos entre los diferentes segmentos de las poblaciones del área centro surandina. Posteriormente, se visualiza en la zona la irrupción del Imperio Inca (1450 d.c.) que, sobre la dinámica antes señalada, sienta sus bases económicas y culturales incorporando a estos pueblos andinos en las esferas de interacción del Tahuantinsuyu que lamentablemente perdurarían hasta el año 1536, época en que llegan los primeros conquistadores europeos a la zona.
Por otra parte, si bien han sido escasas las investigaciones de los acontecimientos que se sucedieron en Atacama durante la época de la colonia, los aportes de algunos etnohistoriadores y estudiosos del tema permiten obtener una visión general de los eventos que se desarrollaron con posterioridad a 1540, y aunque prime la visión de una aparente escasez documental, la real dispersión de las fuentes constituye el verdadero hecho que ha limitado esta clase de investigaciones. De esta forma, si bien han sido abordados temas como el patrón de asentamiento y acceso a recursos, rebeliones indígenas y evangelización3, aún quedan ciertos vacíos documentales que sólo serán subsanados a medida que afloren nuevas fuentes y textos de valor etnohistórico. No obstante, los pocos antecedentes antes mencionados han permitido reconstruir una imagen, que si bien es incompleta, da cuenta de la dinámica social y la trama étnica que imperaba en estos territorios principalmente para los siglos XVII y XVIII.
Posteriormente, el surgimiento de los Estados Nacionales a comienzos del siglo XIX, puso a esta zona en un sitial de controversia jurisdiccional y administrativa que sólo fue resuelta hacia el año 1824, fecha en la que gran parte de la Puna de Atacama pasa a depender política y administrativamente de la naciente República de Bolivia. Sin embargo, 50 años más tarde, las presiones económicas que reinaban en torno a los recursos minerales de esta zona y los intereses capitalistas de la época gatillaron hacia 1879, la Guerra del Pacífico gracias a la cual, el Estado de Chile incorporó los territorios atacameños dentro de su sistema político y administrativo.
En este contexto, el desarrollo de la arriería, si bien venía experimentándose desde la época en que estos territorios eran bolivianos y anteriores a esto, constituye el factor de transformación de las bases económicas atacameñas, las que de una tradición agropastoril milenariamente consolidada se focalizan en torno a un auspicioso mercado de forrajes, dando paso a una economía fuertemente dependiente de las demandas de las oficinas salitreras en lo que a recursos ganaderos se refiere. Lo anterior también se tradujo en una fuerte interrelación entre los diversos conglomerados geográficos y culturales de la subárea circumpuneña, la que si bien tiene antecedentes precolombinos, se visualiza en esta época en determinadas relaciones de tráfico e intercambio que conectan a poblaciones del altiplano boliviano y noroeste argentino con las poblaciones asentadas en las oficinas salitreras, conexión en la cuál los atacameños articularon un importante rol de intermediadores.
Con el paso del tiempo, la decadencia del auge del salitre y la consecuente baja en la demanda de forrajes gatillaron severos efectos sociales y económicos, ante los cuales los atacameños tuvieron nuevamente que readaptar su economía campesina, orientándola hacia nuevos mercados de consumidores que principalmente se hallaban en los nuevos centros urbanos mineros de cobre de la zona. De esta forma y paralelamente, hacia comienzos del siglo XX, se produce un nuevo fenómeno social que se traduciría en uno de los cambios culturales más profundos experimentados por la etnia atacameña a lo largo de su historia: la incorporación de la mano de obra indígena en los procesos industriales-mineros de Chuquicamata. No obstante, sin desconocer los efectos y las consecuencias de las políticas de desarrollo llevadas a cabo por el Estado de Chile durante esta época, que tenían como objetivo principal la chilenización de la población y la intervención tecnológica en el ámbito agrícola (v.gr. proyectos Corfo), las transformaciones que experimentó la etnia atacameña generaron una nueva dinámica sociocultural que aún presentaba algunos resabios culturales del pasado.
Por otra parte, los antecedentes más contemporáneos que se poseen en relación a la historia de Atacama, guardan relación con las políticas implementadas por los gobiernos que administraron el Estado de Chile desde 1970 hasta nuestros días y en ellas destacan la promulgación de la Ley 17.729 que, por primera vez en la historia contemporánea de Chile, legisló “para los indígenas” y no “para las tierras indígenas” y estimuló la creación y consolidación de Comunidades Indígenas que principalmente se ubicaron al sur de Chile. Sin embargo, con el golpe militar de 1973 sucumbe este instrumento legal junto a otras leyes sociales que son reemplazados por el DL N°2.568 que, en muchos casos, causó retrocesos y modificaciones en relación a los avances conseguidos por las etnias originarias de Chile. De esta forma, se establece en el ámbito legal la división de las Comunidades, lo cuál afectó seriamente y de modo negativo la calidad de pueblos originarios, ya que incluso este texto legal planteaba que “Dejarán de llamarse indígenas sus tierras e indígenas sus habitantes” (DL N°2.568/4).
En este marco, los profundos procesos de chilenización impulsados por este régimen, como consecuencia de las disputas limítrofes con la República Argentina (1978-1979) y la ruptura de las relaciones diplomáticas con Bolivia (1978), generaron un ambiente poco propicio para insertar los temas étnicos en el debate nacional. En este contexto, la creación de algunas municipalidades fronterizas de orientación asistencialista, significó la toma de conciencia del problema étnico pero no se tradujo en soluciones hacia los graves conflictos que se estaban experimentado, principalmente en relación a la tenencia y posesión de los recursos hídricos y tierras de la zona. Algunos litigios y procesos judiciales entre comunidades indígenas y servicios públicos del Estado (v.gr. DGA) ilustran lo anterior, ya que las aguas ancestrales comenzaron a ser inscritas por particulares y empresas privadas en forma masiva.
Con la transición a la democracia, también se puede hablar de un cambio sustancial en el trato articulado entre el Estado de Chile, la Sociedad civil y los pueblos indígenas. Ejemplo de ello es el Pacto de Nueva Imperial suscrito en 1989 entre los pueblos indígenas y los partidos políticos de la Concertación, en el cuál se reflejaron la mayoría de las aspiraciones indígenas que hacia el año 1990 comienzan a ser sistematizadas por una Comisión Especial de Pueblos Indígenas, CEPI, constituida por el Presidente Patricio Aylwin. Fruto de esta iniciativa se presenta ante el Congreso Nacional, un proyecto de ley que es aprobado en 1993 bajo el nombre de Ley Indígena N° 19.253, que crea la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena.

De esta forma, y observando estos antecedentes desde una perspectiva diacrónica, destaca la complejidad de todos los eventos históricos que se han desarrollado en Atacama, especialmente en los siglos XIX y XX y que han sido responsables de la particular configuración cultural que presenta este territorio en el día de hoy, la que no es posible comprender sino se toma en cuenta la dinámica macroregional desarrollada durante los últimos tiempos, que hunde sus raíces en pretéritas épocas precolombinas y postcolombinas y que dan cuenta de la atrayente trama étnica que se ha experimentado en los territorios conocidos como atacameños. Es por esto, que nuestra exposición, antes de poner énfasis en los sucesos acaecidos durante la prehistoria de la zona, intentará dar cuenta de aquellas políticas llevadas a cabo durante la Colonia y la República que se tradujeron en medidas etnocidas, que desarticularon la forma de vida tradicional y la cultura de estas comunidades andinas. De esta forma, se expondrán los antecedentes arqueológicos, etnohistóricos y etnográficos que se poseen de las poblaciones atacameñas y éstos serán complementados con aquella información que surja de las fuentes jurídicas de los siglos XIX y XX, principales antecedentes que explican la emergencia del movimiento étnico atacameño en la actualidad.


Finalmente, se expondrá la dinámica legal vigente que, a partir de la promulgación de la Ley 19.253 se ha desarrollado en nuestro país. Analizando la dictación de determinados textos legales, que han surgido como consecuencia del trabajo coordinado entre diversos servicios públicos del estado, se caracterizarán sus efectos entre las Comunidades Atacameñas de hoy, poniendo especial énfasis en las continuidades y cambios que han experimentado en el presente estas agrupaciones. Por último, se expondrá un panorama general en lo que ha recomendaciones y medidas de reparación histórica se refiere.

6.2 Período Arcaico (9.000-2.000 a.C.)
Las primeras evidencias de poblamiento humano en la región atacameña, que puedan correlacionar eventos ocupacionales con fauna pleistocénica se remiten a escasos contextos arqueológicos que hasta el día de hoy son materia de estudio (Núñez, Comunicación Personal). Sin embargo, esta aparente escasez de sitios paleoindios en la zona interior, llama la atención si se considera que las rutas de desplazamiento de las primeras bandas de cazadores recolectores encontraron un terreno propicio muy próximo a esta región: el acceso altiplánico puneño. Éste presentaba en esa época (11.000-10.000 años a.C.), una gran cantidad de recursos los que podrían haber posibilitado la mantención de poblaciones humanas y animales. De esta forma, el hallazgo circunstancial de artefactos líticos en paraderos superficiales de posible tradición paleoindia, como los encontrado en la Frontera Chileno-Boliviana (Sitio Potrero), nos indica de manera conjetural la coexistencia entre hombre y fauna extinta y constituye, hasta el momento, una de las pocas evidencias materiales de una ocupación finipleistocénica en la zona4.
Muy distinto es el panorama que se posee en relación a las adaptaciones postglaciares, ya que a partir de los 9.000 años a.C. (11.000 A.P.), comienzan a surgir en la zona una serie de sitios arqueológicos pertenecientes a grupos cazadores recolectores, que agrupados socialmente en torno a bandas, comienzan a explotar los recursos que el medio ambiente circundante dispone.
De esta forma, estas nuevas agrupaciones sociales, con una economía fuertemente dependiente de los recursos de la caza y recolección, articulan una marcada movilidad residencial, la que generará que su patrón de asentamiento en el territorio obedezca a ocupaciones transitorias y temporales. Lo anterior también constituirá el marco de inicio de los procesos de domesticación de camélidos y plantas que exitosamente culminaran hacia el III Milenio a. C. (Etapa Puripica, sensu Núñez, 1992:24).

Por otra parte, si bien este período cultural abarca más de 6.000 años de desarrollo evolutivo en la zona, existe una cantidad considerable de sitios adscritos a este período que aún no han podido ser controlados cronoestratigráficamente5. No obstante, excavaciones sistemáticas de algunos sitios arqueológicos (Núñez, 1980, 1983, 1992a, 1992b) han permitido elaborar una secuencia histórico-cultural que será descrita brevemente.


Los investigadores han podido establecer tres grandes etapas de desarrollo, que correlacionados con algunos eventos ambientales, han permitido agrupar las ocupaciones tempranas en torno a tres momentos evolutivos: Arcaico Temprano, Arcaico Medio y Arcaico Tardío.
Las evidencias cronoestratigráficas más tempranas de ocupación humana registradas en la Puna de Atacama durante el período Arcaico Temprano se presentan en los sitios de Tuina-1 (10.800 años a.P.), San Lorenzo –1(10.400 años a.P.) y Chulqui (9.600 años a.P.) que se localizan en distintos pisos ecológicos del sector. Tuina-1 corresponde a un alero rocoso localizado en las serranías ubicadas cerca de la Ciudad de Calama a 2.800 m.s.n.m. El grupo humano que lo utilizó se estableció en un espacio restringido de 20 mts² teniendo acceso a pisos ecológicos de ámbito piemontano (tolar) y cañones que presentaban cubiertas forrajeras, las que mantenían a las especies animales como: roedores y camélidos durante todo el ciclo anual (Núñez, 1983:56). La cueva de San Lorenzo-1, por su parte, está ubicada a 2.500 m.s.n.m. en uno de los cañones secos que descienden desde la alta puna hacia el oasis de Toconao y presenta similitudes en cuanto a recursos naturales se refiere con Tuina-1, lo que estaría indicando que existirían en esa época ecosistemas muy similares tanto en el borde oriental del salar de Atacama como en las serranías intermedias. El alero de Chulqui, ubicado a tres Km. de la aldea de Toconce (3.280 m.s.n.m.), en la ecozona de las quebradas de la subregión del río Salado, representa los momentos tardíos del período arcaico temprano, ya que presenta una fecha radiocarbónica de 9.600 a.P. Pero, aunque la fecha de Chulqui sea más tardía en relación con los demás sitios tempranos de la Puna de Atacama, se postula que, fundamentado en la proximidad de fechas, la cercanía geográfica con Tuina-1 y el parecido tipológico de los materiales líticos, el contexto precerámico fechado en Chulqui correspondería a una estribación ligeramente tardía del patrón Tuina (Sinclaire, 1985:75).
Estos sitios, en general, constituyeron asentamientos de carácter transitorio que albergaron ocupaciones breves y de baja densidad, con un patrón de asentamiento estacional de movilidad moderada (trashumancia inicial), que les permitía articular una economía depredadora basada en la caza y recolección de aves, roedores y camélidos salvajes fundamentalmente. En términos de las industrias líticas desarrolladas por estos grupos, se observan ciertas regularidades técnicas que probablemente los hace ser partícipes de la misma tradición que se observa en determinados artefactos culturales como: puntas triangulares de pequeña factura, raederas, yunques planiformes, raspadores de dorso alto y artefactos cortantes6.
Por otra parte, el período Arcaico Medio se ha identificado a partir de los hallazgos de sitios, tales como: Tambillo, ubicado en el borde oriental del Salar de Atacama (2500 m.s.n.m.), Alero Toconce, situado en la confluencia de los ríos Toconce y Salado (3300 m.s.n.m.) con fechas de 7.500 a 5.000 a. c. y más tarde en Confluencia e Isla Grande, en la juntura del río Salado con el Loa con fechas de 4.000 a 3.000 a.C. (Ayala, MS.)
Sin embargo, el Arcaico Medio en la zona de estudio se correlaciona con un evento paleoclimático de aridez que ha producido en el registro material la aparición de un “Silencio Arqueológico”, ya que, las ocupaciones registradas que se poseen para esta época son escasas, especialmente en la zona del Salar de Atacama, lo que contrasta con lo experimentado en la zona del Loa, ya que ésta, hacia el mismo período, cobijó más ocupaciones humanas que las detectadas en las inmediaciones orientales del Salar de Atacama (Tambillo-1.)
En este contexto, Tambillo-1 representa el primer campamento arqueológico que, en un lugar abierto hacia los 8.600 a.P., acogió a restringidas poblaciones cazadoras recolectoras ubicadas en las vegas que forman parte de la playa oriental del Salar de Atacama. Este enclave ecológico, rico en recursos de diversa índole, poseía vertientes de agua dulce y mantenía gracias a sus pastos forrajeros, considerables manadas de camélidos silvestres, los cuales interactuaban con la avifauna local, característica de las lagunas del sector, y que junto a numerosas colonias de Cholulos (Ctenomys sp.), constituían la principal dieta de estos grupos cazadores recolectores. Una de las características que más sobresale en este sitio es, que los recintos habitacionales descubiertos presentan un patrón circular que ha sido inferido a través de las excavaciones realizadas en el piso. También las evidencias de funebria registradas en el sitio, las primeras de la región, dan cuenta de la complejidad social desarrollada en tal sector y se suman a un conjunto ergológico compuesto por morteros cónicos, artefactos triangulares finamente presionados, perforadores, punzones de obsidiana, raspadores de uña y ganchos óseos para propulsores.
El Alero Toconce fechado hacia los 6.000 a.C. presenta por su parte, una escasa industria cultural, sin embargo, algunos elementos líticos denotan el desplazamiento estacional de estas poblaciones hacia otros pisos ecológicos, ubicados principalmente en la alta puna, los cuales eran utilizados preferentemente durante el período estival. Por otra parte, los cazadores recolectores que se asentaron en el sector de la desembocadura del río Salado en El Loa hacia los 3.500 a.C., en los sitios de Confluencia e Isla Grande, representan a poblaciones que al igual que las de Tambillo, utilizan campamentos al aire libre y mantienen una dieta fuertemente basada en las prácticas de recolección y molienda de frutos y semillas vegetales, tal como lo grafica la gran cantidad de morteros cónicos registrados en el área. Lo anterior no omite las frecuentes prácticas cazadoras que aún siguen plasmándose en el registro arqueológico a través de puntas de proyectil lanceoladas y conjuntos líticos asociados.
Por último, el período Arcaico Tardío en la zona está documentado en varios sitios arqueológicos, los que claramente reflejan una complejización social, material y tecnológica de sus portadores y la transición hacia un modo de vida más sedentario y productivo. Y aunque continúen siendo poblaciones trashumantes, su conocimiento traducido en control de determinados elementos de la naturaleza, gatillarán uno de los procesos locales de domesticación de camélidos mejor documentados en el área centro sur andina (Núñez y Santoro, 1988). De esta forma, para esta época, se registran ocupaciones en diversas quebradas de la zona como: Tulán y Puripica, las que estarían indicando un retorno a las condiciones climáticas reinantes previas al arcaico medio7 y que permitirían la dispersión de estos grupos humanos en distintos enclaves de la Puna y el Salar de Atacama.
Hacia el sur del Salar de Atacama se ubica la quebrada de Tulán, que en su interior cobija una enorme cantidad de sitios arqueológicos distribuidos en las tres ecozonas que la comprenden: Alta Puna, Quebrada Intermedia y Oasis y Salares. Tal característica geográfica, sumada al hallazgo de una intrincada red de yacimientos arqueológicos, ha permitido generar un modelo de asentamiento trashumántico que plantea una ocupación estacional de los pisos extremos (Alta Puna y Desembocadura de Quebradas) para la consecución de actividades de caza, recolección de obsidiana y frutos silvestres –chañar y algarrobo- (Núñez, 1980). Por otra parte, hacia el norte de San Pedro de Atacama se localiza Puripica-1, campamento base que, hacia el II milenio a.C.8, fue ocupado por un grupo de cazadores-recolectores que construyeron recintos aglomerados semicirculares y que se caracterizaban por poseer más artefactos vinculados a las labores de faenamiento de camélidos que de caza propiamente tal. Lo anterior, sumado a estudios osteométricos que indican una alta tasa de mortalidad precoz de camélidos, a raíz de epidemias propias de las primeras labores de crianza, indicarían que en Puripica-1 se estarían efectuando las primeras labores experimentales de domesticación de camélidos conocidas para el área (Núñez, 1992b). El arte rupestre asociado a este sitio refuerza el anterior postulado, ya que, en él se visualizan siluetas de antiguas llamas o camélidos domésticos que constituyen estilos que comienzan a predominar en sitios como Kalina y Chiu-Chiu, campamentos que además de presentar un común estilo artístico poseen conjuntos ergológicos similares que denotan a poblaciones que comparten un mismo patrón cultural y tecnológico.
En síntesis se .podría decir que el período arcaico tardío en la zona, ejemplifica el paso de las poblaciones cazadoras-recolectoras, fuertemente dependiente de los inestables recursos del entorno, hacia poblaciones que más que depredar el medio comienzan a experimentar una serie de procesos de producción de alimentos, posibilitadas por las innovadoras experiencias de domesticación de plantas y animales que, llevadas a cabo a finales de este período, gatillan la aparición de un nuevo orden social en el territorio atacameño: la Sociedad Agroalfarera.

6.3 Período Formativo (1.200 a.C.-400 d.C.)
Con la consolidación de las experiencias domesticadoras en torno a camélidos y plantas se inicia, en la secuencia local, un período cultural caracterizado por el fuerte desarrollo de una economía basada en la producción de alimentos y un abandono gradual de la movilidad residencial que había caracterizado los patrones de asentamientos durante el período arcaico. Por otra parte, gracias al registro arqueológico, se ha visualizado una fuerte interacción con otras culturas del área, especialmente con aquellas asentadas en el Noroeste Argentino y Sur de Bolivia. Y es así que comienzan a aparecer conjuntos cerámicos tempranos9 asociados a aldeas formativas que van desde los 1.200 a.C. y que evolucionan hasta la llegada de Tiwanaku a la zona.
En este contexto, las primeras evidencias de ocupación formativa en la zona se han identificado principalmente en los sitios de Tilocalar, una aldea ubicada al sur del Salar de Atacama y en una aldea localizada en el sector del Loa Medio denominada Chiu-Chiu 200, con fechas cercanas al 900 a.C. (Benavente, 1981). En general, estos asentamientos dan cuenta de relaciones culturales macro regionales, ya que, la cerámica existente en estos yacimientos es muy similar a la cerámica corrugada del Complejo San Francisco del Noroeste Argentino. A su vez, grafican el desarrollo de una sociedad portadora de una economía agroganadera que, a medida que transcurre el tiempo, da origen al Complejo Cultural San Pedro (Orellana, 1964).
Ha sido merito de Tarragó (1989) la confección de una secuencia histórico cultural para la zona de oasis de San Pedro de Atacama, la que posteriormente fue validada por fechados obtenidos por el método de termoluminiscencia (Berenguer et. al. 1986). En este marco histórico cultural la etapa inicial del Período Formativo se encuentra escasamente representada y ha sido denominada Fase I. A continuación de ésta viene la Fase denominada Toconao o Etapa Toconao que se ubica entre el 500 a.C. al 100 d.C. (Núñez, 1992a) y abarca alfarería del tipo Larache-Toconao que corresponde a cantaros antropomorfos rojizos o negros que aparecen junto a vasijas del tipo Rojo Pulido, Rojo Bruñido y Urnas funerarias antropomorfas. También se postula que hacia los comienzos de esta etapa inicia la construcción de la aldea de Tulor. La última fase que comprende este período ha sido denominada Etapa Séquitor y comprende todas las manifestaciones materiales registradas entre los años 100 d.C. y 400 d.C. que en contextos funerarios, se remiten a varios tipos del Negro Pulido, dando inicio a una tradición de alfarería monocroma pulida que se consolidará durante el Período Medio a través de su mejor manufacturación y mayor belleza estética (Ayala, Ms).
Como hemos dicho anteriormente, a estos sitios arqueológicos, principalmente funerarios, se suma la aldea de Tulor con sus características estructuras habitacionales de forma circular construidas con adobe, que da cuenta de uno de los mayor logros de esta etapa de desarrollo: la vida aldeana. Otros asentamientos de carácter habitacional son Séquitor Tchasquir y Séquitor Alambrado que presentan una importante cantidad de cerámica asignable a este período, aunque a diferencia de Tulor, no se aprecian rasgos arquitectónicos que evidencien la construcción de recintos de piedra o adobe.
En el Loa Medio, sin duda uno de los sitios formativos más importante es el cementerio de Topater, que destaca por la variedad de tipos tumbas y contextos mortuorios, así como también, por la diversidad alfarera, entre la cual se identifican vasijas antropo y zoomorfas además de cerámica pulida y alisada de diferentes formas; a esto se suma el registro textil entre el que se identifican camisas, mantas, bolsas, huinchas, faldellines, gorros, etc. De acuerdo a recientes estudios realizados a partir del registro alfarero de este sitio, se pueden establecer ciertos nexos con sitios formativos de San Pedro de Atacama y desarrollos más loínos, aunque sin duda, el cementerio de Topater presenta un contexto particular que los distancia del resto de los sitios formativos de la cuenca del Loa y el Salar.
Siguiendo la gradiente altitudinal, en el valle de Quillagua ubicado en el sector Inferior del Loa, se han identificado la presencia de dos tradiciones culturales: una más propia de Tarapacá y otra más loína, destacando la escasa presencia de elementos materiales que establezcan relaciones con el oasis de San Pedro de Atacama, de ahí que se presuma que estos contextos correspondan a un desarrollo más localista que de influencias atacameñas del Salar.
Para finalizar, en la desembocadura del río Loa también se han identificado algunos cementerios ocupados durante el Período formativo, los que destacan por sus contextos funerarios y el tipo de tumbas utilizadas, estos son: Caleta Huelén-43, Caleta Huelén-20, Caleta Huelén-10 y Caleta Huelén 7 (Núñez 1971.)

6.4 Período Medio (400 d.C.-950 d.C.)
El Período Medio en la región atacameña coincide con la aparición de las influencias y rasgos de la Cultura Tiwanaku los cuales se presentan especialmente en la zona de los oasis de San Pedro de Atacama, ya que a diferencia de ésta la ecozona río loa superior-río salado, hasta el momento no ha aportado evidencias que permitan postular la presencia recurrente de esta cultura. Sin embargo, las evidencias de este desplazamiento e interacción con las poblaciones locales, en especial, con la “Cultura San Pedro de Atacama” esta bien documentada desde el punto de vista de los registros arqueológicos, aunque no bien clara en cuanto a los procesos socio-políticos subyacentes que estuvieron presentes.
Se han definido a lo menos tres momentos de este período en San Pedro de Atacama, a saber, las fases Quitor, Coyo y Yaye, debido a que los yacimientos arqueológicos que dan origen a estas fases se han encontrado en los actuales Ayllus del mismo nombre. Es importante aclarar que ante la imposibilidad de saber efectivamente el nombre de los lugares que antiguamente eran ocupados por los antiguos habitantes del lugar, en arqueología se utiliza la denominación del lugar en que son encontrados los restos culturales.
Lo que si está claro es que a la llegada de Tiwanaku, San Pedro de Atacama era un activo lugar de intercambio de productos con otras zonas de la llamada “área Centro Sur Andina”, como lo demuestran las numerosas tumbas excavadas en que se han encontrado productos del mar, de las selvas y de las montañas, hallándose también productos y artefactos típicos de San Pedro como la cerámica negra pulida en lugares tan distantes como el noroeste argentino, el altiplano boliviano y la primera región de Tarapacá.
Se ha pensado que las relaciones que se dieron entre los habitantes del lago y los de San Pedro fueron directas e igualitarias (relaciones de “Jefe a Jefe”), muestra de ello es la presencia de las tumbas exhumadas en el Ayllu de Larache, en que predominan los artículos de oro, finos camisones, cerámicas, canastos y vasos retratos, que se supone representaban a los jefes y que son denominados Keros.
Durante la fase Quitor predominan diversos tipos de la alfarería Negra Pulida, que junto al cuidadoso trabajo de maderas representado principalmente en Tabletas, otorgarán una identidad particular a este desarrollo cultural. La fase siguiente Coyo (500 d.c.-950 d.c.), si bien se caracteriza por contextos con alfarería San Pedro Negro Pulido en declinación, la cerámica pierde su calidad, apareciendo ahora un tipo denominado “casi pulido”, lo que ha sido interpretado como el decrecimiento en las relaciones entre el Imperio de lago y San Pedro de Atacama. También están presentes tipos rojos grabado, gris pulido grueso y Tiwanaku V o decadente (Ayala, Ms.)

6.5 Período de los Desarrollos Regionales (950 d.c.-1450 d.c.)
Este momento de la Historia de Atacama se conoce también como “Desarrollos Regionales” o de los “Pukaras” por ser este tipo de fortalezas los elementos arqueológicos que más se encuentran representados en el período, el que se extiende aproximadamente entre el 1000 al 1450 d. C. Coincidiendo con la llegada del “Imperio de los hijos del Sol”.
Se han definido dos fases Yaye y Solor, por sus Ayllus homónimos, en los que se han encontrado los principales yacimientos arqueológicos que definen el período. En la primera, los restos materiales son más escasos que en las anteriores fases del período medio, alcanzando, no obstante gran importancia los asentamientos monumentales como es el caso del Pucará de Quitor, de Lasana, Peine y Zapar y de la aldea de Turi en la precordillera loina Otro elemento a destacar es la profusión de terrazas de cultivo y canales de regadío, lo que denota la gran cantidad de alimentos y labores agrícolas que se alcanzó en este período. Este dato no es menor, si pensamos que la Cultura San Pedro ha alcanzado un altísimo nivel cultural y en lo socio-político perfectamente podríamos estar frente a un Estado, precisamente la ausencia de restos cerámicos en las tumbas, nos estaría indicando que esta se usa profusamente en todo el territorio “Sanpedrino” y este abarcaba desde la costa, la zona de Calama, la zona de los lindes con la actual primera región, no olvidemos que en la crónica que relata la pelea que tuvieron el adelantado Almagro con los Atacameños en Quitor, éstos últimos los persiguieron durante algunos días hasta que los indios tarapaqueños, lo hicieron más allá de Arica, no sería este un indicio del enorme espacio que se era ocupado por la Cultura San Pedro, sin olvidar, por supuesto su presencia en el noroeste argentino, lugar que aún en el presente cuenta con fuertes vínculos con los atacameños . Avalan estas palabras la gran cantidad de asentamientos dispersos por toda la actual Provincia El Loa con sus respectivas terrazas y obras de regadío.
Por otra parte, la fase Solor evidencia una sociedad que ocupó el ayllu homónimo y en donde fue encontrado un gran yacimiento arqueológico, con características de aldea de barro, con enromes vasijas en su interior, quizás como resultado del uso intensivo del agua que se necesito para la población habitante.


6.6 Período Inka (1450 d.c.- 1536 d.c.)
Se acepta en la actualidad que fue el decimoprimer Inka, Túpac Yupanqui, quien conquistó el territorio chileno donde se encontraban los pueblos atacameños, y sobre ellos implantó una nueva forma de organización social, una religión astral y un idioma distinto al hablado por los atacameños que era el quechua.
Tal hecho debió haberse experimentado hacia 1450 y destaca por el breve período de tiempo en que tal manifestación cultural permaneció en Atacama (más o menos 60 años) hasta la llegada de los primeros conquistadores europeos en 1536. Se suma a lo anterior una hipótesis que plantea que el Inca en esta zona no ejerce un dominio militar y cultural directo llegando sus influencias desde centros administrativos ubicados en el altiplano que permitían controlar los valles y recursos del noroeste argentino. En este contexto, cabe destacar que la ocupación incaica fue evidentemente más política que cultural ya que se fundamento en alianzas con las autoridades atacameñas que éstas venían desarrollando con sus similares del área centro sur andina tiempo atrás.
Al igual que la Cultura Tiwanaku, el imperio Inka logró comprender el verdadero valor de estas comarcas, otorgados principalmente por sus recursos minerales y que mediante la mita o trabajo obligatorio fue explotado junto a productos agrícolas y maderas especialmente. De esta forma, la explotación de minerales de cobre, de oro y artesanías hechas en madera constituían los productos que eran demandados tanto en los centros altiplánicos como en el Cuzco, capital del Imperio.
Al interior de la provincia El Loa varios son los sitios arqueológicos que pertenecen o fueron testigos de la presencia Inka. Los más importantes se articulan en torno a la red vial inkaika que conectaba estos territorios con localidades vecinas del altiplano y noroeste argentino. En San Pedro de Atacama uno de los sitios más importantes que formaban parte de esta red es el Tambo Inka de Catarpe ubicado a 5 km. al norte del actual pueblo histórico de San Pedro. Este tambo era el paso obligado de la riqueza tributada traída en las caravanas desde el centro de Chile la cual era conducida al altiplano y a la capital imperial. También se aprecian en la zona una serie de santuarios de altura enclavados en los principales cerros del sector y que también participaban de esta red vial. En este sentido, los santuarios más emblemáticos se ubicaron en la cima del Volcán Likancabur, Chiliques y Pili.
En la zona del río Loa Superior-río Salado se articulan una serie de sitios de adscripción inka que denotan el control administrativo del territorio atacameño. Uno de ellos fue el centro administrativo que se erigió en el Pucará de Turi, lugar en que el dominio inka se expresa gráficamente en torno a una construcción diagnóstica para la época que se denomina Kallanka. A este se suma las ruinas inkas de Cerro Verde, cercanas a la localidad de Caspana y hacia el sur los tambos que se construyeron a los pies del Volcán Likancabur y el tambo ubicado en el oasis de Peine que conectaba con los valles de Copiapó y Santiago respectivamente.
En términos rituales es en esta época en donde las prácticas alucinógenas ciertamente desaparecen dando lugar a una práctica que hasta el día de hoy esta extendida por los andes: el consumo de las hojas de Coca que son empleadas tanto para fines rituales como medicinales y laborales.

6.7 Conquista
El descubrimiento o mejor dicho reconocimiento de los territorios atacameños, según se presume por los datos históricos proporcionados por las fuentes de aquella época, debió haberse experimentado durante la tercera década del siglo XVI (1535-1536) ya que durante esa época se escriben los primeros informes que dan cuenta de la nueva realidad cultural que se estaba presentando ante los ojos de los conquistadores, para quienes el territorio atacameño se mostraba como una frontera inhóspita ocupada por los indios “Atacamas”(Núñez, 1992:81). En este contexto el primer habitante europeo que visitó la zona de Atacama hacia la tercera década de 1500 fue un ladrón castigado en Perú por Almagro llamado el desorejado Pedro Calvo Barrientos. En este contexto la campaña de la conquista se había iniciado y es así como Almagro en 1535 sale del Perú con el propósito de reconocer los territorios más meridionales del área centro sur andina optando por el camino de las tierras altas, sin pasar por Atacama hacia esa época. Sin embargo, en septiembre de 1536 regresa por Copiapó buscando la ruta de Atacama y manda a sus delanteros con el objetivo de pacificar estos territorios.
Los pueblos atacameños y sus moradores se hallaban realmente alzados contra los hombres blancos que venían, lo mismo sucedía con los Chichas, otro grupo étnico que poblaba el norte de Argentina y que intentaba ser pacificado. Incluso se postula que algunos atacameños abandonaron sus asentamientos subiendo hacia la cordillera para evitar cualquier clase de enfrentamiento y colaboración (op. Cit, 85), mientras otros se quedaron y enfrentaron cara a cara a los españoles.
Según los datos los primeros conflictos bélicos que se generaron dieron por ganadores a los atacameños situación que le proporcionó los apelativos de belicosos y guerreros a los grupos humanos del sector. Sin embargo y a pesar de la retirada temporal de los hombres de la espada y la cruz, nuevamente se organiza una nueva expedición que hacia 1540 y después de haber recorrido el territorio de los Chichas, arriba a Atacama desde la alta puna bajo la conducción del Capitán Francisco de Aguirre, quién con su caballería intenta conquistar definitivamente la zona apaciguando macabramente el alzamiento que se estaba desarrollando en el Pucará de Quitor. De esta forma tenemos que Pedro de Valdivia, comúnmente denominado el Conquistador de Chile, no conquisto la zona de Atacama ya que había enviado a su Capitán de hueste Francisco de Aguirre para realizar tal labor, aunque las pocas referencias que se poseen de Valdivia provengan de su escribano Gerónimo de Bibar quien realiza una exhaustiva pintoresca descripción de estos territorios y de sus gentes, narrando de forma especial la Batalla acaecida en el Pucará de Quitor.
Después de los acontecimientos bélicos desarrollados en Quitor, los Conquistadores debieron fundar el primer asentamiento hispano en la zona y aún no hay consenso para fijar este hecho que debió haberse registrado ya sea en el Ayllu de Conde Duque (actual pueblo histórico) o en Beter (op. Cit. 95). No obstante, la vida no pudo haber sido muy tranquila en estos poblados, ya que la resistencia atacameña continuaba e incluso se coordinaba con otros grupos indígenas del norte chico y centro de Chile como eran los diaguitas y los que poblaban en el Valle Central las riberas del Mapocho. De esta forma, este clima de rebeldía y resistencia indígena se extendió por más de dos décadas durante el siglo XVI y sólo fue controlado, “parcialmente”, con la Pacificación realizada por Velásquez Altamirano en 1556.
Durante esta década, la Real Audiencia de Lima ordenó la pacificación de estos territorios al Licenciado Altamirano pero éste transfirió tal responsabilidad a su hermano, Juan Velásquez, quien de destacada trayectoria militar comenzó a realizar el proceso de pacificación y evangelización de los territorios atacameños, recurriendo a una serie de promesas y proposiciones (amnistías, cartas de paz y respeto a los derechos atacameños) (op. cit.97) que fueron apoyadas por las autoridades de la corona española y que finalmente se tradujeron, hacia el año de 1556 en un tratado de paz celebrado en Suipacha, territorio Chicha, en donde se acordaron una serie de acuerdos que eran favorables tanto para los españoles como los Atacameños. Lo anterior, si bien se coronó con una solemne misa celebrada en 1557, oficiada en lengua kunza por el Padre Cristóbal Díaz de los Santos, tenía como objetivo central conseguir la estabilidad de las rutas de tráfico entre Chuquisaca y el puerto de Cobija, permitiendo la libre circulación de mercancías y materias primas.
Después de conseguida esta temporal “pacificación” de los pueblos atacameños se inicia la instauración del régimen sociopolítico y económico característico de la Colonia, que comenzaría a fines del siglo XVI a regir en los territorios atacameños.


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