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1. estudios arabes-islámicos contemporáneos -“Posición Hegemónica Norteamericana y la Imposición de la Democracia en Irak en beneficio particular para el país del norte”


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IV
Con la muerte de Mahmut II en 1839 y gracias a su impulso, vino una época de reformas más profundas, comenzando el período denominado Tanzimat o “reorganización”, que fue desde 1839 hasta 1876 bajo los sultanatos de Abdul Mecid I (1839-1861) y Abdul Aziz I (1861-1876).

En una definición rápida, se ha tratado de enmarcar la Tanzimat de la siguiente manera:

“Reformas institucionales. Período que designa el conjunto de reformas emprendidas por el sultán otomano ‘Abd al-Mayid II (1839/1861) con objeto de regenerar y restaurar las bases legales y morales del Imperio otomano, amenazado por los países europeos. En el curso del primer decenio se llevó a cabo una labor legislativa según modelos occidentales. Su primera manifestación fue el código de comercio (1850), después, uno tras otro, numerosos sectores jurídicos y particulares salieron de la órbita del derecho islámico” 82.

Sin embargo, la Tanzimat fue mucho más que eso, estableciéndose su inicio simbólico el tres de noviembre de 1839, cuando ese día se proclamó el Edicto del Jardín de Rosas de Gulhane (Hatti-i Humayun), un documento semi-constitucional pero que contenía 3 importantes enunciados: el reconocimiento del derecho a la vida, el derecho a la propiedad privada y posesión, más la igualdad de los ciudadanos ante la ley y los impuestos83. Así, se dio carácter oficial a varias medidas de tipo judicial, financiero, administrativo y económico, aunque el más revolucionario era la igualdad entre musulmanes y no musulmanes, algo que iba en contra de la sharia musulmana, pero que ayudó a disminuir la autonomía legal de las minorías, que hasta entonces se manejaban bajo las millets, o barrios separados en las ciudades más importantes. El millet desaparecería con el tiempo.

También se dictó que la justicia era igualitaria para todos, que los impuestos serían proporcionales a la fortuna, la existencia de un servicio militar obligatorio y un mayor control del gobierno central sobre las provincias. Todo ideado por Mustafá Rasid Baja, destacado personaje de la época, y que contó con la oposición de la aristocracia, que veía como sus privilegios desaparecían. Además, estaba el hecho inédito que un sultán renunciaba a parte de sus derechos, por iniciativa propia, y reconocía ciertos derechos de sus súbditos. Abdul Mecid I llegó con dieciséis años al poder, teniendo en Rasid al hombre necesario para las reformas, llegando a nombrarlo ministro de asuntos exteriores. En un plano más personal, era su madre la que inicialmente llevaba las riendas dentro del palacio dada la inexperiencia y juventud del gobernante.

El inicio del edicto de Gulhane señalaba entre sus párrafos lo siguiente:

“Todo el mundo sabe que desde los primeros tiempos del Estado Otomano se preservaron perfectamente los altos principios del Corán y las reglas de la sharia. Nuestro poderoso sultanato alcanzó el más alto nivel de fuerza y poder, y todos sus súbditos vivieron en la felicidad y la prosperidad. Pero durante los últimos cientos cincuenta años, a raíz de una sucesión de causas difíciles y diversas, la sagrada sharia no fue obedecida y tampoco se aplicaron las normas benéficas; por consiguiente, su fuerza y su prosperidad anteriores se han convertido en debilidad y pobreza. Es evidente que los países que no están gobernados por la sharia no pueden sobrevivir (...) Plenos de confianza en la ayuda del Muy Supremo, y seguros del apoyo de nuestro Profeta, consideramos necesario e importante desde ahora aplicar una nueva legislación para alcanzar la administración eficaz de las provincias y el gobierno otomanos”84.

Como se puede deducir, había conciencia que los márgenes establecidos por la sharia quizás ya no respondían a la realidad otomana, mostrando el camino hacia una mayor occidentalización. A su vez, el imitar los procesos europeos que se vislumbraban en el horizonte.

Desde su inicio la Tanzimat fue un proceso complejo, que trató de cambiar tanto en estructura como en mentalidad al Imperio Otomano. Para Stanford J. Shaw, este proceso fue un “esfuerzo de la clase dirigente otomana de aquel tiempo para preservar su tradicional posición autocrática social y política, modernizando sus instrumentos de gobierno, administración y el ejército” 85.

En sus puntos principales, el inicio de la Tanzimat estableció: a) el reconocimiento que el imperio no era un Estado de derecho; b) que las leyes debían asegurar los bienes, la vida y el honor de todos los ciudadanos, sin excepción; c) los impuestos no debían ser arbitrarios, sino de acuerdo a los bienes; d) un servicio militar regulado por leyes y reglamentos; e) los juicios debían ser públicos, sin el derecho para exiliar, encarcelar o ajusticiar a alguien sin previo dictamen de un jurado; los funcionarios tendrían un sueldo y se castigaría la corrupción; g) un trato igualitario para todos los súbditos 86.

De ser una monarquía absoluta, se pasó a ser una aristocracia. El malogrado Selim III era visto como un mártir del modernismo y la Revolución Francesa como el ejemplo a imitar. Se trató de luchar contra el subdesarrollo del imperio, contra la tiranía, se intentó compatibilizar la religión islámica y la sociedad occidental, se forjó un nacionalismo cercano al pueblo, se generó una admiración por Occidente, además de intentar preparar a una nueva generación de otomanos, modernizando y simplificando la lengua turca para llegar a las masas, junto con la necesidad de una nueva literatura, que tenía un marco cultural francés.

Desde cierto punto de vista, la Tanzimat trató de seguir los ejemplos de Austria o Prusia, donde había un autoritarismo dentro de una estructura social heterogénea y de diversa composición, aunque no tan grande como la de los otomanos. Por ello, muchas veces la Tanzimat es visto como un ejemplo de imitar lo europeo, pero con un componente otomano que lo hizo único87.

Las características y áreas principales en donde actuaron las reformas fueron las siguientes:
a) Gobierno y administración:

El principal fin en este ámbito era la creación de una burocracia similar a la francesa, con un Estado extendido que asimilara a las millets y a los gremios de la época. Para esto, se empezó con el término de la institución de los timares (tierras entregadas a militares destacados, en un principio no hereditarias), pasando gran parte de la tierra a control estatal. Se redujo el poder de las autonomías locales, el Estado se centralizó y la forma de gobierno fue un régimen dictatorial con una fuerza nunca antes vista.

El Diván (consejo de Estado que asesoraba directamente al sultán) fue reemplazado por un consejo de expertos y ministerios, acabando con la influencia del Gran Visir en las decisiones. Para las leyes y códigos, ya en 1838 se había creado el Consejo Supremo de Ordenanzas Municipales, comenzando la división entre el poder ejecutivo y el judicial. En 1854 se creó el Consejo Tanzimat, paralelo al anterior, encargado de la elaboración de las reformas legales del imperio. Debido a disputas entre ambos organismos, en 1861 se unieron bajo el nombre de Consejo de Ordenanzas Judiciales, dividido en 3 secciones principales: leyes y regulaciones, administración judicial y de finanzas, y casos judiciales. Este organismo fue finalmente reemplazado en 1868 por el Consejo de Estado y el Consejo de Regulaciones Judiciales.

Además, al aceptarse el derecho de propiedad, rápidamente varios terrenos fueron confiscados. Esto llevaría a que en 1858 surgiera un Código de Tierras para regular el asunto. La propiedad privada tuvo una expansión lenta y controlada, pero tras 1858 las tierras estatales se hicieron privadas88.


b) Justicia y derechos humanos.

Lo más importante fue la igualdad entre los musulmanes y no musulmanes, lo que ocasionó la ira de los ulemas y musulmanes más fanáticos, que veían esto como un atentado gravísimo contra la tradición islámica. Así, se acabaron los patriarcas jefes que dirigían a los ortodoxos en el imperio. Se realizó la Mecelle, o compilación, en donde los códigos europeos eran incorporados al sistema turco, dejando en claro los conceptos de derechos y deberes ciudadanos. Además, hubo nuevos tribunales, uniformando la justicia en todo el imperio.


c) Milicia y ejército.

En 1839 se estableció la existencia de un ejército regular, con instructores europeos. Muchos generales y oficiales comenzaron a recibir educación en Europa, impregnándose con las ideas de la época. Se crearon escuelas militares y se produjo la especialización en ese ámbito, separando por ejemplo la logística de las operaciones generales.

El ejército dejó de ser mantenido y a partir de entonces debía autoabastecerse. Se crearon comandos regionales y ejércitos provinciales, dando mayor flexibilidad al aparato militar. En 1843, la ley de servicio militar obligatorio estableció que incluso los jóvenes de las millets debían cumplirlo, aunque se estipuló una mejor manera para llevar a cabo esta orden. El imperio fue dividido en distritos, que cada año debían dar un cierto número de hombres al ejército. Se estableció un límite de cinco años para el servicio militar y tan sólo se permitía un hijo por familia. Además, uno se podía eximir de esta obligación si ocupaba cargos importantes o si se estaba estudiando en una escuela técnica.
d) Educación y cultura.

Se intentó seguir los modelos europeos. De hecho, entre 1853 y 1862 hubo una enseñanza primaria afrancesada entre los otomanos89. Se intentó reemplazar a las madrasas (escuelas musulmanas) como centros de educación para secularizar esta área, y se amplió el número de escuelas, especialmente las de carácter técnico. En 1845 se creó el Ministerio de Educación y se trató de uniformar y regular el idioma. El idioma otomano clásico fue reemplazado en 1839 por el otomano nuevo (Yeni Osmanlica), una lengua que estuvo vigente hasta 1912 y que era útil principalmente para cierto tipo de poesías. Sumado a lo anterior se crearon periódicos, teatros y otras diversas manifestaciones culturales, que propagaron estilos franceses.


Pese a todo, estas reformas tuvieron a un gran grupo de opositores. Los ulemas, los gobernadores, la antigua clase dirigente y los jefes de los millets, entre otros. Incluso, la nueva clase europeizada creada por el mismo proceso Tanzimat se mostró contraria, debido a que empezaron a solicitar una mayor modernización y reformas sociales, abogando por el establecimiento de una democracia parlamentaria.

Además, los problemas internacionales una vez más interfirieron con el imperio. En 1840 se firmó una paz estable con Mohammed Alí de Egipto y al año siguiente era reconocido como bey (príncipe) de este país, eliminando un foco de disturbios. Pero casi una década después tendría trascendencia la llamada Guerra de Crimea, que se llevó a cabo entre 1853 y 1856. Los rusos, bajo el pretexto de proteger los Santos Lugares en Palestina en favor de los ortodoxos contra la intervención francesa pro-católica, lentamente trataron de hacerse de asentarse, exigiendo incluso que se firmara un nuevo tratado ruso-turco, en el cual se estipularía la completa libertad de acción rusa en territorios otomanos, con el fin de proteger a los ortodoxos. En realidad, todo era parte de la lucha entre Rusia, Inglaterra y Francia (más Austria y Cerdeña) para hacerse de nuevos territorios.

Al rechazarse la propuesta, los rusos destruyeron una flota turca establecida en el Mar Negro (en Sinope, el 30 de noviembre de 1853) y ocuparon los principados de Valaquia y Moldavia, sitios en donde los occidentales exigían la retirada. Al no verse un principio de acuerdo y temiendo por el expansionismo de Moscú, Inglaterra y Francia le declararon la guerra a Rusia en marzo de 1854, desarrollándose un conflicto principalmente en Crimea y en el Danubio. Sólo la unión de Cerdeña con los turcos y occidentales, más la amenaza de Austria para unirse a la lucha si los rusos no cedían, llevó a que en 1855 se produjera la definitiva derrota rusa en Sebastopol, firmándose al año siguiente el tratado de París, en el cual las potencias declaraban y apoyaban la mantención de la integridad otomana.

Desde el punto de vista militar, “esta guerra representó un acontecimiento desafortunado e innecesariamente costoso”90. Una serie de combates absurdos y muchas batallas pequeñas e intrascendentes fueron la tónica del conflicto, pero que a la vez reflejaban constantes en la mentalidad europea: nacionalismos, romanticismo, necesidad de cuidar los equilibrios estratégicos, etc. Lo positivo para los turcos fue que esta guerra les permitió mantenerse íntegros, sumado a la generación de las fronteras turco-rusas casi definitivas. Por otro lado, las presiones de las potencias para proteger a las minorías llevó a que en 1856 el imperio dictara nuevas leyes, en favor de los súbditos no musulmanes, conocidas como Islahat (reforma).

Internamente, las Tanzimat no pudieron evitar los problemas. Abdul Mecid I provocó una enorme crisis económica, ya que sus gastos excesivos vaciaban las arcas fiscales. Para intentar paliar la situación, se pidió un préstamo al extranjero de tres millones de libras esterlinas, pero el sultán se gastó toda esa suma en un año, al construir innecesariamente un nuevo palacio. Luego, se solicitó otro préstamo de cinco millones de libras, pero éste fue concedido con la condición que el crédito fuera manejado por un francés y un inglés. De esta forma, la independencia económica del sultán fue desapareciendo paulatinamente y los occidentales pronto llegaron a manejar más del 40% de los ingresos del imperio91. Este despilfarro de dinero trajo la renuncia del gran visir Mehmed Ali Pasa en 1859.

Por si fuera poco, estaba la desintegración territorial del imperio. En 1859 los principados de los Balcanes se unieron formando Rumania y en 1861 se dio la autonomía del Líbano. Además, Rusia auspiciaba la idea de paneslavismo (la unión de todos los eslavos bajo su tutela), incentivando revueltas griegas, moldavas, valacas, serbias y montenegrinas.

El sucesor de Abdul Mecid no cambió mucho las cosas. Abdul Aziz I mantuvo la liberalización del país, pero se obsesionó con lo europeo. Fue el primer sultán en visitar oficialmente un país extranjero (Inglaterra) y a su vuelta gastó gran parte de la hacienda pública en tratar de imitar lo que había visto. Se transformó en un déspota y en un tirano, odiando el hecho que le reprocharan sus ideas, teniendo siete grandes visires en cuatro años. Su despilfarro y anarquía hizo que surgiera el rumor que estaba loco, mientras que el imperio llegaba a la quiebra técnica, suspendiendo los pagos y la deuda externa en 1875. Además, sus colaboradores se caracterizaron por la deshonestidad y las reformas se vieron suspendidas temporalmente, mientras que las revueltas en los Balcanes continuaban, así como la intervención rusa.

En 1876, la Tanzimat llegó a su fin. Un movimiento nacionalista liberalizador, surgido entre la clase intelectual formada por las reformas, depuso y asesinó al sultán, dando paso al período de los Jóvenes Turcos 92.


V
En retrospectiva, la Tanzimat no logró sus objetivos. Muchas reformas no llegaron a las provincias más alejadas y el continuo acercamiento a Europa llevó a la pérdida de la débil identidad otomana. Si bien los cambios modernizaron la administración y el ejército, en la educación produjo una enorme dualidad. Al no haber podido eliminar por completo a las madrasas y a los ulemas, se crearon dos clases cultas antagónicas: una secular europeizada y otra islámica.

La autocrítica, proveniente tanto de intelectuales como de los militares (ambos educados con ideas de Europa), fue mermando el proceso Tanzimat y sembró las semillas para cambios más profundos y radicales.

Por ejemplo, en 1876 se logró establecer la primera constitución otomana, pero esta tuvo sólo dos años de vigencia, dando paso después a un gobierno mucho más despótico, pero sirviendo de ejemplo para movimientos futuros pro constitucionalistas.

Como reflejo y respuesta otomana a las revoluciones europeas, la Tanzimat pudo crear una nueva generación de intelectuales pro Europa y todo lo que este continente les simbolizaba (ideales, ideología, “ismos”, revolución, modernidad, industrialización, etc), pero esto no fue en pro de lo otomano como tal, quizás en parte porque el imperio nunca creó un sentimiento de pertenencia mayor, no siendo extraño entonces que esta fuera la base para movimientos nacionalistas más que de unidad otomana.

Pero quizás uno de los puntos más importantes que sí afectó la Tanzimat en la sociedad turca fue su relación con el Islam. Al tratar de seguir los ejemplos europeos, la intelectualidad otomana lentamente fue viendo a la religión del Profeta como una de las causas para el retraso, renegando de una de las fuerzas vitales que daba cohesión al imperio y que permitía una relación más estrecha con zonas alejadas. A partir de la Tanzimat, las nuevas generaciones otomanas se alejaron de los países árabes y sólo se concentraron en un nacionalismo local, siendo el máximo ejemplo la revolución de Mustafá Kemal Ataturk y el término del imperio en 1923-24.

Pero lo que para muchos fue una acción digna de imitar, en el mundo islámico se ha visto como una pérdida absoluta de identidad acompañada de un fracaso para los intentos de incorporación de Turquía al círculo europeo en todas sus facetas.

Hasta el día de hoy, Turquía se debate entre un mismo problema: ¿tradición o reforma? O mejor dicho: ¿Europa o el Islam?

Desde la Tazimat la respuesta por antonomasia ha sido lo primero.

Pero al igual que la Tanzimat, lo elegido no ha traído los resultados esperados93.

2.- ESTUDIOS ARABES CLÁSICOS

ARGEL Y MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA

Adriana Arriagada de Lassen



Miguel de Cervantes llega a Argel
Un día de septiembre del año 1575 la ciudad de Argel recibió a Miguel de Cervantes. No era un personaje importante el que llegaba, tampoco era conocido; era simplemente un cautivo entre otros cau­tivos. Hoy día Argel no ha olvidado que por aquí pasó el escritor. Cervantes recordó a la ciudad hasta los últimos días de su vida. Y, sin embargo...no fue una historia de amor.

Miremos hacia atrás en la vida de ambos y sepamos cómo eran en el momento de conocer­se. ¿Cómo se levantaron las ciudades que no fueron fundadas por un ejército conquistador? ¿Hasta dónde llegan las raíces de una vieja urbe? Un grupo de hombres se detuvo en la ribera de un río o sobre una fértil llanura rodeada de montañas. Un grupo de hom­bres se instaló al abrigo de una bahía buscando el lugar propicio para plantar allí sus casas o su comercio. Así nacen las ciudades de larga historia, como Argel; las que se fueron haciendo poco a po­co y que con los años ya se han convertido en sitio ancestral, mantenidas y agrandadas por generaciones de descendientes, por los que allí nacieron. Al cabo de siglos de lento crecer, el lugar se encuentra, de pronto, viviendo una floreciente juventud, con­vertido en ciudad importante, admirada o injuriada; fuerte y de­vastadora; cosmopolita y, sin embargo, de intensa vida interior.


La vida de Argel, desde su nacimiento hasta las últimas dé­cadas del siglo XVI -tomamos como fecha los años en que la conoció Miguel de Cervantes-, puede responder a este rápido trazado. Las primeras poblaciones tuvieron como núcleo un establecimiento de fenicios, quienes ya surcaban el mar Mediterráneo, desde la ba­hía hasta el sur de Italia y las costas de España, según consta por descubrimientos ar­queológicos hechos en la Baja Casbah.
Los fenicios desaparecieron en la historia y el lugar vio asentarse allí una cité romana que tuvo por nombre Icosium y que levantó, quizás, un anfiteatro o una basílica, dejando con el tiempo, sólo ruinas pétreas de su paso. Después de siglos de aban­dono y decadencia, de la antigua Icosium no quedaban en el si­glo X, más que los restos de la cité romana: piedras dispersas, el trazado de las diversas partes de una vivienda, columnas o la huella de una antigua vía. El lugar formaba parte ahora del terri­torio ocupado por las tribus bereberes de los Sanhaja, que se extendía desde el mar hasta las llanuras de la Mitidja. Ocupaban las tierras cercanas a las ruinas los Beni-Mezghanna. Es en este sitio que fue fundada, por la dinastía de los Zirides, en el siglo X, la ciudad de Djazair Beni Mesghanna. Quedan del primer siglo de la ciudad musulmana, la mezquita Sidi Ramdane y la gran mezquita, Djamaa El Kebir.
Será el siglo XVI que verá a la ciudad de los islotes con­vertirse en capital y centro económico y político importante del Magreb. Esto tiene su origen en el llamado que hicieron los habi­tantes de Argel a los hermanos Barbarroja para que los liberara de la presión española.
En efecto, desde comienzos de este siglo XVI, los Reyes Cató­licos de España habían lanzado una ofensiva de conquista contra las ciudades del Magreb. En 1505 toman Mers el-kebir; en 1509, Orán; Luego Bejaia y Trípoli, en 1510 y 1511, respectivamente. Pedro Na­varro somete a Dellys, Cherchell, Mostaganem y Tenes, las que de­ben pagar tributo. Argel, a su vez, en 1510, debe reconocer la so­beranía de los Reyes Católicos de España y debe entregar uno de los islotes de la ciudad. Allí, los españoles edificaron la forta­leza del Peñón, la armaron de piezas de grueso calibre y mantu­vieron la presión sobre Argel, controlando el movimiento de todos los navíos que entraban y salían. Al morir el rey Fernando de Es­paña los argelinos, considerándose libres de su sermón de obedien­cia y cansados de esta constante presencia enemiga, se dirigieron a los dos corsarios turcos Aruch y Jeredín Barbarroja.
Estos corsarios eran conocidos por hacer difícil la vida a los navíos españoles y por ayudar a los musulmanes andaluces trans­portándolos al Magreb. Así pues, Aruch, el mayor, responde al llamado de Argel, se instala en la ciudad y vence al ejército es­pañol enviado por el Cardinal Ximenez, no sin haberse, antes, pro­clamado rey después de que muriera el gobernador de El Djazair, Cheik Salem-et Teumi, asesinado por orden del propio Aruch. Este morirá dos años después, a manos del ejército español, en Tlemcen.
Su hermano Jeredín, buscando una protección que refuerce su posición frente a los españoles, se vuelve hacia el sultán Selim, de Constantinopla, quien le envía 2000 soldados y lo confirma en el gobierno de El Djazair con el título de Beylerbey (Emir de los emires). De esta manera, Argel pasó a ser parte del Imperio Oto­mano.
Al advenimiento de Solimán, el imperio turco se extendía por todo el Mediterráneo Oriental: el Asia menor, los Balcanes, Siria, Egipto. España, por su parte, lograba con los Reyes Cató­licos la unidad del país e iba extendiéndose por el Mediterráneo occidental bajo la bandera imperial de la familia de los Habsburgos. En tiempos de Felipe II el imperio español abarcaba Nápo­les, los Países Bajos, Sicilia, Milán habiéndose España adelanta­do a los turcos en tomar posesiones en el Magreb: Melilla, Mers-el Kebir, Orán, etc.
El Imperio Español representa la cristiandad y la hispanidad. El Imperio Turco representa el Islam. Necesariamente tenía que ha­ber enfrentamientos militares y el más importante de ellos se pro­dujo en el Mediterráneo, en 1571. Se le conoce como la batalla de Lepanto y aquí nos encontramos con el joven soldado de 24 años, Mi­guel de Cervantes, quien perderá en esta ocasión el uso de la mano izquierda, cobrando, con este hecho, el apodo de "el manco de Lepanto”.

¿Quién es, pues, este soldado de Lepanto, que con los años y los siglos representará una de las más insignes cumbres de la literatura española?


Miguel de Cervantes nació en 1547, en un siglo que ha sido llamado la Edad de Oro de la literatura española y en la cual su nombre brilla con singular fuerza. Sin embargo, cuando apareció la Primera Parte de Don Quijote, en 1605, era un anciano a quien la fortuna y los honores habían dejado de lado. Apreciado por sus lec­tores, entre quienes sus libros ya eran populares, no supo del halago e interés de sus coterráneos, escritores o personalidades. Esta ignorancia de su persona traerá por consecuencia que su pri­mera biografía no fuera escrita hasta 1737, o sea, 121 años después de su muerte.
Desde ese año hasta ahora ha avanzado mucho la investigación histórica, pero si los archivos han sido ricos en ofrecer docu­mentos oficiales o notariales, donde aparece su firma, apenas han aparecido cartas autógrafas y documentos de carácter personal por lo que resulta que es su obra la base más importante para hablar del escritor, de su pensamiento y de algunas anécdotas autobiográ­ficas.
Cervantes llega al mundo en el seno de una familia donde un hijo más -era el 4° nacido, 3° en vida- era una preocupación para la débil economía del padre. Nace en Alcalá de Henares, tranquila ciudad de provincia, a treinta kilómetros de Madrid, que desde el comienzo del siglo se había convertido en sede de la concurri­da universidad Complutense. Con la llegada del otoño, las calles de Alcalá se animaban con la presencia de los estudiantes cuyas juergas nocturnas terminaban, a veces, con algún joven que necesi­taba de los servicios del "cirujano" Rodrigo de Cervantes, padre de Miguel.
De origen cordobés (andaluz) por la familia paterna y caste­llano por la rama materna, el recién nacido pertenecía a familias honorables, aunque ni ricos ni nobles, con algún antecedente de vida cómoda y holgada. Su abuelo paterno ejerció cargos de juez, corregidor o alcalde, pero era -como si fuese un destino familiar- un hombre que pasó de cargo en cargo y de ciudad en ciudad. En la familia materna encontramos hidalgos propietarios rurales de la región de Castilla. El perfil del personaje más famoso de la lite­ratura española, el hidalgo don Quijote94 ya se insinuaba en los orígenes familiares, que de poseer algo había descendido, con Ro­drigo de Cervantes a una estrechez económica y una vida austera, al­ternada con la preocupación de dar una buena imagen social, ras­gos propios de un estrato social venido a menos.
Lo que entonces se llamaba "cirujano" correspondía a lo que hoy llamaríamos curandero, cuya actividad eran las ventosas, los emplastos, la aplicación de sangüelas o curar con recetas caseras las enfermedades conocidas entonces. Rodrigo, que tenía una sorde­ra desde la infancia no había concurrido a las aulas de la uni­versidad de su ciudad; con una familia a su cargo compuesta de ocho personas: su madre, su hermana, su esposa y cuatro hijos (tres años después de Miguel había nacido Rodrigo), iba cayendo en una deses­perante miseria.
Entonces la familia decide vender la casa de Alcalá y buscar suerte en otros horizontes más favorables. Así comienza, para Cer­vantes, a sus tres años y medio, su constante peregrinar por España, en tiempos en que los
Primero la familia se traslada a Valladolid, que era entonces la corte, o residencia de los reyes, rica y activa ciudad habita­da por 15 mil habitantes. Allí la experiencia fue lastimosa y que­daron aún más pobres. Las ciudades de estancia se sucederán: otra vez Alcalá, luego, Córdoba, Cabra, Sevilla para encontrarnos con la familia en Madrid cuando el joven Miguel, de veinte años, ya es un esbelto y rubio poeta.
En Córdoba y Sevilla, lugares de la adolescencia, Miguel de Cervantes tendrá una formación humanística y conocerá a los gran­des autores de la antigüedad clásica. En estos años, también, to­ma contacto con representaciones teatrales, que serán fuente de emoción, de recuerdo imperecedero (Después de su cautiverio en Ar­gel, al regresar a España, sus primeros escritos fueron obras de teatro.). En Madrid, alumno del Estudio de la villa -especie de Ins­tituto preparatorio para el ingreso a la universidad- Cervantes es reconocido por su maestro de Arte Poética, López de Hoyos, como un ingenio dotado de una fuerte capacidad de creación literaria.
En esta parte de su existencia, la falta de documentos nos dejan sin explicarnos por qué razón Cervantes partió a Italia ni que ciudades recorrió en este país, de tanto brillo y atracción renacentistas. La información nos viene más bien de sus propias referencias a Nápoles, Milán o Palermo, ciudades que cita en sus obras y que demuestran conocimientos personales. Su deambular por Italia termina en Roma donde entró -como secretario- al servicio de Monseñor Aquaviva.
Volvamos al entorno histórico en el cual se movía el joven poeta. España en esos años finales de la década de los sesenta se enfrentaba -por una parte- a la rebelión de los moriscos y a la guerra de Granada en el interior de sus fronteras y -por otra- al peligro turco que con su potencia naval se expandía hacia Occiden­te, acentuando, de este modo, la fragilidad de las posesiones es­pañolas en África del Norte. Preocupaba a algunos gobiernos europeos, en especial al Papa Pío V, la avanzada del imperio Otomano por el Mediterráneo.
En 1565 las fuerzas turcas atacaron a la isla de Malta. Fue el momento en que el Papa solicitó al rey español que organizaran, juntos a Venecia, una alianza contra el imperio Otomano; esta liga terminó de concretizarse en 1570 y en 1571 comenzaron los prepa­rativos para un gran enfrentamiento militar. Las fuerzas españo­las, compuestas de cinco tercios, se iban reuniendo en la ciudad de Nápoles; cada tercio estaba compuesto por varias compañías de soldados, las que a su vez se completaban con escuadrones de ca­ballería y cañones.
Posiblemente Cervantes no era ajeno al movimiento de tropas que se producía al sur de Italia. O, quizás, el cargo como secre­tario de un aristocrático monseñor no era del gusto de su carác­ter, lo cierto es que poco tiempo quedó en Roma, pues en 1570 se fue a Nápoles para enrolarse como soldado, oficio del que sentirá orgullo por el resto de su vida y con el que será, después, de­signado aun cuando ya hacía tiempo que no lo era.
Ilustramos esta afirmación con una anéc­dota recogida por el Licenciado Márquez Torres, contemporáneo de Cervantes, y que nos ha dado a conocer el erudito español Alber­to Sánchez: estando en España, en 1615, el Embajador de Fran­cia acompañado de muchos caballeros franceses, "tan corteses como entendidos y amigos de buenas letras" preguntaron estos al Licenciado que qué libros de ingenio andaban , por entonces, más conocidos y, como era cuestión en ese año de la Segunda Parte de "El Inge­nioso hidalgo Don Quijote de la Mancha", se mencionó el nombre de Cervantes.
"Apenas oyeron el nombre de Miguel de Cervantes, cuando se comenzaron a hacer lenguas, encareciendo la estimación en que así en Francia como en los reinos sus confinantes se tenían sus obras. [...] Fueron tantos sus encarecimientos, que me ofrecí llevarles que viesen el autor de ellas, que estuvieron con mil demostraciones de vivos deseos. Preguntáronme su edad, su profesión, calidad y cantidad. Hálleme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a que uno respondió estas formales palabras:"Pues, ¿A tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario pu­blico?".
Parte, entonces, Cervantes a Nápoles en 1570 y se hace solda­do, encontrándose así en la batalla naval de Lepanto definida por Fernand Braudel como " el más espectacular de los acontecimientos militares del siglo XVI en el Mediterráneo". Cervantes, muchos años más tarde, en el Relato del Cautivo de la Primera Parte del Quijote la llamará: "la más alta ocasión que vieron los siglos pa­sados, los presentes ni esperan ver los venideros".
Impresionante encuentro, en realidad, el de estas dos flotas que el siete de octubre de 1571, al entrar el día, se enfrentaron a la entrada del golfo de Lepanto (Grecia). Había 230 barcos de guerra del lado turco y 208, del lado cristiano. Era Generalísimo de las fuerzas coaligadas el hermano del rey, don Juan de Austria y lo enfrentaba El Euldj Ali (Uchalí), beyler-bey de África que toma el mando general después de la muerte del Capitán-Pachá.
La victoria favoreció a los cristianos que perdieron diez ga­leras y tuvieron 8000 muertos y decenas de heridos. Uno de estos heridos fue Miguel de Cervantes que recibió dos arcabuzazos en el pecho y otro en el brazo izquierdo. En cuanto a los turcos, tu­vieron más de 30 mil bajas, 3000 prisioneros y 1500 forzados de galeras recobraron la libertad, datos todos de Fernand Braudel. Tanto como Don Juan de Austria, que recibió los honores en Roma, Venecia y Madrid, El Euldj Ali fue recibido triunfalmente en Constantinopla, donde se le dio el título de "Seif el Mouminin", y el cargo de Capitán Pachá.
Por una parte los honores y los aplausos a quienes dirigen las guerras. Por otra, los miles de muertos y heridos quienes -como Cervantes- deben pasar la convalecencia en un hospital mili­tar. Su actitud valerosa en el combate -a pesar de estar con fie­bres- le vale_ una carta de recomendación de Don Juan de Austria para Madrid y otra del Duque de Sesa. Estas cartas serán, en Ar­gel, causa de más problemas, fuera del cautiverio mismo.
Miguel y Rodrigo de Cervantes, los dos hermanos soldados vuel­ven a Nápoles donde estarán hasta 1575, fecha en que deciden re­gresar a España. Embarcados en la galera Sol (que iba en una es­cuadrilla de cuatro embarcaciones), costeando la Provenza, cerca del puertecito Las tres Marías fueron atacados por una flotilla de cuatro galeotas de corsarios argelinos» dirigidos por Arnaute Mami y una vez cautivados, fueron llevados a Argel.
¿Qué vio Cervantes al acercarse, cautivo, a Argel, a bordo de una de las galeotas que volvían victoriosas a la ciudad?
Acerquémonos a la mirada de un francés, Paul Gaffarel, que en 1853 describe así esta llegada: "Cuando se llega del mar se divisan primero las colinas de empinadas cuestas, cortadas por numerosos barrancos y coloreadas de quintas o casas de campo. En el medio se extiende una masa triangular de una blancura extraña que, según los cambios de la luz, produce el efecto de una nube plateada o de un gran montón de tiza".
¿Vería Cervantes las verdes colinas y la blanca ciudad, ro­deada de murallas?
Más cerca aún, al entrar al puerto construido por Jeredín se distinguen ya las piedras de la muralla abriéndose al exterior por medio de seis puertas. Los arraeces, los marinos y los cautivos entran a la ciudad por la puerta que da al mar: Bab-el-Behar. Segu­ramente que, al interior, Cervantes verá que la ciudad asciende una colina y que la parte baja, activa y llena de gente en esos momentos, estaba surcada por una calle algo ancha que se extendía de un extremo a otro, que con el tiempo conocerá que es de una puerta a otra.
En realidad, el cautivo tiene ojos sólo para su dolor. Uno de los personajes de su comedia "El trato de Argel" cuenta el agobio con que llegó a su fatal destino:
"Cuando llegué cautivo y vi esta tierra

tan nombrada en el mundo, que en su seno

tantos piratas cubre, acoge y cierra,

no pude al llanto detener el freno

que, a pesar mío, sin saber lo que era

me vi el marchito rostro de agua lleno".


No podía Cervantes, en esos momentos de angustia, tener ojos para la belleza de la ciudad. Impregnado de cultura renacentista y con una conciencia religiosa forjada en sus estudios de adoles­cencia donde los jesuitas de Córdoba y Sevilla y sus estudios de Madrid, con el clérigo López de Hoyos, la llegada a Argel era un choque ideológico. La ciudad no puede aparecerle sino como la concretización misma del infierno en que puede caer un cristiano, más aún si este cristiano es un soldado que ha combatido a los turcos.
Por eso, al lado de descripciones topográficas o referen­cias a lugares, que son pocas, Cervantes nos dará en sus obras con tema de cautivos un espacio histórico, abierto al Mediterrá­neo. En este escenario real e histórico la proyección humana es fundamental: los personajes cristianos y musulmanes son descritos con gruesas pinceladas y el relato de sus vidas teje la materia que formará la obra. Cada personaje, además, tiene una dimensión social que lo identifica: el rey de Argel, el arráez, el renegado, los niños moros, la esclava cautiva, el judío etc.
De estas obras de cautiverio mencionaremos sólo las que suceden en Argel: la comedia "El Trato de Argel", primera obra escrita por Cervantes de regreso a España, hecha, como era la costumbre entonces, en verso y traducida al francés, en 1891, en Argel, por M. de Vilade con el título de "La Vie a Alger". Posteriormente, quizás hacia 1582, escribe la comedia "Los Baños de Argel" consi­derada la mejor obra del autor en este género de cautivos. La tra­ma central, en medio de una serie de hechos arrancados de la rea­lidad, son las historias amorosas entre diversos personajes. Coin­cide esta trama con el asunto de la novela corta del cautivo, que el autor inserta en la Primera Parte del Quijote (1605).
Cervantes vio como los arraeces eran recibidos con entusias­mo por la población de Argel. Algunos curiosos venían a ver las riquezas que los navíos aportaban, pero la mayoría eran comercian­tes que esperaban que se realizara el desembarque para que comen­zara la venta de los diversos objetos tomados en el corso.
Los hermanos Cervantes, juntos a los demás cautivos fueron dirigidos al "badistan "(mercado de esclavos). Allí deberían ser vendidos los que no habían entrado en la previa repartición. En efecto, el botín era dividido en varias partes y los beneficiarios eran: el Pachá; los jenízaros; la ciudad; el arráez que manda­ba el navío y los marinos.
Cuando los Cervantes llegaron a Argel reinaba aquí Ramdane-Pachá a cuyo botín correspondió Rodrigo de Cervantes. Miguel co­rrespondió a Dalí Mami, quien había participado en el ataque a la galera Sol. Este corsario, de origen griego, llamado "El Cojo", te­nía una galera de 22 bancos que la ponía a las órdenes del jefe de los arraeces, Arnaute Mami, para partir con él, junto a otros en corso.
Los primeros tiempos de Cervantes en Argel, los pasó carga­do de cadenas: Dalí Mami, que había encontrado las cartas de re­comendación de Don Juan de Austria y del Duque de Sesa, estimó que Miguel de Cervantes era caballero principal y lo declaró "cautivo de rescate", vale decir de alto precio. Cervantes fue tasado en cinco mil escudos de oro, a pesar de sus protestas de que era sólo un soldado, un hidalgo pobre. Los amos de los cautivos de resca­te acostumbraban aumentar los rigores de la esclavitud para que el esclavo lograse que su familia envíe lo más pronto posible el rescate. Pasado cierto tiempo, sin que el rescate llegara, el cau­tivo tenía más libertad de movimiento y podía salir a trabajar.
Dali Mami lo empezó a usar como criado de confianza y recade­ro, a lo que se prestaba la personalidad de Cervantes, de buenos modales, ingenioso y simpático. Así es como nuestro cautivo empie­za a conocer el mundo cosmopolita del Argel de entonces que junto a los diversos hechos y al ambiente de la ciudad serán la materia con la cual compondrá sus obras del género de cautivos.
Estos escritos muestran que en la ciudad había tres comuni­dades: la musulmana, la judía y la cristiana. Se estima que en tiem­pos de los beylerbey había en Argel 12.200 casas, o sea unos 6o mil habitantes, a los que hay que agregar los 25 mil cautivos cris­tianos, que no formaban parte de la sociedad de Argel, sino más bien, un apéndice transitorio. Si bien la comunidad judía era, en gran parte autóctona (muchos venían, también, de España al ser expulsados de aquel reino), Cervantes nos la muestra como la capa social más baja de la ciudad.

En cuanto al componente de los habitantes musulmanes, estas obras dejan ver que gran parte de ellos eran extranjeros: eran mu­sulmanes los turcos o levantinos, del Imperio Otomano que consti­tuían el gobierno y la fuerza militar. Formaban un porcentaje im­portante los "nuevos musulmanes", llamados por los cristianos, los renegados, que habían llegado de Europa y de las posesiones espa­ñolas del norte de África. Muchos de ellos formaban parte de la Taiffa de los arraeces, tenían autoridad en el Bajalato y poseían magníficas casas en la parte baja de la ciudad y en sus alrede­dores. Eran musulmanes, también, los moriscos instalados desde al­gunos decenios en el país y, desde luego, eran musulmanes los autóctonos, moros, árabes y bereberes. Pero queda claro, en la obra de Cervantes, que los argelinos o autóctonos eran un componente de todo ese mundo cosmopolita del último cuarto del siglo XVI.


Destacan entre estos musulmanes, entre los muchos que Cervantes señala, dos personajes históricos que marcaron la memoria del cautivo español. Se trata de Hassán Pachá (Azán Bajá, según Cervantes) y del corsario Arnaute Mami. Había entonces figuras históricas mucho más destacadas: Jeredín, el primer beyler-bey, fundador del Argel otomán, "aquel famoso corsario", como dirá Cervantes; figura que fue objeto de numerosos romances españoles llamado en lengua turca, o bien Uchalí, El Euldj Alí, "atrevido y venturoso corsario" para Cervantes.
Sin embargo, no fueron ellos sino Hassán Pachá quien siempre figura en las obras de Cervantes, ya sea en Los Tratos, en Los Baños como en la novela corta del Cautivo. Hassán Pachá, llamado el veneciano, por ser original de esta ciudad, fue el vigésimo bey de Argel y co­menzó a gobernar en 1577, cuando Cervantes ya llevaba dos años en Argel. Figura extraña, poco amable; grande, flaco, pálido, de poca y rojiza barba, ojos brillantes y aire altanero. Se dice de él que era avaro y cruel y que supo hacerse temer de los jenízaros y de los arraeces.
No es extraño que Cervantes hable de este Bey, porque es a él a quien conoció y más aun, con quien tuvo una curiosa relación, como veremos más adelante. Aún el retrato que el autor nos deja de este personaje es impreciso: en Los Tratos, el rey tiene rasgos de generosidad y en Los Baños, de sabiduría. Sólo en El Cautivo el rey es descrito como "homicida de toda la humanidad". El protago­nista de El Cautivo, que era propiedad de este rey dirá: "Nin­guna cosa nos fatigaba tanto como oír y ver a cada paso las jamás vistas ni oídas crueldades que mi amo usaba con los cristianos. Cada día ahorcaba el suyo, empalaba a éste, desorejaba a aquel; y esto, por tan poca ocasión y tan sin ella, que los turcos conocían que lo hacía no más de por hacerlo y por ser natural condición su­ya ser homicida de todo el género humano" Queda claro que Cervan­tes precisa que su crueldad es un rasgo de carácter, individual y no un rasgo general de los renegados. Pero la actitud de Hassán Pachá es diferente hacia un tal de Saavedra (apellido materno de Cervantes). Y aquí surge uno de los rasgos autobiográfico que el autor nos da en estas obras de cautiverio:"Sólo libró con él un soldado español, llamado tal de Saavedra, el cual con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar la libertad, jamás le dio palo, ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra; y por la menor cosa de mu­chas que hizo temíamos todos que había de ser empalado, y así lo temió él más de una vez..."
En cuanto a Arnaute Mamí, lo encontramos en varias obras de Cervantes donde hay alguna escena de mar y corsarios. Lo curio­so es que estas obras corresponden a diferentes épocas que abarcan un período cercano a los veinte años. En "La Galatea", novela pas­toril de 1583, aparece toda una escena de captura con vigorosas notas descriptivas. Arnaute Mami es el General de los bajeles tur­cos, amenazante y terrible antes de la batalla e intimidando a la nave cristiana a rendirse. Diez y seis horas duró todo el com­bate al cabo de los cuales murió el Capitán cristiano " y toda la más gente del navío". Es fuerte la proyección personal del autor en estos recuerdos autobiográficos.
Cervantes, cuyo rescate no llega ni puede llegar, adquiere más libertad de movimiento para entrar y salir del baño. Las cadenas quedan en su "rancho", como él designa al sitio habitual donde se recogía. Conoce las calles sinuosas y estrechas que suben por la colina, aunque posiblemente no tuvo ocasión de transitar por ellas: no tenía nada qué hacer en esa parte de la ciudad. Nada, a no ser que fuese enviado para llevar un mensaje. Entonces tendría ocasión de entrar a alguna de esas elegantes casas, de puertas masivas y adornadas con clavos de gruesa cabeza; allí vería los patios pavi­mentados, las columnas que sostenían las galerías y los adornos de azulejos de las paredes. Sabía que las casas terminaban, en lo alto, por una terraza, frecuentada generalmente por las mujeres. Sabía también que la vida en el interior de esos muros le era ajena; todo es diferente y extraño para el cautivo cristiano, por eso Cervan­tes, como el personaje de su novelita del Cautivo sólo piensa en evadirse.
Hay en este relato corto, que aparecerá en Don Quijote, en 1605, una combinación de hechos reales y novelescos, que pueden prestarse a confundir los rasgos autobiográficos que el autor nos da con elementos ficticios o legendarios. Por otra parte, esta no­velita es una galería de personajes históricos, sean importantes como gente común. El autor es un testigo del tiempo que vivió.
El narrador es el Capitán Biedma, a quien encontramos parti­cipando en la batalla de Lepanto. Al acudir su compañía a socorrer la nave capitana de Malta, él salta a la galera contraria, donde mandaba Uchalí, pero con tan mala suerte que la galera enemiga se desvió y él no fue seguido por sus soldados, quedando así cauti­vo, en poder de El Euldj Ali. El narrador, ahora cautivo y atado al remo se encuentra en varias acciones entre turcos y españoles en el Mediterráneo: Navarino, Túnez, la Goleta.
Hasta aquí la introducción histórica que dará lugar al au­tor para comentar los sucesos de su época. A la muerte de Uchalí, o El Euldj Ali, el Capitán Biedma quedará, como herencia, cauti­vo de un renegado veneciano:"Llamábase Azán Bajá y llegó a ser muy rico y va a ser rey de Argel". El Capitán Biedma, como Cervan­tes, será considerado cautivo de rescate, a pesar de que dijo "su poca posibilidad y falta de hacienda". Cervantes hace coincidir esta circunstancia entre su personaje de ficción y él mismo.
Después del panorama histórico, el relato tomará un carác­ter más novelesco que guardará hasta el final. Al patio de los ba­ños donde se encontraba el Capitán Biedma daba una ventana, que correspondía a una casa vecina, cuyo dueño era Agi Morato. Por allí aparece un día, cuando el baño se encontraba sin gente, una blanca mano, sosteniendo una caña con un mensaje y un pañuelo con dineros. El mensaje y el dinero estaban dirigidos al Capitán; co­mienza así una relación entre la misteriosa mujer de la ventana y el caballero español. El objetivo de ella, llamada Zoraida, es evadirse a España con la ayuda de algún caballero cristiano. La razón es que ella es secretamente cristiana.
En esta parte del relato, lo novelesco proviene de la reali­dad y de la leyenda. Agi Morato (Hadj Mourad para algunos estudio­sos, Ali Mourad para otros), existió realmente: aparece en la Topo­grafía, capítulo IV de Haedo95, como uno de los moros principales y más ricos que vivían en Argel en el año 1581. Había sido Alcaide de la fortaleza de Bata, situada a dos leguas de Orán que era mirada como importante por su cercanía con territorio cristiano. Había tenido una esclava cristiana, llamada Juana de Rentería, ya muerta, la cual había criado a su hija única, Zara y la había he­cho cristiana. Parece ser que Zara, la verdadera hija de Agi Mora­to había estado casada, luego al enviudar se había vuelto

a casar contra su voluntad. Zara y Zoraida, pues, habían sido criadas por una cautiva cristiana, pero las semejanzas terminan ahí. La rea­lidad histórica era la leyenda que posiblemente Cervantes conoció en Argel.


El Capitán Biedma da su palabra de matrimonio a Zoraida y des­pués de los preparativos de la evasión -en la que participa activa­mente un renegado y algunos compañeros suyos-, el cautivo encuentra a la joven en la casa de verano de Agi Morato, llamada por Cervan­tes "el jardín". Esta casa se encontraba "...a la puerta de Babazón, junto a la marina [...] a dos tiros de ballesta de una caleta."
He aquí algunos de los pocos rasgos que Cervantes nos da de Argel: la marina, la puerta de Babazón, unas leves pinceladas del baño de los cautivos y las murallas, a orillas del mar, donde
"con los ojos del deseo

están mirando a su patria

cuatro míseros cautivos

que del trabajo descansan" (Los baños de Argel).


La noche que los cautivos cristianos, el renegado y el Capi­tán Biedma van a buscar a Zoraida para la evasión, "la ciudad es­taba cerrada y por toda aquella campaña ninguna persona aparecía". {Relato del Cautivo in Don Quijote, Primera Parte).Al ruido que le llega desde la puerta de la casa, en el jardín, Agi Morato des­pierta y, al ir a dar voces, se encuentra ya en manos de los fu­gitivos, quienes deciden llevarlo con ellos en su barca. El rela­to se carga de fuerte emoción por el juego de sentimientos entre Zoraida y su padre. Este llora la desgracia de su hija, creyéndola cautiva; ella llora la situación del padre y sabe que él no podrá comprenderla. La parte final, cuando el padre, enterado ya de la verdad y abandonado en la playa ve alejarse a su hija constituye una de las hermosas páginas de Cervantes y el personaje del padre, un magnífico ejemplar de dolor y nobleza.

Dejemos de lado la literatura para conocer, en cuanto la do­cumentación nos lo permite, cómo vivió Cervantes esos cinco años en los baños de Argel.

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