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1. estudios arabes-islámicos contemporáneos -“Posición Hegemónica Norteamericana y la Imposición de la Democracia en Irak en beneficio particular para el país del norte”


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Cervantes en los baños
En tiempos en que los corsarios cruzaban todos los mares y que los puertos mediterráneos acogían en sus prisiones o ba­ños a los desdichados navegantes que habían perdido la libertad, uno de los lugares de mi sombría fama era el de los Baños de Argel. Esta fama era llevada en páginas de crueles descripciones, a través de los relatos de los padres redentoristas de la Orden de la Merced o de la Orden de los Trinitarios; la ciudad de Argel aparece aquí como negada a todo otro aspecto de la vida que no sea la crueldad de unos y el sufrimiento de los otros.
¿Que hay, pues, de estos baños y cómo situar a Cervantes en ellos?, ¿Cómo eran?, ¿cuantos eran? No es fácil ubicarlos de una manera fija, porque su existencia es variable en los tres siglos que va desde Jeredín hasta la toma de Argel por los franceses.
Según Haedo96, cuyos datos corresponden a los tiempos en que Cervantes estaba en Argel, había en la ciudad dos grandes ba­ños o depósitos de cautivos. Nos dice, también, que estos sumaban 25 mil personas. Difícil hacinar a tanta gente en dos depósitos, por muy grandes que sean. Pero nos dice también Haedo que a los cautivos los encierran "en las casas y en los baños, y en aposen­tos oscuros, húmedos, hediendos, y aún a muchos debajo de tierra, en cuevas angostas y oscuras mazmorras". Según esto, además de los baños o depósitos de cautivos, se encerraba a los esclavos en casas particulares y en mazmorras subterráneas.
Creo entender que el origen de estas bóvedas subterráneas remonta a la época de Jeredín. Según cuenta un manuscrito árabe titulado el zohrat-el-nayerat ("la flor brillante" o relato de los acontecimientos acaecidos en Argel, en la época de las diver­sas invasiones de los ejércitos infieles), y traducido en 1840 por Alphonse Rousseau, sería la necesidad de crear un amplio lugar para muchos prisioneros lo que impulsó a Jeredín la cons­trucción de estas bóvedas.
Cuenta así el manuscrito anónimo: el 17 de agosto de 1518 la flota española llegó a la bahía de Argel con 30 navíos, ocho galeras y algunos bergantines de transporte. Tenía a bordo, ade­más de 4000 soldados veteranos, algunos refuerzos que había reco­gido en Bugie y Orán. El Capitán se llamaba Moncade. Desde los barcos la artillería tiraba contra las baterías de tierra; al otro día los españoles desembarcaron las tropas y el material. Jeredín salió entonces de la ciudad con 5000 hombres y se entabló un combate que duró dos días y dos noches. Cuando los españoles, con grandes pérdidas quisieron embarcar, una tempestad terrible golpeó los barcos contra la costa. Vencedor, Jeredín entró a la ciudad con 3000 esclavos más, entre ellos el general y más de 36 jefes. [...] Como consecuencia de esta expedición, la aglomeración de prisioneros llegó a ser tan considerable que causó serias inquietudes a los agentes encargados de su guardia. Entonces creyeron pru­dente de dirigirse a Jeredín y hacerle ver el peligro de tener reu­nidos en un mismo lugar un número tan grande de cristianos caídos en su poder: "El fuerte del enemigo -le escribieron- casi toca a nuestra ciudad, (esto pasaba antes de que Jeredín se apoderara del fuerte español situado al frente de la ciudad en el año 1561) ¿No debemos temer que huyan hacia ese lugar?". Jeredín apreció lo acertado de este aviso e hizo construir bajo tierra tres grandes prisiones a los cuales se transfirió los prisioneros..."
Son estas las bóvedas que están bajo la Plaza de los Mártires, otrora llamada Plaza del Gobierno. Este espacio fue creado en el sitio donde se encontraba el más animado de los barrios de la par­te baja de El-Djezaír (el outa), allí donde la variedad de co­mercios daba vida constante al lugar y donde estaba además la bella mezquita Es-sida, construida en 1662.
Ya sabemos que Cervantes da pocas notas descriptivas a la de­coración de sus piezas de teatro "argelinas" y que en geografía se refiere a Orán, Sargel (Cherchell) y Mostaganem. Su relato en prosa de El Cautivo es más informativo, pues describe el baño donde vivía al Capitán Biedma: un patio y una ventana de la casa vecina que da a este patio. Esta descripción corresponde más bien a un baño particular, lo que nos permite afirmar que el autor tuvo una experiencia personal de este tipo de prisión. En efecto el primer tiempo de su cautiverio Cervantes lo pasó en la casa de Dalí Mamí, su amo. Posteriormente pasará a los baños del Rey.
A propósito de la palabra "baño", que Cervantes atribuye a uso de los turcos:" prisión o casa que los turcos llaman "baño", pensamos que es más acertado, como lo dice Albert Devpulx, que fueron los antiguos autores españoles los que dieron este nombre a las prisiones, reemplazando la palabra árabe de ’zenzana’.
En los tiempos en que Cervantes vivió en Argel, la ciudad go­zaba de prosperidad, por lo que había numerosos baños. Eugene Plantet, autor francés que se refiere a Argel antes de la conquista francesa, da la cifra de seis baños. Y Rozet, Capitán del Cuerpo Real del Estado Mayor, cuenta que cuando los franceses tomaron la ciudad no había aquí más que uno solo, situado en la calle Bab Azoun, donde había 122 prisioneros. La sala era una vieja construcción que caía en ruinas, como último vestigio de un lugar que había conocido diferentes caras de la miseria humana.
Nos encontramos, pues, con un cautivo Cervantes, que ha adel­gazado, y a quien su amo ya le encarga trabajos que le permitan salir a la ciudad. En el abigarrado mundo argelino la vestimenta denota quien es la persona: eran fácilmente reconocibles los jení­zaros o los arráeces, lo mismo que un moro, un alárabe o una mujer argelina con su cautiva. Cervantes llamaba moros a la verdadera sociedad de Argel, que vivía de una manera acomodada, preferente­mente en la parte alta de la ciudad (el djebel), pero sin poder político, militar ni administrativo. El autor español designa ára­bes (o alárabes) a los descendientes de los llegados de Arabia, Irak o Irán, y que en sus obras los muestra como habitantes de fuera de la ciudad. La ropa de los jóvenes moros era lujosa, lo que no dejaba de ser un atractivo para los mozos cristianos que se pasaban al Islam. En "La Vie a Alger"(Los Tratos de Argel) un joven dice:

"¿ay más gusto que ser moro?

mira este galán vestido,

que mi amo me le a dado,

y otro tengo de brocado,

más bizarro y más polido".(Acto III)


Las mujeres, nos muestra Cervantes en "Los Baños de Argel", van tan cubiertas por la calle, que son irreconocibles incluso de sus maridos. Se hacen acompañar por sus esclavas cristianas, que solían ir descubiertas aunque a veces se vestían de moras.
Por las calles se afanan los cautivos con sus "casacas de paño azul, cortas de faldas, con medias mangas y sin cuello; los calzones eran asimismo de lienzo azul, con bonete de la misma co­lor" (Relato del Cautivo, Don Quijote, Primera parte). Estos son los cautivos que sirven en la ciudad en las obras públicas, los que construyeron el muelle o repararon las murallas. Los cauti­vos de rescate o gente principal, ya lo sabemos, quedan en las ca­sas o baños, con pocas salidas al exterior. Fue entre ellos que Cervantes se hizo de amigos, porque la conversación a su lado, co­rría fluida sobre literatura, sobre Italia o España, sobre lo que sucedía en el mundo y, sobre todo, lo que sucedía en Argel.
Si se acercaba al barrio de la marina, Cervantes encontraría más de una vez a los comerciantes de Valencia, Barcelona o Mallor­ca que venían a Argel por sus negocios y que fueron en varias oca­siones (lo veremos en su vida y en su obra) portadores de corres­pondencia o cómplices en proyectos de evasión.
Pero no sólo en las calles se encontraban los cautivos. Den­tro de los baños comunes, a los esclavos cristianos se les permi­tía mantener un local o taberna donde vendían de beber y de comer a sus compañeros, e incluso, según la tolerancia de la autoridad, a los propios jenízaros. Cervantes no habla de esto, pero sí Emmanuel de Aranda97, quien estuvo en Argel de 1640 a 1642. El nos cuenta que dos jóvenes, con el dinero que les daba un renegado "Compraban algunas botellas de licor que vendían al detalle y en el tiempo de tres meses les fue tan bien que se hicieron dueños de la mitad de una taberna en los baños de manera que eran esclavos que vivían holgadamente" (Relation XXVII).
¿Qué moneda corría, entonces, en Argel? En "Los baños"... son mencionados el áspero (l'aspre) y los ducados en una escena en que dos hombres cobraban la entrada al interior del Baño, porgue allí se representaba una comedia:

Salen el guardián Bají y otro moro guardián:


Guardián: "Por diez escudos no daré mi parte.

Sentaos, y no dejéis entrar alguno»

Si no pagan dos ásperos muy buenos.

Moro: La Pascua de Natal, como ellos llaman,

veinticinco ducados se llegaron"
El áspero y los bourbes eran monedas fabricadas en Argel. El bourbe era la moneda más baja, hecha de cobre y el áspero( o aspre) era de plata y equivalía a cinco deniers de Francia; once o doce ásperos hacían un real de España.(5) Otras monedas corrientes en Argel eran el sequin de oro y el sequin turco, pero en general, todas las monedas europeas tenían curso en el comercio argelino, de allí que el moro de la comedia hable de los ducados y de que Cervantes fuera rescatado con escudos españoles; y aún más: Zoraida enviaba desde su ventanita al Capitán Biedma "toda suerte de mone­das de plata y oro" y gran cantidad de escudos.
Cervantes, decíamos, no habla de las tabernas, pero es más que probable que allí se abasteció varias veces, no sólo para comple­tar la flaca alimentación que recibía en los Baños, sino también para organizar su primera y segunda tentativa de evasión. Miguel de Cervantes, como todos los cautivos, pasó hambre:"...aunque la hambre y desnudez pudiera

fatigarnos a veces..." dice en el Relato del Cautivo y no debe extrañarnos que en tiempos de Hassán Pachá faltara la comida a los esclavos ya que sobre la ciudad de Argel cayeron, por entonces, el hambre y la peste, según afirman CH André Julien y el cronista del manuscrito árabe traducido por Rousseau.


"Aunque la hambre y la desnudez...", dice Cervantes.¿Por qué se sentía desnudo?,¿qué desnudez era aquella que había eliminado de su persona todo ropaje social?. Vestir la ropa del esclavo, ca­minar por calles cuyos olores o cuyos sonidos no le eran familia­res; oír lenguas que no eran la suya, ésta era la desnudez que le había hecho perder su identidad de hidalgo, de estudiante, de sol­dado español. Sentirse desnudo, en tales casos, es sentirse en un mundo ajeno, que además le era hostil. Es estar en el exilio contra su voluntad. En ese caso quedan como ayuda moral: la esperanza de recuperar la libertad; las amistades y la religión.

A los esclavos cristianos les era permitido practicar su reli­gión y para tal efecto muchos baños tenían iglesia u oratorio; allí se celebraban misas, se administraban los98 sacramentos y hasta po­dían realizarse procesiones, todas dirigidas por cierto, por sacer­dotes cautivos, que los había en gran cantidad y quienes no siem­pre tenían segura su vida. En la Jornada tercera de "Los Baños de Argel" un personaje dice, a propósito de la misa que se está cele­brando:

Ossorio: "Misterio es éste no visto

veinte religiosos son

los que hoy la Resurrección

han celebrado de Cristo

con música concertada,

la que llaman contrapunto.

Argel es, según barrunto,

Arca de Noé abreviada;

aquí están de todas suertes

oficios y habilidades,

disfrazadas calidades".
Pero no todo es alabanza o asombro por esta benevolencia de los turcos. Nada sucede con seguridad en Argel:

Ossorio: "Más de una vez con aprieto

se ha celebrado /la misa / y con prisa:

que una vez, desde el altar,

al sacerdote sacaron

revestido y le llevaron

por las calles del lugar

arrastrando; y la crueldad

fue tal, que con él se usó

que en el camino acabó



la vida y la libertad".
El universo argelino, lingüística y culturalmente diverso, va a producir una realidad cosmopolita en la que los cautivos convivían con militares turcos; con patrones renegados de origen lingüístico diferente o con patrones moriscos; además, con cristianos de diferentes países europeos y conocían el ambiente ciudadano de la población autóctona formado, también, por comunidades de expre­sión lingüística diferente, entre ellos el beréber y el árabe dia­lectal hablado por los baldis (o antiguos ciudadanos), los habitan­tes de los alrededores y los moriscos.
En esta realidad dominarán tres medios de comunicación oral: el primero es la lengua árabe, lengua del país. El segundo es el turco, lengua de las autoridades militares y el tercer medio resul­tará de una lengua "franca", compuesta de todos los sistemas lingüísticos que existían en Argel: el francés, el español, el italiano, el griego, el portugués; a esta mezcla se agregan palabras de ára­be y turco. Es con este "sabir" que los cautivos se comunicaban entre ellos y con los diferentes musulmanes con quienes debían tra­tar. Era esta lengua franca una verdadera tabla de salvación para poder comunicarse con los demás. Emmanuel de Aranda cuenta que en su Baño, donde había 550 esclavos, se hablaban veintidós lenguas. Y más que una jerigonza, este sistema se introdujo en las casas y llegó hasta distritos del interior del país, por lo que podemos afirmar que aún pueden sobrevivir en el árabe dialectal argelino palabras o frases de esta lengua, como porfiados residuos del pa­sado.
Cervantes habló la lengua franca -"Con la cual todos nos enten­demos", dirá en el Relato del Cautivo- y conoció el árabe coloquial, pero se trata de una lengua escuchada y, por lo tanto, no siem­pre transcrita en sus obras correctamente. Nos imaginamos que en su afán de tomar contacto con la gente, en un principio anotaría las frases y palabras que después memorizó, quedando así en su me­moria tal como las había escuchado. Pero es bien sabido, también, que en situaciones de hacernos entender por un hablante de lengua extranjera, es importante el lenguaje de la gestualidad y aún, tam­bién los elementos prosódicos. Esto aparecerá en las obras de Cer­vantes de tema argelino. Su afán de autenticidad hará de la len­gua hablada uno de los elementos de caracterización del mundo ar­gelino.
En el Relato del Cautivo hay una escena en el jardín de Agi Morato, al cual ha ido el Capitán Biedma para conocer a Zoraida, so pretexto de coger fruta para su amo. Es una escena, pues, ante­rior a la fuga, donde nos encontramos con el padre, un moro rico, afable, de buen humor. Conversa con el cautivo cristiano en lengua franca. A la conversación entre los dos hombres se agrega Zoraida, quien también se dirigirá al cautivo en esta lengua, pero por su calidad de mujer y, por lo tanto, sin contacto con la chusma de las galeras o los esclavos de los baños, la práctica de este sis­tema le es reducido. Es entonces el padre de Zoraida que servi­rá de intérprete entre su hija y el cautivo. Ella "más declaraba su intención por señas que por palabras".
Encontramos, pues, en esta escena, traducción, bilingüis­mo y gestualidad. En esos momentos, unos turcos entran al jardín y el padre se aleja para hablar con ellos. Los dos protagonistas se encuentran por primera vez solos; entonces Zoraida dice en árabe al cautivo:"amexi, cristiano, amexi"? y el cautivo le responde medio en árabe y medio con gestos:”el primer juma", "le dije esto de manera que ella me entendió muy bien".
El genio de Cervantes hizo posible, más de veinte años des­pués, reproducir el ambiente argelino, rico en vida y realidad, basado en personajes que buscan comunicarse por los diferentes me­dios que tienen a su alcance. Es el universo que él conoció en sus años de cautiverio en Argel y que dejó reflejado en sus obras.
Pero volvamos al joven Cervantes, ese que no es aún el gran escritor sino un soldado que ha escrito poemas y que antes de caer cautivo volvía a España a iniciar una nueva etapa de su vida, con todas las ilusiones de sus 28 años.
Con la libertad que Dali Mami le deja para moverse por la ciudad reencuentra a su hermano Rodrigo -motivo de gran alegría- y toma contacto con muchos compatriotas, de los cuales no todos eran esclavos, pues españoles había en la milicia» entre los corsarios y entre los comerciantes que venían al puerto de Argel por sus negocios.
Muy pronto Cervantes concibe su primer proyecto de evasión; conversa con compañeros de infortunio, muchos de ellos militares que habían caído preso en las últimas empresas marítimas ocurridas en África del Norte, como La Goleta. Podemos imaginar que en estos primeros meses en Argel, Cervantes buscaba de preferencia la amistad de hombres que habían conocido experiencias semejantes a las suyas. Con este grupo de alférez y sargentos, más algunos caballeros, van a proyectar una huida por tierra hacia Orán, plaza española en aquel entonces. Los cautivos confían a Cervantes la organización de la empresa y éste se va a la búsqueda de un guía que les permita atravesar las llanuras, cerros y bosques que en­contrarían en su camino. ¿Quién fue ese guía? Posiblemente un ára­be, un habitante del exterior de la ciudad que entraba a Argel a buscarse la vida, y que aceptó, sin reflexionar, la cantidad de di­nero que le ofrecían por tal trabajo.
Pero no es fácil ir de Argel a Orán a pie, caminando de noche, con pocas provisiones y el temor de ser descubiertos. El árabe pronto comprende la dificultad del asunto y en un momento en que los españoles dormían desaparece, abandonándolos.
Lo que entonces sintieron Cervantes y sus amigos nos lo hizo conocer en una escena de la pieza de teatro "La Vie a Alger"(Los tratos de Argel): un cautivo ha decidido huir a Orán; el camino se le hace largo y el bramido de las fieras lo asustan; se siente per­dido, próximo a morir:"El pan se ha mojado,/ y roto entre jarales el vestido;/ los zapatos, rasgados;/ el brío consumido;/ de modo que no puedo/ un pie del otro pie pasar un dedo./ Ya la hambre me aque­ja,/ y la sed insufrible me atormenta;/ ya la fuerza me deja;/ Ya es­pero de esta afrenta/ salir con entregarme/ a quien de nuevo quiera cautivarme./ He ya perdido el tino;/ no sé cuál es de Orán la cier­ta vía".

La desesperación, la soledad del lugar, el miedo de los fugi­tivos es tal que deciden por fin hacer marcha atrás y volver a Ar­gel. Cervantes regresó donde Dali Mamí y reencontró sus cadenas y su mazmorra. Era la primavera de 1576.


Entretanto, la familia de los Cervantes logra juntar una can­tidad de dinero, que más algunas ayudas alcanzarán sólo para res­catar a Rodrigo; éste parte a España en agosto de 1577, ocasión que el futuro autor de don Quijote aprovecha para enviar una carta) en versos, a un antiguo compañero de juventud, que era ahora Secretario de Esta­do de Felipe 11. En ella le menciona sus servicios militares y su amargura actual:"Y en las manos sacrílegas malditas /dos años ha que mi dolor se alarga". Este llamado desesperado no tuvo respues­ta. El Secretario de Estado tenia otras ocupaciones que las de ayudar a antiguos amigos. Cervantes agregaba, además, que a cambio de su rescate él ofrecía informaciones sobre las defensas de Argel y el estado de bus milicias. Si le llegaba ayuda él podía quizás, volver con un ejército a atacar Argel. La imaginación de Cervan­tes se inflama y ya se ve en aventuras grandiosas, combatiendo la ciudad de los corsarios, en aras de un ideal cristiano caballeres­co.
En abril de aquel año de 1577 llegan a Argel 289 cautivos que eran pasajeros de la galera San Pablo. Entre ellos venía el clérigo Antonio de Sosa, hombre de gran cultura humanística, teo­lógica y poética. Según Emile Chasles, quien escribió una vida de Cervantes publicada en 1866 y citado por Salah Mounir, Cervantes habría acudido a visitarlo a su mazmorra, con autorización del due­ño de Sosa, el arráez marroquí Mohamed. Este fue el comienzo de una amistad que indudablemente aportará mucho al joven escritor, puesto que de Sosa no sólo le escuchaba sus poemas, sino que com­partía con él sus lecturas de libros de filosofía e historia. En realidad, según los estudios de G. Camamis, Emilio Sola y otros autores, de Sosa sería el verdadero autor de la Topografía e His­toria General de Argel, conocida como obra de Haedo. De Sosa la ha­bría escrito en los años de su cautiverio en Argel -de 1577 a 1581-, basándose en sus lecturas de geógrafos, como León el Africano, Estrabón y en las informaciones de cautivos, de turcos y moros. Es­tas informaciones y lecturas tienen que haber sido, pues, tema de conversación con Cervantes y otros hombres letrados que se encon­traban en aquella época en Argel, como Luis de Soussa, considera­do un escritor clásico de gran calidad.

Pero Cervantes no abandona su idea de escapar.


Cuando el invierno argelino declinaba y los días se hacían más suaves y más largos, los corsarios y moros ricos llevaban a sus familias a las casas de verano, los "fahs", que se encontra­ban dispersas entre la frondosa vegetación, de llanuras y colinas cercanas a la ciudad. Es muy posible que Dali Mami se halle mudado, con sus cautivos, a una de estas residencias cuyo lujo y belleza testimonian hoy día del fasto y la comodidad que rodeaban a la bur­guesía de Argel. Esta suposición, bastante verosímil, explica que el cautivo Cervantes pudiera llegar, gracias a la libertad de mo­vimiento que muchos amos dejaban a sus esclavos, hasta un jardín que se encontraba en la ladera de una colina, a unos seis o siete kilómetros de la puerta de Bab Azoun, y donde era jardinero un cautivo español, nativo de Navarra, llamado Juan.
En este jardín había una gruta bastante profunda donde el jardinero guardaba sus herramientas, pasaba sus noches de buen tiem­po y se guarecía del calor o de la lluvia durante el día. El dueño de este jardín era un renegado griego llamado Hassán, y el lugar se encontraba en un sitio del actual barrio de Hamma.
Aprovechando que su hermano Rodrigo era rescatado le confió el encargo de armar una embarcación que viniese a buscarlo a él y a otros cautivos. Fijaron el día y el lugar: una playa cercana al jar­dín de Hassán, pues ya contaba con la complicidad del jardinero para utilizar la gruta como lugar de refugio y espera. Allí se es­condieron, durante varios meses, catorce cristianos, todos caballe­ros y letrados, a los cuales Miguel de Cervantes proveía alimentos y visitaba a menudo, alentándolos a tener paciencia. En efecto, es­tos hombres sólo podían salir a tomar aire durante la noche y la inmovilidad a que estaban obligados con la humedad del lugar perju­dicó la salud de más de uno. El 20 de septiembre de 1577, Cervantes se refugió a su turno en la gruta.

Necesitando ayuda para realizar estos desplazamientos y la compra de víveres Cervantes se había dirigido a un cristiano de Melilla, a quien llamaban "El Dorador", que había sido renegado, se había luego reconciliado con la Iglesia, y se encontraba nueva­mente en Argel, cautivo.


La embarcación llegó hasta la playa, pero fue sorprendida por unos hombres que pasaban por allí, quienes dieron los gritos de alerta. El Dorador, viendo que el negocio se presentaba mal, se adelantó al desenlace y corrió a informar a Hassán Pachá. Cuando el navío, a la noche siguiente quiso desembarcar a algunos de sus hombres, se encontró con un recibimiento que le costó la vida a algunos y la libertad a otros.
Por este hecho Cervantes merecía la muerte. Había organizado una evasión colectiva y no sólo era el organizador, sino el alma de la empresa. Sin embargo, lo único que resultó de toda esta aven­tura fue un cambio de amo. Según declaró Cervantes en la Informa­ción de Argel99, habría tenido una entrevista con Hassán Pachá, ante el que se presentó maniatado, solo y acusándose de ser "el autor de todo aquel negocio". El Rey, buscando conocer nombres de cómplices quería imponerse con amenazas de muerte y tormentos. El cristiano respondía insistiendo en su propia culpa, lo que no bas­tó para evitar la muerte del jardinero a manos de su propio amo, el renegado griego.
En cuanto a Hassán Pachá, cansado de no conseguir nada del español, lo único que hizo fue comprarlo a Dali Mamí y encerrarlo con cadenas en una prisión de su palacio. Poco tiempo después lo pasó a los Baños del Rey. Estos se encontraban cerca de la puerta de Bab Azoun y era el más grande de este tipo de prisión. Es allí donde Cervantes asistió a algunas representaciones de teatro que los cautivos representaban con los pocos medios de que disponían.
¿Por qué Hassán Pachá no castigó a Cervantes? Esta incóg­nita es objeto hasta hoy de conjeturas y curiosas explicaciones. Hay quien ha dicho que no se puede dejar de lado la posibilidad de que existieran relaciones homosexuales entre esos dos hombres. Preferimos otras explicaciones que daremos más adelante. En todo caso, después del episodio de la gruta, Hassán Pachá habría afirma­do "que como él tuviese guardado al estropeado español, tenía se­guro sus cristianos, sus navíos y a toda la ciudad."(Información de Argel).
Esta tentativa de evasión quizás sea la más conocida de las cuatro que Cervantes realizó, porque es la única de la que aún queda una huella física, en la gruta que se encuentra en el Boulevard Cervantes. Es, además, una anécdota, una burbuja del tiempo que nos brilla ante los ojos revelándonos, por un instante, el pul­so de la vida en el Argel de aquellos años. Vemos la campiña y las playas en lo que hoy es la ciudad; vemos las mansiones de vera­no y sus grandes jardines y vemos, además, en ese universo humano, la profusión de renegados, con los cuales Cervantes trato perso­nalmente. El Dorador, Hassán Pachá son renegados, un intermediario, que intercede ante el Rey y que protege a Cervantes también es renegado. En su cuarta tentativa de fuga también habrá un renegado.
¿Se puede definir globalmente al gran número de nuevos musul­manes con que contaba la ciudad en ese entonces? Desde luego que no, porque si El Dorador corrió a traicionar a sus correligiona­rios y luego renegó por la segunda vez, en un simple acto humano de sobrevivir, otros iban voluntariamente a una vida que le parecía mejor y se incorporaban a la sociedad musulmana sin violentar su fondo religioso que les hacía aceptar un solo Dios. Esto sucedía, sobre todo, con los que Bartolomé y Lucile Bennassar llaman "la gente de la frontera", españoles o italianos que tenían relaciones en Fez, Argel o Túnez.
Miles de soldados españoles de Orán o los capturados en Mostaganem en 1558, renegaron de su fe y se enrolaron como jenízaros. El Islam era una atracción para muchos cristianos y Argel era uno de sus focos de atracción. Sin descartar una sincera razón religio­sa hay que considerar, además, que "La buena comida, la posibilidad de enriquecerse, la libertad de acción, tales sueños no podían dejar de ilusionar el espíritu de hombres de modesta condición..."como dirá Ben­nassar.
Cervantes y sus amigos no pertenecían a esta categoría; su for­mación humanística y religiosa hacía de ellos unos adversarios del reniego y podemos suponer que las adversidades y pruebas a que es­taba sometido el joven escritor afirmaron su fe católica, hacien­do de él un firme defensor de que todo cautivo conserve su fe cris­tiana en el ambiente musulmán argelino. Esto se desprende de sus obras de teatro, sobre todo en La vie a Alger (Los tratos de Argel),
Habiendo pasado un tiempo encadenado en Los Baños del Rey, después de su episodio de la gruta a Cervantes se le permite, otra vez, de salir a la calle. En algún lugar de la parte baja de la ciudad, donde siempre había gente y animación, encontró a un musul­mán a quien propuso que llevara unas cartas a Orán y éste aceptó. Era Gobernador de esta plaza fuerte española don Martín de Córdo­ba, militar que había estado tres años cautivo en Argel, en Bordj-el-Hassán (Fuerte del Emperador). Considerando Cervantes que Don Martín de Córdoba era una persona que podría ayudarlo, le escribe pidiéndole que envíe gente para hacer posible su evasión, a cam­bio de lo cual él daría informaciones sobre la ciudad. El futuro creador del Quijote no vacilaba en acudir a moros y cristianos pa­ra realizar su hazaña de evadirse de Argel.
Pero otra vez los hados no estaban de su parte: el mensajero, casi al llegar a Orán, se vio atacado por unos hombres de una tri­bu vecina que le quitaron todos sus papeles y lo llevaron donde Hassán Pachá. Este mandó inmediatamente que el mensajero fuera em­palado y condenó a Cervantes a recibir 22 bastonazos. Nuevamente el castigo no se realizó. Nuevamente Hassán Pachá nos asombra. Cer­vantes regresa a su mazmorra, posiblemente esta vez, a las bóvedas subterráneas. Las autoridades francesas quisieron conmemorar con una placa el lugar donde suponían que Cervantes habría estado. Roland Bacri, autor de la novela "Les Rois dAlger", cuenta, al re­cordar su infancia, que "Bajo los portales del Almirantazgo, estaban las grutas-prisiones y una placa conmemorativa que decía: “Es aquí que estuvo encerrado Miguel de Cervantes, el autor de Don Quijote, de 1575 a 1580". Es posible que haya estado en las bó­vedas algún tiempo, pero no los cinco años de su cautiverio.

Corría el año 1579. En la ciudad la inquietud se apoderaba de la gente, mientras que la esperanza renacía en los cautivos. El rumor decía que el rey de España preparaba una importante expedi­ción, en el puerto de Cádiz y todo hacía suponer que partiría hacia Argel. En “La Vie a Alger”, un personaje moro se hace eco de estos rumores"...es averiguado /que el Rey de España ha juntado /de guerra grande aparejo. /Dicen que va a Portugal; //más témese no sea maña, / y es bien que sea su saña /Argel, que le hace más mal."


Hassán Pachá toma medidas defensivas y manda reparar los fo­sos y murallas, trabajos que duraron todo el año 79 y parte de 1580. Decía bien Cervantes en sus cartas a Mateo Vásquez, el Secre­tario de Felipe 11 y a don Martín de Córdoba, Gobernador de Orán, que las defensas de la ciudad no eran suficientes.
Eran malos momentos para los cautivos, que además del hambre que había caído sobre la ciudad, recibían el resentimiento de las milicias turcas y de la población. Cuando, finalmente, se compren­de que la armada cristiana no va a Argel, Cervantes nos deja constancia -en una escena de "La Vie a Alger", jornada Tercera-, de la burla de los niños:"Don Juan no venir; acá morir, perro, acá morir; Don Juan no venir, acá morir"(el uso del infinitivo es propio de la lengua franca).

Pero no sólo los rumores informaban de lo que pasaba fuera del país. Cada comerciante y cada cautivo que llegaba era una fuen­te de información, una gaceta de lo que sucedía al otro lado del Mediterráneo. Entre los esclavos predominaban los católicos y es­pañoles, aunque los había, en menos número, de otras religiones y otros países. A su vez, los cautivos rescatados eran portadores de cartas, mensajeros de los que quedaban en la temida ciudad cor­saria. Fue de este modo que los hermanos Cervantes enviaron cartas a sus padres con Don Beltrán del Salto, compañero de cautiverio hacia los años 1576, 1577.


Los diferentes estados de ánimo, la actitud y comportamien­to del cautivo Cervantes quedan reflejados, como en un espejo, en sus diferentes intentos de evasión: la ilusión, la esperanza, el entusiasmo que tuvo que haber puesto para convencer a los milita­res y otros hombres en el primer intento, el de la huida por tie­rra a Orán. El cansancio y la desesperación cuando fueron abando­nados y debieron regresar a Argel. Y recomienza con el episodio de la gruta de Hamma, dándose por entero a la organización y pre­paración de la huida. ¿Qué entusiasmo mostraría, qué fuerza de carácter para que catorce caballeros lo sigan? Y, después del fracaso, otra vez el desánimo, el pensar que va a morir, el des­precio por el delator y el dolor por la muerte del jardinero que había llegado a ser su amigo en todos esos meses de preparación. No menos sentiría la muerte del argelino, portador de una carta a Orán en la tercera tentativa.¿Con que ánimo se presentaría ante Hassán Pachá, después de estos fracasos? La muerte pendía de un hilo, todo dependía de una palabra del Beylerbey. Quizás en esos momentos, cuando pensaba que todo estaba perdido, reprimía el mie­do y se mostraba elocuente y seguro de sí mismo. Si hubiese sido un hombre ordinario, Hassán Pachá no le hubiera perdonado su cas­tigo. "Cada día ahorcaba el suyo, empalaba a éste, desorejaba a aquel"(nos dice Cervantes en el Relato del Cautivo, Don Quijote, Primera parte.).
Sabemos, también, por la Información de Argel, que era un hombre que iba al encuentro de los demás. Era conocido y estima­do. Sus relaciones no sólo eran cristianos, sino también moros y nuevos musulmanes. De sus conversaciones con uno de estos, nati­vo de Granada y llamado en Argel Abdelrahmán, surgió su nuevo pro­yecto de evasión.
Al parecer, Abdelrahmán había decidido volver a su patria y a su religión, decisión en la que seguramente Cervantes influyó. Juntos se fueron a convencer a un comerciante valenciano, que es­taba en Argel por sus negocios, para que otorgue un préstamo a fin de que Abdelrahmán comprase un navío. El préstamo sería devuel­to una vez que los cautivos estuviesen en tierra española. El co­merciante aceptó y el renegado se fue a comprar una fragata armada. Formaban parte del grupo que partiría sesenta caballeros a los que Cervantes informó que todo iba bien y que estén preparados. Se trataba de un grupo de hombres de la mejor sociedad: eclesiásticos, caballeros, militares, magistrados, "la gente más florida de Ar­gel", dirá Cervantes.
Pero el asunto hizo olas, alguien dijo una palabra de más y ésta llegó a oídos de un renegado florentino llamado Cayban, quien informó a Hassán Pachá. A éste le llegó la misma noticia por otro conducto, por la boca de un cautivo cristiano, un antiguo mon­je dominicano llamado Juan Blanco de Paz, el cual se acercó don­de el Bavlerbev v delató el proyecto con todo detalle, destruyendo así el plan ideado por Cervantes y Abdelrahman y las ilusiones de un numeroso grupo de hombres.
El comerciante valenciano, asustado ante la perspectiva de perder la vida, pues en Argel se castigaba severamente a todo aquel que ayudara a una evasión, ofrece a Cervantes rescatarlo con su propio dinero y partir juntos a España. El comerciante temía que Cervantes, bajo los efectos de la tortura, denunciara a la persona que había facilitado el dinero. Cervantes rechaza el ofrecimiento, porque no podía partir, dejando a los otros cautivos en tierra; tran­quiliza a todos afirmando que no denunciaría a nadie y se esconde en la casa de un compatriota.
Varios días pasaron, pero sabiendo que un pregón público anun­ciaba por la calle su desaparición y que instaba a la persona que lo escondía para que lo entregara, so pena de castigo, decide salir y presentarse voluntariamente ante Hassán Pachá, el veneciano. Es­te ni lo condenó a muerte, ni lo castigó ni le dio palos.
¿Cómo explicarnos esta curiosa actitud de un Berleybey que tenía fama de cruel?. Posiblemente, como piensan algunos eruditos, su codicia fue más fuerte que su ira y no quiso perder a un cau­tivo de rescate. El mismo Cervantes nos dice, por boca del Capitán Biedma, que en Argel había llegado a ser muy rico. Otra posible explicación está en el poder que habían ido adquiriendo los arráe­ces y la taiffa que los organizaba:"La “taiffa” o asociación de arraeces o corsarios, “no obedecía ni al Pachá ni a la Invencible Milicia de los Jenízaros turcos y se permitía, incluso, discutir decisiones y ordenes de la Gran Puerta. Ella aparece, entonces como el verdadero amo de la ciudad, El Djezair"100(7). Sabemos que un arráez ,renegado murciano, que mandaba una galera de 22 bancos, intercedía por Cervantes ante Hassán. En Argel este hombre se lla­maba Mourad Rais Maltrapillo y posiblemente es la persona que ins­piró la figura notable del renegado del Relato del Cautivo, un hom­bre de carácter e iniciativa que al final se convierte en el or­ganizador de la evasión. Pero en la literatura ésta termina con éxito y el Capitán Biedma y Zoraida llegan a España. En la reali­dad, otra vez el plan de Cervantes fracasa.
La explicación que parece la más inverosímil puede ser la verda­dera, o por lo menos puede valer tanto como las otras. Pudo exis­tir entre estos dos hombres un franco cruce de ideas e opiniones, el cautivo repudiando el reniego y defendiendo los valores de su religión y de la libertad y el rey, divertido o admirado, conside­rando que más valía una vida brillante, afortunada y aventurera que ser un pobre habitante de su país de origen.¿Por qué no creer que estos dos hombres, hablando en lengua italiana, hubiesen podi­do conversar?.
Un biógrafo de Cervantes, Nicolás Díaz de Benjumea dijo:"Bien mirado, Hassán es el único contemporáneo que midió a Cervantes con la verdadera medida de su grandeza, el único que, aún siendo éste joven, adivinó y presintió su gran superioridad."
En la vida de Cervantes, su viaje por Italia y sus años de esclavitud fueron los dos episodios más importantes para formar su ser espiritual, Argel fue para él una rica escuela de la naturale­za humana. En esta ciudad fue respetado y estimado por su íntegra personalidad y su inclinación al heroísmo y a los grandes actos idealistas. En el autor mismo ya germinaba el personaje de Don Qui­jote, que mantendrá oculto, por más de dos décadas, en la vida di­fícil y sin relieve que llevó -a su regreso- en España. Autor de teatro, novelas cortas y poesía, será Don Quijote, ese personaje que tenía tanto del autor, el que le dará fama universal.
Después de su cuarta tentativa de evasión, Cervantes fue en­cerrado nuevamente en la mazmorra del palacio del Rey, cargado dé cadenas. Finalmente fue rescatado en septiembre de 1580, cuando ya estaba por partir a Constantinopla en calidad de esclavo de Hassán Veneciano, quien había sido destituido por el Sultán Amurat III y reemplazado por Djafer Pachá.
Cuando en 1577 Cervantes escribió a Mateo Vásquez, Secreta­rio de Estado de Felipe 11 {"Vida es ésta, señor, do estoy murien­do”), pidiéndole que intercediera ante el rey para que éste envíe un ataque hacia Argel y libere a tantos cautivos, creía realmente que esto era posible. Quizás los años le mostraron que el infierno de su juventud tenía sus equivalentes cristianos: que si Argel vi­vía del corso, también eran centros de piratería Dieppef La Rochette, Liorna, Pisa, Nápoles, Mesina, Palermo, Malta, Palma de Mallorca, Almería, Valencia. La ciudad de Livourne, en Toscana ha sido llamada por Braudel y R. Romano, "Otra Argel".
Por eso Cervantes en su última y póstuma novela -Los trabajos de Persiles y Segismunda- recuerda una vez más a Argel y la llama "puerto universal de corsarios", pero ninguna animadversión le anima contra su gente ni mucho menos sueña en una empresa militar. En un momento de la novela aparecen dos hombres pidiendo limosna y para causar piedad se hacen pasar por cautivos, contando cualquier cosa sobre esta ciudad. El anciano alcalde del pueblo, que era realmente un antiguo cautivo, los interroga y les hace ver su ignorancia: "¿Cuántas puertas tiene Argel, y cuántas fuentes y cuántos pozos de agua dulce?". Burlón y benevolente cuenta a los falsos cautivos cómo era la citada ciudad, les habla quizás de aquella puerta de Bab Azoun que tantas veces él cruzara o de aquel árbol, el plátano, cerca del cual se sentó muchas veces.
Cervantes, en su vejez, ya no pensaba en cruzadas militares contra un mundo que de todas maneras la historia cambiaría. Su ex­periencia de la ciudad servirá, por lo menos, para que algún lec­tor con ganas de hacerse pasar por cautivo pueda hablar de Argel sin que "ninguno les coja en mal latín en cuanto a su fingida his­toria."
Por último, demos una mirada a la imagen del escritor en sus últimos años según su propio autorretrato:"Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada, las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro; los bigo­tes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y esos mal acondicionados y peor pues­tos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño; la color viva, an­tes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies. Este, digo, que es el rostro del autor de "La Galatea" y de "Don Quijote de la Mancha", y del que hizo el "Viaje del Parnaso" a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas, y quizá sin el nombre de su dueño, lláma­se comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades..." (Prólogo al lector de las Novelas Ejemplares)
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